LA REUNIÓN DE LOS AUSENTES, Horacio Laitano

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HORACIO LAITANO, La reunión de los ausentes, Botella al Mar, Buenos Aires, 2012, 50 páginas.

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EL CHISTOSO DE LA RUTA


   Allí estaba el chistoso de la ruta. Un hombre al que todos invitaban para hacer más divertido su trayecto. Apenas subía a un automóvil, los viajeros empezaban a reírse. Tenía por costumbre presentarse con un chiste. Se trataba de una abuela centenaria, que moría al tragarse una empanada. Los gestos del hombre ilustraban la agonía. Imitaba los gritos y la asfixia de la anciana, mientras subía la sangre a su cabeza.
   Antes de bajar del automóvil, acentuaba la mueca de su boca hasta dar la impresión de una sonrisa. 

DES-CUENTOS Y OTROS CUENTOS, Carmela Greciet

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CARMELA GRECIET, Des-cuentos y otros cuentos, Trabe, Oviedo, 1995, 128 páginas.

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SIRENA

   Cuando por fin su hermano accedió a llevarla unos días a la costa para que conociera el mar, ella supuso que había llegado la hora del regreso.
   La noche en que —tras muchas horas de viaje— arribaron al pueblecito norteño, ella aún no pudo ver el mar, porque no había luna, pero escuchó su rumor, hecho de todas las músicas, y pudo oler la sal, que le erizó la piel como un recuerdo súbito.
   Esperó el alba junto a la ventana del hostal, abierta a la bahía, y al amanecer notó que las olas rompían contra su memoria y vio su corazón vagar a la deriva.
   Temprano, pidió a su hermano que la llevara hasta un lugar alto y escarpado desde donde contemplar la costa y allí le dijo que la dejara sola.
   Cuando él se fue, ella soltó sus cabellos al viento y se quitó la blusa, sintió jugar la brisa con sus senos.
   Después, respiró profundo, empujó las ruedas con toda la fuerza de sus brazos vivos, y se arrojó por el acantilado. 

OBNUBILACIONES TRANSITORIAS, Adán A. Roque

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ADÁN ROQUE, Obnubilaciones transitorias, Micrópolis, Lima, 2012, 96 páginas.

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MOTÍN

   Los espermatozoides organizaron un motín debido a que cuando llega la hora de entrar al óvulo, la tierra prometida, generalmente sólo uno es el afortunado. Desilusionados, exigieron que en la próxima ocasión sea más adecuado el proceso de elección, pues predominaba la ley del más fuerte. El encargado —si es que lo hubiera— hizo caso omiso a sus peticiones, de manera que se les ocurrió algo: a la próxima salida, todos se agarrarían fuertemente, y así no se escabulliría solamente uno, como era habitual, sino todos. Al llegar el momento esperado, los espermatozoides se sujetaron unos a otros, mas la situación no salió como esperaban, pues estaba vez no se trataba de un coito, sino de una simple masturbación, y todos cayeron, irremediablemente, al vacío.

JUGADOR DE VENTAJA, Juan Varo Zafra

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JUAN VARO ZAFRA, Jugador de ventaja, Diputación de Granada, Granada, 2000, 130 páginas.

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Hay poetas con vértigo que no pueden subir a lo alto de las cosas para descubrir su hondura.
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No es tan importante, ni tan difícil, que lleguen a quererte como que te sigan queriendo.
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No es que las cosas sean efímeras, es que no han empezado a durar.
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Nunca fuimos lo que éramos.
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A todos se nos debe morir algún día el joven; a ninguno se nos debe morir el niño.
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Las cosas no pasan, se amontonan.
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Y tal vez al final, la memoria se convertirá en una gran sala con relojes parados en las distintas horas en que hemos sido felices.

KWAIDAN, Lafcadio Hearn

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LAFCADIO HEARN, Kwaidan (Cuentos fantásticos del Japón), Espasa-Calpe, Madrid, 1962 (1941), 166 páginas.

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A través de estos cuentos populares, el estudioso orientalista Lafcadio Hearn nos lleva a asomarnos al "mundo japonés, haciéndonos conocer sus hermosas leyendas e interpretándolas con palabras y conceptos de emotividad occidental, único medio de que pudiéramos admirar tan grandes bellezas". Frente a otras ediciones más recientes, esta traducción de Pablo Inesta destaca por incluir también los "Estudios de los insectos", centrados en mariposas, mosquitos y hormigas desde una perspectiva tanto biológica como literaria.

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UBAZAKURA

   Trescientos años atrás, en la villa de Asamimura, del distrito Onsengōri, provincia de Iyō, vivió un gran hombre llamado Tokubei. Era la persona más rica del pueblo, y ejercía de muraosa (autoridad mayor). En casi todos los asuntos fue bastante afortunado; pero llegó a los cuarenta años de edad y aún no había conocido la dicha de ser padre. Tanto él como su esposa, en su inmensa aflicción por la falta de hijos que los heredasen, dirigieron muchas plegarias a la divinidad Fudō Myō O, que tenía un famoso templo, llamado Saihōji, en Asamimura.
    Hasta que, al fin, el dios escuchó sus ruegos, y la esposa de Tokubei dio a luz una hermosa niña. Le pusieron de nombre O-Tsuyu. Los senos de la madre no producían la leche necesaria para criar a la niña, y además no era de buena calidad. Y hubieron de tomar una nodriza, llamada O-Sodé.

   O-Tsuyu llegó a ser de una belleza extraordinaria. A los quince años cayó enferma.  Y los médicos dijeron que no tenía salvación. Aquel mismo día, O-Sodé, que amaba a O-Tsuyu con verdadero cariño maternal, fue al templo Saihōji y rogó con gran fervor a Fudō-Sama para que devolviera la salud a la niña. Durante veintiún días suplicó por ella sin cesar. Al cabo de este tiempo O-Tsuyu recobró instantáneamente la salud.
   Con tan fausto motivo hubo grandes fiestas en casa de Tokubei, quien, para celebrar el suceso, dio un espléndido banquete a todos sus amigos. Pero en la noche del banquete cayó enferma O-Sodé. Avisaron al doctor, y éste, a la mañana siguiente, dijo que la nodriza se moría sin remedio.
   Entonces, la familia de O-Tsuyu se reunió en torno a la enferma,  para recibir su última despedida. A todos los dominaba una gran angustia. Pero ella habló con mucha serenidad y les dijo:
   —Ya es tiempo de que les diga algo que ustedes ignoran. Mis plegarias fueron oídas. Yo supliqué a Fudō-Sama que me permitiera morir en lugar de O-Tsuyu, y este gran favor va a serme concedido. Por esta causa no deben apenarse ni llorar mi muerte... Mas he de hacerles un ruego: yo prometí a Fudō-Sama que plantaría un cerezo en el jardín del Saihōji en acción de gracias y para conmemorar el hecho. Como ahora yo no podré llevar acabo el ofrecimiento, les suplico que lo hagan por mí para que el voto no quede incumplido... Adiós, ¡queridos amigos, adiós!..., y no olviden que soy muy feliz muriendo por O-Tsuyu...

   Después de los funerales de O-Sodé, los padres de O-Tsuyu plantaron en el jardín de Saihōji el cerezo más hermoso que pudo encontrarse. El árbol crecía y crecía. Y cuando llegó el día 16 del segundo mes del año siguiente (aniversario de la muerte de O-Sodé) floreció de una manera asombrosa. Y así continuó floreciendo por espacio de doscientos cincuenta y cuatro años, siempre en el mismo mes y en aquel día. Y sus flores, blancas y rosas, eran lo mismo que los pezones de los senos femeninos cuando están rociados de leche.
   La gente bautizó al árbol con el nombre de Ubazakura: “el cerezo de la nodriza”.

ANIMALES FANTÁSTICOS, José Jorge Letria & André Letria

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JOSÉ JORGE LETRIA & ANDRÉ LETRIA, Animales fantásticos, Kalandraka, Sevilla, 2007, 40 páginas.

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André ilustra y José Jorge Letria escribe los textos que Xosé Ballesteros ha traducido del portugués.
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EL HOMBRE-LOBO

   Se dice que me han visto en los más variados lugares: en los bosques, en los caminos, en las aldeas... siempre medio lobo,  siempre medio hombre. Sufro de ambos, por igual, las pasiones que me atormentan. Dicen las antiguas leyendas que tengo las cejas unidas por una gruesa mata de pelo, hirsuta, resistente y cortante como mi propio cabello. También dicen que mi cuerpo  tiene una gran fuerza, que mata y descoyunta de forma inlprevista y extraña. Y que aquellos que me temen siempre harán bien en refugiarse si la noche del jueves coincide con luna llena. Realmente, ni siquiera yo sé si existo, pero cuando me veo en un espejo, doy media vuelta y huyo. Si pudiese escoger sería otra cosa y no lo que soy. Pero, debéis creerme: lo que me mantiene vivo son los miedos que la humanidad no cesa de inventar.




EL ELEFANTE, Sławomir Mrożek

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SŁAWOMIR MROŻEK, El elefante, Seix Barral, Barcelona, 1962, 210 páginas.

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Seix Barral encargó a Margarita Fontseré la primera traducción al español de una obra de Mrozek que cuenta con ilustraciones de Daniel Mroz.
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POR EL CAMINO

   Inmediatamente después de salir de N., atravesamos unos prados inundados en los que algunos rastrojos brillaban como cabezas rapadas de jóvenes reclutas. A pesar de los baches y del barro, el coche avanzaba con alegre traqueteo. Lejos, a la altura de las orejas de los caballos, se extendía una franja de bosque. A nuestro alrededor reinaba la soledad, como siempre en esa época. Hasta al cabo de un rato no me di cuenta de que, frente a nosotros, tanto más destacada cuanto más nos acercábamos, se divisaba la figura de un hombre. Vestía uniforme de cartero y su cara no tenía nada que llamara la atención. Estaba inmóvil junto al camino y cuando pasamos por su lado nos dirigió una mirada indiferente. Apenas le había perdido de vista, cuando apareció otro vestido con uniforme parecido; también este permanecía inmóvil. Le observé atentamente, pero pronto descubrí a un tercero y luego a un cuarto. Todos estaban de cara a la carretera, miraban al frente con apatía y llevaban un uniforme raído. Asombrado me incorporé en mi asiento para poder ver mejor el camino detrás de la espalda del cochero. En efecto, a lo lejos vi aparecer la figura siguiente. Después de pasar junto a dos mas, me entró una curiosidad incontenible. Estaban colocados a distancias relativamente considerables, de manera que no se podían ver unos a otros. Todos se mantenían en la misma actitud y no demostraban sentir por el coche mayor interés que el que puedan sentir los postes de telégrafo por los viajeros. Me restregué los ojos, pero en cuanto dejábamos atrás a uno de aquellos hombres, ya aparecía el otro. Me disponía a abrir la boca para preguntar al cochero que significaba aquello, cuando éste, señalando con el látigo a uno de ellos, dijo sin volverse:
   —Estan de servicio.
   Y volvió a aparecer ante nosotros una figura inmóvil, indiferente y con la vista fija hacia adelante.
   —¿Qué pasa? —pregunté.
   —¿Cómo, qué pasa? Están de servicio. ¡Arre, Castaño, arre!
   El cochero no parecía tener ganas de dar más explicaciones, o lo consideraba superfluo. De vez en cuando, animaba a los caballos, haciendo chasquear mecánicamente el látigo. Zarzas, capillas junto al camino, prados solitarios, venían a nuestro encuentro y desaparecían luego detrás de nosotros; y entre ellos fui descubriendo una tras otra de aquellas figuras, ahora ya familiares.
   —¿Qué servicio prestan? —pregunté.
   —¿Cual habría de ser? Servicio del Estado. Línea de telégrafos.
   —¿Cómo? —exclamé yo—. Para el telégrafo se necesitan cables y postes.
   El cochero me miró, se encogió de hombros y me explicó:
   —Se ve que no es usted de aquí. Todo el mundo sabe que para un telégrafo normal se necesitan cables y postes. Pero éste es un telégrafo sin hilos. En el plan se había previsto uno con cables, pero robaron los postes y ya no se puede obtener cable.
   —¿Cómo que no se puede obtener?
   —Pues por lo de siempre: porque no lo hay. ¡Arre, Castaño!
   Me callé asombrado, pero no estaba dispuesto a dejarlo así.
   —Pero ¿qué quiere decir sin hilos?
   —Pues muy fácil. El primero grita al segundo lo necesario, éste al tercero, éste al cuarto y así sucesivamente hasta que el telegrama llega a su destino. Ahora no dan ninguna noticia, pero si la hubiera, usted mismo la podría oír.
   —¿Y esta clase de telégrafo funciona?
   —¿Por qué no había de funcionar? Claro que funciona. Sólo que a veces equivocan el contenido de de los telegramas. Lo peor es cuando uno de ellos tiene una idea propia. Entonces se complace en añadir cosas de su propia cosecha y la noticia se va dando tal como él la dejó. Pero, por lo demás, incluso es mejor que un telégrafo normal. Ya se comprende, los hombres vivos siempre son más inteligentes. Las tempestades no afectan a este teIégrafo. Se ahorra madera, que no es poco, porque aquí en Polonia, los bosques están ya muy diezmados. Sólo en inviernos, a veces, los lobos ocasionan algunas averías. ¡Arre!
   —Y, ¿esta gente está contenta? ——pregunté yo asombrado.
   —¿Por qué no lo había de estar? No es un trabajo pesado. Sólo hay que saber palabras extranjeras. Ahora nuestro cartero incluso ha ido a Varsovia a perfeccionarse. Dicen que les darán unos cañutos modernos, para que no tengan que gastarse los pulmones gritando. ¡Arre!
   —Y  ¿si uno es sordo?
   —A los sordos no se les da este empleo. A los remellados tampoco. Una vez se coló un tartamudo que tenía influencia, pero pronto le despidieron, porque bloqueaba toda la línea. Dicen que en el poste quilométrico veinte hay uno que estudió en la escuela dramática y que es el que tiene una dicción más clara.
   Aturdido por estos argumentos, me callé. Dejé de fijarme en los que había junto al camino. El coche saltaba por encima de los baches en dirección al bosque.
   —Pero ¿no preferirían ustedes tener un telégrafo nuevo con postes y cables? —pregunté con prudencia.
   —¡Dios nos libre! —el cochero se estremeció—. Gracias al telégrafo, ahora es muy fácil conseguir trabajo, en nuestro distrito. Además, siempre puede ganarse algún dinero suplementario. Porque cuando alguien quiere que un telegrama llegue íntegro a su destino, toma el coche y se acerca al quilómetro diez, al quince, etc., y va dando algo a cada uno. Un telégrafo sin hilos siempre es otra cosa que uno con cable. Es mas avanzado. ¡Arre!
   Entre el ruido de las ruedas llegó hasta nosotros algo así como un tenue grito. No era el silbar del viento ni un gemido lejano. Sonaba. algo así como:
   —Aaaeeuuueoeiiiioooieeeoooee.
   El cochero se irguió en el pescante y aguzó el oído.
   —Ahora comunican —dijo—. Parémonos y lo oiremos mejor. ¡So!
   Cuando cesó el ruido monótono del coche, se produjo un gran silencio y pudimos oír mas claramente los sonidos que parecían gritos de grullas. El hombre-poste que había más cerca de notros se llevó la mano a la oreja.
    —Enseguida llegará aquí —murmuró el cochero.
   Y efectivamente, apenas se extinguió el último "eee" oímos un grito prolongado procedente de la arboleda que acabábamos de cruzar:
   —Paadre muueerto, entiiieerrooo miércooolees.
   —Dios le tenga en su gloria —murmuró el cochero tiró de las riendas. Al poco rato penetramos en el bosque.

EL MUNDO HECHO PEDAZOS, Lorenzo Oliván

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LORENZO OLIVÁN, El mundo hecho pedazos, Pre-Textos, Valencia, 1999, 160 páginas.

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Qué gran paternidad la de los árboles, que saben darles a cada una de sus ramas un camino hacia la luz.
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Cuando los políticos hablan de preservar el orden público, en realidad lo que pretenden es preservar su orden privado.
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Conservo una muy buena impresión de él. Las demás, todas malas.
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Sólo quien vuela bien alto consigue darle esquinazo a su sombra.
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Por mi pupila mira el niño aquél que fui. Pero, desgraciadamente, por mi boca ya habla quien yo soy.
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Me gustaría ser otro. Aunque, en realidad, como no sé quién soy, quizás lo sea a veces sin que yo me dé cuenta.
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Hay un instante en el alba en que el día siente, como el hombre en su infancia, que no morirá nunca.

TIENTOS Y ESQUIRLAS, José María Clemente

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JOSÉ MARÍA CLEMENTE, Tientos y esquirlas, 2013, 120 páginas.

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Microrrelatos y poemas en prosa construyen, al lado de narraciones más extensas, un libro con predominio de la imagen: textos sugerentes, evocadores al modo de fotografías, que se adentran en la realidad con las manos temblorosas de quien sostiene un objetivo hecho de palabras.

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SON COMO DOS MUÑECOS DE CERA

   Son como dos muñecos de cera, petrificados en el salón, rodeados de sombras. Ella está leyendo en una silla, el libro en el regazo y las manos paradas en una palabra que no parece entender. Él está sentado en un sofá mirándola, como leyendo en su cara lo que el libro contiene, como si ella formara parte de una fotografía vieja en blanco y negro, o como si la viera a través del visor de su cámara y estuviera a punto de disparar pero no lo hace, no quiere hacerlo, como si temiera que todo pudiera desaparecer después del tremendo fogonazo blanco.

ESA DULCE SONRISA QUE TE DEJAN LOS GUSANOS, Alberto García-Teresa

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ALBERTO GARCÍA-TERESA, Esa dulce sonrisa que te dejan los gusanos, Amargord, Madrid, 2013, 102 páginas.
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NIEVA

   Cuando nieva me convierto en la persona más feliz del mundo. Me desborda la ilusión cuando contemplo toda la sierra cubierta de blanco.
   No hay nada como la nieve para enterrar a los cadáveres y despistar a la policía. Es tan excitante saber que son descubiertos días después, con el deshielo, cuando ya se está en el extranjero, lejos de todo bullicio y el desconcierto.
   Pero yo prefiero sepultarlos vivos.

GRAGEAS, Sergio Gaut Vel Hartman

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SERGIO GAUT VEL HARTMAN, Grageas, Ediciones Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos, Desde la gente, Buenos Aires, 2007.

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Sergio Gaut Vel Hartman compila estos cien cuentos breves de todo el mundo.
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EL PASEO


   La primera vez que vi volar a Cora no fue un atardecer.
   Sentada en un sillón junto al ventanal entreabierto, miraba un punto indefinido en el espacio. Al principio noté que sus pies se despegaban del suelo y que desde los muslos una fuerza invisible la empujaba hacia arriba. Agitaba los brazos como si estuviese nadando. Extendió las piernas y con envión de rana, se proyectó hacia el patio. Pasó sobre el techo del galpón, rozó la copa de los pinos y se alejó hacia las terrazas linderas.
   Me sentí sola e inmensamente triste, como si se tratase de una despedida. De pronto tuve miedo, entonces subí a la mesa de hierro y en puntas de pie me asomé a la medianera. No pude ver la cara de mi hermana, sólo divisé una mancha oscura que se desplazaba en el cielo. Adiviné su alegría.
   Sentí un olor intenso a semillas tostadas de zapallo.
   Ella entró por la puerta, tranquila como si viniera de dar un paseo por el parque. Me rozó la cabeza con la mano. Su mano estaba fría y suave como una pluma.
   Esa noche, abrí la puerta de su cuarto: tal vez fue el viento que mecía las cortinas de vuale  junto a su pelo o el reflejo de la luna en sus mejillas,  pero en vez de unos labios, me pareció que su cara terminaba en un pico.

Beatriz Pustilnik

BESTIARIO DE GREGUERÍAS, Ramón Gómez de la Serna & David Vela

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DAVID VELA & RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA, Bestiario de greguerías, Acuf, Madrid, 2007, 91 páginas.

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David Vela compone un divertido bestiario de más de cuarenta gouaches con los que ilustra e ilumina las correspondientes greguerías de Ramón.
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Las vacas aprenden geografía mirándose unas a otras sus manchas blancas y negras.

CON EL TIEMPO, CONTRA EL TIEMPO, Ángel Crespo

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ÁNGEL CRESPO, Con el tiempo, contra el tiempo, El Toro de Barro, Carboneras, 1978, 38 páginas.

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La poesía es como una aguja en un pajar. Cuando el poeta, por fin, la encuentra, la esconde otra vez entre la paja.
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La poesía es como un campo sembrado de trigo. Llega el dueño y pregunta: ¿Qué desalmado expulsó de aquí a las langostas?
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La poesía es como un niño que juega en la playa con un cubro y una pala. Un sabio que se pasea meditando repara en él y le dice: ¿Cómo pretendes, criatura, sacar toda el agua del mar con un cubo de juguete? ¿No ves, hijo, que es imposible? Y el niño le responde: Yo no pretendo sacar el mar, sino quitarle un poco de sed a la arena. La poesía es como ese sabio, si se hubiera puesto a echar arena al mar.
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Para ser capaz de decir algo, hay que renunciar a decirlo todo.
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Quien no se admire de hablar y que le entiendan, no lea poesía.
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La frontera del solitario no es su propia piel, sino el universo de sus intuiciones.
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La poesía está hecha de lo que se dice, pero también de lo que se calla. Por eso, quien lo dice todo no es poeta. Quien lo calle todo, tampoco, pero resulta menos molesto.

AMARES, Eduardo Galeano

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EDUARDO GALEANO, Amares, Alianza Editorial, Madrid, 1998 (1993), 263 páginas.

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Esta antología preparada por Galeano contiene textos de diversos libros del autor uruguayo. 
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LA PEQUEÑA MUERTE

   No nos da risa el amor cuando llega a lo más hondo de su viaje, a lo más alto de su vuelo: en lo más hondo, en lo más alto, nos arranca gemidos y quejidos, voces de dolor, aunque sea jubiloso dolor, lo que pensándolo bien nada tiene de raro, porque nacer es una alegría que duele. Pequeña muerte, llaman en Francia a la culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y perdiéndonos nos encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña muerte, la llaman; pero grande, muy  grande ha de ser, si matándonos nos nace.

(El libro de los abrazos)

ANIMALES FANTÁSTICOS & DÓNDE ENCONTARLOS, Newt Scamander

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NEWT SCAMANDER, Animales fantásticos y dónde encontrarlos, Salamandra, Barcelona, 2001, 59 páginas.

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Éste es el resultado de años de trabajo "del señor Scamander en la Agencia para el Estudio y la Vigilancia de los Dragones". En el Prólogo  (viii-x), Albus Dumbledore se muestra categórico: "Ningún hogar de mago está completo sin un ejemplar de Animales fantásticos... bien manoseado por las generaciones que lo hojearon intentando dar con la mejor manera de extirpar de césped una palga de horklumps, interpretar los gritos luctuosos del augurey o quitarle a la mascota puffskein la costumbre de beber en el inodoro".
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HÉBRIDO NEGRO

   Este otro dragón nativo del Reino Unido es más agresivo que su homólogo galés. Cada ejemplar requiere un espacio de más de ciento sesenta kilómetros cuadrados para sí solo. De unos nueve metros de longitud, el hébrido negro tiene escamas rugosas, brillantes ojos púrpura y una cresta baja pero de puntas agudas a lo largo del lomo. La cola acaba en una púa con forma de flecha y tiene alas semejantes a las de los murciélagos. El hébrido negro se alimenta principalmente de ciervos, aunque se sabe que ha cazado perros grandes e incluso vacas. El clan de magos MacFusty, que ha vivido en las islas Hébridas durante siglos, se ha hecho cargo tradicionalmente del cuidado de los dragones autóctonos.


EL LIBRO DE LOS PEQUEÑOS MILAGROS, Juan Jacinto Muñoz Rengel

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JUAN JACINTO MUÑOZ RENGELEl libro de los pequeños milagros, Páginas de Espuma, Madrid, 2013, 136 páginas.

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GANADO

   En las regiones del norte de la comarca, inesperadamente, una vaca había comenzado a hablar; dominaba todas las lenguas romances, tres lenguas caucásicas, cuatro lenguas muertas, el sánscrito, el japonés y el persa. En la zona más árida de la llanura, no tardó en aparecer otra vaca que había sido capaz de desarrollar la demostración de la conjetura de la distribución de los ceros de la hipótesis del Riemann. Más tarde, llegaron noticias de una tercera, en los valles de la aldea de Ivy, que tenía intención de publicar una teoría revisada y perfeccionada del materialismo dialéctico de Marx y Engels. En cuanto llegó a oídos del Gobernador que, desde que comenzaron a manifestarse estos fenómenos, las vacas habían dejado de dar leche, ordenó su inmediato sacrificio.

EL CUADERNO DE LAS PESADILLAS, Ricardo Chávez Castañeda

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RICARDO CHÁVEZ CASTAÑEDA, El cuaderno de las pesadillas, FCE, México, 2012, 75 páginas. 
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Fondo de Cultura Económica edita estas quince pesadillas subyugantes, bellamente ilustradas por Israel Barrón
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EL BUEN CIELO

  Cuando el cielo empezó a llevarse a los padres, los hijos se asustaron. Mamás y papás iban hacia arriba como globos, empequeñeciéndose en las azuladas alturas hasta desaparecer.
  Nunca volvían.
  Los niños empezaron a meter objetos pesados en los bolsillos de sus padres y en los abrigos de sus madres, pero aquello sólo sirvió para hacer más lenta la subida.
  —¡Ayúdenme! ¡Ayúdenme! —bajaban los gritos, mientras mamás y papás eran arrastrados hacia arriba. Los hijos se quedaban en la tierra con los brazos en alto; con las manos abiertas igual que arañas. La última imagen que permanecía grabada en sus llorosos ojos eran siempre las sucias suelas de zapatos y zapatillas sumergiéndose entre las nubes.
  Un niño todavía con padres inventó lo de las anclas: ayudarlos como si fueran barcos para detenerlos en la tierra. Las anclas eran pesas de metal, cadenas y un bello collar.
  Se las pusieron mientras dormían.
  Las pesas de metal crujieron y las cadenas se tensaron sin romperse, pero no mantuvieron a los padres en el suelo.
  Lentamente, mamás y papás empezaron a ser jalados por el cielo a pesar de sus collares; pero al menos se consiguió que ya no atravesaran las nubes.
  Padres y madres se quedaron entonces a la vista de sus hijos, con sus cabellos ondulando cual medusas en el aire.
  Vistos a lo lejos, con sus piernas entreabiertas apuntando al cielo y sus brazos extendidos apuntando al suelo, los papás y las mamás flotan de cabeza como espantapájaros meciéndose por encima de las casas.
   Así que en días soleados y de viento, los niños sin padres suben por las tensas cadenas que se extienden hacia el buen cielo para darles un beso y decirles que los quieren, aunque ellos ya nunca contesten.







¡BASTA!, Varias autoras

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¡Basta! Cien mujeres contra la violencia de género, Macedonia, Morón, 2013, 114 páginas.

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En el Prólogo de autoría colectiva (Amor Hernández, Fabián Vique, Leandro Hidalgo, Miriam Di Gerónimo y Sandra Bianchi) se señala que esta antología es el tercer peldaño de una escalera que nos debe alejar del horror: a la pionera Basta publicada en 2010 por Asterión en Chile, le sucedió en 2012  "la versión peruana de ¡Basta! y ahora, con esta publicación argentina, la red de microficciones se extiende". Entre las cien colaboradoras, Ana María Shua o Luisa Valenzuela.
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BODAS DE ALGODÓN

   El arcoiris no se iba de su cara. La tarde transcurría, gozosa, entre las fotos del viaje.
   El arcoiris mapea su cuerpo, curva la hinchazón sobre el ojo. Recostada, mira el álbum, descree de las fotos. Ahora sabe que mienten; pasaron dos años.


¿TE ACUERDAS, JULIA?, Guillermo Samperio

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GUILLERMO SAMPERIO, ¿Te acuerdas, Julia?, Alfaguara, México D.F., 2013, 232 páginas.

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LA SONRISA SECRETA

   Cuando entré en la sala de exposiciones, en un giro de tu cabello oscuro cárdeno, percibí una sonrisa secreta en tu cara linda, mas no pude mirarte a los ojos, pero los intuí grises como ala de ave migratoria; recordé de pronto que yo no pertenecía a esta región. El día en que tu sonrisa me deje de ser secreta, pensando en el tiempo largo en que aquí permaneceré, y luego la sonrisa vuele lejana, no importa si me será cruel. Yo, en rigor, no lo sé todo.

DESAFORADO, Juan Varo Zafra

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JUAN VARO ZAFRA, Desaforado, Alhulia, Salobreña, 2002, 138 páginas.

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Matas el tiempo para no matarte tú.
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¡Qué pocos son los que consiguen brillar por su ausencia!
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Contra Kierkegaard: el instante no es la pausa; es el abismo.
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Los que te quieren tal y como eres quizá no quieran tu mejora.
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No necesitas subir altísimo para caer bajísimo.
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Cuando nadie te entienda pregúntate si es que quizá no hay nada que entender.
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Si nadas entre dos aguas corres el peligro de ahogarte dos veces.
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Rechazo delator de los que son como fuimos.

QUIEBROS Y POEMAS, Samuel Beckett

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SAMUEL BECKETT, Quiebros y poemas, Árdora, Madrid, 128, 128 páginas.

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Lorena Casado, traductora de este volumen bilingüe, es también responsable de un magnífico epílogo donde explica que "mirlitonnades —de mirliton, flauta o pito en francés, y vers de mirliton, o versos malos que se escriben en tiras de papel con las que se envuelven las flautras para los niños— es el nombre que Samuel Beckett dio a los pequeños poemas que hemos traducido por «quiebros», evocando la poesía escueta, escuálida, de estas máximas minimalistas" que, aun expresando la imposibilidad de comunicar, insisten "en la necesidad de seguir diciendo, seguir diciéndonos".

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nada nadie
habrá sido
par nada
tanto sido
nada
nadie

ACOSTARSE CON LA REINA Y OTRAS DELICIAS, Roland Topor

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ROLAND TOPOR, Acostarse con la reina y otras delicias, Anagrama, Barcelona, 1982, 172 páginas.

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Publicado originalmente en 1967 con el título Four roses for Lucienne contiene cuarenta relatos, preferentemente breves.
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MENTIR DEL NATURAL

   —Hay varías clases de mentirosos —me confió un día ese pillo de Michelson—. Por ejemplo, mi barba ¿es verdadera o falsa?
   —Verdadera—aventuré.
   —Lo siento, ha perdido usted. Es falsa. Es una de mis últimas mentiras.
   Yo estaba asombrado. La. barba de Michelson era de un realismo alucinante. No pudiéndome contener, la cogí con ambas manos y tiré de ella con todas mis fuerzas. El desgraciado lanzó un alarido.
   —Su barba es totalmente auténtica —dije, triunfalmente.
   —En absoluto, yo ya le había prevenido: hay varias clases de mentirosos. Antes de aventurar una mentira tomo mis precauciones. Durante meses he estado sin afeitarme. Ahora es imposible descubrir la superchería. Me debe usted una cerveza...
   Eso era lo que Michelson llamaba: «mentir del natural».  

FRACASAR MEJOR, Jorge Riechmann

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JORGE RIECHMANN, Fracasar mejor (fragmentos, interrogantes, notas, protopoemas y reflexiones), Olifante, Tarazona, 2013, 210 páginas.

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En la misma armazón del volumen, tejida a base de reflexiones, poemas, anotaciones y distinto material heterogéneo que se sustrae a lo encasillable, ya se refleja el afán por parte del autor de despojarse de ortodoxias, de lo convencional, de todo pensamiento imperante. Como afirma Alberto García-Teresa en su brillante texto en la solapa, este libro "nos insta a mirar de otra manera, a repensar nuestro lugar en el mundo", y lo hace a través de una "invitación a aprender a fracasar mejor [que] responde, primero, a un intento de desmontar la ideología de la resignación (…)", como también de asumir el "riesgo de la incertidumbre (…), mediante el cual errar es una oportunidad de progresar".

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GADGETS Y DEVASTACIÓN

   Destruyen los servicios públicos y los bienes comunes, devastan la posibilidad de que pueda existir justicia social y sustentabilidad ecológica, y entregan juguetes a los niños de treinta o de cincuenta años: ¡mira, el nuevo smartphone que mueve las páginas fijando la vista en un ángulo de la pantalla!

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PÁLPITOS

   ¿De dónde la intensa fascinación de la cultura contemporánea por los dibujos animados infantiles? Uno barrunta: se quiere un mundo donde las acciones no tengan consecuencias.

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ACERCA DE LA IDEA DE PROGRESO

   Han pasado de recibir su orientación moral del Vaticano a buscarla en la London School of Economics: y a eso lo llaman progreso.

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ZURCIR

   Un gorrión con un trocito de fibra en el pico. Una muchacha que aprieta en la mano el clip recién recogido del suelo. Una jueza dando vueltas y vueltas a lo que supondría una fórmula de justicia. Un enamorado repasando la palabra que podría sanar la herida que ayer causó. Una gota de lluvia sobre la frente de la fiebre…
   Frágiles remiendos para los desgarros del mundo.

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BELLEZA FRÁGIL

   La Alhambra, como ha señalado en alguna ocasión Félix Bayón, es una fortaleza frágil. Fue construida con materiales pobres: adobe, madera, ladrillo, yeso. Apenas hay piedra o mármol. La más excelsa belleza es aquella que no se envanece —y sabe que no está hecha para perdurar.

TIRA LÍNEAS, Fernando Menéndez

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FERNANDO MENÉNDEZ, Tira líneas, Difácil, Valladolid, 2010, 71 páginas.

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Toda felicidad acaba en silencio.
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La vida puede ser casual pero la existencia no.
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Las maldades del hombre hacen la historia.
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No hay poema que no contenga un verso sin pasado.
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Cuando sientas la presencia de la ausencia, te estás enamorando de la muerte.
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La fascinación por la felicidad es una forma de soñar.
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El espíritu de la historia es convertirse en un cementerio de ideas.

LIBROS CONTRA EL ABURRIMIENTO, Luis Alberto de Cuenca

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LUIS ALBERTO DE CUENCA, Libros contra el aburrimiento, Reino de Cordelia, Madrid, 2011, 720 páginas.
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En el Prólogo (pp. 21-22) explica Luis Miguel Suárez el origen de estos amenos microensayos aparecidos a partir del 2004 en el suplemento cultural del ABC. Acierta el editor al agruparlos en once bloques: Oriente, Religión y folklore, Mundo clásico, Edad Media, Del Renacimiento a la Ilustración, Del Romanticismo a Foxa, Contemporáneos, Cómics y libros ilustrados, Cine, Varia, y En cursiva.
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FARENHEIT 451

   La temperatura en que arde el papel de los libros se cifra en 451 grados Fahrenheit, que viene a equivaler a algo menos de 233 grados Celsius o centígrados. Todos los que hemos leído Fahrenheit 451, la maravillosa novela de Ray Bradbury, o visto la película homónima de François Truffaut, conocemos ese dato y lo consideramos familiar. Desde siempre ha existido la manía de quemar libros, tal vez porque con ellos se eliminaban las ideas aborrecibles del enemigo, y al enemigo no hay que  darle agua, sino fuego, y a discreción. Como los libros se han guardado en bibliotecas al menos desde el tiempo de los asirios (cuyos libros eran tablillas de barro cocido puestas a secar al sol), también las bibliotecas han sido objeto de esa piromanía, la misma locura incendiaria que animó a los inquisidores en siglos pretéritos o a las turbas anticatólicas que dieron fuego a tantas iglesias al comienzo de nuestra segunda República. Me produce un rechazo visceral cualquier tipo de hoguera presuntamente purificadora, y, mucho más, aquella pira destinada a que ardan libros en ella, que es para mí, en mi condición de bibliófilo militante, la más odiosa y lamentable de todas.
   El francés Lucien X. Polastron nos cuenta la historia de esos procesos incendiarios contra los libros desde el viejo Creciente Fértil hasta el Iraq de 2003, que vio saqueadas o incendiadas sus bibliotecas después de la invasión norteamericana. A Lucien X. Polastron le fascinan dos temas sobre todos en la historia de la cultura: los «bibliocidios» y la caligrafía oriental. Estudioso de la lengua china y de su plasmación gráfica en el papel, se ha interesado también desde antiguo en la historia de este último, dedicándole una importante monografía, titulada Le papier. 2000 ans d’histoire et de savoir-faire (1999), aún sin traducir al español.
   Todo lo que usted pudo llegar a preguntarse en algún momento de su vida sobre destrucción de bibliotecas queda cumplidamente respondido en el documentadísimo ensayo de Lucien X. Polastron. Allí está, cómo no, la destrucción de la gran biblioteca grecorromana de Alejandría por las hordas del califa Umar en octubre de 640, las infames hogueras nazis y estalinistas, la barbarie bibliocida de la Revolución Cultural china o el incendio de la biblioteca de Sarajevo en 1992. Cualquier cosa, con tal que tenga que ver con la muy nefasta vocación de los seres humanos para silenciar obras que sin ninguna duda hablan con sus lectores desde el papel.



LUCIEN X. POLASTRON
Libros en llamas : historia de la interminable destrucción de bibliotecas
Traducción de Hilda H. García y Lucila Fernández Suárez
México, Fondo de Cultura Económica, 2008.

ANTOLOGÍA DEL CUENTO BREVE Y OCULTO, Raúl Brasca & Luis Chitarroni

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RAÚL BRASCA & LUIS CHITARRONI, Antología del cuento breve y oculto, Sudamericana, Buenos Aires, 2001, 209 páginas.

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Chitarroni y Brasca exponen su propuesta en el Prólogo (p. 7): "Quisimos insinuar una antología [...] incorporando fragmentos de dudosa entidad cuentística. Nos alentaba la observación de Novalis que tradujo Borges a propósito de las antologías: "Nada más poético que las transiciones y las mezclas heterogéneas". No nos detuvieron las clasificaciones ni los géneros. Buscamos en biografías, libros de poemas, ensayos y hasta en recetarios y manuales de instrucciones. Alguna vez corrimos el riesgo de incluir simplemente una cita o una anécdota. Esperamos que el lector comparta o justifique esa hospitalidad."  
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REENCUENTRO

   La mujer le dejó saber con la mirada que quería decirle algo. Leoncio accedió, y cuando ella se apeó del bus él hizo lo mismo. La siguió a corta pero discreta distancia, y luego de algunas cuadras la mujer se volvió. Sostenía con mano firme una pistola. Leoncio reconoció entonces a la mujer ultrajada en un sueño y descubrió en sus ojos la venganza.
   —Todo fue un sueño —le dijo—. En un sueño nada tiene importancia.
   La mujer no bajó la pistola.
   —Depende de quién sueñe—dijo la mujer—. Éste también es un sueño.

Luis Fayad

SIETE MINUTOS, Francisco Rodríguez Criado

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FRANCISCO RODRÍGUEZ CRIADO, Siete minutos, La Bolsa de Pipas, Palma de Mallorca, 2003, 166 páginas.

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AMANTES

   Imposible ignorar la identidad de aquella mujer recostada sobre su pecho. Era su esposa, la madre de sus hijos, quién si no. Pero había regresado del sueño con tantos deseos de dar y recibir, que sucumbió a la fantasía más infame: pensó que era una desconocida y la estrechó cariñosamente entre sus brazos. Ella, envuelta aún en la resaca del sueño, no pudo sospechar que aquellos brazos dulces pertenecían a su marido. Nunca antes, reflexionaron cuando todo hubo acabado, habían sido tan infieles el uno al otro. El llanto de un niño, procedente de una de las habitaciones contiguas, no hizo sino agravar ese sentimiento. Y no por amor sino para repartirse la losa de la culpa, volvieron a abrazarse. 

TODOS LOS CUENTOS MÁS UNO, Adriano González Leon

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ADRIANO GONZÁLEZ LEÓN, Todos los cuentos más uno, Alfaguara, 1998, Madrid, 250 páginas.
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INÉS
A Carlos Contramaestre, Alfonso Montilla y Marcos Miliani

   Ayer te vi con la hija del Almacén Mundial y te hiciste el que no me vites, soltó ella, entre ofendida y burlista, toda escamada por lentejuelas y dientes de oro brillando en la cerveza. En el burdel, era soberana. Nos desvirgó a cinco por bolívares veinte, con cincuenta céntimos y varios besos de ñapa. Otras veces no cobraba. Y otras se guardaba el paltó como rehén, contra alguno que la quiso carriar. Allí estaba chisporroteando, vela, rosa encarnada arriba, con su falda de sirena, siempre.
   Los domingos venía al cine, para la vespertina de tiros y trompadas. La seguían en fila, nadie sabe por qué, La Cucuteña y La Gata. Entonces uno sentía demasiado el colorete, el tufo, las escamas. Había que esquivar a toda costa el saludo, porque cerca estaban las novias del colegio. Al fin, cuando se prendían las luces, era lo mismo. Perderse, hechos los locos, entre el gentío y después verla ir a lo lejos, seguramente abrumada por nuestra enorme traición.

SARINAGARA, Phillippe Forest

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PHILLIP FOREST, Sarinagara, Sajalín, Barcelona, 2009, 264 páginas.

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El narrador de esta "ficción autobiográfica" explica la génesis de este proyecto narrativo que marca la huida a Japón: la dolorosa muerte de la hija desencadena en él una revelación que le lleva a relatar "tres veces la misma historia": las historias de Kobayashi Issa, Natsume Soseki y Yosuke Yamahata y el propio Phillipe Forest resultarán ser nuestra historia. En el camino, el haiku. Tsuyu no yo wa — tsuyu no yo nagara — sarinagara: Mundo de rocío — es un mundo de rocío — y sin embargo sin embargo.
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Sólo rocío
es el mundo, rocío
y sin embargo
 Kobayashi Issa

OMAR JAYYAM, Hazhir Teimourian

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HAZHIR TEIMOURIAN, Omar Jayyam, Berenice, Córdoba, 2010, 504 páginas.

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Subtitulado Poeta, astrónomo, rebelde, este tomo que se ofrece como biografía definitiva de Omar Jayyam, incluye dos apéndices de sumo interés: Los Robaiyyat: una nueva traducción (pp. 415-431) y Los Robaiyyat de Edward Fitgerald (pp. 433-445). Sobre su traducción, Temourian dice "...los cuartetos elegidos por mí han sido seleccionados en su mayor parte de entre los 200 que eligió el primer ministro iraní, Muhammad Ali Foroughi, en 1942 como los que tenían más posibilidades de ser auténticos".    
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Cada pequeño átomo de tierra, aire y mar,
en otro tiempo impulsó a alguien a escribir poesía.
Esta mota de polvo sobre el cabello fue un día
tan amada por alguien ¡como tú lo eres por mí!

De Los Robaiyyat: una nueva traducción 
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¡Un instante de aliento en la ruta desierta
gustar sólo una gota del agua de la vida!
Las estrellas se apagan; la caravana alerta
parte ya hacia la Nada: ¡ya es la hora, despierta!

De Los Robaiyyat de Edward Fitgerald