CUENTOS Y LEYENDAS DE LOS MAORÍES, Claire Merleau-Ponty & Cécile Mozziconacci

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CLAIRE MERLEAU & CÉCILE MOZZICONACCI, Cuentos y leyendas de los Maoríes, un pueblo de Oceanía, Kókinos, 2009, 72 páginas. Ilustraciones de Hélène Georges.

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El gobernador inglés de Nueva Zelanda George Grey (1812-1898) fue el primer extranjero que se preocupó por estudiar la lengua y las tradiciones de los maoríes.
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LOS AMORES DE RANGI Y PAPA

   En aquellos tiempos, Rangi y Papa se amaban tiernamente en la más absoluta oscuridad. Se abrazaban tan estrechamente que ninguna luz lograba penetrar por entre sus cuerpos De su unión nacieron seis muchachos, seis dioses: Tané, el gran dios de los bosques y de los seres que los habitan; Tangaroa, el que reina sobre los habitantes de la mar; Rongo, el padre de las batatas y de todas las plantas cultivadas; Haumia, el dios de las raíces y las bayas silvestres; Tawhiri, el que manda sobre los vientos y las tempestades; Tu, el dios de la guerra y a la vez hombre.
   Estos seis dioses permanecieron largos años en la más completa oscuridad, ocultos entre sus padres. Pero un buen día, cansados de vivir así, decidieron asumir su destino y se preguntaron: «¿Qué podríamos hacer para vivir a la luz del día? ¿Matar a nuestros padres para que haya luz en el mundo? ¿Separarlos?»
   Tu, el feroz, propuso:
   —¿Matémosles!
  —¿No! ¿Tenemos que separarlos! Hagamos que el Cielo se extienda sobre nuestras cabezas y la Tierra bajo nuestros pies, muy cerca de nosotros, pues ella es nuestra madre nutricia —respondió Tané, el sabio-. Tras un período de reflexión que duró varios siglos, cinco de los seis dioses lograron ponerse de acuerdo en la idea de separarlos para que la luz del día pudiera iluminar el mundo. Únicamente Tawhiri, que no aprobaba aquella decisión, permanecía callado: no quería que muriesen de pena.
    —¿,Y cómo haremos para separar a nuestros padres, si están tan estrechamente unidos? —se preguntaron.
   Rongo, Tangaroa y Haumia se pusieron de acuerdo y empujaron con todas sus fuerzas para separarlos, pero sin éxito. Tu intentó cortar los lazos que unían al Cielo con la Tierra pero sólo consiguió hacerles sangre, por lo que desistió.
   De la sangre que manó de aquellas heridas nació el ocre rojizo, el color sagrado.
  Tané, por su parte, intentó separarlos empujando con los brazos, pero tampoco consiguió nada. Necesitó un descanso de varios siglos para reponerse del esfuerzo; pero después, apoyando los hombros en la Tierra y los pies en el Cielo, empujó con todas sus fuerzas. Poco a poco los lazos fueron cediendo. Rangi y Papa sufrían, gemían y reprochaban a sus hijos que no les dejasen seguir amándose... Mas la luz comenzó a iluminar al mundo y todos los seres que el Cielo y la Tierra habían procreado en la oscuridad, comenzaron a hacerse visibles... Tané colocó el Sol en lo más alto y en el cielo de la noche puso la Luna y las estrellas. La tarea estaba cumplida.
   Mientras Tané separaba a su padre Rangi de su madre Papa, Tawhiri había estado conteniéndose. Él no quería que los separasen y se puso furioso. Por eso, hostigado por Rangi, también muy contrariado, atacó a sus hermanos. Tawhiri desencadenó la tormenta y los furiosos vendavales, el viento frío, el viento ardiente, la lluvia torrencial y el granizo. El propio Tawhiri arremetió contra Tané, arrasando los bosques y arrancando de cuajo gigantescos árboles que luego acabarían pudriéndose. Después se enfrentó a Tangaroa y provocó una terrible tempestad. Los peces huyeron a esconderse en las profundidades del mar y las serpientes y los lagartos se ocultaron en lo más denso del bosque. Luego le tocó el turno a Rongo y Haumia, los dioses de las batatas y de las raíces de helecho.
   Pero Papa, la madre tierra, deseando proteger a sus hijos, los ocultó en un lugar seguro: en su propio seno. Tawhiri decidió entonces batirse con el terrible Tu, el dios de la guerra. Se lanzó sobre él, pero Tu tenía los pies firmemente asentados en el pecho de la Tierra, su madre, lo que le hacía invencible. Tawhiri, agotado, desanimado y sin la ayuda de Rangi, que había dejado de hostigarle, dio a los vientos la orden de que se calmasen. La paz reinó de nuevo sobre la tierra.
Desde aquel día Rangi, el cielo, permanece separado de Papa, la tierra, pero su amor
por ella sigue siendo inmenso. Rangi lloró tanto que sus lágrimas dieron origen a un gigantesco mar que cubrió una gran parte del país. Para que la inundación cesase, los hijos de Papa y Rangi decidieron colocar a la madre dando la espalda al padre, de manera que los esposos rio tuvieran que verse constantemente Desde entonces Rangi llora algo menos. Por la noche sus lágrimas caen en la espalda de Papa, formando el rocío de la mañana. Papa lanza sus suspiros hacia Rangi y por eso la bruma se extiende sobre la tierra.
 En aquellos tiempos, Tu, el dios de la guerra, era también hombre; pero sólo en
espíritu, puesto que los hombres todavía no existían. Fue Tané el que tuvo el privilegio de crearlos Tomó la tierra enrojecida por la sangre de Rangi y Papa, aquella que manó cuando Tu intentó separarlos, y formó la figura de una mujer. Para darle vida sopló por los agujeros de su nariz. Así fue como Vino al mundo, hecha de tierra, la primera mujer.
   La llamó Hiné. Ésta se casó con Tané y trajo al mundo una niña llamada Aurora que fue la que dio origen al linaje de los hombres.
 


BLUES Y OTROS CUENTOS, Iñaki Echarte Vidarte

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IÑAKI ECHARTE VIDARTE, Blues y otros cuentos, Baile del Sol, Tegueste, 2009, 140 páginas.

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El prólogo de Carolina Meloni desbroza el horizonte que prometen estos relatos, tejidos con la intimidad "de esas pequeñas vidas absurdas que se desmoronan en las grietas de sus insignificantes existencias".
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MI ABUELA CATALINA

   Mi abuela Catalina, que un día nos dejó, miraba el mundo sin entenderlo, sin dar crédito a lo que oía y veía, comprendiendo, apenas, lo que ocurría al alcance de su mano.
   A mi abuela le gustaba que le acompañáramos a misa, darnos la paga e invitarnos a desayunar el domingo, que escucháramos sus historias de la guerra, de antes y de después, y perder, adrede, al bingo para que mi hermano David, mi amigo Serglo y yo saliéramos a la calle con unas monedas, unos caramelos y una felicidad que ella nos regalaba sin pedir nada a cambio.
   Catalina despreciaba a los débiles y siempre decía que ella tuvo que luchar mucho por sobrevivir, que perdió tantos hijos como los que pudieron sobrevivir, que llevaba viuda tanto tiempo que apenas recordaba a su marido y que lo único que deseaba era morir en paz.
   Recuerdo que una vez vi llorar a mi abuela Catafina, con una carta arrugada en la mano y con los ojos tan cerrados que seguro que se estaba haciendo daño.
   Mi abuela Catalina nos dejo un día, en la cama en la que nació, ante los ojos atónitos de toda su familia, gritando como una demente, después de romper en mil pedazos esa misteriosa carta.

DESPUÉS DE LA POESÍA, Álvaro Salvador

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ÁLVARO SALVADOR, Después de la poesía. Aforismos, El Gaviero, Almería, 2007, 84 páginas.

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Cuando volvemos, fingimos el regreso.
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¡Qué difícil estar a la altura de nuestras propias desgracias!
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La danza es la geometría del deseo.
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Más que una voz propia, lo que el escritor acaba encontrando es una voz familiar, una voz cercana.
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Los seres humanos a lo largo de sus vidas hacen muchas cosas impropias de los seres humanos.
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Lo peor del infinito es que, siéndolo todo, tampoco es nada.

ANDANADA, Luis Britto García

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LUIS BRITTO GARCÍA, Andanada, Thule, Barcelona, 2004, 176 páginas.

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TREGUA

   Las sirenas anunciaron la tregua y bajamos al río desde lados opuestos. Bebimos y llenamos las cantimploras. Un momento nos quedamos sentados en el cauce que nos mojaba, pensando aunque ninguno sabía qué pensaba el otro. Había tiempo y me lavé la cara y hundí la cabeza y sentí un gran alivio. Luego sonó la primera sirena y sin hablarnos nos retiramos, mirándonos. Cuando la segunda sirena sonó disparé primero, y allí quedó tendido para siempre a la orilla del río que sigue pasando para siempre.

LUCIDARIO, Luis Valdesueiro

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LUIS VALDESUEIRO, Lucidario, Poesía, por ejemplo, Madrid, 1997, 88 páginas.

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El miedo siempre niega: la vida, el amor, la esperanza... Incluso existe un miedo que, tanto es su temor, se niega a sí mismo.
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El azar: abrazo —en el tiempo y el espacio— de lo inesperado.
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La muerte consiste en sólo tener pasado, todo el pasado del mundo.
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Ser trapero del tiempo. Agradecer cada pedacito como si fuera un día.
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De las mentiras de la apariencia sólo nos salvan las arrugas de al realidad.
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Para alcanzar la transparencia es preciso desbrozar sombras.

LOS 101 MEJORES CUENTOS CLÁSICOS DE LA CHINA, Ramiro Calle & Chang Shiru

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RAMIRO CALLE & CHANG SHIRU, Los 101 mejores cuentos clásicos de las China, Edaf, Madrid, 1996, 220 páginas.

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En la Introducción (pp. 13-14) Sebastián Vázquez escribe: "Los maestros chinos comparaban a estos cuentos con cierto tipo de miniaturas: una primera visión permitía, por ejemplo, percibir un hermoso paisaje, pero un acercamiento más cuidadoso dejaba ver detalles hasta entonces invisibles".
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SUICIDIO EN EL RÍO

   Ji Jun era miembro de la Academia Imperial y estaba dotado de una aguda inteligencia y gran hori­zonte de conocimientos. Un día, el emperador Qian Long le preguntó:
   —Dime, sabio erudito, ¿qué se entiende por la fidelidad y por el amor filial?
  —La fidelidad —contestó rápidamente—Ji se ma­nifiesta en la obediencia total e incondicional al so­berano. Aunque éste le mandase a uno suicidarse, tendría que cumplir su voluntad. Por amor filial se entiende el cumplimiento cabal de la voluntad pater­na. Si el padre quiere que se suicide el hijo, así se cumplirá su deseo.
   El emperador pensó que como Ji era muy inteli­gente, aunque le ordenase poner fin a su vida, no lo cumpliría de ningún modo. Por lo tanto, con el áni­mo de tomarle el pelo y ver cómo se las arreglaría en una circunstancia extrema, le dijo:
   —Entonces, ordeno que te suicides.
   Ji no se sorprendió ni un ápice, contestando sin vacilación:
   —Sí, Majestad, cumpliré su orden.
   —¿Se puede saber cómo te vas a suicidar? —pre­guntó el monarca.
   —Me voy a tirar al río —le contestó Ji.
   El emperador sabía perfectamente que no se iba a suicidar y que podría salir airosamente de la situa­ción, pero quería seguir con la broma:
   —Bueno, concedido el derecho a la muerte.
   Dicho esto, se puso a leer un libro que tenía a mano, sin prestar más atención al intelectual. El sen­tenciado salió del palacio, dio una vuelta y volvió de nuevo. El emperador aparentó sorprerderse de la sú­bita aparición del que iba a pasar al otro mundo.
   —¿Qué te ha pasado? ¿Por qué has vuelto?
   —Majestad, —empezó a explicar el intelectual con un tono intrigante—, cuando llegué al río y me iba a lanzar, de repente vi que había salido del agua el antiguo poeta Qu Yuan. Me agarró fuertemente impidiéndome ejecutar la suprema voluntad imperial. Me rogó que volviera a preguntar a Su Majestad.
    —¿Qué quería que me preguntaras?
   —Me dijo que él se había lanzado al río para sui­cidarse porque el soberano de su época era despótico e imbécil. Sin embargo, ahora que estamos glorifica­dos con la lucidez y sabiduría de nuestro ilustre rei­nado, merece la pena preguntarle si realmente desea mi muerte. No sería demasiado tarda en cualquier caso suicidarme después de la confirmación de su voluntad.

DUNAS, Fernando Menéndez

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FERNANDO MENÉNDEZ, Dunas, Difácil, Valladolid, 2004, 88 páginas. Ilustraciones de Kiker.

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El corazón: nido precario.
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Todo es fragmento hasta la muerte.
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La vida es la línea de un horizonte inaccesible.
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La mentira del siempre, la verdad del no sé.
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Dos direcciones sin término: hacia dentro y hacia fuera.
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Cada uno busca la creación de sí mismo.
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Viajamos para volver a perdernos.
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En el corazón, florecen laberintos.

SUM, Tanya Tynjälä

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TANYA TYNJÄLÄ, Sum, Micrópolis, Lima, 2013.
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PUZZLE

   ¿Conoció al hombre que quiso hacer el rompecabezas más bello del mundo?
   Puso mucho empeño en su proyecto, trabajó arduamente buscando las piezas que a sus ojos eran las mejores: la sonrisa de un niño al levantarse, el ardor de unos labios sedientos de besos, la ternura de una noche junto al fuego tomados de la mano, los gritos sin dolor, los temblores sin miedo, el sonido de las pisadas conocidas, la dulzura de un “¿Y por qué?”, las sábanas saladas al llegar el día, el olor del guiso dominguero, el rítmico traqueteo de la cama y una caricia más por aquí y un gemido por allá.
   Al terminar su paciente y minuciosa recolección empezó a darle forma a su ambiciosa obra, pero a medida que avanzaba comprendió con angustia que las piezas aunque hermosas…no encajaban. Jamás se preocupó por averiguarlo de antemano, sólo vio la belleza individual de cada una, jamás se detuvo a probar si podían ir juntas.
   Trató de limar asperezas, de hacerlas entrar a la fuerza... y sólo consiguió que muchas de las mejores piezas terminaran aniquiladas ante su insistencia.
   ¿No lo conoció usted? Es mejor, nunca es agradable ver a los dioses fracasados.

IRONÍAS, Ramón Eder

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RAMÓN EDER, Ironías, Eclipsados, Zaragoza, 2007, 200 páginas.

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El perdón puede ser refinadamente cruel.
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La ironía es la respuesta inteligente a un mundo idiota.
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Siempre se llora por lo mismo.
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Lo que hacemos en los sueños de los otros, ¿quién lo hace?, ¿nosotros o ellos?
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La vanidad hay que recortarla cada cierto tiempo, como las uñas.
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Las dudas son los peldaños que no nos llevan a ningún lugar, pero nos alejan de la estupidez.
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Todos nos reímos de nosotros mismos, pero muy pocos se ríen con ganas.

EL PESO DE LA HISTORIA, Michael Leventhal

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MICHAEL LEVENTHAL, El peso de la historia, Crítica, Barcelona, 2012, 260 páginas.  

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El subtítulo del libro explica el proyecto de Leventhal: Las frases célebres comentadas por grandes historiadores. Chris Riddell aporta las ilustraciones.
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Permanece en el pasado y perderás un ojo; olvida el pasado y perderás los dos.

Antiguo proverbio ruso citado por ALEXANDR SOLZHENITSYN en Árchipiélago Gulag.

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   A los paracaidistas con los que serví en el ejército se les enseñó la historia de los regimientos siguiendo la máxima de que «nunca sabrás adónde vas a menos que sepas de dónde vienes». Vivíamos en un mundo de cambios acelerados donde, en nuestra profesión, las nuevas tecnologías y los nuevos métodos tenían que ser asimilados para así seguir consevando la posición de Superioridad que permitía ganar batallas. El pasado era un punto de anclaje que proporcionaba un marco estable de referencia mientras seguíamos innovando para diversificamos y poder abordar nuevas cuestiones y problemas. Es un crimen derramar sangre cuando, como suele ser el caso, se tiende a reinventar la rueda entre generación y generación.
   Sin embargo, como sugiere Solzhenitsyn se necesita un cierto grado de equilibrio para ver el pasado, y si no lo ves, se pierde.
   Mientras estuve destinado en operaciones, escribí un diario en el que anotaba todo lo que veía, oía o percibía, observaciones francas y honestas, haciendo caso omiso deliberada y metódicamente de las posibles consecuencias en materia de seguridad, puesto que no tenía intención de publicar nada en toda mi vida. Las percepciones, descubrí, a menudo alimentadas por los rumores, tienen el mismo impacto que los hechos sobre los cambios de comportamiento. Más tarde, cuando investigaba crónicas de guerra, personajes e históricas, cartas y diarios, me resultó de gran valor haber escrito aquellos diarios, puesto que ese trabajo me permitió identificar rápidamente lo auténtico. Lo significativo saltaba a la vista, reflejando comportamientos que supe reconocer de forma instintiva como auténticos. En consecuencia, cuando escribo historia militar busco fuentes lo más cercanas posibles al acontecimiento que estoy examinando, reconstruyo escenas, alimentadas solo por lo que los protagonistas pueden haber oído o sabido de ellas, lo combino todo con visitas al lugar, utilizando los mapas disponibles en la época de los acontecimientos, y con los testimonios presenciales, para recrear la escena. Estos son los dos ojos que el proverbio ruso nos anima a usar, en lugar de la perspectiva con un ojo tapado que tendríamos si aceptáramos las fuentes secundarias sin cuestionarlas.


Robert J. Kershaw


BESTIARIO O CORTEJO DE ORFEO (DE ODESSA), Guillaume Apollinarire & Miguel Ángel Moreno Gómez

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GUILLAUME APOLLINARIE & MIGUEL ÁNGEL MORENO GÓMEZ, Bestiaro o cortejo de Orfeo (de Odessa), Círculo d'Escritores, Madrid, 2013, 68 páginas.

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SIRENAS

¿Por qué, sirenas, vuestro hastío,
cuando os quejáis en lo sombrío?
Mar, estoy lleno de voces maquinadas
y mis navíos son las añadas.




PAPELES INESPERADOS, Julio Cortázar

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JULIO CORTÁZAR, Papeles inesperadosAlfaguara, Madrid, 2009, 488 páginas.
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Este voluminoso libro, de cuya edición son responsables Aurora Bernárdez y Carlos Álvarez Garriga, contiene múltiples piezas breves, como estos tres relatos de Historias de cronopios y famas u otros textos de  Un tal Lucas.
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NEVER STOP THE PRESS

   Un fama trabajaba tanto en el ramo de la yerba mate que -no-le-quedaba-tiempo-para-nada. Así este fama languidecía por momentos, y alzando-los-ojos-al-cielo exclamaba con frecuencia: “¡Cuán sufro! ¡Soy la víctima del trabajo, y aunque ejemplo de laboriosidad, mi-vida-es-un-martirio!”
   Enterado de su congoja, una esperanza que trabajaba de mecanógrafo en el despacho del fama se permitió dirigirse al fama, diciéndole así:
   —Buenas salenas fama fama. Si usted incomunicado causa trabajo, yo solución bolsillo izquierdo saco ahora mismo.
   El fama, con la amabilidad característica de su raza, frunció las cejas y estiró la mano. ¡Oh milagro! Entre sus dedos quedó enredado el mundo y el fama ya no tuvo motivos para quejarse de su suerte. Todas las mañanas venía la esperanza con una nueva ración de milagro y el fama, instalado en su sillón, recibía una declaración de guerra, y/o una declaración de paz, un buen crimen, una vista escogida del Tirol y/o de Bariloche y/o de Porto Alegre, una novedad en motores, un discurso, una foto de una actriz y/o de un actor, etc. Todo lo cual le costaba diez guitas, que no es mucha plata para comprarse el mundo.

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VITALIDAD
   Un pobre cronopio va en su automóvil y al llegar a una esquina le fallan los frenos y choca contra otro auto. Un vigilante se acerca terriblemente y saca una libreta con tapas azules.
   —¿No sabe manejar, usted? —grita el vigilante.
   El cronopio lo mira un momento, y luego pregunta:
   —¿Usted quién es?
   El vigilante se queda duro, echa una ojeada a su uniforme como para convencerse de que no hay error.
   —¿Cómo que quién soy? ¿No ve quién soy?
   —Yo veo un uniforme de vigilante —explica el cronopio muy afligido—. Usted está dentro del uniforme pero el uniforme no me dice quién es usted.
   El vigilante levanta la mano para pegarle, pero en la mano tiene la libreta y en la otra mano el lápiz, de manera que no le pega y se va adelante a copiar el número de la chapa. El cronopio está muy afligido y quisiera no haber chocado, porque ahora le seguirán haciendo preguntas y él no podrá contestarlas ya que no sabe quién se las hace y entre desconocidos uno no puede entenderse.

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ALMUERZOS

   En el restaurante de los cronopios pasan estas cosas, a saber que un fama pide con gran concentración un bife con papas fritas, y se queda deunapieza cuando el cronopio camarero le pregunta cuántas papas fritas quiere.
   —¿Cómo cuántas? —vocifera el fama—. ¡Usted me trae papas fritas y se acabó, qué joder!
   —Es que aquí las servimos de a siete, treinta y dos, o noventa y ocho —explica el cronopio.
   El fama medita un momento, y el resultado de su meditación consiste en decirle al cronopio:
   —Vea, mi amigo, váyase al carajo.
   Para inmensa sorpresa del fama, el cronopio obedece instantáneamente, es decir que desaparece como si se lo hubiera bebido el viento. Por supuesto el fama no llegará a saber jamás dónde queda el tal carajo, y el cronopio probablemente tampoco, pero en todo caso el almuerzo dista de ser un éxito.

LOS 120 MEJORES CUENTOS DE LAS TRADICIONES ESPIRITUALES DE ORIENTE, Ramiro Calle & Sebastián Vázquez

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RAMIRO CALLE & SEBASTIÁN VÁZQUEZ, Los 120 mejores cuentos de las tradiciones espirituales de Oriente, Edaf, Madrid, 1999, 192 páginas.

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 En la Introducción (pp. 15-18), Sebastián Vázquez subraya: "...el factor más importante en este tipo de cuentos es que tienen el poder de provocar en la conciencia un impacto capaz de situar al oyente o al lector en un estado de comprensión más elevado".
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   Unos hombres fueron a inspeccionar un manicomio famoso por el acertado tratamiento que allí se les daba a los pacientes. Entre los muchos enfermos encontraron a uno de ellos extremadamente sonrojado y que desprendía un gran calor. Preguntaron a los médicos encargados sobre aquel caso tan singular.
   —Es el enfermo más antiguo del hospital —contestaron aquellos sabios—. Ese hombre se cree un horno.
   —¿Y cómo con sus conocimientos no han podido curarlo aún?
  —Bueno..., verán —se excusaron los médicos—, lo que ocurre es que hace un pan excelente.

LA MITAD DE LO QUE QUISIMOS SER, Miguel Martínez

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MIGUEL MARTÍNEZ, La mitad de lo que quisimos ser, 66 RPM, Barcelona, 2013, 124 páginas.

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En Léetelo: es mi maldito prólogo (pp. 9-14) Carlos Zanón exhibe el mejor elogio: "Lo peor de este prólogo es que no mola escribirlo. Lo que mola de verdad es haber escrito lo que va a continuación": un relato extenso, La mitad de lo que quisimos ser, catálogo de historias fragmentadas; y un conjunto de narraciones a las que suceden, en relación de intertextualidad, pequeños microensayos o reseñas subjetivas sobre canciones (de Julio Bustamante o Tom Waits a Bob Dylan y Van Morrison, pasando por Sr. Chinarro) con las que dialogan los relatos precedentes.   
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DEL LOBO AL PERRO


   El vermú de la tarde sustituye al del mediodía, que hoy no se presentó a Ia cita. La venganza servida con una aceituna. Tres clientes en el bar y el camarero, Lhasa de Sela en el hilo musical. Tengo media hora de paz para zambullirme en ese libro de medio millar de páginas y darle un empujón. Pero no habrá paz: veo de refilón que el que está detrás de la barra lee en el diario un artículo sobre lobos y perros. Acaba y se lo pido. El lobo, buen espejo: casi todas sus presas son más rápidas que él, pero las mata con estrategias de caza y resistencia. Lo saben el gamo y el muflón, que no pueden tirarse 200 kilómetros corriendo sin parar. Sin reventar. El lobo sí. Es de los que cree que el camino más corto entre donde estás y el lugar al que quieres ir es dar un rodeo. 0R7 sirve de ejemplo. Ocurrió en otoño de 2011. Así bautizaron en Estados Unidos a un lobo gris de dos años capturado en Oregón. Le colocaron un chip subcutáneo, un collar con GPS y a estudiar sus movimientos en la naturaleza. A analizar esa pared que nos separa. Dejó su manada y se puso a viajar. Desde allí, el noroeste, hasta California, entre septiembre y noviembre, algo más de 1.200 kilómetros de distancia. El primer lobo salvaje que pisaba el Golden State en 87 años. En febrero de 2012 ya había regresado a Oregón. Tanto deambular, según los expertos, solo para ver si pillaba una hembra. Dando rodeos, como buen romántico en peligro de extinción. Qué pensaría 0R7 si leyese en el diario que los primeros perros podrían haber sido lobos que, a falta de presas, decidieron hurgar en la basura de las granjas. Qué pensaría al leer que sus antepasados empezaron a comer féculas y restos de cereales, a remover inmundicia. ¿Tal vez diría que cómo pudieron ser tan perros?
   De todo eso vamos hablando el de la barra y los dos clientes que quedamos. El otro ya se ha ido antes de que empezáramos con el palique. Tampoco tenía pinta de que hubiera acabado apuntándose: leía noticias de macroeconomía con cara de complicidad, como si cada una hablase de alguien de los suyos. No era uno de los nuestros, pues. Aparecen en la conversación filósofos griegos que vivieron trescientos y cuatrocientos, años antes de que Jesucristo, ese hijo único, empezará su carrera hacia la crucifixión. Por mi boca va entrando más vermú, por la del otro Jack Daniel’s. Que si los lobos son anarquistas, que si los perros unos dóciles obreros vendiéndose por migajas. Descarrilamos, claro, como tres borrachos en medio de un funeral donde nos prohibiesen llorar. Y así pasamos inevitablemente a las cucarachas y las ratas, par de clásicos, a las que decapitamos y envenenamos entre signos de admiración. Pero cómo resisten. No se nos muere ni una.
   Hago oídos sordos al cuarto vermú cuando veo que la botella de Jack Daniel’s seguirá vaciándose un poco más. Hasta otra, fin de la cháchara. En la calle el viento sopla bien frío y me despeja. Cruzo por delante de un instituto donde jóvenes hombres lobo dirigen sus estrategias de caza contra un grupo de muchachas dinosaurias emplumadas. La atracción por lo que no se conoce y solo se intuye. Si las primeras plumas nacieron en dinosaurios que las utilizaban como adorno para atraer al sexo opuesto, no para volar, quizás 0R7 llegó hasta California buscando una protoave, su arqueoptérix particular, no una congénere. No un alma gemela, una igual, sino alguien que le ofreciese misterios y secretos. Casi un imposible, si tras unos 3.000 kilómetros, ida y vuelta más rodeos, seguía con los bolsillos vacíos. Poco antes de llegar a casa veo a un par de tipos buscar comida en un contenedor. Estos no son dos hombres lobo: hurgan en la basura obligados a ser perros.

EL REHILETE, Armando Gutiérrez Méndez

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ARMANDO GUTIÉRREZ MÉNDEZ, El rehilite, Ficticia, México D.F., 2011, 120 páginas.

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LOS PÁJAROS ARTIFICIALES

   Los magos bizantinos colocaron junto a la estatua de Palas un hatajo de pájaros mecánicos que cantaban y batían las alas. Después de arrasar Constantinopla, los turcos destruyeron la estatua de Palas y liberaron a los pájaros artificiales. Tres siglos después, unos pájaros de cobre fueron vistos volando sobre el jardín del castillo del barón Gerard antes de entrar en una torre donde los aldeanos aseguraban oír el trinar de los pájaros en las noches de invierno. Durante la primera guerra mundial los soldados ingleses vieron su cielo surcado por palomas mensajeras blindadas que explotaban en el momento en que tocaban el suelo. En el zoológico informático de Bec habitan viscosas criaturas filiformes, organismos escurridizos, cefalópodos imposibles, y los boids, una especie de pájaros electrónicos que vuelan agrupados en triángulo y que son capaces de desquiciar los sistemas computacionales más protegidos; cada uno de ellos lleva un morrión, parecido al de Palas, sobre su cabeza.

LOS EXTREMOS, Ramón Andrés

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RAMÓN ANDRÉS, Los extremos. Aforismos, Lumen, Barcelona, 2011, 64 páginas.

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Los muertos no recuerdan. Eso es la inmortalidad.
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Distancia insalvable: querer llegar a un lugar.
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Temer o ser temido. Dos formas de humillación.
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¿Qué sería de los héroes sin su materia prima, la muerte?
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Cada ventana de mi casa da a un yo distinto.
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Cada semilla es una duda.
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Sólo podemos manifestarnos claramente desde la memoria, dado que el presente nos enturbia. Nos solapa.
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La angustia es un residuo de nuestro dios muerto.
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Por qué no nos detenemos, una vez llegados.

AGUA DURA, Sergi Bellver

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SERGI BELLVER, Agua dura, Ediciones del Viento, A Coruña (Sub-Urbano Ediciones, Miami), 2013, 124 páginas.
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La segunda de las tres secciones en que se estructura el libro es el cauce donde fluyen los relatos más breves.
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LA MANADA

   Domingo, invierno. El sótano parece un congelador y Cervera sale a la portería. Es una finca antigua, no pasa un alma, pero sube por las escaleras para evitar cruzarse con alguien en el ascensor. En sus ratos libres, Cervera suele entrar en los pisos del edificio que sabe vacíos: mientras no le pillen, prefiere no helarse el espinazo en su sótano. Hace semanas que frecuenta el de una anciana medio ciega, convaleciente en el hospital. El piso está lleno de figuritas de tortugas que la anciana colecciona y tiene por costumbre regalar. Una espantosa, de porcelana, luce también en el mostrador de la portería.
   Cervera, tumbado en el sofá, ve un documental sobre elefantes. Una manada hambrienta ha invadido las cosechas y los campesinos intentan ahuyentarla con antorchas y estruendo de cacerolas, mientras los elefantes forman un círculo para proteger a sus crías.
   Un ruido atropellado de llaves despierta a Cervera, que se seca la mejilla de saliva. La anciana, deduce, que ni siquiera acierta al abrir. Cervera se esconde, no le costará salir sin que se dé cuenta. Oye rumor de bolsas y se escabulle por el pasillo, pero tropieza con un hombre. Junto a él, una mujer de bata blanca, tras la que se refugian dos niñas. La menor abraza una tortuga de peluche. Cervera camina con cuidado hacia la puerta mientras el hombre empuña un destornillador. Se vigilan los pasos, como animales acorralados. Tras el portazo, Cervera ve la cerradura forzada y sabe entonces que todos callarán.

REUNIÓN, Santiago Caneda Lowry

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SANTIAGO CANADA LOWRY, Reunión, Monty 4, A Coruña, 2013, 80 páginas.

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Las historias que se encuentran en Reunión gravitan alrededor de unas coordenadas literarias y artísticas bien definidas, pero que son sólo brújula para la huella de unas palabras que trasladan el lienzo al plano de lo auténtico y la originalidad. Así, Magritte, Duchamp, Cortázar o Juarroz son algunas de las referencias que con total acierto ilumina Xavier Seoane en las páginas del prólogo: "En un siglo en buena parte presidido por Freud, Kafka y Beckett, el autor de Reunión sabe convocar no pocas patologías de lo contemporáneo (...) haciendo despertar una evidente extrañeza en el lector, un juego entre lo real y lo irreal matizado por el sabor de un mate amargo." A través de las lentes de lo absurdo, del extrañamiento o de la ironía, los ojos agradecidos del lector podrán degustar los destellos de un horizonte bañado, además, por las ilustraciones de Santiago Caneda, reconocido artista y padre del escritor.
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ASÍ

   ¿Lo viste? Es bastante sencillo y prácticamente imperceptible. Es su forma de suceder, todo se cierra sobre esta espiral incansable. Y surge como puede surgir cualquier otra cosa; surge de los encuentros, de los accidentes. Surge como una sorpresa sin sorprendernos. Es la naturalidad, es humilde, no nos exige nada, pero su surgimiento es una deuda impagable.
   Uno, por ejemplo, puede estar paseando, y algo, sin más, lo atrapa, lo atraviesa. Aparece casi como una desaparición, ¿alguna vez intentaste recordar un olor? Es de los recuerdos más difíciles de evocar, porque uno puede retenerlo o retomarlo sólo en su inexorable desaparición. Intentalo, tratá de evocar el sándalo. Notás ese principio, tan de sándalo pero también tan de tantísimas otras cosas, y fijate que a poco que te digo sándalo, ya estamos pensando en cosas que no tienen que ver con lo sándalo del olor, pero que en realidad son parte de su esencia, porque ese sándalo huele a habitación a oscuras, a elefante, a curry, a buda; y así con un infinito que parecía estar despojado del olor. Pero el olor a sándalo, ¿dónde quedó? Lo único que nos queda es una duda razonable: el olor a sándalo paseó por nuestra nariz, de eso estamos seguros, pero desapareció sin permitirnos disfrutarlo un poco más, y sabemos que lo hemos vuelto a oler sólo por esta duda, porque el preguntarnos por la validez de su evocación es más que suficiente para construirnos una certeza existencial.
   Así es que como te atraviesa una idea, un cuento, este mismo texto, un enamoramiento o su contrario. Se planta ante tus ojos, tus oídos y, desatándose, ya no te suelta. Y siempre le acompaña un temor a la pérdida, a no poder contener ese olor, ese cuento como un recuerdo que uno quiere seguir disfrutando. Y se va soltando, lo sentimos perder su fuerza; la idea se nos va de las manos y nos embarga un vacío triste, por no haber podido contener eso que llegó que de la nada y se fue como si nada. Nos queda la certeza de saber que pasó por nosotros, nos queda un regusto su presencia. Y con la humildad y naturalidad que la caracteriza, la vida nos devuelve a la tierra, nuestra vista dibuja ahora las figuras, los colores. Volvemos a nuestro paseo.
   Y a veces pasa que la idea se desvanece, y seguimos paseando, saludamos a los conocidos, sonreímos a los bebés, nos pasamos un buen rato mirando el cielo, sus gaviotas, sus nubes y la luz desangrándose en miles de tonos violáceos, y vemos esa primera estrella, la luna tímida y blanca como una nube en el cielo violeta. Y dimos nuestro paseo, hemos cenado bien, hemos cambiado el café por una valeriana para dormir relajados y hasta tarde. Entonces nos encontramos en la cama, con los ojos cerrados y un sabor dulce en la boca, mezcla de valeriana y menta; y recordamos el cielo, el pájaro, el sol perdiéndose por el oeste. Y en todo este atravesamiento, como un cine mental, vuelve algo conocido, es una esencia, un fuerte olor a sándalo, y trae forma de pregunta, tenía que ver con la memoria, con estos momentos, con el olor de una idea. ¿Cómo puede salvarse una idea?

TINTES DEL CIELO, Natsume Sōseki

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NATSUME SOSEKI, Tintes del cielo, Satori, Gijón, 2013, 160 páginas.

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Fernando Rodríguez-Izquierdo traduce y comenta 70 haikus inéditos de Natsume Sōseki.
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影法師
月に並んで
静かななり



kage booshi
tsuki ni narande
shizuka nari




Alineándome
con la pálida luna:
mera silueta.

PEQUEÑOS PIES INGLESES, Marcelo Luján

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MARCELO LUJÁN, Pequeños pies ingleses, Talentura, Madrid, 2013, 166 páginas.
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Escribe Carlos Salem, en un prólogo que lleva por sugerente título "El morse del amor": "Las rayas las ponen los dibujos de Aurora López, asombrosamente complejos en su sencillez. Y los puntos (...) marcan la sístole y la diástole de una relación agónica, vivificante, dolorosamente feliz".
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MERIDIANOS

   Deberíamos sentarnos, pacientes, una de estas tardes. Merodeando la razón. Para trazar una línea que divida la realidad. Que nos ayude mucho. A diferenciar. El odio la traición la muerte el barro. La pureza de lo impuro. El vidrio que corta entre la arena. Las historias que a nadie le importan y la mayoría acepta. Los hombres buenos. Y tantos hombres malos. Saberlo al primer golpe de piocha. Al primer soplido. Cuando cambiando las modas en tu barrio pasado por agua. Cuando es pronto todavía y sin embargo suena el despertador. Y te revolvés y nos destapamos. Y buscamos, a tientas, el caramelo ácido oculto entre las sábanas. Las historias que valen la pena. El reloj precioso que nos puso puntualmente ahí. Una vez, en el pasado. Y tu inexplicable militancia hacia eso que nos ciñe. Deberíamos hacerlo. Deberíamos trazar la línea. Tal vez. Cuando me das la espalda para cerrar, fuerte, las manos, y para pedirme, no tan fuerte pero sí, claro que sí, todo lo que importa.

AFORÍAS, Hugo Hernán Aparicio Reyes

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HUGO HERNÁN APARICIO REYES, Aforías, Cuadernos Negros, Calarcá, 2006, 40 páginas.

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MÍNIMO

   Fiel a la tendencia minimalista del arte contemporáneo, se enamoró de un imbécil.

LA ANTESALA DEL OLVIDO, José Raúl Jaramillo Restrepo

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JOSÉ RAÚL JARAMILLO RESTREPO, La antesala del olvido, Tragaluz Editores, Medellín, 2010, 102 páginas.

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BAILE

   Los ojos de un ciego de nacimiento fueron los más alegres que observó en el concurrido baile de máscaras.

LA NADA GRIEGA, Miguel Catalán

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MIGUEL CATALÁN, La nada griega. 111 paradojas, Sequitur, Madrid, 2013, 64 páginas.

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Al final de la historia resultó que el libro del destino estaba en blanco.
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LOS VIAJES INÚTILES
Quien nada tiene dentro de sí, nada encuentra fuera.
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Con la llegada de la primavera, los cipreses vuelven a oler el cementerio.
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SALVADO POR EL MARCO
Los muebles atesoran una historia que los hace más o menos honorables. Todos, menos el espejo. Sólo el marco dignifica este mueble tan pueril que agota su esencia imitando el presente.

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Las personas que creen que nunca mienten lo hacen por partida doble. Mienten a los demás, como todo el mundo, y además se mienten a sí mismos.
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INFORME GENERAL
Después nada.

PRECIPICIOS HABITADOS, Mar Horno

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MAR HORNO, Precipicios habitados, Talentura, Madrid, 2013, 134 páginas.

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ENVÉS

   Las cosas hubieran podido ser de otra manera. Supongamos el envés de la historia. Solo quizás, hipotéticamente, él habría llamado a la puerta con un ramo de rosas rojas, mis preferidas. Podría haberme dado un beso, haber bailado conmigo siguiendo una música invisible, haberme invitado a comer a La Boussole, haberme dicho que me quería. Yo, antes de salir a cenar, podría haber cogido las tijeras del cajón para cortar un pequeño hilo suelto de su chaqueta, señor inspector, en vez de clavárselas en el estómago, cuando me dijo sin sonrisa, sin flores, sin beso, sin compasión, que me abandonaba.

POR QUÉ NOS GUSTAN LAS GUAPAS, Rafael Azcona

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RAFAEL AZCONA, Por qué nos gustan las guapas, Pepitas de calabaza & Fulgencio Pimentel, Logroño, 2012, 512 páginas.

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Este tomo contiene los textos publicados por Azcona en La Codorniz desde 1952 a 1955. Este feliz proyecto editorial continuará con ¿Son de alguna utilidad los cuñados?  y Repelencias. Anuncian un Prologuito los editores, del que se encarga Bernardo Sánchez Salas. En Salvado por el humor (pp. 11-61) queda perfectamente dibujada orígenes de la trayectoria del genial escritor riojano. 
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AÑO NUEVO, VIDA NUEVA

   La mosca Fernanda se posó sobre el calendario y con el gesto peculiar de los miopes miró la fecha.
   —¡Caramba!—aleteó moviendo las patitas—: ¡Si resulta que —ya es día uno!
   Investigó un poco en la cola del taco de hojas —todavía fresca— y no encontrándola de su gusto, abandonó el almanaque volando como Prototipo de reacción en día de festival aéreo.
   Tomó tierra en la calva de don Fulgencio —que por ser día uno de enero había hecho gimnasia— y reflexionó: «Es una vergüenza que yo lleve esta vida. Siempre volando como una idiota de un lado para otro y sin pensar en nada práctico. Debo rectificar mi manera de ser. Desde hoy, nada de vuelos a lo tonto. Voy a cambiar de estilo y de carácter, seré amable, diligente, ahorradora, buena y económica. ¡Eso es!».
   Y satisfechísima de haberse mostrado tan sensata, dio un picotazo a la preciosa calva y salió arreando deseosa de empezar a vivir con dignidad.
   Salió al pasillo y lo cruzó como una flecha para colarse en la cocina cuando la criada franqueó la entrada; una vez sobre la mantequilla, la mosca Fernanda se vio asaltada por la perplejidad: ¿qué demonios de vida nueva podía emprender ella?
   Automáticamente, comprendió que quien formulaba aquella objeción era su propia indolencia. Heroica, la mosca batió sus alas, se frotó las patas y atacó la mantequilla. ¡Había que trabajar! La zafia mano de la criada amagó un dedazo, y Fernanda salió de su botín como un helicóptero. ¡Lucharía contra todas las dificultades! De un vuelo se colocó sobre el azucarero, y previos los tanteos de rigor, halló el resquicio por el que penetrar en el interior. Durante media hora estuvo trabajando como una negra en el azúcar. Luego, de nuevo la perplejidad: ¿no era aquello lo que siempre había hecho?
   Incapaz de seguir luchando, la mosca Fernanda se olvidó de proyectos... ¡Para qué complicarse la vida!
   Y por ahí anda y vuela, como una idiota, hasta que un jeringazo de DDT la haga polvo.

CEJUELAS, Mónica Cazón

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MÓNICA CAZÓN, Cejuelas, Lucio Piérola, San Miguel de Tucumán, 2009, 80 páginas.
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LA TIJERA

   Cortó los géneros, las plantas, las hojas, los cables de mi tierra. Cortó las hilachas de tu ropa, las cartulinas del colegio, el flequillo de tu infancia, las figuritas de las revistas, las cartas, las boletas vencidas, el punteado de una nota.
    Aguda, punzante y precisa, cortó también el aire de ese día. El día que cortaste el cordón, y me anunciaste que te marchabas a vivir solo.

LAS NUEVAS HADAS, Diego Muñoz Valenzuela

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DIEGO MUÑOZ VALENZUELA, Las nuevas hadas: microrelatos fantásticosSimplemente Editores, Santiago de Chile, 2011, 180 páginas.

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DEBAJO DE LA CAMA

   Vio las garras asomándose bajo la cama, pero no dijo nada. Eran grandes, oscuras, ominosas, capaces de desgajar el cuerpo de un hombre grande. Él era un niño, no hacía falta aquel despliegue de terror. Se mordió los labios para desvestirse y ponerse el pijama. Tuvo cuidado de no rozar aquellas garras. Temblando se introdujo al lecho con lentitud, no deseaba perturbar al ente. La madre se asomó por la puerta, le preguntó si tenía frío. Pensó en contestar que tenía miedo, no frío. No se atrevió. Lo había reñido demasiado por imaginar esa clase de cosas. La madre apagó la luz y vino la oscuridad, mas no el silencio.

LIBRO DE CITAS DE MARCELO DEL CAMPO, Rafael Marín

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RAFAEL MARÍN,  Libro de citas de Marcelo del Campo, Gran Vía, Burgos, 2010, 186 páginas.
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La vida es letal.
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El tiempo lo dirá, pero el tiempo es mudo.
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La vida suele ser el camino más corto entre el nacimiento y la muerte.
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Somos mecanismos productores de pasado.
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La percepción de una parte conlleva la pérdida del todo.
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Estamos hechos de la misma materia que la nada.

AFOREMAS, Miguel Ángel Arcas

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MIGUEL ÁNGEL ARCAS, Aforemas, Sevilla, Fundación José Manuel Lara, 2004, 64 páginas.

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Se equivocan quienes piensan que lo real
no hay que inventarlo.
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La velocidad no la marca el movimiento
sino la magnitud del deseo de mudanza.
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La verdad es como la huella de la mano sobre el barro:
es fruto de la mano, pero no es la mano.
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El hombre que se detiene está más lejos de sí mismo.
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Nunca podrás deshacerte de lo que has perdido.
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Enigma: cuando la respuesta pregunta.
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Lo luminoso no brilla.
Alumbra.
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Cuando desperté, mi soledad todavía estaba allí.