MANUAL DE CRONOPIOS, Julio Cortázar & José Luis Largo

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JULIO CORTÁZAR, Manual de cronopios, Ediciones de la Torre, Madrid, 1992, 126 páginas.

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Las ilustraciones de José Luis Largo aparecen sutilmente entre cada uno de los relatos elegidos por Francisco J. Uriz, procedentes de Un tal Lucas, Último round, La vuelta al día en ochenta mundos, Nicaragua tan violentamente dulce, Bestiario, Final del juego y, por supuesto, de Historias de cronopios y famas. En la emotiva Introducción  (pp. 9-28) Uriz traza la semblanza de su amistad con un gran literato del que destaca su mayor humanidad. Varias fotografías y una carta manuscrita completan esta antología.
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FILANTROPÍA

   Los famas son capaces de gestos de una gran generosidad, como por ejemplo cuando este fama encuentra a una pobre esperanza caída al pie de un cocotero, y alzándola en su automóvil la lleva a su casa y se ocupa de nutrirla y ofrecerle esparcimiento hasta que la esperanza tiene fuerza y se atreve a subir otra vez al cocotero. El fama se siente muy bueno después de este gesto, y en realidad es muy bueno, solamente que no se le ocurre pensar que dentro de pocos días la esperanza va a caerse otra vez del cocotero. Entonces mientras la esperanza está de nuevo caída al pie del cocotero, este fama en su club se siente muy bueno y piensa en la forma en que ayudó a la pobre esperanza cuando la encontró caída.
   Los cronopios no son generosos por principio. Pasan al lado de las cosas más conmovedoras, como ser una pobre esperanza que no sabe atarse el zapato y gime, sentada en el cordón de la vereda. Estos cronopios ni miran a la esperanza, ocupadísimos en seguir con la vista una baba del diablo. Con seres así no se puede practicar coherentemente la beneficiencia, por eso en las sociedades filantrópicas las autoridades son todas famas, y la bibliotecaria es una esperanza. Desde sus puestos los famas ayudan muchísimo a los cronopios, que se ne fregan. 


JUEGOS DE SUPERHÉROES, Julio Ricardo Estefan

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JULIO RICARDO ESTEFAN, Juegos de Superhéroes, La Aguja de Buffon, San Miguel de Tucumán, 2010, 84 páginas.
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EL ARROZ Y LA ZORRA

   Hace varios días que una zorra merodea en mi jardín. Observé que tiene un cachorrito y que busca comida. He decidido alimentarlos dándole arroz a la zorra. Como no soy un abad, esta situación será olvidada ya que no cuenta con la mnemotecnia de un palíndromo.

FUERA DE LUGAR, Pablo Brescia

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PABLO BRESCIA, Fuera de lugar, Borrador, Lima, 2012, 134 páginas.

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MIRE, POR FAVOR

   Qué le puedo decir, yo soy de una época en que nos cuidábamos bien, nos vestíamos a la moda, había que mostrarse de alguna manera, de lo contrario una no podía conseguir lo que quería, ¿y qué vamos a querer?, lo de siempre, alguien que nos haga caso, que nos mire, que nos aguante también, para qué andar con rodeos, alguien con quien compartir el resto de la vida porque la vida es siempre eso, ¿no?, un resto, una sobra, en fin, como le digo, me vestía, fíjese, con esos vestidos que dejan al descubierto las partes indecentes, la verdad es que en esa foto se ve lo mejor de mí en ese momento, yo era linda, linda, sí, y codiciada, y me elogiaban mi elegancia y mis ojos y mi pelo, los hombres y también las mujeres, fíjese, y rechacé a muchos pretendientes, no se crea que iba a andar con cualquiera, no, pero desgraciadamente me enamoré, él se presentó como una aparición ¿sabe?, y entonces me perdí en mí, ya no sabía bien qué quería o ni siquiera quién era, y él me empezó a exigir cosas, éramos muy diferentes, me di cuenta pronto que no era su tipo, ¡yo! ¡yo! que era la más bella, tener que sufrir estas cosas me pareció injusto, pero el amor todo lo puede, ¿no cree? y él me llevó con él a su mundo y me siguió pidiendo esto y lo otro y yo aceptaba porque quería hacerlo feliz porque hacerlo feliz me hacía feliz, aunque ahora que lo pienso nunca lo vi feliz a él, la verdad, y yo tampoco estaba contenta, me la pasaba encerrada y, bueno, empezamos de a poco, primero fueron las manos, fíjese que no me van bien, son demasiado nerviosas esas manos para mí, después quiso las piernas y fueron las piernas, usted lo sabe, ¡lo que me costó encontrar zapatos para esos pies!, él me decía que todo iba bien y después insistió en que había que mejorar un par de cosas más y yo acepté porque ya no había remedio y yo ya no era yo y pasó lo que pasó, grité y lloré mucho, aun después de todo él insistió con lo de la foto, salimos y de pronto estábamos en un tiempo que yo no reconocía y él que me hace sentar ahí y usted saca la foto, claro que hubo que disimular lo del pelo y los ojos, por eso tengo ese sombrero que no va conmigo, fíjese, y estoy con unos anteojos mirando hacia el costado porque ¿cómo iba a mirar al frente sin mis ojos?, y él me volvió a guardar en su casa y me pidió que me cambiara eso también y yo me dije hasta aquí llegamos, ya casi no existo, y me vine como pude hasta su estudio, y le traje la foto de cómo era antes, no me la quite, es lo único que me queda mío, aquí le dejo sus ojos y su pelo, mire cómo era, cómo soy, mire, mire por favor. 

NO TIENEN PRISA LAS PALABRAS, Carlos Skliar

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CARLOS SKLIAR, No tienen prisa las palabras, Candaya, Barcelona, 2012, 160 páginas.

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En El poeta es un viajero (pp. 5-8) celebra David Roas: "En No tienen prisa las palabras el lector encontrará lúcidos aforismos, pensamientos despeinados, greguerías ("Limpiaba la vereda como si intentara reanimar un animal herido"), apuntes de un diario, epifanías, estampas líricas, mínimos poemas en prosa, microrrelatos...".
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Toda memoria es respiración agitada. Cada olvido es un modo desordenado de decir adiós.
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La mujer con aros inmensos y pelo recogido lee Vivir en el fuego de Marina Tsvietáieva. Con asombro repentino, como si hubiera dado con un mensaje crucial, marca y remarca con su lápiz labial una parte del texto. Sonríe, luego, con un erotismo que sobrecoge a todos. Compro ese libro enseguida. Paso días buscando, sin éxito, esa frase.
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Ninguna muerte puede ser contada si las manos que lo narran no sienten algún frío.
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La justicia es ciega porque la venganza es sorda porque la belleza es coja porque la  lealtad es muda porque la libertad es manca porque la memoria es demente porque el  hombre es imbécil porque la verdad es tullida porque toda palabra nace siempre,  tartamuda.

CUENTOS BREVES LATINOAMERICANOS, Alejandra Torres (editora)

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ALEJANDRA TORRES, Cuentos breves latinoamericanos, Aiqué, Buenos Aires, 1998, 160 páginas.

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Alejandra Torres apunta en el Prólogo (pp. 11-17): "Entre los cuentos elegidos se observa la gran inclinación de los cuentistas latinoamericanos a producir ficciones fantásticas".
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LA NOCHE

   Es la noche, oscura como el antifaz de los asesinos. Muy cerca se oye un grito de terror, luego, un disparo que lo silencia. Ninguna de nuestras ventanas se ha abierto; todos temblamos en el interior, absteniéndonos de ser testigos de un hecho que más tarde podría comprometernos. Un automóvil arranca y se pierde a lo lejos con su carga de muerte. En la esquina alguien agoniza en medio de un gran charco de sangre. A su alrededor un vecindario de culpables trata en vano de conciliar el sueño.

Manuel Rueda

AFORISMOS Y OTRAS BREVECES, Juan Luis Roldán Calzado

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JUAN LUIS ROLDÁN CALZADO, Aforismos y otras breveces, Lulu Press, 2008, 40 páginas. 

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Los defectos son los silencios que hace la belleza.
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El tiempo es un caballo que renace en su galope.
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Finalmente decidió que para que ella comprendiera le mandaría ese ramo, pero cuando las flores estuvieran ya marchitas.
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Los matemáticos tenemos graves problemas de esperanza ya que, después de años manejando las ciencias exactas, al final ni creemos en Dios ni jugamos a la lotería.
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El olvido es como enterrar a alguien grano a grano.
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Las fotografías son hojas arrancadas al árbol del tiempo.
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La pasión realiza las mejores instantáneas.
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Los poetas son los notarios de la belleza.
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El egoísta piensa que cómo va a llover si él no lleva paraguas.
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El buen profesor no es el que muestra un camino a los alumnos sino el que está dispuesto a aventurarse mochila al hombro por el que ellos están recorriendo.

SIEMPRE GILA, MIguel Gila

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MIGUEL GILA, Siempre Gila, Aguilar, Madrid, 2001, 162 páginas.
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Abre este volumen subtitulado Antología de sus mejores monólogos un prólogo de Pedro Ruiz, Siempre Gila (pp.11-13) en el que leemos: "Gila es la vida mofándose de su soberbia. La pedantería sin pantalón con raya. El absurdo convertido en lógica".
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EL MATRIMONIO Y SUS DESVENTAJAS

   Nunca les digo a las mujeres solteras que no se casen, pero que se hagan a la idea de que el matrimonio no es lo que parece, que el matrimonio cambia. Que al principio de estar casados, el marido, en cuanto caen cuatro gotas, empieza: «Cuidado, mi amor, el charquito. Por aquí, mi vida». Y cuando pasan unos años de casados: «¡Hala! Ya te has vuelto a meter en otro charco. Mira cómo me has puesto. ¡Si es que caminas como las vacas! ¡Con esos pies que son dos lenguados!».
   Y recién casados: «¡Qué lunar, mi vida, qué lunar! Me tiene loco». Y cuando pasan los años: «¡Ponte pa’allá con la verruga!».
   Y al principio de casados: «Que gusto, mi vida, que te duermas con tu cabecita aquí en mi brazo!». Y cuando pasa el tiempo: «¡Quita el cabezón, que se me duerme el brazo!».
   Lo del cabezón yo lo he estado analizando y no es porque las mujeres tengan la cabeza gorda, lo que pasa es que cuando llegan a cierta edad se la llenan de canutos de esos, y ya no sabes si tienes mujer o una central eléctrica, porque qué acostarse tienen la mayoría de las mujeres. Se meten en el cuarto de baño, y entre lo que se quitan y lo que se ponen..., tienen un salir..., que estás en la cama leyendo y aparece, y un susto. Dice: «Soy yo, soy yo». Con esas cremas que se dan, la hidratante, la humectante, la limpiadora, la estirante, y crema, y crema, y crema, que a media noche le vas a dar un pellizco y se te va de la cama al suelo. Ya no sabes si te has casado con una mujer o con un chorizo en manteca. ¡Cómo resbalan!
   ¡Y cómo conducen! ¡Bien, pero raro! A ver si me explico. Conducen despacito y prudentes, pero pa’allá, lo de los lados y lo de atrás les importa un carajo, y la amiga aquí, chu chu chu chu, dándole a la húmeda, y es la que le grita de repente: «¡A la derecha!». Y dos coches, un motorista, tres ancianas por los aires. Y en medio de ese desparramo, la amiga que le dice: «Dale al intermitente».
   Yo creo que lo del intermitente no lo tienen muy claro. Esto lo cuento por experiencia. Un día le digo a mi mujer: «Ponte detrás y dime si funciona el intermitente». Se bajó, se puso detrás y dijo: «Ahora sí, ahora no, ahora sí, ahora no».
   Pero mi mujer lo del intermitente lo ha resuelto muy bien. ¿Saben ustedes qué hace? Lo pone al salir de casa. Dice: «Yo lo llevo puesto, así cuando quiera torcer...». Una noche veníamos de viaje y conducía ella, con esos ojos de despavorida que pone, que siempre que la miro, me digo: «¿Qué habrá visto?» Bueno, pues venía conduciendo ella y era una de esas noches oscuras, negras, que no se ve nada. Cruzamos un pueblo, pasamos el peaje y se metió en la autopista, pero por el carril contrario. Y mi mujer gritándoles a todos: «¡Que van mal, que van mal!». Empezó a llover y dijo: «Voy a dar al limpiaparabrisas», pero se equivocó de palanquita y apagó las luces, y yo tirando cerillas por la ventanilla, para que nos vieran los que venían de frente. Salimos de la autopista, entramos en una carretera comarcal, y nos encontramos un rebaño cruzando. Y me dice: «Dame el manual, que quiero saber cuál es el pedal del freno». Le echó una ojeada al manual y apretó el acelerador. Veintiséis ovejas muertas. Y el pastor y el perro se salvaron porque dieron un salto olímpico.
   Levantó el pie del acelerador y frenó. ¡A fondo!  Saqué la cabeza por el parabrisas. Diecisiete puntos en la frente. Desde entonces, cuando ella conduce, yo me pongo el cinturón de seguridad, el casco y un chaleco salvavidas.
   De todas maneras, al menos para mí, las mujeres son imprescindibles. Donde esté una mujer hermosa, que se quite un señor con barba. Es posible que yo esté chapado y a la antigua; pero yo no me casaría con un señor que se llamara don Mariano, por muy de moda que esté.
   El matrimonio es muy bonito y hay que cuidarlo. La luna de miel, después vienen los hijos, que son la alegría de la casa. Bueno, hasta cierto punto, porque cuando son pequeños, lloran... y la que se organiza. El marido dice: «Que está llorando el niño». Y la mujer: «Bueno, ¿y qué quieres que haga?». Y el marido: «Que le des la teta». Y la mujer: «¿Y cómo le voy a dar la teta, si no me la sueltas?», porque aunque pasen los años, el hombre siempre le tiene cariño a la teta.
   Yo conocí al hijo de un millonario que tuvo nodriza hasta que le llamaron a filas.
   El problema con los hijos es cuando son mayores. Yo tengo amigos que tienen hijos mayores y están desesperados. «No sé qué hacer, porque fíjate que mis hijos vienen a casa a las siete de la mañana, y algunos días no aparecen y ni llaman por telefono, y no vivo, y no te digo mi mujer». Yo creo que esto pasa porque se ha perdido el diálogo de los padres con los hijos.  Y digo esto porque cuando yo tenía diecisiete años, mi padre me decía: «Hijo, siéntate, que quiero hablar contigo». Me sentaba y me decía con ternura: «El día que vengas a casa después de las once de la noche, te doy una patada en la cabeza que te la reviento». ¡Y le entendía! ¡Había diálogo! Es una pena, pero se está perdiendo el concepto de la familia.


ABCDEFGHIJKLMNÑOPQRSTUVWXYZ, Alejandro Bentivoglio

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ALEJANDRO BENTIVOGLIO, Abcdefghijklmnnopqrstuvwxyz, Macedonia, Morón, 2011, 140 páginas.

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FOLLOW THE LEADER


   Llegamos al pueblo por la noche. Las casas eran pequeñas. Los pobladores, gigantes que allí no cabían.
   Les preguntamos por qué lo habían construido así.
   Ellos dijeron que se trataba del progreso y todos asentimos muy convencidos.

MEMORIA DE PEZ, Javier Serrano

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JAVIER SERRANO, Memoria de pez, Creative Commons, Madrid, 153 páginas.

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Después de leer con emoción y ternura las 956 propuestas de Serrano, una pregunta asalta al lector: ¿No sería Mnemósine capaz de despertar a un editor inteligente?
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... me acuerdo de que cuando era pequeño mi madre siempre me decía que debía llevar puestos calzoncillos limpios, por si me atropellaba un coche y me tenían que llevar a un hospital...
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... me acuerdo de que las únicas flores que nacían en el parque de Los Pinos eran los condones con semen y las jeringuillas con restos de sangre. La naturaleza y sus flujos...
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... me acuerdo de que cuando era más joven a menudo soñaba que volaba. Depende de hacia dónde inclinara la cabeza, ascendía o descendía. Lamentablemente, hace tiempo que no vuelo...
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... me acuerdo de las inyecciones de heparina en el vientre de mi madre...
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... me acuerdo de que cuando éramos pequeños casi todos nuestros problemas de tipo médico se resolvían por el culo, bien con los siempre engorrosos supositorios, bien con inyecciones en la nalga administradas por un practicante insensible...
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... me acuerdo de que cuando éramos niños el peligro acechaba al lado mismo de nuestros lugares de juego. Improvisados campos de fútbol que lindaban con alguna pendiente que terminaba invariablemente en alguna carretera (lo que sin duda condicionó nuestro estilo futbolístico), o jalonados por cacas, cristales de botellas y objetos oxidados. Columpios con un grado de deterioro tal que uno se pregunta cómo conseguimos pasar a la siguiente fase. En cuanto al patio del colegio, era más bien un cúmulo de aristas afiladas, estratégicamente dispuestas, donde corríamos centrifugados, como un caos de pequeños átomos a punto de colisionar...
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... me acuerdo de lo perturbador que resulta contemplar juntas a una madre y a su hija, calcada la una a la otra e igualmente bellas, y entrever los estragos que el paso del tiempo dejará en el rostro de la hija...
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... me acuerdo de aquellos tiempos en que cuando el pan se caía al suelo había que recogerlo, darle un beso y volverlo a poner sobre la mesa...
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... me acuerdo de que siendo un adolescente fui al dermatólogo, acompañado por mi madre, para consultar un problema de acné. En un momento dado, el dermatólogo, de inconfundible aspecto franquista (pelo con fijador y hacia atrás formando entradas, bigotillo fino), le pidió a mi madre que nos dejara a solas. Fue entonces cuando se franqueó y me dijo lo de «¿sabes que para esto es malo meneársela?». Asentí, pues estaba al tanto de todos los riesgos, incluida la posibilidad de una ceguera temprana. Mi penitencia duró unos veinte días. Después regresé al vicio, si cabe con más ganas, como si hubiera que recuperar el tiempo perdido...
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... me acuerdo de que una de las frases de cabecera de mi padre es esa que dice: «A ver quién te va a limpiar el culo cuando seas viejo»...

COMPOSTELA ICONOGRÁFICA, Jack Mircala

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JACK MIRCALA, Compostela iconográfica, El Patito Editorial, Santiago de Compostela, 2012, 60 páginas.

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 Para componer este santoral compostelano el genial Mircala confiesa haber creado "maquetas realizadas en volumen [...] confeccionadas con cartulinas de colores, papeles Canson para dibujo al pastel, y una variedad de cartulinas cromadas e irisadas". El resultado final fue fotografiado. Completa el libro un encarte desplagable: el Plano realizado para la Exposición Compostela Iconográfica. 
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SANTA RITA DE CASIA
FESTIVIDAD 22 DE MAYO



HISTORIA

Santa de Umbría que vivió en el siglo xv. Durante toda su vida quiso ser religiosa, pero sus padres le buscaron un marido con el que tuvo dos hijos gemelos. A la muerte de su familia, se retiró al convento de las agustinas de Casia, que la recibieron con reticencias por haber estado casada, pero gracias a su esfuerzo y entrega fue aceptada en la comunidad. Un día, mientras oraba ante un crucifijo, pidió a Cristo que la hiciera partícipe de sus padecimientos, y una espina se desprendió de la corona del Redentor y se le clavó en la frente produciéndole una herida que nunca cicatrizó. El día de su muerte, en 1457, en pleno invierno, pidió una rosa; milagrosamente, había florecido una en su jardín.


ICONOGRAFÍA
 Una espina de la corona de Cristo clavada en su frente, un crucifijo y una rosa. Viste el hábito negro de la orden de las agustinas.


CULTO 
Patrona de los casos desesperados por el milagro de la rosa florecida en invierno.

LA SEÑAL INVÁLIDA, Julio Ricardo Estefan

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JULIO RICARDO ESTEFAN, La señal inválida, La Aguja de Buffon, San Miguel de Tucumán, 2011, 84 páginas.

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AVISO CLASIFICADO

   La señora Samsa ruega a su hijo Gregor que regrese a casa; le asegura que ya no tendrá que enojarse ni discutir con ella o con su hermana Grete por la higiene de su cuarto; que precisamente ayer mató a ese horrible escarabajo que se ocultaba debajo del sofá.

MANICOMIO DE DIOSES, Orlando Mejía Rivera

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ORLANDO MEJÍA RIVERA, Manicomio de dioses, Cuadernos Negros, Calarcá, 2010, 56 páginas.

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EL ESPÍA

   Cuando G.G., embalsamador oficial de los papas, hizo su excelente trabajo con el cuerpo de su santidad Pío XIV, alguien cayó en la cuenta de que el doctor llevaba seis Papas embalsamados a sus espaldas. Es decir, que el médico debía tener más de doscientos años de edad. Entonces, el memorioso escuchó una sonrisa a espaldas y percibió un olorcito azufrado antes de desplomarse muerto.

LA VOZ DE LAS COSAS, Marguerite Yourcenar

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MARGUERITE YOURCENAR, La voz de las cosas, Gadir, Madrid, 2005, 124 páginas.

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En traducción de Carlos Manzano edita Gadir este bello libro publicado por Gallimard en 1987. Yourcenar recoge textos de diversas tradiciones para componer un libro que "me ha servido de cabecera y de viaje durante tantos años y a veces para hacer acopio de valor". Hilvanan los textos las fotografías de Jerry Wilson.
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El árbol que llena el cielo nació de una mínima semilla; la torre de nueve pisos comenzó con un terrón del suelo; el viaje de mil leguas comienza con el primer paso fuera del umbral.
Tao Te King
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Un hombre bien nacido mira adentro. El vulgar mira a los demás.
Confucio
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No debemos desear nada distinto de lo que nos ocurre momento tras momento, pero manteniéndonos fieles al Bien.
Santa Caterina de Génova.
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¿Adónde va el alma después de la muerte? No es necesario que vaya a parte alguna.
Jacob Böhme
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Un barco puede quedar al abrigo en un cala y una nasa al abrigo en un lago, pero a medianoche puede acudir un hombre robusto y llevárselos. El ignorante no sabe que, sean cuales fueren los lugares en que pongamos un objeto al abrigo, los más pequeños dentro de los más grandes, lo que hemos escondido puede desaparecer y sernos arrebatado, pero, si ocultamos el universo en el universo, no hay peligro de que lo que nos resultaba precioso nos sea arrebatado y lo que poseemos es nuestro para siempre. Así, pues, el sabio sabe que la separación no es posible y que lo perdido no lo está en verdad.

Chuang Tzu, VI-6
  


EL SEMBRADOR DE ORO Y OTROS CUENTOS DEL TIBET, Iñaki Preciado

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IÑAKI PRECIADO, El sembrador de oro y otros cuentos del Tíbet, Oberon, Madrid, 2004, 272 páginas.
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En la Introducción (pp. 11-14), Iñaki Preciado, editor y antólogo, apunta que la literatura tibetana "comienza en el siglo VII, luego de la creación de la escritura tibetana". De una producción tan extensa (mitos y leyendas históricas y populares), Preciado recrea una muestra significativa a la que acompañan con notas esclarecedoras.
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EL LEÓN QUE CARGÓ CON UN ELEFANTE

   En otro tiempo, había un zorro que siempre iba tras un león. Lo hacía por saciar el hambre con los despojos que aquél dejaba tras devorar a sus presas. Un día, el león mató a un elefante, y dijo al zorro:
   —¡Eh, tú! Carga con este elefante; si no haces lo que te digo, no volverás jamás a comer carne.
   Entonces el zorro dijo entre sí: «Es imposible, yo no puedo cargar con el cadáver de un elefante; mas, si no lo hago, ¿cómo voy a comer carne?» Así que, hablando con mucho respeto, dijo al león:
   —Señor león, puedo llevar el cadáver del elefante, pero hay dos cosas que no puedo hacer al mismo tiempo, por lo que os ruego, señor, tengáis a bien ayudarme.
   —¿Qué dos cosas? —preguntó el león.
   —En este mundo hay una norma que todos respetan y observan, a saber, que cuando un animal importante lleva a cuestas una pesada carga, otro animal debe ir detrás marcándole el ritmo con un canto de ánimo. Así que si yo cargo con el elefante alguien ha de venir detrás marcándome el ritmo, pues las dos cosas no puedo hacerlas a la vez.
   Oyendo lo cual, dijo para sí el león: «¿Cómo puedo yo, que soy rey de los animales, ir detrás de este vulgar zorro, cantando para marcarle el ritmo? Prefiero ser yo el que cargue con el elefante y que sea él el que me cante y anime».
   Así que al final, el león caminó delante llevando el elefante a cuestas, mientras detrás le seguía el zorro, cantando, pero también aguantando la risa que casi le hacía reventar.

El estúpido, como hace las cosas sin saber,
Acaba siendo esclavo del más débil.
Ved, si no, al zorro: debía llevar un gran peso,
Que al final es el león el que lo carga.

HAIKUS DE AMOR, Patricia Donegan & Yoshie Ishibashi (editoras)

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PATRICIA DONEGAN & YOSHIE ISHIBASHI (editoras), Haikus de amor, Dojo, Móstoles, 2012, 192 páginas. Traducción (combinada del original japonés y la versión inglesa) de Alejandro Pareja.

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"En esta antología de 147 haikus de amor —explica Patricia Donegan en la introducción—, contando con la colaboración de Yoshie Ishibashi para la documentación y la traducción, he intentado presentar una selección equilibrada de setenta y un poetas japoneses", representativa tanto de ambos sexos como de distintas épocas y edades. La división tripartita en "Deseo", "Pasión" y "Añoranza", lejos de pretender encasillar las etapas del amor, tan sólo reproduce algunos de los trajes en los que se viste el sentimiento amoroso: con esta atrayente colección lírica se consigue, precisamente, tejer las huellas de un profundo viaje "a una verdad o a un misterio trascendental que está más allá de las palabras".

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恋蛍二つの瀬音合うところ


Luciérnagas enamoradas;
donde se junta el rumor
de dos ríos.


Seisui Shiihashi

DEMASIADO TARDE PARA VOLVER, Miguel Ángel Hernández

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MIGUEL ÁNGEL HERNÁNDEZ, Demasiado tarde para volver, Tres fronteras, Murcia, 2008, 73 páginas.

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HACE TIEMPO QUE ME FUI

   Hace tiempo que me fui. Tanto, que ya casi no lo recuerdo. De todos modos a veces regreso a buscarme. Entro en mi casa, me siento en mi mesa, acaricio a mi gato, escucho a mis hijos, copulo con mi mujer. Duermo en mi cama y sueño que siempre he estado aquí. Pero a la mañana siguiente, cuando observo mi rostro en el espejo, compruebo que hace tiempo que me fui.

BESTIARIO, H.P. Lovecraft

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H.P. LOVECRAFT, Bestiario, Libros del zorro rojo, Madrid, 2008, 68 páginas. 

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Enrique Alcatena se inspira en fragmentos de las obras del autor norteamericano para componer este bestiario lovecraftiano.
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CHAUGNAR FAUGN

   Era éste el recinto que había fascinado tanto a Jones. Había en su interior seres híbridos y torpes que sólo podía concebir la fantasía, modelados con habilidad diabólica, y coloreados de un modo horriblemente afín a la vida. Algunos eran las figuras de mitos bien conocidos: gorgonas, quimeras, dragones, cíclopes y todos sus congéneres estremecedores. Otros procedían de tiempos susurrados furtivamente desde leyendas subterráneas: el negro e informe Tsathoggua, el multitentacular Cthulhu; el proboscidio Chaugnar Faugn y otras blasfemias insinuadas en libros prohibidos como el Necronomicón, el Libro de Eibon o los Unaussprechlichen Kulten de von Junzt. Pero los peores eran aquellos del todo originales para Rogers, y adoptaban formas que ningún relato antiguo se había atrevido nunca a sugerir.


El horror en el museo, 1932


INFINITAS COSAS, Hugo López Araiza Bravo

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HUGO LÓPEZ ARAIZA BRAVO, Infinitas cosas, Alfaguara, México D.F., 2011, 88 páginas.

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EL ATELIER
a Jin Hee

   Lo pintó de nuevo con un pincel de sus propias pestañas y tinta de lágrimas de poeta arrepentido. Lo había dibujado infinitas veces apoyada en la memoria de rostros encontrados en el camino, en el polvo zumbante de las caras citadinas. Le hacía los cabellos lacios, luego rizados, después calvo; a veces lo creaba artista y otras sabio, pocas cuerdo. Sin embargo era siempre el mismo, siempre con los labios sellados para no poder pronunciar promesas artificiales.

IMAGINARIUM, Ricardo Álamo

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RICARDO ÁLAMO, Imaginarium, Los papeles del sitio, Sevilla, 2013, 67 páginas.

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INSOMNIO          
   Homenaje a Virgilio Piñera
 
   No puedo dormirme. Hace calor. Desde hace horas doy vueltas en la cama. Intento no pensar en nada, poner la mente en blanco, pero realmente no sé poner la mente en blanco. Lo único que consigo pensando que no debo pensar en nada es precisamente que no debo pensar en nada, pensar en nada, pensar en nada, o sea, un mantra. Al final, me canso de repetirlo. Miro la hora que es en el reloj del radio-despertador: las tres y media de la madrugada. Me incorporo. Enciendo la luz y un cigarro. Paseo alrededor de mi cuarto. Busco un libro de cuentos breves y extraordinarios. Lo hojeo. Por casualidad me topo con que uno de los relatos trata precisamente de un hombre que no puede dormir (su insomnio, como el mío, muy persistente) y que también da vueltas en la cama, fuma, lee, pasea, etcétera. A las seis de la mañana, harto de no poder dormir, carga un revólver y se levanta la tapa de los sesos. El hombre muere, pero no ha podido quedarse dormido. Ciertamente el insomnio vuelve loco a cualquiera, pienso antes de pensar dónde demonios habré guardado mi vieja Smith & Wesson.

MINIMALIA, Jorge Dávila Vázquez

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JORGE DÁVILA VÁZQUEZ, Minimalia, El Conejo, Quito, 2005, 164 páginas.

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VALS DE LAS FLORES OPUS 3

   Pensabas que la vida era como un gran jardín. Ibas tomando todas las flores con las que tropezabas, arrancándolas alegremente y lanzando sus pétalos al aire. Caían como una lluvia sobre tu pelo negro ensortijado, sobre tu risa que, como en la canción, era un cantar.
   Hasta que encontraste espinas, de esas que hieren con saña, de esas que rasgan la piel, que la infectan y te emponzoñan todo, para siempre.
   Herido, contemplas el ritmo de las estaciones, el germinar y el morir de la naturaleza, sin ninguna emoción.
   Un día alguien te trae un ramo de rosas. Las miras despectivo. Luego cierras los ojos, con tedio.
   Pero en el fondo de tu ser oscurecido, una vaga melodía como que quisiera empezar su canto.
   —¡Bah —dices enfurruñado, inconsolable—, bah, bah! Y hasta en tu rechazo en voz alta de la música que se alza en lo más hondo de tu rencoroso corazón, empieza a haber algo como un ritmo secreto. Tal vez la vida...

MICRORRELATOS ERÓTICOS, Susana Moo

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SUSANA MOO, Microrrelatos eróticos, Red Ediciones, Barcelona, 2011, 168 páginas.

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PUDOR VENCIDO

   Por fin, después de treinta años se lo dije.
   Le dije: «déjala encendida».
   Aceptó y ya no la hemos apagado más.

KIRIWINA, Ana Tapia

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ANA TAPIA, Kiriwina, Fin de Viaje, Granada, 2012, 116 páginas.

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EVIDENCIAS

   Hay alguien que me está soñando. Seguro. A qué vienen, si no, todos estos zapatos sucios de barro al pie de mi cama, y este cansancio inmenso de todas las mañanas.

RELATOS PARA UNA NUEVA VIDA, Gloria Arcos Lado

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GLORIA ARCOS LADO, Relatos para una nueva vida, Amazon, 2013, 182 páginas.

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LA VUELTA DEL PASADO

   Veo junto a su reloj unos números grabados en su piel cuando visto su cuerpo inerte, al que dentro de unas horas despediré en un entierro íntimo.
   Ahora me percato del porqué de sus muchos silencios, de las continuas miradas de sufrimiento cuando me alertaba del problema al que los totalitarismos pueden abocar al mundo.
   Ahora puedo entender su afán para que no olvidáramos la historia.
   Y mientras busco entre sus cosas para quedarme con algún recuerdo de mi entrañable abuelo encuentro algo que me descubre su doloroso pasado.
   Una lista de los republicanos españoles confinados en Treblinka, en la que aparece su nombre, y una foto de su liberación, en la que mi entonces joven abuelo, aparece famélico con la mirada perdida.

CUENTOS POPULARES DE LA MADRE MUERTE, Ana Cristina Herreros (editora)

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ANA CRISTINA HERREROS, Cuentos populares de la madre muerte, Siruela, Madrid, 2011, 224 páginas.

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Ana Cristina Herreros no sólo es la responsable de seleccionar estos 44 relatos populares de todo el mundo con los que deberíamos aprender a convivir con la muerte. Además abre la recopilación con un magnífico prólogo, Ay muerte de mi vida (pp. 11-16) en el que sitúa el momento de ocultación de la muerte, que tanto procuran las sociedades urbanas, en la desvinculación de la tierra: "La tierra nos enseñaba, a poco que la mirásemos, que todo cuanto nace muere, que la muerte es de lo que se nutre la vida, que lo muerto da de comer a la semilla para que ésta pueda vivir. Perdimos esta Maestra y olvidamos cuánta vida hay en la muerte". 
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LA MUERTE AMANTE
(transilvano)

   Había una vez una hermosa joven que no tenía ni marido, ni padre, ni madre, ni hermanos, ni ningún otro familiar: todos habían muerto. Vivía sola en una cabaña en un extremo del pueblo y nadie venía a verla, ni ella iba nunca a ver a nadie. Una tarde, un caminante llegó hasta su casa, llamó a la puerta y, cuando ella abrió, le dijo:
   —Soy un viajero que viene de tierras lejanas. Quisiera descansar aquí, pues estoy tan cansado que no puedo ir más lejos.
   —Quédate aquí; yo te daré un colchón donde dormir y también, si quieres, algo de comer y beber —repuso la joven.
   El cansado caminante enseguida se acostó en el colchón y dijo:
   —Por fin puedo volver a dormir. Ha pasado mucho tiempo desde que dormí por última vez.
   —¿Cuánto tiempo? —preguntó la muchacha.
   —Querida doncella, yo no duermo más que una semana cada mil años —respondió él.
   La muchacha se rió.
   —No te creo, te estás burlando de mí. Nadie puede vivir sin dormir.
   Pero el viajero ya estaba profundamente dormido. Al día siguiente por la mañana se levantó y, dirigiéndose a la joven, dijo:
   —Eres una muchacha buena y bella. Tu generosidad me ha conmovido. Si quieres, me quedaré aquí una semana entera.
   Ella consintió feliz, pues se había enamorado ya del caminante. Pero una noche, mientras dormían, ella se despertó sobresaltada y exclamó:
   —Querido compañero, he tenido un sueño horrible. Soñaba que te volvías todo frío y pálido, y que viajábamos en un hermoso carro tirado por seis pájaros blancos. Tú hiciste sonar un potente cuerno y una enorme multitud de muertos salió a nuestro encuentro y se unió a nosotros aclamándote como rey.
   Inmediatamente el se incorporó y dijo:
   —Querida mía, debo irme, pues ni una sola alma ha muerto en el mundo durante todo este tiempo. Debo partir, déjame.
   Pero la muchacha se echó a llorar mientras suplicaba:
   —No te vayas, quédate conmigo.
   —Debo irme —aseguró él—. Dios te guarde.
   Pero cuando el tomó su mano para despedirse, ella le dijo:
   —Dime al menos, querido compañero, quién eres.
   —En vano me preguntas. No te diré quién soy —dijo el caminante—. El que sabe mi nombre muere.
   La chica siguió llorando:
   —Sufriré cualquier cosa, no me importa, pero dime quién eres.
   —Soy la Muerte. Ven.
   Y abrazó a la muchacha. Ella sintió un profundo estremecimiento y con él se fue.

MAÑANA PIENSA EN MÍ, Ana María Mopty de Kiorcheff

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ANA MARÍA MOPTY DE KIORCHEFF, Mañana piensa en mí, Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, 2012, 120 páginas.

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GENERACIONES

   Todo se da en serie, dice el encargado, tras acomodar distintos talles de ropa recién llegada. Por la puerta pasa una mujer, conduciendo pesadamente a su madre de ablandado cuerpo. Al lado, la hija pequeña, lleva con liviandad en brazos a su muñeca de trapo.

HISTORIAS DE MARRAKECH, Mahi Binebine

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MAHI BINEBINE, Historias de Marrakech, Abada, Madrid, 2005, 105 páginas.

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Los quince relatos de Binebine están acompañados por las evocadoras fotografías en blanco y negro de Luis Asín.
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EL CÁNTARO AGUJEREADO

   ¿Cómo escribir un libro sobre Marrakech sin evocar la historia del cántaro agujereado?
   Por si no lo sabe, Cántaro agujereado soy yo. Un mote del género sioux que me había puesto mi abuela y que me siguió como una sombra durante muchísimo tiempo. La historia de la que nació este apodo era, según se mire, halagadora para mí, o bien degradante. Pues el utensilio en cuestión no podía servir para transportar agua más que en distancias cortas, ya que era viejo, ennegrecido de hollín, agrietado por varios sitios, y se salía a la menor sacudida. Una mala nota en la escuela, y mi nombre cobraba pleno sentido. Es muy normal que el cántaro no retenga nada: su memoria se escapa por todas partes. Una cita fallida, una moneda perdida, un olvido cualquiera, y resurgía como la miseria el desdichado sobrenombre. Sin embargo, bien mirado, podían encontrarse similitudes sorprendentes entre el cántaro y yo sin forzar la comparación. Comenzando por mi talla de retaco, el color mate de mi piel, mi panza inflada y sobre todo la rara floración de mis orejas separadas. Por mucho que mi abuela fuera medio ciega, su hallazgo tuvo una resonancia inmediata. Produjo el efecto de un chiste, una de esas golosinas que se pueden saborear sin moderación. Evidentemente, habría podido rebelarmey no responder al molesto apodo. Pero me había acostumbrado a él. Era parte de mí, como las garrapatas de los perros. Más aun, ni siquiera oía las risas burlonas que provocaba cuando alguien lo pronunciaba en público. Además ya no me preocupaba mi verdadero nombre, por el cual habían desangrado una oveja en público delante de nuestra buhardilla. Yo era Cántaro agujereado y nada más. Y, para los íntimos, Cántaro a secas.
   Pero volvamos al origen: la historia de la abuela tiene lugar en el cementerio de Bab Doukala, a la salida de las murallas en dirección a la ciudad nueva. En un refugio al fondo del recinto vivía un enterrador cuyos bienes se limitaban a un pequeño huerto robado a las tumbas, un asno tan viejo como él, y dos cántaros, uno de los cuales tenía por decirlo así un parentesco cordial con vuestro humilde servidor. Cada mañana, el enterrador cargaba sobre la albarda de su asno los dos cántaros e iba a llenarlos a la fuente pública. Así podía lavarse, beber y regar su huerto. Como ya he dicho, una de las tinajas no valía más que para desguace. ¡Y con razón! En el camino de vuelta perdía la mitad de su contenido. Sintiéndose inútil, gastada y rindiendo ya muy poco como aguadora, le dijo un día a su propietario: «Hace años que transportas agua en mi vientre, pero ahora estoy vieja y cansada, chorreo por todas partes, ya no sirvo para nada, ¡quizás sea el momento de que te desprendas de mí! Te hace falta un hermoso cántaro nuevo, y en el zoco los hay baratos».
   El enterrador no respondió. Pero al día siguiente, al volver de la fuente, detuvo su asno en medio del cementerio y dijo a su apenado cántaro: «Mira, viejo amigo, mira bien este sendero. Está verde por tu lado y no por el otro. Es el agua que tú crees perder lo que ha reverdecido todas sus tumbas! ¡Estoy seguro de que los muertos que reposan ahí te desean larga vida!».
   El cántaro enrojeció y no volvió a hablar más de jubilación. Sin duda es mi debilidad por esta historia lo que me ha hecho conformarme con el apodo de mi abuela. Desde que soy escritor, pienso a menudo en este sobrenombre que sólo mis viejos amigos conocen. Y, después de todo, creo que me va bien.


TRATADO DE CULINARIA PARA MUJERES TRISTES, Héctor Abad Faciolince

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HÉCTOR ABAD FACIOLINCE, Tratado de culinaria para mujeres tristes, Alfaguara, Madrid, 1998, 144 páginas.
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   Convéncete, te ruego, no hay afrodisíacos. No busques el deseo por medios de la gula o de la magia. Algunos ignorantes han soltado el embuste de frutos de pasión. Patraña es esta que tiene origen claro y mueve a risa. Fruto de la pasión o pasiflora llamaron los botánicos a algunas plantas rastreras que se enredan y trepan. Su flor se suponía que mostraba los estigmas de la pasión de Cristo: la lanza, el cáliz, la corona, los  clavos... De la de Cristo, piensa, que poco o nada tiene que ver con la pasión que buscan los consumidores de afrodisíacos, no ansiosos de martirio sino de desenfreno. Créeme, la pasión viene sola o no viene. Si no llega espontánea no la fuerces con pócimas. O surge sin esfuerzo o no valía la pena.
   No es cierto, sin embargo, que no se pueda hacer con la comida algo que favorezca los placeres del tálamo. Excitar los sentidos, todos los sentidos, es útil para hacerlos participar —una vez avivados— en el rito del abrazo. Se sabe que después del deseo sexual otra apetencia domina de segunda nuestra urgencia y es el deseo de saciar el hambre. Para desatar el apetito sexual nada mejor que apagar antes las ganas de comer. Come con apetito y observa el apetito de tu amigo, sin olvidar las palabras de una sabia matrona florentina: «Desganados en la mesa, desganados en la cama».
   Aviva todos los sentidos: la vista, con partes estratégicas tapadas y descubiertas de tu cuerpo; con una combinación armoniosa de colores en el plato. El tacto: deja que la piel roce la piel y que los dedos partan la corteza del pan. El olfato: no ocultes del todo tus olores naturales y prepara la nariz del otro con olores deleitosos de comida. El oído con música rítmica y palabras escogidas. Para el gusto prepara esta receta:
   Pelas trece langostinos grandes y pones a hervir las cáscaras en un buen caldo con cebollas y apios y un trozo de pescado. Fríes cebolla y ajo en aceite y mantequilla; luego le echas el caldo reducido a esta mezcla; lo adensas con una cucharada de harina de trigo; le das mejor sabor con una copa de brandy. Añades allí los langostinos enteros y dejas sólo que su color pase a un naranja intenso. Aparte cueces en agua con sal doscientos gramos de pasta corta. Al momento de mezclar la pasta con la salsa, añades pimienta y crema de leche. Este plato avivará sus sentidos hasta el colmo. Si lo acompañas con una botella de champaña muy seca, el resultado casi, casi es infalible.

SOLUCIONES PARA CASI TODO, Begoña Uhagón & Esther Burgueño

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BEGOÑA UHAGÓN & ESTHER BURGUEÑO, Soluciones para casi todo, Beascoa, Barcelona, 2009, 28 páginas.
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Siguiendo los consejos de Begoña Uhagón (bellamente ilustrados por Esther Burgueño), sabríamos superar una rabieta, conjurar la mala suerte, no aburrirnos o entender el mundo.
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PARA ENTENDER EL MUNDO

Tener una prima en Senegal,
un amigo en Colombia,
un tío en China.
Cantar una canción en inglés,
comer pasta italiana
y pan francés.

Colgar en la pared un mapa del mundo
con países y mares,
sus montañas y ríos.
Mirar otros planetas en el cielo,
saber que allí no hay nadie
pero podría haberlo.

Leer poemas por las noches,
escuchar música,
escribir versos.
Para entender bien el mundo,
cerrar fuerte los ojos
y mirar dentro.


CUENTOS DE LOS TRES HEMISFERIOS, Lord Dunsany

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LORD DUNSANY, Cuentos de los tres hemisferios, Espuela de Plata, Sevilla, 2011, 140 páginas.
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Componen la edición de este libro dos secciones: los tres relatos largos incluidos en Más allá del mundo conocido y los once relatos cortos recogidos en Cuentos de los tres hemisferios. Como señala en el Prólogo (pp. 9-12) Luis Alberto de Cuenca, a pesar de que algunos de estos relatos ya habían sido publicados anteriormente, ésta puede ser considerada la primera traducción íntegra de la obra. De trasladar al español este libro que vio la luz en Londres en 1919 se encarga Victoria León Varela.     

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LOS DONES DE LOS DIOSES

   Hubo una vez un hombre que quiso pedir un deseo a los dioses. Pues la paz imperaba en el mundo y todas las cosas resultaban igualmente monótonas, había llegado a sentirse en el fondo cansado de la paz, y por ello echaba de menos las tiendas de campaña y los campos de batalla. Así, pues, pidió un deseo a los dioses antiguos, y presentándose ante ellos, hablo así:
   “Dioses antiguos, reina la paz hasta en los rincones más remotos de esta tierra en la que habito, y estamos ya demasiado cansados de la paz. Por eso, oh dioses antiguos, concedednos la guerra!”
   Y los dioses, atendiendo a su ruego, le concedieron la guerra. El hombre partió blandiendo su espada, y desde ese momento bastaba mirarla para que la guerra estallara por doquier. Pero entonces el hombre empezó a recordar las pequeñas cosas que había conocido antes, los días serenos del pasado, y cada noche sobre la dura tierra, soñaba con la paz. Las cosas habituales empezaron a volverse a sus ojos cada vez más queridas, aquellas cosas monótonas pero serenas de los tiempos de la paz, y recordando estas cosas, comenzó a lamentar la guerra y, una vez más, pidió un deseo a los dioses antiguos. Y presentándose ante ellos, habló así:
   “Oh dioses antiguos, lo cierto es que el  hombre prefiere los tiempos de paz. Así, pues llevaos vuestra guerra y concedédnosla, pues de todos vuestros dones no hay ninguno más deseable”.
   El hombre regresó entonces a la morada de la paz. Sin embargo nuevamente no tardó en cansarse de ella, de todas las cosas que ya le eran conocidas y su monotonía. Y añorando de nuevo las tiendas de campaña, se presentó ante los dioses y dijo así:
   “Dioses antiguos no deseamos vuestra paz, pues la paz no hace sino llenar de tedio nuestros días, y el hombre está mejor en la guerra”.
   Y los dioses volvieron a concederle la guerra. De nuevo se oyeron tambores, se vio el humo de las hogueras, el viento azotó la tierra asolada, volvió a escucharse el sonido de los caballos que se dirigen al combate, y ardieron las ciudades y todas las cosas que los trotamundos conocen. Entonces los pensamientos del hombre regresaron a las costumbres de la paz. Y de nuevo añoró la hierba sobre los prados la luz en los viejos torreones, el sol encendiendo los jardines, las flores en los bosques, el sueño y los senderos en calma de la paz.
   Y el hombre una vez más se presentó ante los dioses antiguos y volvió a implorarles:
   “Dioses antiguos, el mundo y yo estamos cansados de la guerra y añoramos las viejas costumbres y los senderos en calma de la paz”’.
   Y los dioses se llevaron la guerra y le concedieron la paz. Pero, cierto día, el hombre celebró consejo y conversó largamente consigo mismo hasta concluir: “Mis deseos, que los dioses conceden, no son precisamente deseables, y si un día los dioses me concedieran uno de ellos y jamás accedieran a revocarlo, que es algo que los dioses suelen hacer, yo sería juzgado con severidad por mi deseo. Mis deseos son peligrosos, y por lo tanto no debo formularlos más”.
   De modo que resolvió enviar a los dioses una carta anónima que decía lo siguiente:
   “Oh dioses antiguos, este hombre que hasta en cuatro ocasiones os ha perturbado con sus deseos, pidiendo a veces la paz y a veces la guerra, es un hombre que no muestra respeto por los dioses, que los denuesta cuando no atienden a sus ruegos y únicamente los alaba en los días santos y en las horas señaladas en que los dioses escuchan sus plegarias. Así, pues, no concedáis más deseos a este impío”.
   Los días de paz fueron sucediéndose y de la tierra volvió a surgir, como la niebla en otoño de los campos arados durante generaciones, el sabor de la monotonía. Entonces el hombre se presentó una buena mañana de nuevo ante los dioses y rogó:
   “Oh dioses antiguos, concedednos una sola guerra más para que pueda volver a los campos de batalla y a las fronteras disputables por última vez”.
   Y los dioses le respondieron: «No hemos oído buenas cosas de ti. Tu mal proceder ha llegado hasta nosotros. Por ello nunca volveremos a cumplir tus deseos».