HAIKUS COMPLETOS, Luis Alberto de Cuenca

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LUIS ALBERTO DE CUENCA, Haikus completos (1972-2018)Los Libros del Mississippi, Madrid, 2019, 110 páginas.
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Las ilustraciones de Javier de la Rosa aportan la armonía minimalista a unos haikus que, según las palabras prologales de Ricardo Virtanen, abarcan "desde un culturalismo heterodoxo hasta una cotidianidad casi subversiva".
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Libro de versos.
Lo forro con las tiras
de tu recuerdo.

MONSIEUR BOVARY, Alberto Manguel

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ALBERTO MANGUEL, Monsieur Bovary (y otros amigos tenaces), Alianza Editorial, Madrid, 2018, 136 páginas. Ilustraciones de Antonio Seguí.

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MONSIEUR BOVARY

   De los dos, es el segundón, el más prosaico, el menos impulsivo, el resignado al decente anonimato, aquel con quien Flaubert dice no identificarse. Es el que brinda la excusa a Emma para su intidelidad, sin haberle exigido nunca a ella que le fuese fiel. Es el que lleva la vida honesta, regulada, trabajadora, sin otra ambición que una felicidad apacible, sin sorpresas. Es cierto: no tiene mayor encanto, nadie siente por él un arrebato apasionado, nadie lo imagina trepando enredaderas a medianoche ni batiéndose en duelo en un páramo cubierto de nieve. Sin embargo, Monsieur Bovary es un personaje absolutamente necesario. Recordemos: la novela empieza y termina con él, no con Emma. Y sin él, Emma carecería de sentido, no se convertiría nunca en heroína, no conocería jamás ni la pasión ni el éxtasis. Seamos claros: Monsieur Bovary existe para que Madame pueda cumplir con su destino trágico.
   La verdad es que Charles Bovary carece de imaginación. Su comportamiento más bien adusto es el resultado de una visión del mundo en blanco y negro, sin matices. Ya de chico, es un poco papanatas.En las páginas iniciales, Flaubert lo presenta como un adolescente torpe e inseguro que apenas puede mascullar su nombre cuando el maestro le pregunta cómo se llama. No inspira ni confianza ni ternura: el primer día de clase, el maestro le hace copiar veinte veces «Soy ridículo». El muchacho no se queja. Más tarde, son sus padres quienes decretan que estudiará medicina y su madre quien le elige un lugar para vivir. Charles, convertido ahora en Monsieur Bovary, deja que sean los otros quienes decidan por él. 
   La realidad artística le es del todo ajena: esa literatura sentimental, «de mujeres» como la llaman, en la que Emma encuentra sus modelos, Monsieur Bovary no alcanza siquiera a vislumbrarla. Para él, la ficción no existe. En el teatro, asistiendo juntos a la melodramática historia de Lucía de Lammermoor, pregunta al ver el ardor con que Edgar se declara a Lucía: «Y ese señor ¿por qué la persigue?». «Pero no», le contesta Emma impaciente, «es su amante». Monsieur Bovary sigue sin entender. «Cállate», le dice Emma exasperada. Cándido, él se defiende: «Es que, como tú lo sabes, a mí me gusta saber de qué se trata.» Emma no puede hacerle ver que, tal como sucede cuando se asiste a una ópera, la pasión amorosa no puede explicarse: o se comprende con las tripas o se nos excluye para siempre. En cosas como éstas, Monsieur Bovary es las más veces un excluido.
   La tragedia de Lucía y la música de Donizetti hacen que Emma se acuerde del día de su boda. Comparada con el éxtasis vivido en escena por los cantantes, la alegría de aquellas horas pasadas le parece «una mentira imaginada por no esperar ya deseo alguno». Esta es una observación curiosa: Emma concibe la creación artística como aquello que surge, no de nuestros deseos, sino de la falta de deseo. ¿Qué nos dice esto acerca de Flaubert mismo, que se pasaba la vida satisfaciendo (o tratando de satisfacer) sus fantasmas eróticos? Si lo que le atribuye a Emma es cierto, ¿de qué debemos descreer, nosotros sus lectores? ¿De sus deseos o de su arte? Después de todo, «Madame Bovary c'est moi!» es la frase más conocida del maestro.
   Podrá faltarle pasión, talento imaginativo, originalidad, un carácter simpático, pero no amor: Monsieur Bovary ama a su esposa. Después de la muerte de Emma, hace un esfuerzo por no olvidarla, pero día a día su querida imagen parece esfumarse y el pobre Monsieur Bovary se siente desesperado. Sólo en sus sueños la recupera: cada noche la ve, va hacia ella, y cuando intenta abrazarla, Emma se disuelve en un montón de carne corrupta. 
   Poco tiempo después, con ejemplar equilibrio literario, Monsieur Bovary muere sentado en el mismo banco de jardín en el que Emma conducía sus rendez-vous galantes. Antes de morir, perdona al amante de su mujer, le asegura que ya no le reprocha nada, y exclama: «La culpa de todo la tiene el destino!». Estas son sus últimas palabras. Maliciosamente, como una suerte de postrer insulto, Flaubert le presta al infeliz marido de Emma una verdad de perogrullo que hubiese encantado a esos futuros payasos, Bouvard y Pécuchet. Pero hay aquí una paradoja. Esa literatura amorosa y trivial que Flaubert obviamente desprecia, y que tanto deleita a Emma y contribuye sin duda a su infortunio, otorga a Monsieur Bovary un acertado epitafio. Las palabras sobre la lápida de Emma rezan «amabilem conjugem calcas!», es decir, «¡Estás poniendo los pies sobre una querida esposa!» —lo cual no es ni sentimental ni cómico, sino meramente grotesco—. En cambio, nombrar al destino como culpable definitivo de nuestra vida, trágica o feliz, será por cierto una verdad de perogrullo pero no por eso una verdad menos cierta, literaria, eterna y, por qué no, valiente. 

EL FUNAMBULISTA CIEGO, Ricardo Virtanen

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RICARDO VIRTANEN, El funambulista ciego, Amargord, Madrid, 2019, 136 páginas.

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Me niega el vacío. En realidad, obstaculizo su trayecto.
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La realidad, esa cuota de infortunio en el aroma de cada instante.
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Un rostro enigmático es un rostro sin preguntas, pero con respuestas.
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En cada principio hay un final arrepentido.
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El dolor, todo prestigio.

ARS NESCIENDI, Jorge Riechmann

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JORGE RIECHMANN, Ars nesciendi, Amargord, Madrid, 2018, 108 páginas.

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Fragilidad
del gorrión cuyo salto
preserva el mundo

PRIMERAS PERSONAS, Juan Cruz Ruiz

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JUAN CRUZ RUIZ, Primeras personas, Alfaguara, Barcelona, 2018, 340 páginas.

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«Escribir es volver a leer» declara Juan Cruz en esta colección de semblanzas de sus autores predilectos.  
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ZONA DE ADIOSES: RECUENTO DE LAS ÚLTIMAS VECES

   La última vez que vi a Miguel Delibes estaba triste, furioso, por no saber manejar su cuerpo. Los años, esa tiranía. A Gonzalo Torrente Ballester se le quedaron pálidas las manos. Rafael Alberti quería seguir conversando hasta el infinito y más allá; la muerte, decía, será eso. A María Zambrano le colgaba la ceniza del cigarrillo a través de cuyo humo creía ver las playas de Málaga. No quise ver el último instante de José-Miguel Ullán. No quise ver los últimos instantes de nadie, pero una mañana el azar me puso ante la obligación de ser consciente de que la vida es muerte también, el último instante que no eliges. Y desde entonces no entiendo ni el desamor ni la vanagloria.

SUPERMUJERES SUPERINVENTORAS, Sandra Uve

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SANDRA UVE, Supermujeres supreinventoras, Lunwerg, Barcelona, 2018, 216 páginas.

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Un trabajo con el que documentar las ausencias, las usurpaciones y los silenciamientos. Sandra Uve compone una enciclopedia de mujeres inventoras que aportaron Ideas brillantes que transformaron nuestra vida. «Esto no es un cuento de princesas, sino una historia de personas luchadoras que persiguieron su sueño hasta alcanzarlo»: desde Abigail M. Fleck a Vriginia Apgar.
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FLORA DE PABLO DÁVILA
[Salamanca, 1952]

Flora es doctora en Medicina, diplomada en Psicología y especialista en Biología Celular  y Molecular. Ha dedicado su investigación al estudio de la insulina y su precursora, la proinsulina, en el desarrollo del sistema nervioso, incluyendo las degeneraciones retinianas y el alzheimer. Es coautora de varias patentes, entre las que destaca «el uso de la proinsulina para la elaboración de una composición terapéutica que la contiene y sus aplicaciones». Flora está comprometida con la defensa de los derechos de la mujer, y en 2001 fue una de las fundadoras de la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas.


EL TENEDOR DE LIBROS, José Luis Melero

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JOSÉ LUIS MELERO, El tenedor de libros, Xórdica, Zaragoza,  2015, 182 páginas.

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Aporta Melero en el Liminar (pp. 7-8) una clave para entender esta recopilación de artículos publicados en Heraldo de Aragón: «prefiero incensar la memoria de los olvidados que cacarear los logros de quienes ganaron las mayúsculas y las negritas de los manuales que se estudian en las universidades».
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PENSAR EN LAS MUSARAÑAS


   Hay gente que se pasa la vida pensando en las musarañas. Pero a veces basta con que lo hagas una sola vez, en el momento más inoportuno, para que tenga trágicas consecuencias. Es lo que le paso a Gaudí el 7 de junio de 1926 cuando iba a cumplir con su visita diaria a la iglesia de San Felipe de Neri. Iría pensando en las musarañas cuando fue atropellado por un tranvía en la Gran Vía de las Cortes Catalanas, entre las calles de Girona y Bailén. Su aspecto descuidado hizo que lo tomaran por un pordiosero y no fuera atendido de inmediato. Murió tres días más tarde. Si hubiera vestido como un buen burgués (mi amigo José Manuel Pérez Latorre dice con humor británico que los arquitectos deben vestir siempre de forma impecable, pues en cualquier momento pueden ser objeto de homenaje) tal vez las cosas hubieran sido de otro modo. Se cumplían entonces veinte años desde que Pierre Curie había muerto atropellado por un coche de caballos en una calle de París. También andaría despistado Víctor Seix, el gran editor catalán, cuando fue atropellado durante la Feria del Libro de Frankfurt de 1967 junto a la puerta del Hotel Frankfurter Hof donde se alojaba. Llegaba tarde a la ópera, se desorientó un instante y otro tranvía acabó con su vida. Lo más increíble es que ese tranvía iba conducido por un sujeto que se llamaba Adolf Hitler. Carlos Barral, su socio en la editorial, que tuvo que encargarse del papeleo tras la muerte de Seix, así lo contó en sus memorias. Cuatro años antes, otro célebre editor también había muerto atropellado por culpa de las musarañas: Kurt Wolff, el primer editor de Kafka y el editor de Robert Walser o Joseph Roth. Wolff editó en 1927 mi libro preferido de Roth: Fuga sin fin. Por aquí tampoco han faltado despistados que murieron por ir pensando en las avutardas: Ricardo del Arco, que tantos libros escribió sobre Aragón, murió el 7 de julio de 1955 en la plaza de Navarra de Huesca, arrollado por un camión del ejército cuando salía de los porches de la Diputación, y la gran pianista Pilar Bayona acabó sus días atropellada por un automóvil en Zaragoza en diciembre de 1979.

VIDAS EXTRAORDINARIAS, Miralda Colombo & Ilaria Faccioli

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MIRALDA COLOMBO & ILARIA FACCIOLI, Vidas extraordinarias, Laberinto, Madrid, 2018, 96 páginas.

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Subtitulado 101 personajes de la historia que han cambiado el mundo, presenta pequeñas semblanzas ilustradas de artistas, genios, escritores, sabios, valientes y visionarios. Un bello libro informativo de gran formato, para aproximar a lectores jóvenes a Hayao Miyazaki, Hipatia, Roal Dahl, José Mújica, Claudette Colvin o Steve Jobs.
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GERDA TARO [01/08/1910-26/07/1937]

LA CHICA DE LA LEICA

No es fácil ser judía en la Alemania de 1930, donde los nazis te acusan de suponer un peligro; sin embargo, soy alegre y rebelde. Me encanta bailar, cantar y jugar al tenis, pero lo que aprecio sobre todo es mi libertad, algo poco común en una mujer de mi época. En 1933 me arrestan: paso 17 días en prisión e invento un código de golpes para comunicarme con la celda contigua. Me refugio en París. Me encanta vivir aquí y para sobrevivir acepto todo tipo de trabajos, como modelo, secretaria o camarera. Más adelante conozco a un fotógrafo húngaro, Endre Friedmann, el amor de mi vida. Con él descubro que la realidad adopta formas muy distintas si se observa de cerca.


¡SÍGUEME!

Me invento la figura del misterioso Robert  Capa, un rico fotógrafo estadounidense que vive temporalmente en Europa. Endre asume esa identidad y me enseña a utilizar la cámara de fotos. Adopto el seudónimo de Gerda Taro. Juntos fotografiamos la guerra civil española, los soldados me llaman «la rubita». Llevo una Leica, una cámara compacta con la que documento las condiciones de los civiles, la vida en las trincheras y las condiciones de hospitales y orfanatos. Mientras Robert me espera en París, pierdo la vida en España. Un año más tarde, él, considerado el mejor fotógrafo de guerra de la historia, me dedica el libro Death in the Making, que recopila las fotos que hicimos juntos.

MI LEMA

«Acércate: es la única forma de comprender»
No tengas miedo de profundizar en lo que te rodea: solo si te acercas con valentía y corazón comprenderás la verdad de las cosas.



POESÍA COMPLETA, Henry D. Thoreau

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HENRY D. THOREAU, Poesía completa, El Gallo de Oro, Bilbao, 2018, 310 páginas.

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Beñat Arginzoniz traduce la obra de Thoreau en la que predominan los poemas breves.
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MI VIDA PODRÍA HABER SIDO EL POEMA

Mi vida podría haber sido el poema
que escribí,
pero no pude vivir y recitarlo
al mismo tiempo.

FÁBULAS IRÓNICAS, Juan Eduardo Zúñiga

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JUAN EDUARDO ZÚÑIGA, Fábulas irónicas, Nórdica, Madrid, 2018, 112 páginas.

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Fernando Vicente ilustra estas fábulas de las que Zúñiga dice que «son tanto episodios históricos como invenciones».
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VENENOS E IDIOMAS

   En páginas perdidas de la Historia se mantiene el recuerdo de un rey de las orillas del mar Negro que vivió cien años antes de nuestra era. Pero quizá habría que preguntarse por qué razón puede ser evocado ahora su fantasma, ya esfumado en las nieblas antiguas, si otros personajes le eclipsaron en prestigio. A él acompaña un enigma de crueldad y de anhelo de comunicación y la atormentada expectativa de una bebida mortal, trasunto de la envenenada leche materna.
   Mitrídates IV, cuyo reino era una parte del Cáucaso y de Asia Menor, combatió a Roma obsesivamente: de sus setenta y dos años de vida, cuarenta y siete están dedicados a esta larga guerra. Derrotado varias veces, siguió resistiendo con asombrosa energía y el Imperio romano tuvo que poner en juego sus mejores fuerzas al mando de los grandes generales, y Mitrídates se enfrentó a ellos desde que a los veinte años ocupara el trono. A los trece había sucedido a su padre, aunque para salvarle de inminentes conspiraciones, sus partidarios hubieron de esconderle en un lugar secreto. Se educó en la soledad de los bosques, pero los que así le protegían no pudieron darse cuenta de que estaban conformando un carácter singular.
   Los historiadores latinos han conservado de él un retrato poco favorable al escribir que su primer acto público fue eliminar a su madre, que gobernaba entonces, y un año después hizo matar a su hermano. El cronista Apiano le atribuye la muerte de sus tutores, de tres hijas y tres hijos, y fiel a los métodos de aquella época, hizo lo mismo con su esposa Estratonice.
   Dos particularidades en especial registra su biografía, que confieren a su sistema bucofaríngeo indudable importancia: era un políglota y un catador de venenos, a los que se acostumbró mediante dosis progresivas y antídotos. El joven rey debió de presentir que la muerte le entraría por la boca y se previno haciéndose inmune a la falaz naturaleza del tóxico. Y hay que pensar que tanto deseó esquivar bebidas traicioneras como dominar palabras ignoradas.
   Se cuenta que si aprendió veintidós lenguas fue para dar órdenes y entenderse con sus soldados, dada la variedad de pueblos que habitaban sus dominios y que nutrían sus ejércitos. Explicación lógica, pero queda la incógnita de qué profundidades psicológicas hacen brotar en el políglota la pasión de aprender un idioma tras otro, como necesidad de expresar el pensamiento de distintas maneras. ¿O será la forma de compensar la falta de atención a las palabras balbuceantes de una remota infancia que precisaba ser escuchada y no lo fue?
   Y el temor a los venenos, un psicoanalista acaso lo relacionaría con la rápida eliminación de aquella madre. Hoy se sabe que uno de los primeros temores de un bebé es ser envenenado: rechaza el pecho materno cuando fluctuaciones del carácter de la madre provocan alguna alteración química, o afectiva, en la lactancia. Es curioso referente a esto que el dramaturgo Racine, en la tragedia que escribió en 1773, basándose en un episodio de la vida de este rey, se adelantó a esas modernas observaciones, haciéndole decir a Mitrídates: «Des plus chéres mains craignant les trahisons /j'ai pris soin de m'armer centre taus les poisons».
   Terrible fatalidad la de Mitrídates, pues en el último momento de su vida, cuando, viejo y derrotado, traicionado por su hijo Farnaces, buscó la muerte, llevó a sus labios una copa con veneno, pero este no surtió efecto y tuvo que pedir le matase a su esclavo Bituit, que era de las Galias, así que pidió morir pronunciando palabras en galo, distintas de las que oyó mientras una mujer le amamantaba. Y la espada del extranjero atravesó el órgano por donde suben, desde el fondo del alma, los sonidos del idioma.
   Este mismo final descubre lo acertado de la decisión de Mitrídates al apoderarse del significado de cuanto oyó hablar cerca de él; mediante este conocimiento, sus órdenes eran obedecidas por dichas a los soldados en las mismas lenguas que usaban sus padres. No era un afán suyo de atesorar palabras, sino un impulso íntimo de salvarse, parecido a su obstinación guerrera. Temió morir por veneno, pero con los antídotos hizo inofensivas todas las bebidas. Temió las frases incomprensibles que acaso le amenazaban o anunciaban conspiración, y con el esfuerzo memorístico las convirtió en abierta comunicación con su gente, que le entendió al saberse entendida.
   En las lejanas fronteras del pasado vemos al rey Mitrídates marchando a caballo entre sus hombres —quién sabe, armenios, georgianos, chechenos, persas, griegos—, hablando con todos: por su boca habían entrado venenos, pero de su boca salían musicales y poderosas palabras.

PEQUEÑO DICCIONARIO DE CINEMA PARA MITÓMANOS AMATEUR, Miguel Cane

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MIGUEL CANE, Pequeño Diccionario de Cinema para Mitómanos Amateur, Impedimenta, Madrid, 2013, 384 páginas.

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Daniel Krauze en Previo al rugir del león (pp. VII-IX) caracteriza este libro, subtitulado inequívocamente Un altar portátil de la más varia idolatría cinéfila, como «un mapa cinematográfico con una luz encendida, con tantos protagonistas del séptimo arte como vale la pena rescatar o recordar». La portada y las ilustraciones interiores son obra de Ana Bustelo.
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CUARÓN, ALFONSO

Alfonso Cuarón Orozco (1961) 

   Tuvo la fortuna de vivir cuando era niño cerca de los célebres estudios Churubusco, al sur de la ciudad de México, por lo que podía «colarse» a ver filmaciones, y aprender el oficio, sin saber que estaba aprendiendo. Iba a dedicarse a otra cosa —la literatura o la docencia—, pero su vicio por el cine, desarrollado en la adolescencia (omnívoro total, veía de todo, desde películas de Bruce Lee hasta la inenarrable 3 mujeres, de Altman, que lo fascinó por su atmósfera lisérgica), lo llevó por oíros derroteros, junto con su hermano y cómplice, Carlos, que dejó sus estudios de filología inglesa para convertirse en su guionista habitual al principio de su carrera. Realizó cortos y programas unitarios para la TV, como el célebre Hora marcada, antología del terror que fue semillero de otros directores coetáneos suyos, incluyendo al inefable Gordo del Toro. Su primer largometraje. Solo con tu pareja (1991), es un histérico y desenfadado vodevil sexual completamente moderno (á la Rimbaud), con referencias y alusiones lo mismo a E. E. Cummings que a Mozart, Salinger, la llamada «época de oro» del cine mexicano, el cine de luchadores, Fellini, Polanski y Bergman, todo junto en un sardónico y mordaz paquete: así, el Donjuan Tomás Tomás (Daniel Giménez Cacho) se enamora de la celestial sobrecargo Clarisa Negrete (la hermosa Claudia Ramírez) y pasa por una serie de peripecias surrealistas y picarescas para conquistarla, todo contrapunteado por el espectro del sida, a manera de castigo por sus irresponsables técnicas de seducción, con happy end incluido. La película tuvo suficiente éxito para ponerlo en la mira de Sydney Pollack, que lo invitó a colaborar en Hollywood, salto del que no volvió del todo: así ha hecho diversas cintas, casi todas muy hermosas —especial mención merece su versión modernizada de Grandes esperanzas (1998)—, con la excepción de la indulgente Y tu mamá también (2001), de todo su canon la menos afortunada, aunque contribuyó a hacer estrellas a sus protagonistas. Su estética particular se imprime en todos sus trabajos, incluso en el de encargo —la tercera cinta de la saga Potter, que es usualmente la más elogiada hasta por los detractores—. Su más reciente filme es Hijos de los hombres, sombrío (y bello) reflejo del futuro, en el que la raza humana se aferra a una esperanza de subsistencia tras años de esterilidad y catástrofe. Desde hace una década, ha fijado su residencia en Londres.

SENDAS DE BASHÔ, Manuel Neila

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MANUEL NEILA, Sendas de Bashô, Polibea, Madrid, 2018.

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Cuando creía
tenerla en un poema,
la luz se apaga.

EL ESCARABAJO DE NAMIBIA, Jesús Lara Sotelo

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JESÚS LARA SOTELO, El escarabajo de Namibia, Punto Rojo, Madrid, 2018, 128 páginas.
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¿Por qué cuidas de tu espalda si estás pegado a la pared?
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Al aceptar las consecuencias de ser yo mismo, he descubierto el derecho al triunfo.
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Si has de ir tras las pisadas del sol, debes saber que, al entrar a una mezquita, o a cualquier otro sitio venerado, estás obligado a dejar en el umbral tu calzado sucio de precipicio.
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“Los espías nativos se contratan entre los habitantes de una localidad. Los espías internos se contratan entre los funcionarios enemigos. Los agentes dobles se contratan entre los espías enemigos. Los espías liquidables transmiten falsos datos a los espías enemigos. Los espías flotantes vuelven para traer sus informes”. Esto lo ha dicho SunTzu en El Arte de la Guerra. Yo llevo un espía dentro que vigila mis actos. Lo curioso es que reúne todos los tipos que previó el célebre estratega chino.
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El corazón es frágil ante los martillazos de la envidia, pero, aun así, se presta como yunque.

RAROS, TORPES Y HERMOSOS, Raúl Jiménez

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RAÚL JIMÉNEZ, Raros, torpes y hermosos, Sala Veintiocho, Alicante, 2018, 296 páginas.

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TRABAJO

   Decir que uno disfruta con su trabajo, cuando se dedica a lo que yo me dedico, puede parecer atroz. Pero todos los oficios ¿desarrollan ciertas destrezas, y me parece lógico, y hasta deseable, que un profesional se sienta satisfecho de sus logros y su pericia. Además, hacemos una labor necesaria, aunque esté un mal vista, y sería absurdo que nos avergonzáramos. En este asunto, como en muchos otros, hay una gran hipocresía. La gente nos tacha de asesinos, pero a la vez nos paga el sueldo. Yo no podría hacerlo, me dijo una chavala, pero, luego, en la cama, le ponía que me pusiera el mono. Lo mejor, si quieres caer bien, es decir que eres funcionario, que, por otro lado, es también cierto, y no entrar en detalles. Para cuando atreven a pedirlos, ya sé yo si van a entenderlo y decido entonces si debo confesarles la verdad o despacharlos con un embuste. Conozco a gente, desde hace más de quince años, que piensa que soy contable. Alguna vez me he visto en un apuro porque me han pedido que les echara una mano con declaración de la Renta. Quizá es por esto que los compañeros somos como una piña. Formamos una gran familia. Solemos quedar los fines de semana. Organizamos partidos de fútbol y barbacoas. Es raro, pasado un tiempo, conservar amistades que no estén relacionadas con el oficio. También es raro encontrar algún empleado que tenga mascota. No se debe intimar con el enemigo, decimos algunas veces. Es tan solo una broma, claro, pero algo de eso hay. Cuando entra alguien nuevo, es lo primero que le pregunta el jefe. Si responde que sí, sabemos ya que no durará. Aunque hay otros que pese a no haber tenido nunca un animal en casa, no son capaces de soportarlo. Hay que tener estómago, supongo. Algunos días tienen su miga. Los señoritos, que digo yo, duran muy poco, o se vuelven apáticos y susceptibles. Un chaval que estuvo con nosotros el verano pasado perdió quince kilos y le salieron unas ronchas naranjas por la cara. Pensamos que había pillado un parásito por haberse saltado alguna vacuna. Pero era cosa de nervios. Al final, los sacrificaba siempre de lado, para no tener que mirarlos, y se ponía unos cascos, con la música a toda hostia. Daba pena verlo trabajar. Resultaba de verdad ridículo. Algunos compañeros se reían. Pero a mí me tocaba la moral, porque, en el fondo, lo que pasaba era que despreciaba nuestro oficio. Le parecía que hacíamos algo sucio. Algo malo. Y nosotros, joder, somos buenas personas. Esto es solo trabajo. Alguien tiene que hacerlo. Por otro lado, recuerdo que al empezar también yo tuve una crisis. Así que en realidad lo entiendo. Hay que pasarla. Es como un sarampión. Reconozco que cuesta algo al principio. Luego ve uno que no es para tanto. Y una mañana, una mañana cualquiera, te descubres riendo el chiste de algún compañero mientras le das fuelle a la máquina y ellos caen derribados. Después te fijas en los veteranos, y descubres que hay muchas maneras de hacer lo mismo, así que las pruebas todas. Y es ahí, sin darte cuenta, cuando te enamoras de verdad de la profesión. Empiezas a marcarte retos. Encuentras tu propia manera, o te la inventas. En el fondo es un arte. Si te esfuerzas vas mejorando, entendiendo cómo funciona y controlando mejor la máquina. Aunque las maquinas también fallan. Eso es inevitable. Hasta la Harper se atasca a veces y hay que usar el machete. Los nuevos se quedan rígidos, incapaces de mover un músculo. Pero no se puede dejar la faena a medias, eso lo retrasaría todo. Es, además, lo más compasivo. A veces, la cuchilla ha seccionado ya las extremidades, pero se queda atrapada en el tronco, serrándoles el hueso de la cadera. Los ves entonces colgando del gancho, como uno de esos cilindros de carne que hay girando en los turcos. Solo que estos chillan además y se retuercen. Los chillidos son terribles. Aunque a eso también te acostumbras. Al final dejas de oírlos, y solo te das cuenta cuando sales de la nave. Algunos dicen echarlo de menos al jubilarse. Aunque lo más frecuente es añorar la máquina. Ocurre en todos los trabajos. Se desarrolla un vínculo con las herramientas más habituales. Tiende uno a humanizarlas. Hay un abuelo que se pasa por aquí todos los meses. Le gusta bajar al foso y acariciar los rodamientos y el gancho. Les da golpecitos suaves y les susurra algunas ternuras. Dicen que tiene el récord. Trescientos dieciocho en solo turno. Nadie ha hecho nunca tantos. Ni siquiera con la nueva máquina de arrastre. En fin, tengo que volver ya adentro. ¿Los oye? Esos me esperan a mí. Chillan porque saben lo que ocurre. No sé cómo lo saben, se supone que vienen engañados, pero le juro que lo saben en cuanto entran. Quizá está en el aire y lo huelen. Cualquiera sabe. Los feos son impreciecibles.

LA GRAN BONANZA DE LAS ANTILLAS, Italo Calvino

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ITALO CALVINO, La gran bonanza de las Antillas, Siruela, Madrid, 2012, 288 páginas.

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PASARLO BIEN

   Érase un país donde todo estaba prohibido.
   Como lo único que no estaba prohibido era el juego de la billarda, los súbditos se reunían en unos prados que quedaban detrás del pueblo y allí, jugando a la billarda, pasaban los días.
   Y como las prohibiciones habían empezado con poco, siempre por motivos justificados, no había nadie que encontrara nada que decir o no supiera adaptarse.
   Pasaron los años. Un día los condestables vieron que ya no había razón para que todo estuviera prohibido y mandaron mensajeros a anunciar a los súbditos que podían hacer lo que quisieran.
   Los mensajeros fueron a los lugares donde solían reunirse los súbditos.
   —Sabed —anunciaron— que ya no hay nada prohibido.
   Los súbditos seguían jugando a la billarda.
   —¿Habéis comprendido? —insistieron los mensajeros—. Sois libres de hacer lo que queráis.
   —Está bien —respondieron los súbditos—. Nosotros jugamos a la billarda.
   Los mensajeros se afanaron en recordarles cuántas ocupaciones bellas y útiles existían a las que se habían dedicado en el pasado y a las que podían dedicarse nuevamente de ahora en adelante. Pero los súbditos no hacían caso y seguían jugando, un golpe tras otro, casi sin respirar.
   Comprobando la inutilidad de sus intentos, los mensajeros fueron a comunicarlo a los condestables.
   —Muy sencillo —dijeron los condestables—. Prohibamos el juego de la billarda.
   Fue la vez que el pueblo hizo la revolución y los mató a todos.
   Después, sin perder tiempo, volvió a jugar a la billarda.

HISTORIAS SECRETAS DE LOS ÁRBOLES, Noel Kingsbury

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NOEL KINGSBURY, Historias secretas de los árboles, Blume, Barcelona, 2018, 226 páginas.

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Este prontuario sobre las propiedades de 150 especies de árboles anima a promover la conservación de la diversidad de los bosques. 
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COMMIPHORA MYRRHA

MIRRA

   La mirra resulta familiar para la mayoría de personas como uno de los regalos que llevaron los tres reyes a Jesús en Belén. Representaba un recordatorio de su mortalidad, ya que la resina que exuda el árbol se empleaba en el embalsamamiento.
   La mirra es una resina aromática amarillenta que brota de las heridas de la corteza de este pequeño árbol caduco y muy espinoso que vive en la península Arábiga y en el Cuerno de África. Alcanza tan solo 3 metros de altura. El árbol cuenta con un tronco grueso que le permite almacenar agua y sobrevivir así a las sequías. La resina se recoge de arbustos silvestres que reciben múltiples cortes para estimular la producción de la sustancia. Con la mirra se comercia desde hace siglos; en la actualidad, varias especies de Commiphora se explotan a gran escala para el comercio internacional.
   Varias medicinas tradicionales, entre ellas la india y la china. recurren a la mirra. Las investigaciones indican que ayuda a tratar la diabetes, y en pruebas de laboratorio se ha demostrado que ralentiza el crecimiento de tumores. También se emplea contra la tos. el asma y la congestión.
   La resina se relaciona desde hace mucho tiempo con los rituales religiosos. En la Iglesia ortodoxa oriental se emplea para aromatizar el crisma, el aceite empleado en la administración de los sacramentos. En general, la mirra se mezcla con incienso para fines rituales.



CUENTOS PARA MI HIJO MANOLILLO, Miguel Hernández

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MIGUEL HERNÁNDEZ, Cuentos para mi hijo Manolillo, Nórdica, Madrid, 2018, 72 páginas.

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Ilustran Damián Flores, Sara Morante, Adolfo Serra y Alfonso Zapico los cuatro cuentos que Miguel Hernández escribió para su segundo hijo, Manolillo. Relata Víctor Fernández en Cuentos desde su celda (pp. 11-16) que el cuaderno manuscrito fue conservado por Eusebio Oca y dado en custodia a su hijo Julio.
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EL CONEJITO

   A un conejito se le ocurrió echar a correr.
   Corría y corría, y no dejaba de correr.
   Corría tanto que pronto se encontró frente a un huerto cercado.
   —Éste debe ser un huerto muy rico porque está cercado —dijo el conejito—. Yo quiero entrar. Veo un agujero, pero no sé si podré entrar por él.
   Hop! Hop! Hop!
   Sí que pudo entrar el conejito en el huerto por aquel agujero que había visto. Y una vez dentro, se sintió feliz.
   —¡Aquí tengo yo una buena comida. ¡Menudo atracón voy a darme!
   El animalito se puso a comer, y no se cansaba de comer en las berzas, en las habas y en las coles.
   Comió durante todo el día. Y así que el día llegó a su fin, dijo el conejito:
   —Ahora yo debo marchar a casa. En casa me aguarda mi madre. Se me había olvidado mientras comía.
   Tres veces intentó salir por el pequeño agujero y no lo consiguió ni en la primera ni la segunda ni la tercera vez.
   —¡Ay, madre mía! —gritó—. No puedo salir. Este agujero es demasiado pequeño. Me he pasado el día comiendo y ahora estoy demasiado grueso. ¡Ay, que no puedo salir! Ay, madre mía.
   En esto llegó un perro al huerto y vio al conejito.
   —¡Guau! ¡Guau! ¡Guau! —dijo—. Hoy estoy de broma y veo un conejo. Voy a bromear con él.
   Echó a correr el perro bromista derecho al conejito.
   —Un perro viene —dijo asustado—. ¡Un perro viene! ¡Con lo poco que a mí me gustan los perros!
   Yo debo salir de aquí. ¡Ay, madre mía!
   El conejito corrió, y corriendo vio un agujero grande.
   —Por aquí me escapo —dijo—. A mí no me gustan los perros. Ya estoy fuera del huerto y lejos de los colmillos del perro. ¡Gracias a mi vista y a mis patas!
   Efectivamente, cuando el perro salió por el agujero grande detrás del conejito, éste ya se encontraba en los brazos de su madre, en la madriguera. Y su madre le reñía diciendo:
   — Eres un conejo muy loco. Me vas a matar a sustos. ¿Qué has hecho por ahí todo el día?
   Y el conejito, avergonzado, se rascó la barriga.
Ilustración: Adolfo Serra

ÁRBOL, Joaquín Araújo

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JOAQUÍN ARAÚJO, Árbol, Gadir, Madrid, 2011, 94 páginas.


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José Antonio Marina escribe en el  Prólogo (pp. 4-7), citando a Heidegger, enmienda a Manrique: «nuestras vidas no son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir, sino caminos que se internan en el bosque». Algunos de los poemas de este libro, caligrafiado por su propio autor, son breves.
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Tan laboriosas
las ramas reman en el
mar de las hojas.

EL MATRIMONIO DEL CIELO Y DEL INFIERNO, William Blake

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WILLIAM BLAKE, El matrimonio del Cielo y del Infierno, Renacimiento, Sevilla, 2007, 64 páginas. Traducción de Xavier Villaurrutia.
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Del agua estancada espera veneno.
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Aquel que desea pero no obra engendra peste.
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La Eternidad está enamorada de las obras del tiempo.
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Jamás se convertirá en estrella aquel cuyo rostro no irradie luz.
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La Prudencia es una vieja solterona rica y fea cortejada por la Incapacidad.
***
Ningún pájaro se eleva demasiado alto, si vuela con sus propias alas.
***
Nunca sabrás lo que es suficiente a condición de que sepas lo que es más que suficiente.
***
Las plegarias no aran; las alabanzas no maduran.
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El que agradece lo que recibe da a luz una abundante cosecha.

BRUJAS LITERARIAS, Taisia Kitaiskaia & Katy Horan

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TAISIA KITAISKAIA & KATY HORAN, Brujas literarias, Planeta, Barcelona, 2018, 136 páginas.

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Leemos en el Prólogo (pp. 11-13): «muchos términos ocultistas están conectados con términos lingüísticos: en inglés, spelling (deletreo) y spells (hechizos); en español, gramática y grimorio. Se cree que abracadabra deriva de una frase del arameo que podría traducirse como creo como la palabra». De Emily Brontë a Zora Neale Hurston: Katy Horan ilustra estas semblanzas de 30 escritoras que conjuraron la magia de la literatura.
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FORUGH FARROJZAD [1935-1965]
Cineasta y poeta iconoclasta iraní


REBELDE DEL AMOR SENSUAL, LOS PASTOS VERDES Y EL PERFUME

   Harta de ser una mujer, Forugh se convierte en una acacia. Con estrellas en sus ramas y peces en el estaiique a sus pies, espera a que llegue su amante. Y, al fin. el viento llega... Rodea sus extremidades con un soplo, abrazándola. Las venas de la acacia se llenan de vino. Pero el viento no se queda mucho tiempo; se aleja por el campo solitario y el vino en las venas de Forugh rebosa de agonía.
   Los trabajadores del campo, perturbados por la forma femenina de la acacia (¿en la corteza hay unos senos?), cortan el árbol. Cuando cae, los hombres ven cómo sale de la acacia el espíritu desnudo de una mujer. Nunca hablan de ello, pero lo que vieron los atormenta.
   Ahora el espíritu de la acacia visita jardines moribundos por todo Irán. Va a cualquier lugar donde haya tierra árida o flores olvidadas. Flota sobre las hojas marchitas, sobre las lilas y los geranios casi secos. Al escuchar sus canciones de amor, las raíces se estremecen, los capullos vibran. Los peces vuelven a los estanques y los árboles se mecen con una extraña embriaguez en su savia.
   La poesía sensual y llena de naturaleza de Forugh Farrojzad la coloca entre los poetas más importantes de Irán. Aunque muy criticada por oponerse a las normas sociales, Farrojzad se divorció a los veintiún años, disfrutó de amores pasionales, fue ja primera poeta persa en escribir explícitamente sobre la sexualidad, dirigió documentales (no te pierdas la premiada La casa es negra) y adoptó un hijo de una colonia de leprosos. Algunos creen que predijo su temprano fallecimiento en un accidente de coche en el poema «Tengamos fe en el comienzo de la estación del frío».


LA MEJOR TRADUCCIÓN AL INGLES:

Sin: Selected Poems of Forugh Farrokhad, traducción de Sholeh Wolpé

PRIMEROS POEMAS REBELDES:

«Cautiva», «El pecado», «The Ring»

JOYAS DE MADUREZ

«La muñeca mecánica», «Nuevo nacimiento», «Hundiré en el jardín mis manos»


EROS Y AFRODITA EN LA MINIFICCIÓN

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DINA GRIJALVA (ed.), Eros y Afrodita en la minificción, Ficticia, Ciudad de México, 2016, 232 páginas.
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Dina Grijalva realiza esta selección de "artefactos textuales, de diverso voltaje, más o menos elusivos y etéreos, o candentes, algunos convocando a un sentido en particular y, otros, a la sensibilidad corporal, siempre persiguiendo un temblor, un estremecimiento, un estallido",

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HACERSE GRANDE

   Como había hecho de niño tantas veces, preparó el baño para su tía y se escondió para espiarla. Pero esta vez era diferente: él ya había cumplido los dieciocho años. No se ocultó afuera para mirar por la ventana. Se quedó adentro, tras la puerta del baño.
   Cuando la tía se desnudó y se sumergió en la espuma, él se abalanzó. Ella lo recibió con una sonrisa y le dijo al fin.

Leo Dolengiewich

ENSAYO GENERAL, Francisca Aguirre

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FRANCISCA AGUIRRE, Ensayo general, Calambur, Madrid, 2018, 644 páginas.

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Este volumen subtitulado Poesía reunida 1966-2017 contiene el libro Una larga dolencia (2017), una de cuyas secciones contiene las bellas prosas de El tiempo piensa (pp. 572-598).  
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   Entran el sol y la vida en mi salita y todo lo que veo son latidos: late la luz iluminando el tiempo y late el tiempo coloreando el alma, un alma pequeñita, tan pequeña como la niña que entró en la habitación cuando en la habitación no habla nadie, cuando tampoco había nada: solo el sol barnizando las paredes.
   Tengo la tentación de cogerme las manos y decirle a la abuela que las anude con un lazo, con algo, para que no se me deshagan. Un paso atrás, hacia un tiempo deshabitado como la habitación que baña el sol. Un paso sobre un suelo cubierto de baldosas grises. Un paso detenido ante la desnudez de unas roscas paredes. La abuela anudando mis trenzas y mirando la habitación con la austera desolación de un ermitano, pero también con la humilde seguridad que le otorga el refugio a su mendigo.

TAO, Manuel Ollé & Neus Caamaño

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MANUEL OLLÉ & NEUS CAAMAÑO, Tao, Fragmenta, Barcleona, 2017, 46 páginas.

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Neus Caamaño ilustra algunos Fragmentos del viejo camino chino del maestro Laozi elegidos por Manuel Ollé.
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Cuando todo rueda solo y se desliza de forma espontánea y armónica, 
no son necesarios elogios ni normas.

LA GRAN BONANZA DE LAS ANTILLAS, Italo Calvino

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ITALO CALVINO, La gran bonanza de las Antillas, Siruela, Madrid, 1993, 288 páginas.

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LA OVEJA NEGRA

   Érase un país donde todos eran ladrones.
   Por la noche cada uno de los habitantes salía con una ganzúa y una linterna sorda, para ir a saquear la casa del vecino. Al regresar, al alba, encontraba su casa desvalijada.
   Y todos vivían en concordia y sin daño, porque uno robaba al otro y éste a otro y así sucesivamente, hasta llegar al último que robaba al primero. En aquel país el comercio sólo se practicaba en forma de embrollo, tanto de parte del que vendía como del que compraba. El gobierno era una asociación creada para delinquir en perjuicio de los súbditos, y por su lado los súbditos sólo pensaban en defraudar al gobierno. La vida transcurría sin tropiezos, y no había ni ricos ni pobres.
   Pero he aquí que, no se sabe cómo, apareció en el país un hombre honrado. Por la noche, en lugar de salir con la bolsa y la linterna, se quedaba en casa fumando y leyendo novelas.
   Llegaban los ladrones, veían la luz encendida y no subían.
   Esto duró un tiempo; después hubo que darle a entender que si él quería vivir sin hacer nada, no era una buena razón para no dejar hacer a los demás. Cada noche que pasaba en casa era una familia que no comía al día siguiente.
   Frente a estas razones el hombre honrado no podía oponerse. También él empezó a salir por la noche para regresar al alba, pero no iba a robar. Era honrado, no había nada que hacer. Iba hasta el puente y se quedaba mirando pasar el agua. Volvía a casa y la encontraba saqueada.
   En menos de una semana el hombre honrado se encontró sin un céntimo, sin tener qué comer, con la casa vacía. Pero hasta ahí no había nada que decir, porque era culpa suya; lo malo era que de ese modo suyo de proceder nacía un gran desorden. Porque él se dejaba robar todo y entre tanto no robaba a nadie; de modo que había siempre alguien que al regresar al alba encontraba su casa intacta: la casa que él hubiera debido desvalijar. El hecho es que al cabo de un tiempo los que no eran robados llegaron a ser más ricos que los otros y no quisieron seguir robando. Y por otro lado, los que iban a robar a la casa del hombre honrado la encontraban siempre vacía; de modo que se volvían pobres.
   Entre tanto los que se habían vuelto ricos se acostumbraron a ir también al puente por la noche, a ver correr el agua. Esto aumentó la confusión, porque hubo muchos otros que se hicieron ricos y muchos otros que se volvieron pobres. Pero los ricos vieron que yendo de noche al puente, al cabo de un tiempo se volverían pobres. Y pensaron: “Paguemos a los pobres para que vayan a robar por nuestra cuenta”. Se firmaron contratos, se establecieron los salarios, los porcentajes: naturalmente siempre eran ladrones y trataban de engañarse unos a otros. Pero como suele suceder, los ricos se hacían cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres.
   Había ricos tan ricos que ya no tenían necesidad de robar o de hacer robar para seguir siendo ricos. Pero si dejaban de robar se volvían pobres porque los pobres les robaban. Entonces pagaron a los más pobres de los pobres para defender de los otros pobres sus propias casa, y así fue como instituyeron la policía y construyeron las cárceles.
   De esa manera, pocos años después del advenimiento del hombre honrado, ya no se hablaba más de robar o de ser robados sino sólo de ricos o de pobres; y sin embargo todos seguían siendo ladrones.
   Honrado sólo había habido aquel fulano, y no tardó en morirse de hambre.

NO SOY ASÍ Y OTROS CUENTOS, Kjell Askildsen

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KJELL ASKILDSEN, No soy así y otros cuentos, Nórdica, Madrid, 2018,  páginas.

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Kirsti Baggethun, en la Presentación (pp. 11-13) a esta edición de Nórdica, señala: «Todo arte debe ser algo que hurgue en la gente. Tiene que haber algo que les aguijonee, algo que tal vez les de un poco de miedo».
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EN EL CAFÉ

   Una de las últimas veces que estuve en un café fue un domingo de verano, lo recuerdo bien, porque casi todo el mundo iba en mangas de camisa y sin corbata, y pensé: tal vez no sea domingo, como yo creía, y el hecho de que pensara exactamente eso hace que me acuerde. Me senté en una mesa en medio del local, a mi alrededor había mucha gente tomando canapés y bollos, pero casi todas las mesas estaban ocupadas por una sola persona. Daba una gran impresión de soledad, y como llevaba mucho tiempo sin hablar con nadie, no me hubiera importado intercambiar unas cuantas palabras con alguien. Estuve meditando un buen rato sobre cómo hacerlo, pero cuanto más estudiaba las caras a mi alrededor, más difícil me parecía, era como si nadie tuviera mirada, desde luego el mundo se ha vuelto muy deprimente. Pero ya había tenido la idea de que sería agradable que alguien me dirigiera un par de palabras, de modo que seguí pensando, pues es lo único que sirve. Al cabo de un rato supe lo que haría. Dejé caer mi cartera al suelo fingiendo que no me daba cuenta. Quedó tirada junto a mi silla, completamente visible a la gente que estaba sentada cerca, y vi que muchos la miraban de reojo. Yo había pensado que tal vez una o dos personas se levantarían a recogerla y me la darían, pues soy un anciano, o al menos me gritarían, por ejemplo: «Se le ha caído la cartera». Si uno dejara de albergar esperanzas, se ahorraría un montón de decepciones. Estuve unos cuantos minutos mirando de reojo y esperando, y al final hice como si de repente me hubiera dado cuenta de que se me había caído. No me atreví a esperar más, pues me entró miedo de que alguno de aquellos mirones se abalanzara de pronto sobre la cartera y desapareciera con ella. Nadie podía estar completamente seguro de que no contuviera un montón de dinero, pues a veces los viejos no son pobres, incluso puede que sean ricos, así es el mundo, el que roba en la juventud o en los mejores años de su vida tendrá su recompensa en su vejez.
   Así se ha vuelto la gente en los cafés, eso sí que lo aprendí, se aprende mientras se vive, aunque no sé de qué sirve, así, justo antes de morir.

¿POR QUÉ HAY ESTRELLAS EN EL CIELO, Anna Obiols & Subi

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ANNA OBIOLS & SUBI, ¿Por qué hay estrellas en el cielo?, Algar, Alzira, 2018, 22 páginas.


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Joan Subirana ilustra estos deliciosos microrrelatos contenidos en El libro de los oficios curiosos.
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LA REPARADORA DE LOS CORAZONES ROTOS

   ¿Qué sucede si se nos estropea el corazón?
   Nada, ¡si una reparadora de corazones rotos llega a tiempo!
   La reparadora de corazones rotos tiene un trabajo tan preciso y milimétrico como el de un relojero. El corazón es material sensible. A menudo lo olvidamos y no lo escuchamos lo suficiente. A veces, porque el corazón siente una cosa y la cabeza piensa otra. Hay corazones que se sienten solos, otros traicionados o decepcionados... Por suerte, muchas veces, la reparadora de corazones se da cuenta y, justo a tiempo, los repara, los cura y los salva. Si sientes pena, ¡piensa en ella y seguro que te ayudará'. Si miras a tu alrededor, ¡encontrarás muchas!


LAS COSAS QUE NO SON, Varios Autores

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VARIOS AUTORES, Las cosas que no son, Libros al Albur, Sevilla, 2018,

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José Luis Trullo en el Prólogo (pp. 7-15) a esta antología subtitulada Los aforistas y Dios, subraya una evidencia: «Dios ha caminado de la mano de la humanidad desde la cuna: no existe una civilización, un personaje histórico, ni siquiera un individuo de a pie, famélico y anónimo, que no haya tenido que resolver, en algún momento de su existencia, singular o colectiva, la cuestión acerca de su relación con lo divino. En los libros figuran documentadas las distintas respuestas que se han implementado a lo largo de los siglos a esta acuciante pregunta, siempre sin resolver».
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La tendencia moderna a desacralizar lo sacro es directamente proporcional en intensidad a la tendencia a sacralizar lo profano.
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Nos queda de Dios esa comezón que siente el mutilado en el miembro fantasma.
Gabriel Insausti
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Decimos que algo está alejado de la mano de Dios cuando va a la deriva.
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Los hombres necesitamos creer en Dios porque las ideas creen en Darwin.
Gregorio Luiri
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Cuando Dios llueve arde más el infierno.
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El amor es un atajo hacia Dios.
Jesús Cotta
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Los ateos son vagabundos por vocación, pero viven en un mundo tan pequeño que se encoge con cada paso que dan.
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La existencia es un dolor mortal. Dios es un goce eterno. Así que, en efecto, Dios no «existe».
Felix Trull
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Si el hombre no se viera desnudo, no se cubriría; si se creyera a salvo, no habría creado ejércitos y gobiernos; sí no se viese impotente, no habría apelado a Dios. 
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La idea de que el mundo pueda ser un texto escrito en el lenguaje de Dios nos lleva a pensar que tal vez no seamos sino sílabas... 
Ander Mayora
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Cuando Dios muere como respuesta, nace como pregunta o como atragantamiento.
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Dios fue un hermoso juego de niñez que me gustaría seguir practicando con aquella inocencia.

Juan Kruz Igerabide
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Soledad es el abrazo de Dios.
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Una amplitud sin mesuras: eso es Dios o el amor.
José Manuel Vázquez Camacho
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Quisiera no hablar tanto de Dios; pero decidme algo mejor.
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El tiempo es la paciencia de Dios.
Enrique García-Máiquez

DIMENSIONES POÉTICAS, Antonio Polinario Rodríguez, Víctor Yáñez & Daniel Olivera

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ANTONIO POLINARIO RODRÍGUEZ, VÍCTOR YÁÑEZ & DANIEL OLIVERA, Dimensiones poéticas, Cursiva, Santa Cruz de Tenerife, 2016, 124 páginas.

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GATO POR LIEBRE



   Era un local lujoso, selecto; y aquella rubia de bote una de esas cuarentonas conservadas que se niegan a hacerse mayor. Me miró, nos miramos, y antes de darme cuenta ya estábamos en el camarote de su yate borrachos de alcohol y lujuria, revolcándonos como dos auténticos posesos, descubriendo nuestro lado más animal... 
   Desperté con las primeras luces del alba; miré a mi lado y no daba crédito a la visión: junto a mí yacía, totalmente desnuda, la hermosa mujer que creí haberme ligado la noche anterior; y allí, entre sus piernas y ante mi más absoluta incredulidad, se desperezaba aquel enorme miembro, mientras el cabronazo de Albert –como después supe que se llamaba el muy hijo de perra- me sonreía cínicamente.

Daniel Olivera

YOGASŪTRA, Patañjali

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PATAÑJALI, Yogasūtra. Los aforismos del Yoga, Kairós, Barcelona, 2016, 448 páginas.
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Òscar Pujol es el responsable de la traducción de estos aforismos, cada uno de ellos acompañado por un breve comentario "basado principalmente en los textos clásicos de la tradición sánscrita".
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La tendencia natural de la mente a detenerse en lo que le gusta hace que la elección de un objeto de meditación placentero facilite la concentración.
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La contemplación cognitiva asume formas distintas: la tosca, la sutil, la gozosa y la referente al yo.
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El sueño es un proceso mental que depende de la percepción de la ausencia.
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El conocimiento es la percepción, la inferencia y el testimonio verbal.
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Yoga es la detención de los procesos mentales.
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La práctica es el esfuerzo para la consecución de la estabilidad [mental].
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La memoria es la no tergiversación de un objeto percibido.

CUENTOS REUNIDOS, Kjell Askildsen

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KJELL ASKILDSEN, Cuentos reunidos, Lengua de Trapo, Madrid, 2010, 298 páginas.

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Fogwill, en la presentación de su edición, señala que «Askildsen no teme reiterarse (no es improbable que jamás haya temido algo)».
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LA SEÑORA M

   Una de las pocas personas que saben que aún existo es la señora M., de la tienda de la esquina. Dos veces por semana me trae lo que necesito para vivir, pero no es que se mate por el peso. La veo muy de tarde en tarde, porque tiene una llave del piso y deja la compra en la entrada, es mejor así, de ese modo nos protegemos mutuamente, y mantenemos una relación pacífica, casi diría amistosa.
   Pero una vez que la oí abrir la puerta con su lave, me vi obligado a llamarla. Me había caído y me había dado un golpe en la rodilla, y era incapaz de llegar hasta el diván. Por suerte, era uno de los días en que le tocaba subirme la compra, así que sólo tuve que esperar cuatro horas. La llamé cuando llegó. Quiso ir a buscar un médico inmediatamente, su intención era buena, sólo es la familia más allegada la que llama al médico de mala fe, cuando quiere librarse de la gente mayor. Le expliqué lo necesario sobre hospitales y residencias de ancianos sin retorno, y la buena mujer me puso una venda. Luego hizo tres sándwiches que me dejó en una mesa junto a la cama, además de una botella de agua. Al final, llegó con una vieja jarra que encontró en la cocina. «Por si la necesita», dijo.
   Y se marchó. Por la noche me comí un sándwich, y mientras me lo estaba comiendo vino a verme. Su visita fue tan inesperada que he de admitir que me vencieron los sentimientos, y dije: «Qué buena persona es usted». «Bueno, bueno», dijo escuetamente, y se puso a cambiarme la venda. «Esto le irá bien», dijo, y añadió: «Así que no quiere saber nada de las residencias de ancianos; por cierto, supongo que sabe que ahora no se llaman residencias de ancianos, sino residencias de la tercera edad». Nos reímos los dos de buena gana, el ambiente era casi alegre. Es un placer encontrarse con personas que tienen sentido del humor.
   La pierna me estuvo doliendo durante casi una semana, y ella vino a verme todos los días. El último día dije: «Ahora estoy bien, gracias a usted». «Bueno, no se ponga solemne —me interrumpió—, todo ha ido perfectamente». En eso tuve que darle la razón, pero insistí en que, sin ella, mi vida podría haber tomado un desgraciado rumbo. «Bah, se las hubiera arreglado de una u otra manera —contestó—, es usted muy terco. Mi padre se parecía a usted, así que sé muy bien de lo que hablo». Me pareció que estaba sacando conclusiones sobre una base demasiado endeble, pues no me conocía, pero no quise que pareciera una reprimenda, de modo que me limité a decir: «Me temo que piensa demasiado bien de mí». «Oh, no —contestó—, debería usted haberlo conocido, era un hombre muy difícil y muy testarudo». Lo decía completamente en serio, admito que me impresionó, me entraron ganas de reírme de alegría, pero me mantuve serio y dije: «Comprendo. ¿También su padre llegó a muy mayor?». «Ah sí, muy mayor. Hablaba siempre mal de la vida, pero nunca he conocido a nadie que se esforzara tanto por conservarla». A eso podía sonreír sin problemas, resultó liberador, incluso me reí un poco, y ella también. «Supongo que usted también es así», dijo, y me preguntó impulsiva si le dejaba leerme la mano. Le tendí una, no recuerdo cuál de las dos, pero quiso la otra. La miró muy atenta durante unos instantes, luego sonrió y dijo: «Justo lo que me figuraba, debería usted haber muerto hace mucho tiempo».

LATIN LOVER, Mino Milani

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MINO MILANI, Latin lover, Combel, Barcelona, 2018, 90 páginas.

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Sara Not ilustra 40 Frases latinas para todas las ocasiones.
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DO UT DES         

[Doy para que des]

Unas palabras muy acertadas, porque en el fondo todos hacemos las cosas para recibir una compensación. Por ejemplo, quien trabaja ofrece su empeño, su tiempo y su diligencia a cambio de un sueldo. Hay quien ve en la frase un punto de egoísmo: solo doy para conseguir algo a cambio, por nada más. Triste. Quien hace un regalo debería conformarse con una sonrisa y un «gracias».