EN OTRAS PALABRAS, Jhumpa Lahiri

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JHUMPA LAHIRI, En otras palabras, Salamandra, Barcelona, 2019, 160 páginas.

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Lahiri recoge en estos ensayos sus reflexiones sobre el proceso de adquisición de una segunda lengua con la que crear arte literario.
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LEER CON EL DICCIONARIO

   Cuando leo en italiano no suelo usar el diccionario, sólo un bolígrafo, para subrayar las palabras que no sé, las frases que me sorprenden.
   Cuando encuentro una palabra nueva, llega el momento de decidir. Podría parar un momento para aprenderla, o anotarla y seguir, o ignorarla. Como ciertos rostros entre la gente que vemos a diario en la calle, ciertas palabras, por alguna razón, destacan y dejan una impresión en mí; otras permanecen en un segundo plano, insignificantes.
   Después de haber terminado un libro, vuelvo al texto para revisar diligentemente el vocabulario. Me siento en el sofá, donde tengo el libro, la libreta, vanos diccionarios y el bolígrafo. Es una tarea entregada y relajante que requiere tiempo. No escribo las definiciones en los márgenes, sino que redacto una lista de palabras en la libreta. Al principio ponía las definiciones en inglés; ahora, en italiano. De ese modo voy creando una especie de diccionario personal, un vocabulario privado que traza el recorrido de mi lectura. De vez en cuando hojeo la libreta para repasar los términos compilados.
   Me parece que esta lectura es más íntima, más intensa que la lectura en inglés, precisamente porque esta lengua nueva y yo nos conocemos desde hace poco. No venimos del mismo lugar, de la misma familia, no hemos crecido una al lado de la otra, no está en mi sangre ni en mis huesos. Quizá por eso, el italiano me atrae e intimida al mismo tiempo. Permanece como un misterio al que amo, pero que continúa siempre impasible: no reacciona ante mi emoción.
   Las palabras desconocidas me recuerdan que hay tanto que no conozco en este mundo...
   A veces un término puede despertar una reacción extraña. Un día, por ejemplo, descubro claustrale (claustral, monacal). Intuyo su significado, pero no estoy segura. Voy en un tren, así que lo busco en el diccionario de bolsillo. No sale. De pronto he sido embrujada por esta palabra. Quiero saberla ya: mientras no la entienda me sentiré vagamente inquieta. Por mucho que sea una idea irracional, estoy convencida de que descubrir su significado preciso puede cambiar mi vida.
   Creo que lo que nos puede cambiar la vida se encuentra siempre fuera de nosotros.
   ¿Debería soñar con un día en que ya no necesite el diccionario, la libreta, el bolígrafo, un día en que pueda leer italiano sin ayuda tal como leo en inglés? ¿No debería ser el objetivo de todo esto?
   Considero que no: en italiano, aunque más inexperta, también soy una lectora mucho más activa, más involucrada. Me gusta el esfuerzo, prefiero las limitaciones. Sé que de algún modo mi ignorancia me es útil.
   Pese a las limitaciones, me doy cuenta de que el horizonte no tiene límites. Leer en otra lengua implica un estado perpetuo de crecimiento, de posibilidades. Sé que mi trabajo de aprendiz no acabará nunca.
   Cuando nos sentimos enamorados, queremos vivir para siempre, deseamos que la emoción, el entusiasmo que sentimos, duren. Leer en italiano me provoca un deseo parecido: no quiero morir porque mi muerte interrumpiría el descubrimiento de esta lengua en la que cada día hay una palabra nueva que aprender. Así, el amor verdadero puede representar la eternidad.
   Cada día, leyendo, encuentro palabras nuevas. Algo que subrayar, para luego trasladarlo a la libreta. Me hace pensar en el jardinero que arranca las malas hierbas. Como el jardinero, sé que mi trabajo es, a fin de cuentas, un despropósito, algo desesperado; casi diría un trabajo propio de Sísifo. No es posible, para el jardinero, controlar a la perfección la naturaleza; del mismo modo, tampoco para mí es posible, por mucho que lo anhele, saber cada palabra italiana. Pero entre el jardinero y yo hay una diferencia sustancial: las malas hierbas, para el jardinero, no son algo deseado. Quiere erradicarlas, desecharlas.
   Yo, en cambio, recojo las palabras. Quiero tenerlas en mis manos, poseerlas.
   Cuando descubro un modo diferente de expresarme siento una especie de éxtasis. Las palabras desconocidas representan un abismo vertiginoso pero fecundo, un abismo que contiene todo lo que se me escapa, todo lo posible.

HACE TIEMPO QUE VENGO AL TALLER Y NO SÉ A LO QUE VENGO, Jorge de Cascante

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JORGE DE CASCANTE, Hace tiempo que vengo al taller y no sé a lo que vengo, Blackie Books, Barcelona, 2019, 256 páginas.

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LAS PERSONAS

   De todas las tiendas de mi calle la única que no ha colgado la decoración de Halloween es la tienda de congelados La Sirena: el último refugio, un lugar que puedes atravesar de principio a fin sin ser molestado, nunca hay nadie, no hay empleados, sólo hay luz blanca y paredes vacías. La Sirena es como si Las Vegas se dedicase a la comida congelada. Un cadáver con un ojo guiñado para siempre. Dentro no hay tiempo ni espacio, sólo estás tú con tus pensamientos. Si me dejaran casarme con mi amor en una franquicia de La Sirena me casaría sin pensármelo dos veces y después entraríamos de la mano en una de esas cámaras frigoríficas que tienen y no saldríamos jamás. Hace un minuto, en la calle, una chica ha ido a tirar una bolsa llena de periódicos a un contenedor y el chico que iba con ella le ha dicho que ni se le ocurriese hacerlo. «¿Has visto alguna vez un contenedor ardiendo, Adriana?», le ha dicho. «Los contenedores no se queman solos, ¿sabes?, los queman las personas».
   Los queman las personas.

EL ORÁCULO IRÓNICO, Ramón Eder

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RAMÓN EDER, El oráculo irónico, Renacimiento, Sevilla, 2019, 128 páginas. Prólogo de Sergio García.
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Escribir da sentido a la vida aunque se escriba que la vida no tiene sentido.
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Los premios le pueden venir muy bien a un escritor para que le respete su propia familia.
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Los aforismos sobre aforismos son aforismos que se muerden la cola.
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No es bueno que en un país haya más escritores que buenos lectores.
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Existe un tipo de locura que consiste en creerse San Jorge siendo el Dragón.
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La poesía mala le puede gustar a mucha gente a la que le gusta la poesía, pero no la buena.
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El canto de las gaviotas es la áspera música del mar.
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Leer aforismos enseña a leer entre líneas.
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Al final uno acaba pensando que un día perfecto es un día cualquiera.

LA COCINA DE LOS CUENTOS DE HADAS, Lucie Cash

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LUCIE CASH, La cocina de los cuentos de hadas, Juventud, Barcelona, 2013, 160 páginas.

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Ilustrado por Yelena Bryksenkova, revisita los cuentos clásicos con ironía posmoderna acomodada a un público no solo infantil.
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SYLLABUB RÁPIDO DEL CONEJO BLANCO

   
   El Conejo Blanco es un conejito ajetreado endiabladamente difícil de seguir, os lo aseguro. Siempre está moviendo y raramente tiene un momento libre. Si no está corriendo para llegara su siguiente cita, seguro que lo verás vestido de punta en blanco con su pequeño chaleco de tweed, caminando de un lado a otro de la habitación, con los ojos fijos en su diminuto reloj de bolsillo hasta que sea la hora de marcharse. Ejem... ¿a alguien le suena eso? Pero a pesar de que el tiempo es en gran medida la esencia del Señor Conejo, la comida también es importante para él, y a lo largo de los años ha aprendido a cocinar algunos platos deliciosos en un abrir y cerrar de ojos. Este sencillo syllabub de fresa es uno de sus postres favoritos; te aseguro que es tan rápido y fácil de hacer que no volverás a llegar tarde a una cita jamás.

CUATRO UNIDADES

300 g de fresas frescas
50 gr. de azúcar refinado
300 ml. de nata
La ralladura de un limón
2 cucharadas de ron (preferiblemente añejo)


  1. Toma la mitad de las fresas, retira el tallo, córtalas por la mitad y mételas en un cuenco. Añade el azúcar y aplasta todo con un tenedor para que quede como un puré y suelten su delicioso jugo.
  2. Vierte la nata, la ralladura de limón y el ron en otro cuenco y bátelo hasta que la nata espese formando picos blandos. Agrega las fresas hechas puré y mézclalo bien, procurando que la fruta quede bien repartida por la nata.
  3. Guarda un par de las fresas restantes para decorar y corta a rodajas el resto después de retirar los tallos. Toma tus platos de postre (yo siempre uso copas de vino pequeñas) y forra la base y las paredes con una capa de rodajas de fresa, cubriendo entre un tercio y la mitad de las paredes. Vierte con cuidado el syliabub dentro de las copas, luego corta en rodajas las fresas reservadas y coloca un par de rodajas encima de cada una.
  4. Guarda los syllabubs en la nevera una o dos horas para que se enfríen bien antes de servir. Están deliciosos tal cual, pero también puedes servirlos con galletas amaretti para mojar si te apetece.



LA LIEBRE QUE SE BURLÓ DE NOSOTROS, Andrea Camilleri

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ANDREA CAMILLERI, La liebre que se burló de nosotros, Duomo, Barcelona, 2019, 186 páginas.

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Paolo Canevari ilustra esta colección de relatos que componen, en opinión de Aramburu,  un libro delicioso.
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 LOS PAVOS NO DAN LAS GRACIAS

   En Estados Unidos cada cuarto jueves de noviembre es una gran fiesta porque se celebra el Thanksgiving Day, es decir, el día de Acción de Gracias. Los Padres Peregrinos, los que habían desembarcado del Mayflower, después de la primera cosecha abundante al año siguiente de su llegada, decidieron dar gracias al Señor sirviendo en la mesa un gran pavo, un animal hasta entonces desconocido para ellos pero muy apreciado desde que habían visto que los indios se lo comían.
   Desde aquel día, la tradición manda que, en esa fecha, cada mesa en las casas de los norteamericanos esté presidida por un pavo relleno gordo y dorado recién salido del horno. Pero no solo esto: la gran bandeja que lo contiene debe estar repleta de guarniciones, banderines y delicias varias. Cuando aparece en el comedor siempre estalla el aplauso entusiasta de los presentes. Es, en resumen, una especie de invitado de honor.
   Millones de pavos, pues, cada cuarto jueves de noviembre, se dejan literalmente, y no metafóricamente, la piel en esta celebración.
   Abro un pequeño paréntesis. También en América, en la época de la guerra entre los estados del norte y los del sur, se libró en Gettysburg un combate muy sangriento que dejó millares de cadáveres sobre el campo de batalla. Permanecieron mucho tiempo sin enterrar y, por consiguiente, se convirtieron en presa de los cuervos. Estos no olvidaron nunca más aquella comida abundante, hasta el punto de que, incluso sus descendientes, durante décadas y décadas, siguieron presentándose, cada mañana, en el campo que había sido el escenario de la batalla con la esperanza de encontrar más carne fresca. En fin, el recuerdo de aquel extraordinario banquete se había grabado de un modo indeleble en su ADN.
   Pero, cerrado el paréntesis, queda abierta una pregunta: ¿cómo es que en el ADN de los pavos, después de casi cuatrocientos años, no se ha grabado la fecha que marca anualmente su ineluctable matanza?
   Una vez vi en un documental centenares de miles de pavos esperando a ser sacrificados, desplumados y descuartizados.
   No tenían la menor idea del terrible destino que les aguardaba al cabo de pocas horas. En los ojos abiertos de par en par de muchos animales llevados al matadero he podido leer el terror por el final próximo, tal vez olían la sangre de las víctimas que los habían precedido. Los pavos, en cambio, no mostraban el menor indicio de inquietud.
   ¿Estupidez absoluta o suprema dignidad?
   Cuanto más reflexiono sobre ello más tiendo a pensar que puede tratarse de suprema dignidad.
   Porque, si aquel día los norteamericanos dan las gracias, los pavos no tienen nada que agradecer.
   Y, de hecho, que recuerden los norteamericanos, no ha habido nunca ningún pavo que, antes de ser sacrificado, haya pedido la palabra para declarar, ni en su nombre ni tampoco en el de sus colegas, que se alegra de inmolarse para contribuir a la felicidad de los norteamericanos.
   Alabada sea, pues, la dignidad de los pavos que mueren pero no dan las gracias. Mientras tanto hay numerosos jefes de Estado que, sentados a la mesa del poderoso aliado norteamericano como invitados de honor, terminan igual que los pavos. Y ellos, encima, dan las gracias.

ABECEDARIO TITIRIDARO, Juan Kruz & Elena Laura

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JUAN KRUZ & ELENA LAURA, Abecedario titiridario, Cénlit Ediciones, Berriozar, 2017, 66 páginas.

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Elena Laura ilustra este guiñol de las letras salido del ingenio de Juan Kruz Igerabide.
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EÑE

   Bajo el abeto se está congregando todo un zoológico. De incógnito, se acerca un ñandú, caminando sin que se le note, como las gallinas. Pregunta al elefante a la oreja si ha visto a la vicuña. El elefante agita la trompa y contesta que no.
   TITIRIÑ
ÑANDÚ DE FINAS UÑAS,
SEÑORA
QUE AÑORA
TITIRIMOÑOS DE VICUÑAS.
   
   Suenan trompetas y timbales. Todo el mundo espera ver aparecer una carroza. Sin embargo, asoma tímidamente la Ñ, sujetándose la gorra, con su niña ñ de la mano. Las letras se preguntan si las recién llegadas serán campesinas, serán reinas o serán santas con corona en la coronilla. Todo el alfabeto se sume en la duda. 

   Tiene que mantener la cabeza bien alta para que no se le caiga la corona. Es, sin duda, la reina del abecedario.

FEMINISMO ES..., Alexandra Black

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ALEXANDRA BLACK, Feminismo..., Editorial DK, Barcelona, 2019, 160 páginas.

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Escrito por Laura Buller, Emily Hoyle y Dra. Megan Todd (además de A. Black), está dividido en las siguientes secciones: Un movimiento político y social, Cuerpo e identidad, Relaciones y familia, Educación y trabajo, y Cultura y sociedad.

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AUDRE LORDE [1934-1992]

   Audre Lorde se describió una vez a sí misma como «negra, lesbiana, madre, guerrera, poeta», y desde su muerte por cáncer de mama en l992 se la recuerda por todas esas cosas a través de su legado de prosa y poesía. Lorde utilizó su don como escritora poderosa y expresiva para luchar contra el sexismo, el racismo y la homofobia.
   Desde su niñez en Nueva York, Audre Lorde se sintió fascinada por la poesía. Solía memorizar sus versos favoritos y recitarlos en conversaciones normales. Cuando dejó de encontrar poemas que la cautivaran, comenzó a escribir los suyos propios. En 1951 se publicó su primer poema en la revista Seventeen, pero sería décadas mas tarde cuando su poesía alcanzaría una verdadera importancia.
   Como feminista negra y lesbiana, Lorde consideraba que «en nuestro trabajo y en nuestra vida, debemos reconocer que la diferencia es una razón para la celebración y el crecimiento, más que una razón para la destrucción». Estaba comprometida con el feminismo de la segunda ola, los derechos civiles, los derechos queer y empleaba sus poemas como arma contra los prejuicios. Sus opiniones sobre el racismo y los prejuicios de clase contribuyeron a la evolución de la teoría feminista en los ochenta, que hasta ese momento había girado en tomo a las experiencias de mujeres blancas, heterosexuales y de clase media.
   En su libro Los diarios del cáncer (1989), Lorde escribió como durante una década batalló contra el cáncer de mama y cómo lidió con la mastectomía. Asimismo, invitó a las mujeres a hablar sobre sus experiencias y a compartir la fuerza de esas historias de supervivencia. En esa época, Lorde fundó Kitchen Table: Women of Color Press, una editorial para la promoción de escritoras feministas negras.


MOVIMIENTO PERPETUO, Augusto Monterroso

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AUGUSTO MONTERROSO, Movimiento perpetuo, Anagrama, Barcelona, 1990, 156 páginas.

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LA BREVEDAD

   Con frecuencia escucho elogiar la brevedad y, provisionalmente, yo mismo me siento feliz cuando oigo repetir que lo bueno, si breve, dos veces bueno.
   Sin embargo, en la sátira 1, I, Horacio se pregunta, o hace como que le pregunta a Mecenas, por qué nadie está contento con su condición, y el mercader envidia al soldado y el soldado al mercader. Recuerdan, ¿verdad?
   Lo cierto es que el escritor de brevedades nada anhela más en el mundo que escribir interminablemente largos textos, largos textos en que la imaginación no tenga que trabajar, en que hechos, cosas, animales y hombres se crucen, se busquen o se huyan, vivan, convivan, se amen o derramen libremente su sangre sin sujección al punto y coma, al punto.
   A ese punto que en este instante me ha sido impuesto por algo más fuerte que yo, que respeto y que odio.

DIARIO ÍNTIMO, Henri Frédéric Amiel

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HENRI FRÉDÉRIC AMIEL, Diario íntimo, Edaf, Madrid, 1964, 395 páginas. Traducción de Gonzalo Torrente Malvido.

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Martes. 29 de enero de 1850.—Hace unos tres meses, me impuse tres obligaciones relacionadas con mis lecciones: tenerlas preparadas con una semana de anticipación, escritas e improvisadas. Esto no es posible, pero deberías al menos exigirte a toda costa:
  Tener tu lección preparada y anotada la víspera del día correspondiente.
  Estudiarla el día mismo que debas improvisarla.
  Recuerda el fracaso de tu lección del sábado. ¿Se repetirá hoy? Sería una vergüenza.
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Martes, 5 de febrero de 1850.—Comencé dos lecturas importantes; el discurso de Guizot (¿Por qué ha tenido éxito la revolución inglesa?), y Hombres y costumbres del siglo XIX, por Phil. Chasles. Muchas ideas, las más atrevidas, de este último, lo son asimismo mías. Experimentaba al leerlo la viva contrariedad de sentirme despojado, robado antes de tiempo. Ya está dicho lo que yo esperaba decir.
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Viernes, 28 de junio.—La mitad del talento consiste en intentar agradar, y tú no tienes ese deseo; y cuanto más empeñas tu amor propio en evitar el agrado, más rígido te vuelves, por temor a parecer que te inclinas. Este único defecto te impide ya la literatura.
  Ten cuidado; intenta atemperar tu originalidad; atrévete a ser natural; respétate, tómate en serio, en lugar de borrarte y aplazarte. Sé una mónada.
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Jueves, 15 de octubre de 1840.—Hace tiempo que estoy preocupado por mi vocación. Es el planeta, como dice Goethe, a cuyo alrededor gravitan por el momento mis reflexiones y mis lecturas. Sufro crueles incertidumbres. «Se trata, quizá, de que el orgullo me ciega y que nunca me parece encontrar un sitio lo suficientemente alto y lejano para mí». ¿Dónde terminará todo esto? Vivir para ver.

MITOS POPULARES DE JAPÓN. LEYENDAS DE TŌNO, Kunio Yanagita

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KUNIO YANAGITA, Mitos populares de Japón. Leyendas de Tōno, QuaterniSan Fernando de Henares, 2013, 200 páginas. Traducción de Mariló Rodríguez del Alisal.


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   En muchas zonas de Japón, a la hora del crepúsculo, mujeres y niños que están jugando en el exterior, desaparecen frecuentemente de forma misteriosa. En la casa de un campesino de Samuto, en el pueblo de Matsuzaki, una joven desapareció dejando sus sandalias de paja a los pies de un peral. Un día, treinta años después, cuando familiares y vecinos se habían reunido en su casa, la joven reapareció muy avejentada y demacrada. Cuando le preguntaron cómo había vuelto por allí, ella respondió:
   ―Solamente quería volver para ver a todos. Ahora me iré de nuevo. Adiós y que les vaya bien.
   Así volvió a desaparecer, sin dejar rastro alguno. Ese día el viento soplaba muy fuerte. Incluso en la actualidad, la gente de Tôno sabe que los días que sopla un viento fuerte cabe la posibilidad de que la anciana de Samuto regrese al hogar familiar.

LA GUERRA, Ana María Shua

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ANA MARÍA SHUA, La guerra, Páginas de Espuma, Madrid, 2019, 168 páginas.

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Nueva entrega de microrrelatos de la gran maestra actual del género en castellano.
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EN LA GUERRA Y EN EL AMOR

   En la guerra y en el amor, todo vale. Vale embaucar y mentir: el arte de la guerra es el arte del engaño, dice Sun Tzu. Vale atacar y destruir, porque quien no nos ama como amamos se transforma en enemigo. Todo vale menos arrastrarse, menos rogar, menos pedir perdón, menos entregarse, rendirse, acobardarse, todo vale, nada vale, en la guerra y en el amor, salvo matar. Porque la finalidad de la guerra no es la muerte, sino la derrota del enemigo y la finalidad del amor no es matar, sino apoderarse de su territorio. Y sin embargo...

ME ACUERDO, Jesús Marchamalo

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JESÚS MARCHAMALO, Me acuerdoPapeles Mínimos, Madrid, 2019.
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Me acuerdo de haber gritado, jugando al escondite: 'Por mí, y por todos mis compañeros. Y por mí el primero'.
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Me acuerdo de que cuando llovía, echaban serrín en el suelo de las tiendas. 
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Me acuerdo de los tacos del capitán Haddock en las aventuras de Tintin: «¡Ectoplasmas!, ¡Noctívagos!, ¡Batracios!, ¡Filoxeras!»
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Me acuerdo de haber quemado papeles con una lupa.
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Me acuerdo de que los perros de Chéjov se llamaban Bromuro y Quinina, y la gata de Cortázar, Flanelle. 
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Me acuerdo del UHF.
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Me acuerdo de jugar al ajedrez en el colegio, los sábados, y de que siempre faltaba alguna pieza. 
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Me acuerdo de a que Walt Disney le congelaron cuando murió.
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Me acuerdo de que cuando tenías hipo, te daban un susto. 

A MEDIA TINTA, Carlos Duguech

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CARLOS DUGUECH, A media tinta, La Aguja de Buffon, San Miguel de Tucumán, 2014, 96 páginas.
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FE DE ERRATAS

   Casi todos los detalles de la publicación estaban cuidados. Las pruebas de galera corregidas conforme al protocolo sugerido por el editor. Algunos de los poemas del libro tenían un agregado bajo el titulo que indicaba la dedicatoria del autor. A personas de su conocimiento, con las que habitualmente se encuentran y otras quienes habían sido parte de sus afectos a los que dedicaba el poema con el agregado de in memoriam.
   El día de la presentación del nuevo libro, y ante un grupo nutrido de invitados, el autor, y una buena parte de los asistentes se sorprendieron al ver que un hombre de dificultoso andar y de bastón, como cabe, devolvía el libro que acababa de adquirir. Y en tono de enojo exigió que se haga una fe de erratas.
   –¡Ya mismo, en la página 35, donde dice in memoriam, debe borrarse ese latinismo!
   Nadie entendió.
   El autor, sorprendido y preocupado preguntó:
   -¿Por qué?
   -Porque la dedicatoria que hiciste de ese poema fue para mí.

BREVEDADES, Varios Autores

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MARTÍN GARDELLA (selección y prólogo), Brevedades. Antología argentina de cuento re-breve,  Manoescrita, Buenos Aires, 2014.

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Martín Gardella es el responsable de la selección de estos 120 textos, firmados por 30 microrrelatistas argentinos: Eduardo Berti, Gabriel Bevilaqua, Raúl Brasca, Mónica Cazón, Sandro Centurión, Antonio Cruz, Julio Estefan, Carolina Fernández, Martín Gardella, Sergio Gaut vel Hartman, Eduardo Gotthelf, Leandro Hidalgo, Diego Kochmann, David Lagmanovich, Rocco Laguzzi, Mario Lillo, María Rosa Lojo, Eugenio Mandrini, Juan Manuel Montes, Ana María Mopty, Ildiko Nassr, Laura Nicastro, Juan José Panno, Roberto Perinelli, Juan Romagnoli, Ana María Shua, Franco Vaccarini, Luisa Valenzuela, Orlando Van Bredam y Fabian Vique. 
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EXTRAVÍOS DEL RESPETABLE

   Tras el sapo aullador que interpretaba "la donna é mobile", aparecieron un antílope tricorne al galope de sus seis patas, el último dragón liliputiense de las islas Fiyi arrojando a diestra y siniestra fogonazos de arcoíris y un querubín de pomposas alas negras que, entre cabriolas y risotadas, se esfumó en una nube con aroma a pachulí. La silbatina y los improperios no se hicieron esperar, y el artista, ante el temor de que las cosas pasaran a mayores, debió ser escoltado hasta las afueras de la ciudad.
   Si hay algo insoportable para ciertos públicos es que un mago no saque, como Dios manda, un conejo de la galera.

Gabriel Bevilaqua

CUENTOS REUNIDOS, Alberto Fuguet

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ALBERTO FUGUET, Cuentos reunidos, Literatura Random House, Barcelona, 2018.

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PERDIDO

   En un país de desaparecidos, desaparecer es fácil. El esfuerzo se concentra en los muertos. Los vivos, entonces, podemos esfumarnos rápido, así. No se dan ni cuenta, ni siquiera te buscan. Si te he visto no me acuerdo. La gente de por allá, además, tiene mala memoria. No se acuerdan. O no quieren acordarse.
   Una vez, una profe me dijo que estaba perdido. Le dije: para perderse, primero te tienes que encontrar.
   Luego pensé: ¿y si es al revés?
   Llevo quince años borrado. Abandoné todo y me abandoné. Tenía una prueba y no la di. Mi novia estaba de cumpleaños, pero no aparecí. Me subí a un bus que iba a Los Vilos. No lo tenía planeado. Sólo pasó. Pasó lo que tenía que pasar. Ya no había marcha atrás.
   Al principio, me sentí culpable; luego, perseguido. ¿Me andarán buscando? ¿Me encontrarán? ¿Y si me topo con alguien?
   Nunca me topé con nadie.
   El mundo, dicen, es un pañuelo. No es cierto. La gente que dice eso no conoce el mundo. El mundo es ancho y, sobre todo, ajeno. Puedes vagar y vagar y a nadie le importa.
      Ahora soy un adulto. Algo así. Ahora tengo pelo en la espalda y a veces el cierre no me cierra. He estado en muchas partes, he hecho cosas que jamás pensé hacer. Pero uno sobrevive. Uno se acostumbra. Nada es tan terrible. Nada.
   He estado en muchas partes. ¿Han estado alguna vez en Tumbes? ¿En el puerto de Buenaventura? ¿En San Pedro Sula? ¿Han estado alguna vez en Memphis, Tennessee?
   Seguí, como un cachorro, a una cajera de un K-Mart hasta El Centro, California, un pueblo que huele a fertilizante. El comienzo de la relación fue mejor que el fin. Después trabajé en los casinos de Laughlin, Nevada, frente al río Colorado. Viví con una mujer llamada Francis y un tipo llamado Frank en una casa al otro lado, en Bullhead City, pero nunca nos veíamos. Nos dejábamos notas. Los dos tenían mala ortografía.
   Una vez, en una cafetería de Tulsa, Oklahoma, una mujer me dijo que le recordaba a su hijo que nunca regresó. ¿Por qué crees que se fue? Le dije que no sabía, pero quizá sí.
   O quizá no.
   Terminé, sin querer, enseñando inglés a niños hispanos en Galveston. La bandera de Chile es casi igual a la de “Texas. Una de las niñas murió en mis brazos. Se cayó del columpio. La empujé demasiado alto y voló. Voló como dos minutos por el húmedo cielo del Golfo. Yo no quise herirla y, sin embargo, lo hice. ¿Qué puedes hacer al respecto?
   ¿Qué puedes hacer?
   ¿Han estado en Mérida, Yucatán? En verano hacen 48 grados y, los domingos, cierran el centro de la ciudad, para que la gente baile. A veces me consigo una muchacha y bailo.
   El año pasado decidí googlearme. Quizá me estaban buscando. No me encontré. Sólo encontré un tipo que se llama igual que yo que vive en Barquisimeto, Venezuela, y tiene un laboratorio dental. El tipo que se llama igual que yo tiene tres hijos y cree en Dios.
   A veces sueño que vivo en Barquisimeto, que tengo tres hijos, que creo en Dios. A veces sueño que me encuentran.

GREY, Alberto Chimal

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ALBERTO CHIMAL, Grey, Era, Ciudad de México, 2006, 90 páginas.
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UN AMOR

   En verdad él era dos hombres. Uno sentía el calor entre las piernas, veía ante sí los fantasmas de carnes desnudas, flores rojas, capullos del deseo, y entraba en el cuarto. El Otro salía del cuarto, tembloroso, con la vergüenza como escarcha sobre los hombros, y se tiraba al suelo, rezaba por su alma, pedía perdón por su debilidad, preparaba los látigos y los cilicios. 
   Por consiguiente, ella también era dos: una prístina virgen y una puta; la esposa fiel de un sátiro y la perdición de un casto. 
   Pero una noche, en el instante en que se abría la puerta de la habitación, el casto que salía volteó. Miró a la virgen, y se hablaron, y puestos de acuerdo huyeron juntos. Él se convirtió en numerario y ella se hizo monja. Y así los otros dos, abandonados, quedaron dueños de la casa, y nadie más habló mal de ellos, y fueron felices. 

BALADAS DEL DULCE JIM, Ana María Moix

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ANA MARÍA MOIX, Baladas del dulce Jim, Bartleby, Madrid, 2010, 84 páginas. Lectura de Pilar Adón.

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Las gaviotas volvieron al mediodía y bajo el sol nos asesinaron con razón: habíamos echado a perder la playa con tantos sueños.

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Tembló el mar como una golondrina cuando por fin comprendimos que no podíamos hacer otra cosa que vivir. Pero las ciudades estaban lejos y, como si una gran heladería hubiera caído a mis espaldas y me fuera imposible regresar, no puedo decir cuántos días tardé en averiguar que todas las calles desembocan en los muelles y qué triste es tener que abandonar las casas para que las paredes y los libros no nos ven llorar.

***

Lo descubrí con la frente apoyada en el escaparate de la pastelería y en los ojos blancos, increíbles, le reconocí: era Dios y estuve a punto de decírselo: Te ves más viejo desde la última vez. Pero me pareció tan triste que hice como si no lo conociera.


***

Un pájaro azul y el horizonte lejos. El mar que regresaba despacio a mis espaldas, sin alcanzarme nunca. Recogeré las flores en la arena como si fuera la primera vez que sueño sobre la playa.

LOS OFICIOS PERDIDOS, René Avilés Fabila

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RENÉ AVILÉS FABILA, Los oficios perdidos, Universidad Autónoma de Sinaloa, Sinaloa, 1988, 90 páginas.

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APUNTES PARA SER LEIDOS POR LOS LOBOS 

   El lobo, aparte de su orgullosa altivez, es inteligente, un ser sensible y hermoso con mala fama, acusaciones y calumnias que tienen más que ver con el temor y la envidia que con la realidad. El está enterado, mas no parece importarle el miserable asunto. Trata de sobrevivir. Y observa al humano: le parece abominable, lleno de maldad, cruel; tanto así que suele utilizar proverbios tales como Está oscuro como boca de hombre, para señalar algún peligro nocturno, o El lobo es el hombre del lobo, cuando este animal llega a ciertos excesos de fiereza semejante a la humana. 

UN EXTRAÑO ENVÍO, Julia Otxoa

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JULIA OTXOA, Un extraño envío (Relatos breves), Menoscuarto, Palencia, 2006, 168 páginas.

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LENGUAJE 

   Estamos los dos sentados en un pequeño plató de televisión, dos cámaras nos enfocan. El entrevistador me hace preguntas para un programa cultural al que he sido invitada como escritora. Él no escucha mis res-puestas, no parecen interesarle lo más mínimo; sólo espera a que yo termine de hablar para dispararme la siguiente pregunta, que lee nervioso de unos folios que mantiene sobre sus rodillas. 
   Así que, harta de este estado de cosas, en un momento de la conversación yo también desconecto, y cuando vuelve a preguntarme, contesto algo que no viene a cuento. Pronto mantenemos entre ambos una conversación totalmente absurda. 
   Extrañamente, es en ese preciso instante cuando el entrevistador y yo nos sentimos más próximos, tanto que incluso podemos llegar a vernos, arropados los dos en nuestros mutuos lenguajes sin sentido. 

EL PEZ QUE APRENDIÓ A CAMINAR, Claudia Ulloa Donoso

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CLAUDIA ULLOA DONOSO, El pez que aprendió a caminar, Estruendomudo, Lima, 2006, 150 páginas.

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07.02

   hoy ha llegado esta niña a mis manos y a mí me ha parecido un ángel. con el cuerpo frío sobre aquella cama de acero, la observo y me lleno de tristeza. está muerta, se ha suicidado esta tarde con ron y veneno para ratas. he abierto sus ojos y aún he visto brillo en sus pupilas. le he tocado las mano:. las tiene frías pero no tiesas, sino suaves y dóciles. en la comisura de sus labios tiene aún un poco de saliva casi plateada. yo sé que es un ángel, porque los ángeles están por todas partes. pero en la cafetería de la morgue muchos dicen que ella era una prostituta. dicen que llegó en un vestido rosa, escotado y pegadito. vulgares todos, dicen que se le veían las tetas bien apretaditas y el culo grande con las nalgas marcadas sobre la tela. yo la he visto desnuda. su silueta solo marcaba una sombra gris sobre el brillo del acero, resaltaba en ese espacio helado de la cámara frigorífica. es un ángel, insisto, pues nadie ha venido a recogerla. los ángeles siempre andan solos. los ángeles no tienen familia. 

LEVITACIONES, Solange Rodríguez Pappe

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SOLANGE RODRÍGUEZ PAPPE, Levitaciones, Micrópolis, Lima, 2019.

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ROMPER EL SILENCIO

   La pareja con problemas de comunicación se decidió a romper el silencio. Lo rompieron con las uñas, con los dientes a desgarrones, a codazos y a puño limpio. Aporrearon al maldito silencio. Hicieron un agujero de bordes irregulares y pasaron heridos al otro lado. Después se miraron vacíos. Del otro lado del silencio tampoco tenían nada que decirse. 

SOBRE NUPCIAS Y AUSENCIAS, Y OTROS CUENTOS, Lenito Robinson-Bent

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LENITO ROBINSON-BENT, Sobre nupcias y ausencias, y otros cuentos, Ministerio de Cultura, Bogotá, 2010, 130 páginas.

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DILE QUE... ME MORÍ DE VIEJA

   «Dile que... me morí de vieja». Y estoy esperando con el lápiz sostenido a una cierta distancia sobre el papel, mirándola fijamente con la esperanza de ver alguna señal de retractación, aguardando q1ue ella corrija la fórmula de introducción de la carta. Ella se da cuenta de mi vacilación. «Eso mismo. Dile que me morí de vieja». Ella permanece inmóvil en la antigua mecedora de mimbre mientras medita y sopesa cada palabra antes de dictarla. «Tal vez con esa frase logre deshelarle ese corazón de mármol». Yo me apresto a transcribir la frase cuando me interrumpe. «No pongas esto». No lo transcribo y quedamos en silencio, ella meditativa, yo expectante. «Dile que tengo noventa años, con un pie en la iglesia y el otro en el cementerio, y el corazón con él. Ya no veo casi nada, solo masas, masas grandes y amorfas rodeadas de sombras; tengo telarañas creciendo en los ojos. Dile que no recuerdo muy bien cómo es su cara; debe haber cambiado mucho y no lo reconocería aunque no fuera cegata...». Una larga pausa, un suspiro profundo, otra pausa corta. «No escribas esto. Tengo que tratar de revolver el recuerdo para ver si encuentro algo útil para poner en esta última carta, porque tú te vas pronto y no habrá quien me haga otras líneas... Aquel domingo por la noche llegó corriendo a casa, casi sin aliento; tenía mucha prisa porque se embarcaba al alba. Tendría unos veintitrés años bien cumplidos y un sueño loco mal guardado. Dijo que quería escaparse del servicio militar. Yo me opuse tajantemente a su decisión, sin embargo él estaba dispuesto contra viento y marea a dejar atrás mujer, hijos y madre, y esa noche se embarcó al silencio. Prometió escribir y enviarme muchas cosas, promesa que cumplía sagradamente al comienzo de su ausencia, luego lo hacía de cuando en cuando, y ahora, nada. Nada. Dile... –me sobresaltó por estar concentrado en el relato y distraído en sus gestos dignos de lástima– que su hijo mayor contrajo matrimonio, que el otro ya se fue de casa como él. Dile que la casa se me está cayendo encima, está podrida la madera y el techo gotea; cuando llueve duermo de pie en el rincón donde él tenía su cama, si aún lo recuerda; que los lagartos anidan en la almohada donde pongo la cabeza, el verano sol, el invierno lluvia... dile que estoy decrépita, ya no soy la madre grande y fuerte que cargaba con los tres hermanos cruzando el arroyo para llevarlos a la escuela. Tiene que venir a verme, me va a encontrar como una ciruela pasa llena de canas y caspas». Trato de moderar la expresión, ella ve que yo vacilo. «Dile eso mismo». Sin arrepentimiento lo escribo. «Pregúntale qué le he hecho para merecer tanto olvido. Todavía tengo limpia mi conciencia de buena madre. He perdido todo menos eso. Recuérdale que también le fui un padre tierno. Madre, padre y mártir en una sola víctima; sí, mártir del recuerdo del sufrimiento, de la espera. Dile que nunca le pude presentar a su padre sino por vagas descripciones, no porque no lo conociera, sino que la voluntad de Dios me lo impidió». Hace una pausa larga mientras mira lejos sobre el mar como si escrutara los arrecifes lejanos para señalar algo, pero ya no ve nada. Y yo la miro callada y fijamente; veo en los bordes de sus ojos, por entre las pestañas canosas dos gotitas de lágrimas empezar a descender lentamente. Hay una pausa larga.
   «No escribas esto. Su padre salió una noche a pescar. Soplaba el viento del norte; yo dormía y soñé con él, cosa rara en ese tiempo. En el sueño escuché el ruido acostumbrado de los canaletes al ser descargados encima del techo de zinc de la cisterna, abrí la ventana y allí estaba él parado en el patio, vestía un viejo pantalón de paño negro y una camisa escocesa roja, estaba descalzo, con la cara pálida y triste, y flotando a media yarda sobre el suelo. Me desperté a la deriva en un sudor espeso, y delirando de pesadilla. Me costó tiempo y trabajo llegar a acertar si fue un sueño o si fue de verdad que lo había visto y oído todo, luego me quedé acostada, temblando y así permanecí hasta el amanecer, pensando en él, esperándolo a sabiendas de que no volvería, y desde aquel día, aguardando sin esperar a nadie, y cuando los hijos crecieron yo nunca encontré la forma de juntar las palabras para decirles cómo era su padre. Solo pude decirles que él era bueno y los quería a todos... Aquí todo llega por mar y por mar se va».
   «Dile que si cree en Dios, por favor venga a verme, no por mí, sino por él. Que todos mis hermanos y hermanas se han muerto, los nietos se fueron de casa y me he quedado completamente sola en este mundo poblado de sombras; ya no me acuerdo de casi nada, a veces me paso la noche entera buscando a tientas la cajita de fósforos para encender la linterna de queroseno, me voy tropezando con sillas, mesas, camas, y luego de la búsqueda infructuosa me acuesto en la oscuridad para darme cuenta solo al día siguiente de que durante todo ese tiempo la tenía crispada en la mano. También estoy perdiendo la cabeza, confundo nombres con fechas y números con lugares. Dile que... anoche vino su padre –detengo el lápiz y la veo dormitando– dile que vino su padre con los canaletes al hombro y los sedales en la mano y los puso encima de la cisterna; llegó empapado y se metió en mi cama debajo de la cobija, dijo que tenía frío y sueño, se sentía solo. Preguntó por qué no has venido aún. Los dos queremos verte, pero mucho. Dile que... el pastor de la escuela dominical pregunta por él, que repase las lecciones, que venga con los zapatos embolados...». La despierto de sus sargazos de delirio con el fin de avisarle de la terminación de la carta. Abre los ojos y asiente con un movimiento de cabeza sin mirarme. Comienzo a escribir el sobre y veo que ella llora en silencio, sus dedos tiemblan sobre los brazos de la mecedora. Doblo el pliego de papel en cuatro, lo meto en el sobre y cuando procedo a cerrarlo ella me interrumpe con sus sobresaltos y su gesto consternado: «Se me olvidó algo. Dile que me morí de vieja». No se te olvidó –le digo cariñosamente– con eso mismo empezamos la carta.

CABELLOS REVUELTOS, Akiko Yosano

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AKIKO YOSANO,  Cabellos revueltos, El Hilo de Ariadna, Buenos Aires, 2018, 152 páginas. Traducción de Alberto Silva.

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Entre los pliegues
del kimono, secreta,
se mete la luciérnaga,
azul como la brisa
cuando anochece.

LISTA DE LOCOS Y OTROS ALFABETOS, Bernardo Atxaga

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BERNARDO ATXAGA, Lista de locos y otros alfabetos, Xordica, Zaragoza, 2019, 284 páginas.
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AZAR 

   Es una voz antiquísima que tiene su origen en la flor —zahr en árabe— que solía figurar en una de las caras de los dados de juego. Contra lo que pudiera parecer, la flor era fatal, y el jugador que la sacaba del cubilete quedaba inmediatamente eliminado; de ahí que zahr pasara a designar lo fortuito que da lugar a las desgracias, y que se convirtiera al fin en un símbolo de la malignidad del destino. Con los años y los siglos, la palabra pasó de la mesa de juego a la mesa de la vida, y con cierta facilidad además, debido sobre todo a que el terreno estaba ya preparado por las metáforas que aseguraban que ambas cosas —la vida, el juego de dados— participaban de la misma materia. Después, con más años y más siglos, los (dados cambiaron de figuras, y la flor desapareció. Perduró en cambio la palabra: sucedió por azar, decimos ahora refiriéndonos por ejemplo a un accidente de tráfico, y lo que queremos decir es que no hubo culpables, que el accidente sucedió porque sí, porque tenía que suceder. Con todo, bastaría que aguzáramos la vista para percibir, alrededor de cualquier desgracia, la sombra de una flor maligna...

HAIKUSNORA, Mª Esther García López

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MARÍA ESTHER GARCÍA LÓPEZ, Haikusnora. Haikus, Setentayocho, Oviedo, 2019. Ilustraciones de Deva Formariz García, Nora Formariz García y Leo Formariz García.
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El petirrojo
dormido en mi ventana
sueña con hojas.

BIBLIOMANÍAS, Laura Pacheco & The Wild Detectives

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LAURA PACHECO & THE WILD DETECTIVES, Bibliomanías, Pepitas & WD, Logroño, 2019, 96 páginas.
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Laura Pacheco dibuja y Nadrés de la Casa-Huertas y Javier García del Moral escriben historias inspiradas por los lectores de la librería The Wild Detectives (Dallas).
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CUENTOS, Gianni Rodari

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GIANNI RODARI, Cuentos, Edebé, Barcelona, 2005, 190 páginas.

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EL MANITAS

   Lejos, lejos, muy lejos, más allá de los océanos y de todos los mares, más allá de los lagos y de todos los ríos, incluso más allá de las montañas de cristal y de bizcocho, y aún un poco más lejos, vivía una vez un carpintero.
   Este carpintero había aprendido tan bien a hacer herrajes que ningún sastre del mundo habría podido superarlo. Tejía hogazas y cacerolas como ningún otro carretero en el universo y, por decirlo en pocas palabras, era el mejor de todos los curtidores.
   Y cuando enganchaba los caballos podía decir enseguida, mirando a los terneros, qué cerda estaba a punto de parir gatitos.
   ¡Menudo manitas era!

SOBERANÍA DEL VACÍO, Christian Bobin

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CHRISTIAN BOBIN, Soberanía del vacío, La Cama Sol, Madrid, 2019, 56 páginas. Traducción de Javier Santiso.

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Suficientemente solo para no estarlo nunca.
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Le doy vueltas a una salida. Dejar que los astros vayan a lo suyo en el cielo interior. Una salida.
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Los pensamientos reales, los pensamientos quemados. Los que te matan.
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Ese espacio invisible sobre la página blanca y negra: una llanura de silencio.
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En un instante perdemos esa ignorancia que aprendimos, esa indigencia mental.
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Los grandes desfiladeros de luces en el páramo del cielo.
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En cuanto a las palabras escritas sobre estas páginas: un puñado de hierbas, recién cortadas en el verde de la memoria.

LA MANIPULACIÓN DEL LENGUAJE, Nicolás Sartorius

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NICOLÁS SARTORIUS, La manipulación del lenguaje. Breve diccionario de los engaños, Espasa, Madrid, 2018, 280 páginas.
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PROTOCOLO 

   Según la cuarta acepción de la Real Academia Española, «secuencia detallada de un proceso de actuación científica, técnica, médica, etcétera». Es decir, se supone que ante cualquier fenómeno o acontecimiento sobre el que hay que tomar medidas,se sigue un proceso de actuación correcto de acuerdo a criterios científicos o técnicos. Pues bien, cuando usted tenga ocasión de leer u oír en un medio de comunicación, en boca de alguna autoridad —de cualquier rango— y ante una situación catastrófica —de cualquier tipo—, como un incendio, una inundación, un derrumbamiento, etcétera, que se «ha seguido el protocolo establecido», entienda, por lo general, todo lo contrario y estará más cerca de acertar. En primer lugar, porque nunca se explicita en qué consiste el referido protocolo, lo que hace inviable saber si se actuó conforme al mencionado expediente o si sucedió todo lo contrario. En segundo lugar, porque cuando la autoridad competente —aunque sea incompetente— arguye, en descargo de su responsabilidad, que se actuó conforme al «protocolo establecido» para el evento en cuestión, es debido a que el resultado ha sido un desaguisado y se desea eludir, prima facie, las posibles responsabilidades, ya sean administrativas o penales, amparándose en el escudo del susodicho protocolo. 
   Esto es así porque cuando se ha reaccionado con prevención y diligencia ante el fenómeno o hecho desgraciado, evitando los males que podían derivarse de él, no es necesario invocar protocolo alguno. De esta suerte, cuando un maltratador acaba asesinando a su víctima, cuando un autobús escolar se despeña por un barranco, cuando los incendios se multiplican por múltiples zonas de Galicia —como sucede todos los años—, cuando las inundaciones anegan ciudades y los recursos tardan en llegar, la primera reacción de toda autoridad que se precie es afirmar que se han cumplido los «protocolos». Documentos tan misteriosos como Los protocolos de los sabios de Sion. Sería menester, por lo tanto, que cuando acontezca cualquier tipo de suceso desgraciado, se publicitasen tan importantes documentos de los que, de existir, nuestra salud y nuestra salvación dependerían.

CARICATURAS DE GRANDES CREADORES DE LA MÚSICA CLÁSICA, Pablo Morales de los Ríos

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PABLO MORALES DE LOS RÍOS, Caricaturas de grandes creadores de la música clásica, Libros.com, Madrid, 2018, 308 páginas.

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La caricatura no siempre es un arte menor. Morales del Río señala en La caricatura: humor a tomar en serio (pp. 11-13) que la caricatura «puede ser intelectual sin caer en lo pedante; ser mundana sin dejar de ser universal; ser cómica sin volverse idiotizante; ser satírica sin caer en lo malicioso; y ser seria, sí, sin dejar de hacer reír». 
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WEILL, KURT [1900-1950]

   Compositor estadounidense de origen alemán, su contacto con la música popular y su vanguardismo dieron lugar a originales obras escénicas de temática contemporánea.
   Nació en Dessau, Alemania, en el seno de una familia judía. Su padre era cantor en una sinagoga, algo que le hizo entrar muy pronto en contacto con la música. Estudió en Dessau y en Berlín, donde fue discípulo de Engelbert Humperdinck y Ferruccio Busoni. Con poco más de 25 años estrenó en Dresde su primera ópera. Junto al poeta y dramaturgo alemán Bertolt Brecht dio con una nueva forma de teatro musical al crear dos obras satíricas de fama internacional: La ópera de los tres centavos (1928), una moderna revisión de La ópera del mendigo compuesta en 1728 por el británico John Gay; y Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny (1929). Por aquella época también compuso obras sinfónicas e instrumentales derivadas de la atonalidad y el expresionismo de Arnold Schonberg. Prohibidas por los nazis y tildadas de subversivas y decadentes, estas composiciones le obligaron a exiliarse. Junto a su esposa Lotte Lenya (1898-1981), actriz y cantante que interpretó muchas de sus obras, se trasladó a París ante el ascenso de Hitler al poder. Residió luego en Londres y en Estados Unidos, donde compuso varios musicales de Broadway. Murió de un ataque al corazón un mes después de cumplir los 50 años. mientras trabajaba en una versión musical de Huckleberry Finn de Mark Twain. Su música estuvo ligada a los mejores dramaturgos de su época. Influida por el lieder alemán y el jazz y la canción popular, estaba en continua evolución, y hasta bandas como The Doors llegaron a versionarla. Y todo iba bien, siempre y cuando el público atendiera  a las notas y no le mirara fijamente.

Obra destacada 

Sinfonía N.° 1
Das Berliner Réquiem (Cantata). 
La ópera de las tres centavos (Musical teatral). 
Lost in the Stars (Musical teatral). 
Ascenso y caída de la ciudad de Mahagonny (Ópera).