FERNANDO QUIÑONES, La Guerra, el Mar y otros Excesos, Emecé, Buenos Aires, 1966, 145 páginas.
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De los trece relatos que contiene, cuatro son microrrelatos.
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LOS TRES HOMBRES JUSTOS
Y a los tres días de camino encontró el Señor a tres camelleros que corrieron hacia Él con humilde y ardiente amor, y se sintió hambriento de concederles una, gracia.
Y el primer. camellero se llamaba Jazid, y era negro y de muy alta estatura y nacido en la mayor de las siete praderas que rodean el desierto de Lozothar. Y el Señor se dirigió a él preguntándole qué haría a un hombre que se lleva una sierpe a la cara. Y le respondió Jazid que huir de él, sin hacerle mal.
Y el segundo camellero, Galaad, tenía las manos como dos bueyes, y el Señor se dirigió a él preguntándole por las tierras de los vecinos de sus bisabuelos. Y le contestó GaIaad que eran muy ricas en frutos y en miel, de que los vecinos obsequiaban a su gente.
Y Terneth, el tercer camellero, que era pequéño y oscuro corno las aceitunas caídas, no había oído nunca, hablar del amor. Y el Señor le preguntó si, además de ello, existía algo que no conociera bien, a lo que Terneth, con lágrimas en los ojos, respondió.
—Oh, Señor, no había una sola cosa que yo conociera bien, pues desde que era niño no sé sino de echar de comer a los camellos y de andar con las caravanas. Y ni siquiera puedo decir
que entiendo de camellos, pues se me han muerto muchos de los que crié, sin yo poder sanarlos ni saber de qué morían.
Y el Señor, tornándoles los rostros sudorosos, no sabía por cual de los tres camelleros había más bien venido al mundo, y se alejó de ellos con una tristeza callada porque, como Jazid, no se podía limitar a huir del mal sin atacar al que lo llevase, ni era capaz, como Galaad, de sentir la carrera del Tiempo igual que un hombre cualquiera, y padecerla y tratar de oponerle la memoria, ni tampoco podía ignorar las cosas, como Terneth.