50 C0NSEJOS PARA SER ESCRITOR, Colum McCann

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COLUM MCCANN, 50 consejos para ser escritor, Seix Barral, Barcelona, 2018, 222 páginas.

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Escribe McCan en Los éxtasis indecibles (pp. 9-17): «Uno de los mejores lugares en donde podrá encontrase el joven escritor será delante de una pared en llamas, sólo provisto de las virtudes del vigor, el deseo y la perseverancia para catapultarse hasta el otro lado».
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LEE EN VOZ ALTA

Para mí, el mayor placer de la escritura reside no tanto en lo que se escribe como en la música de las palabras. 
Truman Capote

   Conversa con lo que has escrito. Lee tu trabajo en voz alta. Pasea por tu casa y ábrete paso a través del techo. De todos modos, el cielo siempre sera más interesante que cualquier techumbre. Así que no te limites a susurrarlo: proclámalo en voz ALTA. Arriésgate a avergonzarte. Acepta que te machaquen. Déjate la garganta en tu trabajo.
   Puede que tu pareja, tu compañera de piso, tu amiga o tu hijo piensen que has perdido la chaveta, pero eso es estupendo —al fin y al cabo, la cordura esta sobrevalorada.
   Necesitarás escuchar la cadencia de tus palabras. Las repeticiones. Su asonancia. Las aliteraciones. Las onomatopeyas. La musicalidad de todo ello. Sé John Coltrane. Toni Morrison. Gérard Manley Hopkins. Encuentra la naturaleza de tu lenguaje. Crea palabras nuevas. Encuentra el jazz infinito. Descubre los amaneceres moteados.
   Cuando lees en voz alta, escuchas la intención original. Ves dónde funciona la musicalidad y dónde se pierde. Descubres el ritmo, o su ausencia. Y destapas rimas. Y también te topas con muchos errores. Que descubrirlos te haga feliz. Somételos al bolígrafo rojo. Táchalos. Encuentra una nueva palabra o una serie de palabras nuevas. Y entonces vuelve a leer en voz, una vez, hasta que funcione. Conviértete en el actor que siempre has querido ser. Da con la música adecuada: rap, funk o foxtrot, es lo de menos. Registra tu voz con una grabadora si tienes que hacerlo. Escúchala de nuevo. Deja que tus frases formen un paisaje. Puede que la sensación de júbilo exija una larga frase loca y agramatical que discurra irreflexivamente y sin aliento sobre yeahs sin cuidado ni medida simplemente por el puro arrebato de desplazarse como si hubiese un caballo galopando por debajo de las palabras. La tristeza, por otro lado, necesitará ser brusca. Afilada. Oscura. Estar sola.
   Leer en voz alta también te llevará a lugares nuevos. De repente estás fuera de casa. Te diriges a un sitio nuevo. No tengas miedo de perderte. Viaja tan lejos como te sea posible. Encuentra el crepúsculo y las tinieblas. Llénate los pulmones de ellos. Es la única manera de negociar con la luz. Preocúpate. No pasa nada. Lo oscuro también es algo que habrá que sondear.
   Brecht se preguntaba si alguien cantaría durante las épocas de oscuridad y se respondió que sí, que habría quien cantaría sobre las épocas de oscuridad.
   Ciertamente, las épocas oscuras existen: sé agradecido. Cántalas.

CONVERSACIONES CON MI ANIMAL DE COMPAÑÍA, Francisca Aguirre

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FRANCISCA AGUIRRE, Conversaciones con mi animal de compañía, Ediciones Rilke, Madrid, 2013, 88 páginas.

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A veces camino por mi casa como caminan los insectos, es decir, como supongo que caminan los insectos; para decirlo mejor, con el aturdimiento y la ignorancia propios de quien no sabe dónde está. Porque, imagino que el sitio de una cucaracha no es el páramo frío de las baldosas, ni la superficie resbaladiza de los azulejos. ¿Cómo es posible que estemos todos tan descolocados? ¿Qué hace una cucaracha en un bonito apartamento? ¿Y qué hago yo departiendo con una cucaracha? ¿Qué haces tú por aquí, sin nada que llevarte a la boca? El bicho me contempla un instante y luego, en un tono más bien irónico, me dice: aproximadamente lo mismo que el mendigo que duerme en los soportales de la Escuela de Minas, y un minuto después desaparece por la ranura del friegaplatos. Para que luego digan que lo de todos los días es muy aburrido...

CUENTOS MÁGICOS Y DEL INTRAMUNDO, Alejandro Jodorowsky

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ALEJANDRO JODOROWSKY, Cuentos mágicos y del intramundo, DeBolsillo, Barcelona, 2010, 208 páginas.

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TESTARUDO

   Horadó el fondo del abismo para poder continuar su caída. 

EL TIEMPO. TODO. LOCURA, Mónica Carrillo

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MÓNICA CARRILLO, El tiempo. Todo. Locura, Planeta, Barcelona, 2017, 432 páginas.

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Hombro de mi vida 
Hambre de unos ojos 
que comían
Hembra en tu luz
y en tus sombras
Mi hombre,
tú 
Umbral de entrada 
y salida

ESTA ES MI NATURALEZA, Karla Gabriela Barajas Ramos

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KARLA GABRIELA BARAJAS RAMOS, Esta es mi naturaleza. Minificciones, Editorial Surdavoz, Tuxtla Gutiérrez, 2018.
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REGALO DE NAVIDAD

   Su mamá le explicó que Santa Claus no se lo podía traer. El niño dijo:
   —Él es un ser mágico que concede deseos si te portas bien el año entero, no mientes y sacas buenas calificaciones. Él todo lo puede, todo lo da.
   La mamá incrédula se desmayó cuando vio la mirada tétrica de su difunto esposo parado junto al árbol de Navidad.
   —¡Ves, mamá, te dije que Santa Claus me lo traería!

CUENTOS DEL ARMARIO, Victoria García Jolly

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VICTORIA GARCÍA JOLLY, Cuentos del armario, Universidad Autónoma de Aguascalientes, Aguascalientes, 2017, 144 páginas.
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SOBRE SIRENAS

   Las sirenas pueden ser bondadosas o perversas. No importa si tienen cuerpos de gallina o colas de pez, todas viven frustradas al no tener vagina. Viven permanentemente tristes e impenetradas a pesar de su rara belleza. Su canto es una suerte de lamento para despertar la ternura, la admiración o el deseo de los hombres. La dulzura que emana de sus voces demanda piedad y amor. Pero, tarde o temprano, todo concluye en tragedia: sea con la muerte de los marineros o con su eterna virginidad a cuestas. ¿Alguien las ha escuchado reír?

EL PAÍS DE LAS PALABRAS, Daniel Morzinski

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DANIEL MORZINSKI, El país de las palabras, Roca Editorial, Barcelona, 2005, 180 páginas.

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Subtitulado Retratos y palabras de escritores de América Latina (1918-2005), dedica entradas desde Héctor Abad Faciolince a Carmen Yáñez. José Manuel Fajardo en El ojo que escribe (pp. 10-13) señala que el fotógrafo Daniel Morzinski «sabe mirar dentro de la mirada ajena». Los textos que acompañan a las fotos son de los autores fotografiados.
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ADOLFO BIOY CASARES

RAZONANDO UN AMOR

No creo que sea tan sólo por el pan y por el agua que yo quiero a Francia. 
Desde luego me gustan los petits pains, los longuets y las baguettes y no hay agua como la Badoit, si no es la de Evian; pero me cuesta creer que estos elementos esenciales basten para explicar el bienestar que Francia me depara.
Con el país, con su gente y con su literatura congenio. Al país lo he recorrido y puedo afirmar que en el norte, en el centro y en el sur me sentí a gusto; pero si debiera decir qué región prefiero, con la pena de renegar de las demás y de París, que me deslumbra y que amo, yo murmuraría: Pau y el resto del Bearn.

EL HOMBRE ALEGRÍA, Christian Bobin

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CHRISTIAN BOBIN, El hombre alegría, La Cama Sol, Madrid, 2018, 80 páginas.
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La obra del pintor y grabador José María Sicilia acompaña a la traducción que Victoria Gómez Casado realiza de un nuevo "pedazo de cielo azul. Eso es lo que nos ofrece Christian Bobin en este libro. Incluso nos abre el cielo entero".
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Escribir es dibujar una puerta en un infranqueable, y luego abrirla.
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Sueño con un librito duro como el cráneo rajado de un niño preso pero cuya fontanela todavía estuviera abierta.
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La dulzura de aquel poema era tan grande que cuando acabé de leerlo mi cuerpo ya no existía.
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Al ver un milagro la mayoría cierra los ojos.
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Las flores de cerezo condenadas a muerte se ríen a carcajadas.
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El silencio, ese regalo de los ángeles que ya no queremos, que ya no intentamos abrir.
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Los muertos son gente rara. Sus párpados son pesados como piedras de monasterio. Se diría que están cautivos en una lectura indescifrable para nosotros.
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Agarré la mano del diablo. Debajo de sus uñas negras he visto la luz.
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Escribiendo a mano cuento las ovejas que no tengo.

LOBA, Varias Autoras

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VARIAS AUTORAS, Loba. Antología moderna de hijas artistas, Mueve tu lengua, 2018, 126 páginas.
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Miriam Cebriano escribe en el Prólogo (p. 9): «Hablar de igualdad es prevenir que la desigualdad de género exista.» Participan de este libro treinta y siete mujeres: desde Ana Milán a Vanessa Borrell.
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LA CELESTINA

   Madre no hay más que una, eso es verdad. Una madre y sus alrededores. Aldeas físicas y emocionales que se van colocando en su lugar a medida que creces, y que las experiencias de tu vida te van dando respuestas a las preguntas que te planteaban las experiencias de la suya. Alguna vez, de niña, cansada de pasar las tardes entre camerinos haciendo los deberes o de no encontrarla al llegar del colegio, haciéndome un bocadillo de Nocilla, añoré una madre normal, con horarios fijos y menos sueños, con la cuchara en el puchero y los fines de semana libres. Pero no. La mía vivía entre bambalinas y Estudios 1, estudiaba a Lorca por los pasillos, cantaba como Dios y hacía la mejor vichyssoise del mundo. Elegante, bellísima, hipersensible y tremendamente capaz. De todo. De trabajar 30 horas diarias, de besarnos hasta dejar de respirar, de cruzarse España para controlar tu varicela, o de parir memorizando a Camus. Ausencias, sí, pero también presencias llenas de sentido y de una carga de valores tan férreos como su propia perseverancia. La misma que la lleva a estrenar hoy, a sus 78 años, La Celestina. Porque este oficio suyo, nuestro, te mantiene tan vivo como tu cuerpo aguante, tan lejos como puedas, meciendo tu latido. Porque sin él, se apaga antes. Seguro. Y ahí estamos, viviendo los nervios de otro estreno, otra vez, toda la familia. Porque si sube uno, subimos todos. Y a una edad en que supuestamente tendría que estar haciendo bizcochos a sus nietos, (que también los hace, y muy ricos, por cierto), lleva un año paseando a Fernando de Rojas por los escenarios. Gemma Cuervo. Mi madre. Que dicen que no hay más que una, pero me van a permitir la osadía de pensar que en ella hay tres o cuatro, como mínimo. Vicenta, Laurencia, Celestina o Desdémona conviven con la madre, la abuela, la intelectual, la intuitiva, la entusiasta, la popular, la sofisticada, la divertida, la que cuida a mi padre sin mirar atrás, la que se ríe a carcajadas o la que llora por todo. Y siendo madre yo, he comprendido tantas cosas y he agradecido tantas otras, he colocado tanto en s u lugar, que hoy sé que sin ella, sin sus cimientos, sin sus garras de leona contra quien se atreve a tocarnos, sin su inamovible seguridad sobre lo primordial o lo secundario, sin su solidez y su sutilísima altura, nuestro mapa sería otro mucho menos interesante.

EN LA COCINA CON KAFKA, Tom Gauld

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TOM GAULD, En la cocina con Kafka, Salamandra, Barcelona, 2018, 160 páginas.

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DICCIONARIO GENERAL DE CITAS, Gregorio Doval

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GREGORIO DOVAL, Diccionario general de citas, Círculo de lectores, Barcelona, 1994, 446 páginas.
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En el Prólogo (pp. 7-8) Doval recoge la afirmación del orador ateniense Isócrates (S IV a.c.): «una colección de bellas máximas es un tesoro más apreciable que las riquezas».
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Es imposible ocultar el amor en los ojos del que ama.
John Crowne
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Los hombres inteligentes quieren aprender; los demás, enseñar.
Anton Chejov
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El cobarde sólo amenaza cuando está a salvo.
Johann W. Goethe
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En la cólera nada conviene más que el silencio.
Safo
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Pierdo el deseo de lo que busco, buscando lo que deseo.
Antonio Porchia
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El verdadero dolor es el que se sufre sin testigos.
Marcial
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Lo que importa es tener sed.
Georges Duhamel

HISTORIAS DE ANIMALES DEL MUNDO, Ángela McAllister

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ÁNGELA MCCALLISTER, Historias de animales del mundo, SM, Madrid, 2018, 128 páginas.

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Subtitulado 50 cuentos y leyendas tradicionales, contiene relatos de los cinco continentes ilustrados por Aitch.
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CÓMO EL CANGURO CONSIGUIÓ SU BOLSA
[Cuento australiano]

   Un día, una madre canguro estaba vigilando a su cría cuando vio un viejo wombat que se tambaleaba entre la maleza.
   —Estoy muy débil —gimió el wombat—. Tengo hambre y sed. No me queda nadie en el mundo.
   La canguro se apiadó de él.
  —Yo te cuidaré —le dijo—. Te llevaré al arroyo para que puedas beber y comer hierba fresca.
  Le indicó al viejo wombat que se agarrase a su cola y, como sus bracitos eran demasiado cortos para llevara su cría, le pidió que la siguiera. Luego, echó a andar lentamente hacia el arroyo.
  La cría empezó a seguirla; pero era un cangurito muy curioso, y pronto olvidó las instrucciones de su madre. Mientras el wombat bebía y comía, la canguro buscó a su hijo con la mirada y no lo encontró.
  De pronto, la canguro divisó un cazador en las cercanías y se dio cuenta de que su nuevo amigo corría un gran peligro.
  Pateó el suelo para atraer la atención del cazador, y luego escapó a grandes saltos para alejarlo del pobre e indefenso wombat. El cazador trató de perseguirla hasta que, por fin, agotó sus fuerzas y abandonó la caza.
  La canguro regresó al arroyo, y allí, aliviada, encontró a su cría dormida bajo un eucalipto. El wombat, sin embargo, no aparecía por ninguna parte.
  Entonces, ante la canguro aparecieron los Espíritus Celestes.
 —El Padre del Cielo se disfrazó de wombat para averiguar cuál es la criatura más bondadosa —explicaron— Tú fuiste la única que se apiadó de él, y en recompensa, te envía este regalo.
  Los Espíritus le ofrecieron un delantal de corteza de eucalipto. Pero, cuando la canguro se lo ató a la cintura, ¡se convirtió en una bolsa para guardar a su cría!
  Y desde entonces, todas las madres canguro han tenido una bolsa así.


ASPAVIENTOS, Alejandro Susti

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ALEJANDRO SUSTI, Aspavientos, Borrador Ediciones, Lima, 2016.

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PELÍCULA MUDA

   Cual arácnido silencioso, la nave posó delicadamente sus extremidades sobre la superficie de la luna. Minutos después, la cámara mostró cómo, por una oblicua escalera, descendía el perfil difuso de un astronauta. Blandiendo una bandera de hojalata, el hombre holló el blando y virgen polvo de la luna y, algunos metros más allá, procedió a clavar su tosco estandarte bajo el desolado paisaje de cráteres y estrellas. Luego, brincando a intervalos, se adentró en la distancia mientras exclamaba una frase absurda y desaparecía poco a poco empequeñecido por el horizonte. De pronto, desde la Tierra, los televidentes contemplaron horrorizados cómo la mortecina cara de la luna se abría como una portentosa mandíbula y se tragaba de un bocado al pequeño astronauta. Inmediatamente después, la programación cedió paso a un comercial de una pasta dentífrica.

DEDICATORIAS, Diana Quintana Serrano

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DIANA QUINTANA SERRANO, Dedicatorias, Amaru, Lanús, 1986.
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¿Se dará cuenta el avaro de que la tumba cubierta de oro puede quebrarle el esqueleto?
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La mentira duele más cuando es verdadera.
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El amor y el materialista son difíciles de unir. Quien ama entrega todo sin mirar, el materialista primero lo pesa todo.
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Una gran idea puede encontrarse en un cerebro pequeño. En un gran cerebro no entran ideas pequeñas.
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La fe de los incautos es la fortaleza de los infames.
No hay sabiduria comparable a la naturaleza, ni el sabio puede prescindir de ella.
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El poeta no duerme porque su vida es un sueño.

LO MEJOR DE FREDRIC BROWN

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ROBERT BLOCH (ed.), Lo mejor de Fredric Brown, Ediciones B, Barcelona, 1988, 368 páginas.
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EL FINAL

   El profesor Jones había trabajado en la teoría del tiempo a lo largo de muchos años.
   —Y he encontrado la ecuación clave —dijo un buen día a su hija—. El tiempo es un campo. La máquina que he fabricado puede manipular, e incluso invertir, dicho campo.
   Apretando un botón mientras hablaba, dijo:
   —Esto hará retroceder el tiempo el retroceder hará esto —dijo, hablaba mientras botón un apretando.
   —Campo dicho, invertir incluso e, manipular puede fabricado he que máquina la. Campo un es tiempo el. –Hija su a día buen un dijo—. Clave ecuación la encontrado he y.
   Años muchos de largo lo a tiempo del teoría la en trabajado había Jones profesor el.
   Final el.

CAMPO DE ESTRELLAS, J.V. Barcia Magaz

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JOSÉ VICENTE BARCIA MAGAZ, Campo de estrellas. Historias alrededor de un sonajero roto, Amargord, Madrid, 2017, 84 páginas.
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PARA EL SOL

   El Sol se ahorcó en Bosnia en mil novecientos noventa y cinco. Desde entonces, nuestro planeta se ve un poco más ensombrecido. 
   El Sol tenía rostro de niña cansada de sufrir. El astro se ahorcó, y un periodista retrató la escena. 
   La fotografía de aquella niña bosnia dio la vuelta a todo el mundo, y el mundo siguió dando vueltas como si tal cosa. 

TE PERDERÁ LA CARNE, Cristóbal Zapata

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CRISTÓBAL ZAPATA, Te perderá la carne, Fondo de Animal, Guayaquil, 2013.

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EL ÚLTIMO RETORCIMIENTO DEL CUCHILLO

   En la nevera el cuchillo reposa su larga siesta de invierno. Separado de mi mano, descansamos. Cuando lo despierte derretirá su hielo en la caliente linfa de tu ombligo. Quiero escuchar cómo se quiebra tu sangre en su glacial cubierta hasta ahora intacta, helada, llena de amor.

CAPERUCITA ROJA Y OTROS CUENTOS,

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JACOB & WILHELM GRIMM, La Bella Durmiente y otros cuentos, Anaya, Madrid, 2006, 262 páginas. 

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Escribe Gustavo Martín Garzo en La piel de la suerte (pp. 7-13): «Luz de las tinieblas y luz del cielo. así es la luz de los cuentos. En ellos convive lo delicado y lo atroz, lo tierno y lo hosco, los seres generosos y los malvados». Y leemos. Las ilustraciones son obra de Jordi Vila Delclòs.
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EL SASTRE EN EL CIELO

   Sucedió que un hermosísimo día Dios quiso ir a tomar el aire al jardín celestial y se llevó consigo a todos los apóstoles y santos, de tal manera que en el cielo solo se quedó San Pedro. El Señor le había mandado que en su ausencia no dejara pasar a nadie. Pedro estaba en el portón y vigilaba. No mucho tiempo más tarde llamó alguien. Pedro le preguntó quién era y qué es lo que quería.
   —Soy un pobre sastre honrado —contestó una voz aguda—, que pide entrar.
   —Sí, honrado —dijo Pedro—, como el ladrón en la horca, y tienes dedos largos y le has hurtado paño a la gente. Tú no entras en el cielo; el Señor me ha prohibido dejar entrar a nadie, mientras esté fuera.
   —¡Sé compasivo! —gritó el sastre—. Pequeños retales que se caen solos de la mesa, eso no es robar y no vale la pena hablar de ello. Mira, estoy cojeando y en el camino me han salido ampollas en los pies; me es imposible dar la vuelta. ¡Déjame entrar, que yo haré el trabajo duro! Cuidaré a los niños, lavaré los pañales, limpiaré y secaré los bancos en los que han jugado y zurciré sus trajes rotos.
   San Pedro se dejó llevar de la compasión y abrió al sastre cojo la puerta del cielo, lo justo para que pudiera deslizarse con su cuerpo enjuto. Se tuvo que sentar en una esquina detrás de la puerta y comportarse bien y estar callado, para que cuando regresase el Señor no notase su presencia y se enfureciera. El sastre obedeció, pero cuando San Pedro se levantó y lleno de curiosidad fue por todas las esquinas del cielo aprovechando la ocasión. Finalmente, llegó a un sitio en el que había muchas y preciosas sillas, y en el medio, un sillón todo de oro, recubierto de bellas piedras preciosas. Era más alto que los demás y había un cascabel de oro ante él. El sastre se detuvo y contempló durante algún tiempo el sillón, que le gustaba mucho más que los otros. Finalmente, no pudo reprimir su curiosidad, subió y se sentó en el sillón. Entonces, vio todo lo que sucedía en la tierra y se fijó en una vieja y fea mujer que estaba en un arroyo y lavaba, mientras disimuladamente escondía dos cortinas. El sastre, a la vista de esto, se enfadó tanto que cogió el escabel de oro y, a través del cielo, lo lanzó a la tierra en dirección a la vieja ladrona. Pero al ver que no podía recuperar el escabel, se deslizó con tiento del sillón y se sentó en su sitio detrás de la puerta como si no hubiera roto nunca un plato. Cuando el amo y señor regresó con su acompañamiento celestial, no descubrió al sastre detrás de la puerta, pero cuando se sentó en su sillón, echó en falta el escabel. Le preguntó a San Pedro dónde había ido a parar el escabel, y este no lo sabía. Entonces, le siguió preguntando si había dejado entrar a alguien.
   —Yo no sé de otro —contestó Pedro— que haya venido aquí más que un sastre cojo, que todavía está sentado detrás de la puerta.
   Entonces, el Señor hizo venir al sastre a su presencia y le preguntó si había cogido el escabel y dónde lo había puesto.
   —¡Oh, Señor! —contestó alegremente el sastre—. En un momento de ira lo he lanzado a la tierra a una vieja mujer a la que vi coger dos cortinas mientras lavaba.
   —¡Oh, pícaro! —dijo el Señor—. Si juzgara yo como tú juzgas, ¿cómo piensas que te hubiera ido a ti hace tiempo? No tendría aquí ya ni sillas, ni bancos, ni sillones, ni siquiera atizadores, sino que los hubiera lanzado a todos los pecadores: ¡Largo! Tú no puedes estar aquí en el cielo, sino que tienes que salir por la puerta, y mira adonde vas. Aquí nadie castiga más que yo.
   San Pedro tuvo que llevar al sastre de nuevo fuera del cielo y, como tenía los zapatos rotos y los pies llenos de ampollas, cogió un bastón en la mano y se marchó al país de «espera un poco», donde están los soldados valientes y se divierten metiéndose con la gente.


DEL NO MUNDO, Juan Eduardo Cirlot

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JUAN EDUARDO CIRLOT, Del no mundo, Imprenta Miret, Barcelona, 1969, 10 páginas.

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La belleza es la ilusión de la trascendencia. Por la figuera quiere la caótica materia llegar a ser idea. Pero la muerte no le permite perpetuarse. 

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La muerte de la persona es una muerte que ocurre en el ser. Es necesaria la discontinuidad de lo diverso a que llega el ser en su proceso de expansión para que la muerte de esa persona no llegue a ser muerte como ser, propagándose a la totalidad del ser.
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Los contrarios no son fuerzas paralelas: convergen en el ser.
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Hay un plano en el que la imagen reflejada y el espejo son dos realidades. Pero hay otro plano en que son una misma cosa.
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Muerte no es solamente la terminación personal. Muerte es todo cese. Siempre que lo más mínimo se separa, se experimenta la muerte.
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La vida: una música que crea esculturas que, por seguir siendo música, se desarrollan, culminan, cambian, decaen, cesan.
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Donde termina la necesidad del bien, empieza la necesidad del mal.

LA BELLA DURMIENTE Y OTROS CUENTOS, Jacob & Wilhelm Grimm

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JACOB & WILHELM GRIMM, La Bella Durmiente y otros cuentos, Anaya, Madrid, 2006, 262 páginas. 

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Xabier P. Docampo en el hermoso prólogo Un alfabeto (incompleto) del cuento (pp. 7-15) escribe: «Una vez. Estas palabras son el tiempo y todos los tiempos. Son el pasado, pero son también el presente de nuestra vida en los cuentos que escuchamos». Y leemos. Ilustra Jesús Gabán.
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EL ABUELO Y EL NIETO

   Érase una vez un hombre más viejo que Matusalén, al que se le habían enturbiado los ojos, se le habían ensordecido los oídos y le temblaban las rodillas. Cuando estaba sentado a la mesa, casi no podía sostener la cuchara, y derramaba la sopa en el mantel y hasta escupía algo por la boca. A su hijo y a la mujer de este les daba asco, y al final el anciano abuelo tuvo que sentarse en un rincón de la habitación, detrás de la estufa, y ellos le echaban la escasa comida en una tarterilla de barro. Él miraba consternado a la mesa y los ojos se le llenaban de lágrimas: una vez, sus manos temblorosas no pudieron sostener la tarterilla, se le cayó al suelo y se rompió. La mujer le regañó; pero él no dijo nada y únicamente suspiró. Entonces, ella le compró una escudilla de madera por unos cuantos céntimos y desde aquel momento le echaba en ella la comida.
   Estando allí sentados vieron una vez que el nietecillo reunía en el suelo pequeñas tablillas.
   —¿Qué estás haciendo? —preguntó el padre.
   —Estoy haciendo una escudilla—contestó el niño—, para que coman en ella papá y mamá cuando yo sea mayor.
   El hombre y la mujer se miraron durante un rato y luego se echaron a llorar. Trajeron inmediatamente al abuelo a la mesa e hicieron que, a partir de ese momento, comiera siempre con ellos, sin decir nada cuando derramaba algo.


ENJAMBRE DE HISTORIAS, Javier Perucho

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JAVIER PERUCHO, Enjambre de historias, Lima, Micrópolis, 2018, 136 páginas.

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LOS DERRUMBES DE LA NOCHE

   Supe que estaba encerrada en una cueva cuando me llevó al baño. Me desató las manos para orinar. Así, ya sueltas, aflojé suavemente el trapo que me anulaba los ojos. Aproveché el momento para entrever ramas, un lunar de grava, la claridad en el horizonte. La excavaron en una ladera. La opaca luz del atardecer me ayudó a percibir esos retazos de realidad. Entonces no dejé de repetirme: Te mataré. Te mataré. Te mataré. Respiré lentamente, me acomodé bragas y pantalón, entonces le dije que estaba lista. Caballerosamente me regresó a la cueva.

OVEJAS NEGRAS, Jacob Iglesias

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JACOB IGLESIAS, Ovejas negras, Páramo, Valladolid 2018, 112 páginas.
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Soledad: un salón con la televisión siempre encendida.
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¿Qué tráfico ordena el disco blanco de la luna brillando aún en el amanecer?
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En grupo el hombre no tiene más que dos opciones: o rebaño o jauría.
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Compadecemos a quienes sufren, pero desde lejos, por si acaso.
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La inercia es la determinación del perezoso.
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Pocas cosas más temibles que la numerosa legión de los entusiastas.
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Uno de los motivos por los que queremos a los bebés es porque aún no han tenido oportunidad de agraviarnos.
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En la infancia tenemos amigos imaginarios; en la madurez, enemigos imaginarios.
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Demasiado pronto y demasiado tarde: estos son los únicos excesos que encontrarán en su biografía.
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Todos nacemos puntuales, todos morimos a destiempo.

DE LOS DUENDES Y LA VILLA DE SANTA INES, Arturo Corcuera

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ARTURO CORCUERA, De los duendes y la villa de Santa Inés, Editorial Ames, Lima, 1977, 106 páginas.

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Contiene ilustraciones de Tilsa Tsuchiya.
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PREGUNTA AL ESPEJO CIEGO:

¿Es verdad,
que a tientas,
retratas la soledad?

AFORISMOS DE LAS CARTAS Y RELACIONES, Antonio Pérez

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ANTONIO PÉREZ, Aforismos de las cartas y relaciones, Prensas Universitarias de Zaragoza, Zaragoza, 2009, 242 páginas.
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Andrea Herrán Santiago y Modesto Santos López extraen y comentan alrededor de medio millar de aforismos de Antonio Pérez, secretario de estado de Felipe II.
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Hay medrosos que temen el rayo aun después de oído el trueno.
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Vidrio: el cuerpo humano tiene las mismas cualidades.
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La sospecha conmueve los ánimos, como el veneno los estómagos.
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Medicina del ánimo, la comunicación del amigo.
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Hay monstruos de la fortuna, como de la naturaleza.
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El amor de los que de veras aman crece con la ausencia.
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Quien pierde la voluntad fácilmente pierde el juicio.
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La lengua, el más falso testigo del corazón.
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La pluma corta más que espadas afiladas.
***
Miserable siglo el en que no se atreven a salir del pellejo los coracones.

PARITORIO TRES, Daniel Olivera

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DANIEL OLIVERA, Paritorio tres, Publidisa, Sevilla, 2013.

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MINUTO Y RESULTADO

   Era el mayor de siete hermanos, y eso le confería cierto aire solemne que combinaba a la perfección con grandes dosis de alegría. A veces era solitario, y se sentía un niño raro cuando los domingos por la tarde escuchaba las incidencias futbolísticas a través de un viejo transistor de la abuela Nena. De vuelta a la capital, en el coche y tras el fin de semana en el pueblo, recitaba a su padre la tabla de resultados mejor que la de multiplicar. 

FÁBULAS PARA UN MARTES 13, Gotardo Croce

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GOTARDO CROCE, Fábulas para un martes 13, Nueva Vida, Avellaneda, 1963, 64 páginas.
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LAS LEYES

   El Escarabajo estudiaba, durante horas enteras, una recopilación de leyes.
   —Al fin las conozco.
   —Ahora podrás cumplirlas —le dijo el Gorrión.
   —No seas iluso. ¿Quién estudia las leyes para cumplirlas?
   Yo las quería conocer bien, así sé cómo eludirlas.

CRUDEZA, Mario Pérez Antolín

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 MARIO PÉREZ ANTOLÍN, Crudeza, Trea, Gijón, 2018, 136 páginas.
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Mis días son cristales de sal común sobre una capa de hielo cada vez más fina.
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El cuerpo nos encierra. Nacemos con él y morimos por culpa de él.
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Hemos dejado de implicarnos en lo público por mostrarnos públicamente. De la lucha hombro con hombro a la exhibición pantalla con pantalla.
***
Un pato de goma, un oso de peluche, una muñeca de trapo y un caballo de madera: presencias imperturbables que quieren ser alguien sin dejar de ser algo.
***
Quítale a un árbol las ramas, a un pájaro las alas, a una mano los dedos, a una estrella fugaz la estela, y tendrás un trozo de materia, compacto y uniforme, incapaz de entrelazarse con el aire.
***
Se me queda rezagado el esqueleto y se me adelanta la sombra. En medio quedo yo como un pétalo seco aplastado por dos hojas de papel impreso.
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Adquiere la condición de clásico algo o alguien que deja de pertenecer a su tiempo para pertenecer al tiempo.
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El confesionario era el lugar de nuestros secretos. Ahora lo es el buscador de internet.

HOLA, TE QUIERO, YA NO, ADIÓS, Ana Grandal

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ANA GRANDALHola, te quiero, ya no, adiós, Amargord, Madrid, 2017, 102 páginas.
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APARICIÓN

   Esteban se ha levantado con mala cara. Mientras desayunan, Verónica le nota raro, distante. En el trabajo le cuesta concentrarse, preso de una turbación que no remite. Apenas pronuncia palabra cuando, por la noche, Verónica le ofrece una copa de vino mientras él prepara la cena.
   —¿Te pasa algo?
   Esteban rehuye su mirada preocupada.
   —No, nada.
   Cómo decirle a Verónica que anoche soñó con Alicia.

NÁUFRAGOS EN UN FREGADERO, Carme Carles Fèlix

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CARME CARLES FÈLIX, Náufragos en un fregaderoDyskolo, 2014, 202 páginas.
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ANGELICALES

   Cuando aceptó la invitación a asistir a la fiesta, lo hizo porque estaba convencido que convertiría la posible tentación en una completa derrota. Pero se dejó llevar por el ambiente. Nada le había preparado para tanto y tan variado. El paraíso le supo a poco, viendo lo que se podía gozar en la tierra. 
   Pero todo tiene su precio. Al regresar, sintió dolor y notó un punzante tirón en la espalda. Mientras sudaba lágrimas de sangre, le pareció que expiaba su culpa y se redimía ante sus propios ojos. Consciente de su pecado, aceptó como castigo por su mal proceder, perder las alas. Le pareció un justo reembolso para devolver lo que en la fiesta había disfrutado. 
   Pero no tardó en darse cuenta que el dolor no era doble, que no hubo otro tirón punzante. iNo se lo podía creer! iCómo podía aceptar que obró mal y convertirse en un ángel caído si solo le habían quitado un ala! 
   Ahora se debate entre la duda de, si arrancarse la otra ala y lanzarse al desenfreno, o arrepentirse y rezar para que le crezca la que ha perdido. 

ES EL DECIR EL QUE DECIDE, Armando González Torres

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ARMANDO GONZÁLEZ TORRES, Es el decir el que decide, Cuadrivio, Ciudad de México, 2016, 74 páginas.

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La poesía y la lucidez a menudo aparecen por distracción o descuido: prendas milagrosas colgadas de un rayo de luz.
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Nada está escrito, aunque todo esté tapizado de ecos.
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No podemos recorrer la distancia que separa el decir de la cosa porque somos esa distancia. 
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¿Quién es más libre, el escritor o el personaje? ¿y quién es más poderoso? ¿y quién le debe más a quién? 
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Nuestras mejores páginas están hechas de restos humanos, instintos animales e ilusiones irreconocibles. 
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Los animales parecen seguir su instinto, pero no: andan olfateando cosas sagradas. 
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La fe más intensa e irracional se reserva para uno mismo: esperar todo de lo poco que uno es.
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Los animales utilizan todo el tiempo su ropa de gala.
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Ciertas noches, después de ciertas noticias, la palabra “civilización” se pone pestañas postizas, maquillaje en exceso y vestidos muy cortos.  

DOLOR DE RAREZA, José María de Loma

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JOSÉ MARÍA DE LOMA, Dolor de rareza, 2018, Algorfa, Marbella, 104 páginas.
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Romper un espejo es matar al mensajero.
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La declaración de dependencia afectiva más original que he oído es úntame la tostada.
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Madurar es comprender que nunca irás a Montevideo.
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El puerro es el mejor amigo del hambre.
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Los dandis no tienen la prosa desaliñada.
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El espejo es la vanidad portátil.
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Da mucho que pensar el verbo elucubrar.
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Los líderes iluminados traen tiempos oscuros.

LA GOTA INFINITA DEL DESEO, Roger Swanzy

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ROGER SWANZY, La gota infinita del deseo, Amargord, Madrid, 2018.

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Amor a primera vista: hay miradas que son el presentimiento de toda una vida.
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Quiero besarte como una abeja descubriendo la dulzura de una vida entera en una sola flor.
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Excitación: ¿Quién no ha sentido alguna vez las ganas de iluminar la mismísima luz?
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La seducción es el arte de construir momentos bellos e irrepetibles.
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La música queda en el aire. Y el amor se nos escapa de las manos.
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Tu piel es mi única noche, la sombra que busco.
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El deseo es la sed antigua del alma.
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Hay mujeres que merecen el viaje a Ítaca.
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Una sonrisa inesperada puede disolver la incertidumbre de la noche.
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El beso es una gota de cariño que dice: Todo está en ti.

LOS MINÚSCULOS LATIDOS, Ricardo Lezón Fernández-Hontoria

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RICARDO LEZÓN FERNÁNDEZ-HONTORIA, Los minúsculos latidos, Bandaàparte, Córdoba, 2017, 64 páginas. 

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Cantante, letrista y compositor de McEnroe, Ricardo Lezón reúne en este libro un conjunto de poemas y microrrelatos.

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EL METRO

   Me gusta ver nuestro reflejo en los cristales de las puertas del vagón del metro. Cogidos de una mano y con las otras metidas en los bolsillos de nuestras chamarras, lo miramos a la vez y él nos devuelve nuestras miradas. Mirándonos. Me gusta pensar que cuando nos bajamos esa imagen se queda allí, dando vueltas por los túneles oscuros, y que cuando, al cabo de dos, seis o mil novecientos días, nos volvamos a subir seguirá allí, intacta, nítida y gigante. 
   Una tarde de verano incendiada, tú y yo abrazados en la pequeña cama de un viejo hostal de Madrid. La ventana abierta, un minúsculo ventilador moviéndose a la velocidad de la tierra. No hay ruidos en la calle. Duermes. Sudo. Te agarro la mano, como si un volcán nos fuese a tragar. 
   Las olas caen como edificios demolidos, tú las esperas con los pies en el agua y los brazos en cruz. Te miro desde la toalla. Un halcón vuela dentro de mi cabeza y se lanza a por cualquier pensamiento negro. Se lo lleva entre sus garras. Barcos en llamas cruzan el horizonte. Puedo saborear la sal de tus labios mientras te veo nadar. Te quiero. 

INTRÉPIDAS, Cristina Pujol Buhigas

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CRISTINA PUJOL BUHIGAS, Intrépidas, Pastel de luna, Galapagar, 2018, 60 páginas.

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Rena Ortega ilustra Los excepcionales viajes de 25 exploradoras: desde Egeria [siglo IV] hasta Lynne Cox [1957], pasasndo por Marianne North, Isabella Bird, Kay Cottee o Junko Tabei. 
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ALEXANDRA DAVID NEEL: LA SEMBRADORA DE ESTRELLAS


   No quedaba nada que comer y el frío era insoportable. Sentían que Lhasa estaba ya cerca. Yongden hizo una sopa usando el cuero de sus botas. Era 25 de diciembre de 1923, y esa fue su única comida de Navidad. Un viaje que iba a durar tres meses les había llevado tres años.
   A principios de 1924 vieron los tejados dorados del Potala entre las montañas. Habían burlado a las autoridades inglesas y chinas que bloqueaban el paso a los extranjeros. Alexandra, con cincuenta y cinco años, había cumplido su destino. Fueron los días más felices de su vida.
   «La sembradora de estrellas» o «lámpara de sabiduría», como fue rebautizada por los monjes budistas, nació en París en 1868. Una mujer que fue criada entre lazos y encajes, presentada en sociedad ante los reyes de Bélgica, consiguió conocer al dalái lama, ser íntima amiga del maharajá de Sikkim, entrar en Nepal en una caravana de elefantes y sobrevivir a temperaturas bajo cero gracias a la fuerza de su mente.
   Para Alexandra la mayor aventura era vivir, y rompió con todo para conseguirlo. Siempre había sentido la necesidad de escapar y buscar respuestas. En una visita al Museo Guimet en París vio una estatua de Buda y entendió cuál era su camino.
   Alexandra ya había intentado entrar en el Tíbet en 1916, pero fue detenida. Ahora se lo pondría más difícil a las autoridades. Era 1920 y estaba en Kumbum, Mongolia. Desde su ventana veía las caravanas partir hacía Lhasa. «¡Síguelos, es tu destino!», le gritaba su corazón. Partió en secreto, viajando por caminos remotos, evitando poblaciones y simulando ser tibetana.
   Yongden, su compañero espiritual, su hijo adoptivo, caminaba junto a ella. Cuando se encontraron, él tenía catorce y ella cuarenta y tres años, pero sus almas se reconocieron y nunca más se separaron. El viaje no habría tenido éxito sin él, entraron en Lhasa de la mano.
   Alexandra murió en 1989 con ciento un años. «Lámpara de sabiduría» se apagó de pronto, días antes había renovado su pasaporte y pedido prestados decenas de libros en la biblioteca. Yongden, fallecido años antes, la acompañó también en su última aventura: las cenizas de ambos fueron entregadas a las aguas del Ganges.




MANIOBRAS DE DISTRACCIÓN, Jaime Fernández

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JAIME FERNÁNDEZ, Maniobras de distracción, La Isla de Siltolá, Sevilla, 2018, 112 páginas.

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Con este volumen Jaime Fernández resultó vencedor del I Premio de Aforismos La Isla de Siltolá.
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El pesimista es espectador. El optimista, espectáculo.
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Si un hombre solo no es un hombre, ¿qué es entonces? Kafka respondió : un animal único en su especie y sin posibilidad de descendencia.
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Seremos felices en la medida en que fijemos unos límites a nuestras a nuestros deseos y expectativas. Felicidad es limitación.
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Las pequeñas ilusiones nos protegen de las grandes.
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El hombre, por el mero hecho de querer ser más que hombre, pierde humanidad.
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El Romanticismo sacó al Yo del patio de butacas para subirlo al escenario. Desde entonces no ha habido forma de hacerlo bajar.
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Conducimos el automóvil de la Razón sin pensar que el camión de lo Absurdo pueda estrellarse contra nosotros.
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No son de fiar los sentimientos que encuentran pronto las palabras.

LONDRES, Julio Camba

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JULIO CAMBA, Playas, ciudades y montañas, Reino de Cordelia, Madrid, 2012, 344 páginas.

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Francisco Fuster García en La ciudad de la niebla (pp. 13-18) destaca: «Más que un asunto de modales o una diferencia de formas, lo que este cronista percibe es una incompatibilidad de fondo entre su españolismo y el carácter inglés, entre su espíritu aristocratizante y el pragmatismo acérrimo de un pueblo que trata de absorberlo, de asimilarlo».
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LA MORAL

   Un gentleman es un hombre bien vestido y que no tiene deudas. En cuanto un inglés deja de pagar la casa, ya no es un gentleman. Si un día se presenta con el traje estropeado, tampoco. ¡Qué diferencia tan grande entre el gentleman inglés y el caballero español! Porque el dinero no es condición indispensable de la caballerosidad española, y si lo fuera, España no hubiera pasado nunca por un pueblo caballeresco. El caballero español es caballero siempre, aunque no tenga dos reales. ¿Por qué? Por el alma, por el gesto. Un caballero español puede hacer todas las cosas que hace un pícaro español, sin llegar jamás a confundirse con él, y es que el caballero las hará de un modo caballeresco. No creo que en ningún otro país que España haya una manera caballeresca, de pedirle dos duros a un amigo o de marcharse de la fonda sin liquidar la cuenta. No. No la hay. Esa manera es la misma con que aquellos hidalgos de Toledo, de Burgos, de Ávila, caían desfallecidos sobre los mendrugos que el criado había pedido a las almas caritativas y se los comían todos con una admirable indignación. 
   —No me gusta que implores limosna, Juan, porque alguien podrá creer que la imploras para tu amo....
   Esta caballerosidad no será jamás comprendida de los ingleses, a quienes yo felicito por su incomprensión. «La moral —decía Taine—, buena o mala, es una moneda que todo el mundo debe poseer en Inglaterra». No. La moneda, mala o buena, es una moral que en Inglaterra debe poseer todo el mundo.
   Yo conozco aquí a una pareja de estudiantes rusos que el otro día se vieron obligados a hacer lo que en Pans se llama un déménagement à la cloche de bois — una mudanza a la campana de madera—, es decir, una mudanza silenciosa, a la chita callando. Estas mudanzas son pintorescas en todas partes, menos aquí. Aquí el quedarse sin casa es una cosa muy desagradable. Los rusos pasaron las de Caín. 
   —En medio de todo —decía él— esto no deja de ser divertido.
  —No se lo cuente usted a ningún inglés —le contesté yo—. En el Barrio Latino, sus aventuras harían mucha gracia; pero no aquí. Aquí, al oírle a usted, todo el mundo se pondría muy serio y muy triste. Decirles a los ingleses: «No he pagado la casa. He tenido que mudarme por e1 aire» y contarles todos los episodios subsiguientes; es hacerles pasar mal rato. Para un inglés, lo más gracioso es que le digan: «Ayer ha vencido mi alquiler, y yo lo pagué en el acto».
   Es admirable, no cabe duda, esta moral inglesa. Es lógica, es práctica. Cuando yo tengo dinero la comprendo perfectamente. Entonces pienso que toda nuestra hidalguía es ridícula e inmoral, y probablemente en estos contados momentos es cuando tengo razón.

EL GRAN LIBRO DE LOS CUENTOS ILUSTRADOS, Carine Picaud & Olivier Piffault

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CARINE PICAUD & OLIVIER PIFFAUT, El gran libro de los cuentos ilustrados, Lunwerg, Madrid, 2012, 226 páginas.
 
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La bella durmiente, Caperucita roja, El gato con botas, Cenicienta, Pulgarcito, La Bella y la Bestia, Juan y las habichuelas mágicas, Blancanieves, La sirenita y La Baba Yaga. «Los ilustradores son los nuevos cuentistas, que recrean variantes a través del sentido que otorgan al relato común», leemos en la introducción a este paseo por la evolución de la ilustración de estos ocho cuentos populares.
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CUENTO DE LA ABUELA
[VERSIÓN DE LA REGIÓN NIVERNESA ATRIBUIDA A LUIS Y FRANÇOIS BRIFFAULT]


   Érase una vez una mujer que había hecho pan.
   —Levarás una hogaza caliente y una botella de leche a tu abuela -dijo a su hija.
   La niña se fue. Al llegar al cruce de dos caminos, encontró al lobo que le dijo:
   —¿Adónde vas?
   —Llevo una hogaza caliente y una botella de leche a mi abuela.
   —¿Por qué camino vas a ir? —preguntó el lobo—. ¿El de las Agujas o el de los Alfileres?
   —Por el de las Agujas —respondió la niña.
   —Pues yo iré por el de los Alfileres.
   La niña se entretuvo recogiendo agujas; y el lobo llegó a casa de la abuela, la mató y puso su carne en la artesa y una botella de sangre en la pila. La niña llegó y llamó a la puerta.
   —Empuja la puerta —dijo el lobo—. Está atrancada con una paja mojada.
   —Buenos días, abuela, os traigo una hogaza caliente y una botella de leche.
   —Ponías en la artesa, hija mía. Coge la carne que hay adentro y una botella de vino que hay en la pila.
   Mientras comía, había una gatita que decía:
   —¡Aggh!... ¡Vil es quien come la carne y bebe la sangre de su abuela!
   —Desvístete, hija mía, y ven a acostarte conmigo —dijo el lobo.
   —¿Dónde tengo que poner el delantal?
   —Tíralo al fuego, hija, que ya no lo vas a necesitar más.
   Y para todas las prendas, el corpiño, el vestido, el refajo y las calzas, le preguntaba dónde las debía poner. Y el lobo respondía:
   —Tíralas al fuego, hija, que ya no lo vas a necesitar.
   Una vez acostada, la niña dijo:
   —¡Abuelita, qué peluda eres!
   —¡Es para calentarme mejor, hija mía!
   —¡Abuelita, qué uñas más grandes tienes!
   —¡Son para rascarme mejor, hija mía!
   —¡Abuelita, qué hombros más grandes tienes!
   —¡Son para cargar mejor los haces de leña, hija mía!
   —¡Abuelita, qué orejas más grandes tienes!
   —¡Son para oírte mejor, hija mía!
   —¡Abuelita, qué agujeros más grandes que tienes en la nariz!
   —¡Son para aspirar mejor el tabaco, hija mía!
   —¡Abuelita, qué boca más grande tienes!
   —¡Es para comerte mejor, hija mía!
   —¡Ay, abuelita! ¡Qué ganas tengo de ir afuera!
   —¡Hazte aquí en la cama, hija!
   —¡Oh, no, abuela! Quiero ir afuera.
   —Bueno, pero no tardes.
   El lobo le ató un hilo de lana al pie y la dejó salir.
   Una vez afuera, la niña ató el extremo del hilo a un ciruelo que había en el patio.
   —¿Estás haciendo aguas mayores? ¿Estás haciendo aguas mayores? —preguntaba, impaciente, el lobo.
   Cuando se dio cuenta de que nadie le respondía, saltó de la cama y vio que la niña se había escapado. Corrió tras ella, pero llegó a su casa justo en el momento en que ella entraba. 
Kiki Smith
Julia Causson

EL MARAVILLOSO MUNDO DE LA ÓPERA, Ana Alcolea

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ANA ALCOLEA, El maravilloso mundo de la ópera, Anaya, Madrid, 2018, 88 páginas.

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Óscar T. Pérez ilustra treinta reseñas sobre títulos conocidos como Orfeo o Dido y Eneas, El elixir de amor o La flauta mágica y otros que merecen mayor atención como Otra vuelta de tuerca o María Moliner.
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MARÍA MOLINER
[Antoni Parera Fons, siglo XXI, España, 20l6]

   ¿Quién fue María Moliner? ¿Una heroína medieval? ¿Un personaje mitológico? ¿Una enamorada de don Juan Tenorio, de Tristán o de un trovador antipático? Pues no. María Moliner vivió durante el siglo XX y era una filóloga. ¿Que qué es eso? Enseguida te lo cuento.
   La ópera del compositor mallorquín Parera Fons recoge varias escenas de la vida y de los sueños de esta mujer extraordinaria que hizo, ella solita, en su casa y con dos niños jugando a su alrededor, un Diccionario de Uso de la Lengua Española. Una obra impresionante que hoy en día se sigue utilizando como uno de los diccionarios de mayor prestigio de nuestra lengua. En la ópera se relatan momentos duros de la vida de María Moliner (mezzosoprano): cuando terminó la guerra civil española en 1939, ella y su marido fueron represaliados. Eso quiere decir que a él no le permitieron seguir siendo profesor durante un tiempo, y que a ella le bajaron su categoría laboral un montón de puestos. Además, en aquellos años era difícil ser mujer si no se quería ser un florero decorativo. Si se pretendía trabajar en asuntos que se consideraban «de hombres», una mujer lo tenía muy difícil. María Moliner intentó ingresar en la Academia de la Lengua, pero entonces no había mujeres, y su candidatura fue desestimada: el sillón B mayúscula fue concedido a un hombre.
   Porque esta ópera sobre todo trata de eso: del amor a las palabras, de la pasión por la lengua, que es aquello que nos hace libres. Son las palabras las que crean en nosotros la posibilidad de pensar, de reflexionar, de ser críticos. Por tanto, de ser libres. A ella la fascinan las palabras y todo lo que hay detrás de ellas. Lo que cada uno de nosotros miramos y creamos a través de cada palabra. En la ópera hay una palabra que sobresale: «exilio». Porque María Moliner no se exilió al final de la guerra, siguió viviendo en el país, sin las libertades que habría deseado; vivió lo que se llamó el «exilio interior». Eran las palabras las que le permitían ser libre en su deseo de llevar la libertad a los demás. Y su manera de hacerlo fue creando ese diccionario, para todos, en su casa.
   Al final de su vida, y de la ópera, María pierde la memoria: las palabras son sustituidas por los silencios. En la música los silencios son tan importantes como las notas. Sin ellos, la música no existiría. Esta maravillosa ópera es muy diferente a la mayoría: no hay arias a la manera de Verdi o de Puccini. Es más bien como un drama musical. más en la línea de las obras de Wagner. Mezcla el mundo real con el de los sueños. Y en medio. siempre, la palabra. Las palabras como única razón de ser de la vida y de la libertad. No lo olvides.

MINIFICCIONES, Agustín Monsreal

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AGUSTÍN MONSREAL, Minificciones. Antología personalFicticia, Ciudad de México, 2018, 128 páginas.
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ÁNGEL DE LUZ

   “Mamá está en mi cuarto”, le dije a mi hermana. “Dice que quiere hablar contigo, que vayas.”
   Mi hermana me miró con lástima, aunque también con reproche.
   “No puede ser”, me contestó. “Mamá está muerta.”
   “Ya lo sé, pero ahí está. Ven a ver.”
   “Bueno, está bien. Vamos.”
   Y atravesamos la pared cogidos de la mano.