HIJOS SIN HIJOS, Enrique Vila-Matas

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ENRIQUE VILA-MATAS, Hijos sin hijos, DeBolsillo, Barcelona, 2012 (2003), 272 páginas.
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TELEVISIÓN

   Recuerdo que de todos los niños de la pandilla del barrio yo era el único que tenía televisor y que ese día salí disparado del salón familiar y, bajando las escaleras de cuatro en cuatro, alcancé la calle y fui al bar donde jugábamos al futbolín y les grité a todos que habían matado a John Kennedy, lo grité varias veces muy exaltado, «¡Han matado a Kennedy, han matado a Kennedy!», y recuerdo que el jefe de la pandilla, tan impasible como siempre, me dijo: «¿Y?».

LA MÁQUINA DE PENSAR EN GLADYS, Mario Levrero

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MARIO LEVRERO, La máquina de pensar en Gladys, Criatura Editora, Montevideo, 2016, 144 páginas.

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HISTORIA SIN RETORNO Nº 2

   Un perro, Campeón. Vivía solo con él y llegó a incomodarme. Lo llevé al bosque, lo dejé atado con una piola que pudiera romper con un poco de perseverancia y volví a casa.
   En un par de días lo tuve rascando la puerta; lo dejé entrar.
   Se me hizo intolerable; lo llevé a un bosque más lejano y lo até a un árbol con una piola más gruesa (sabía que el defecto no estaba en la piola sino en la fidelidad del animal; quizás tenía la secreta esperanza que esta vez no pudiera liberarse y muriera de hambre).
   Volvió algunos días después.
   Entonces supe que el perro volvería siempre. No me atrevía a matarlo por temor a los remordimientos; y pensé que aunque lograra efectivamente perderlo, en un bosque más lejano aún, viviría con el temor constante de su regreso; atormentaría mis noches y enturbiaría mis alegrías; me ataría más su ausencia que su presencia.
   Entonces dudé apenas un instante ante la majestad del bosque compacto que se alzaba ante mis ojos –umbrío, imponente, desconocido–; resueltamente, comencé a internarme, y seguí internándome hasta que, finalmente, me perdí.

¿QUIERES JUGAR A MEMORY?, Natalia Contramaestre

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NATALIA CONTRAMAESTRE, ¿Quieres jugar a Memory?, Monte Ávila, Caracas, 2009, 104 páginas.

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SÓLO EL GATO

   Esta mañana abrí los ojos y vi al gato acurrucado a mis pies. Unos segundos sólo, bastaron para retomar el estado de profundo abatimiento con el que me acosté anoche.
   Mesas, pedido, caras y más caras, me atravesaron de nuevo el espíritu. Los amigos ausentes que me acompañaron durante la noche, esfumados esta mañana. El amor hace un año que se fue.
   Esta mañana abrí los ojos, y sólo el gato estaba allí.

EL SUEÑO DE LOS HIPOPÓTAMOS, Álex Oviedo

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ÁLEX OVIEDOEl sueño de los hipopótamos, Libros de Pizarra, Bilbao, 2011, 166 páginas.

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NOCHE SIN ESCALAS

   Había dormido mal. Sobre las cuatro y media de la mañana abrió los ojos bruscamente y ya no pudo conciliar el sueño. Le pareció escuchar algún ruido: la cisterna del baño del piso de al lado, el bostezo de la vecina, el crujido de una ventana. Creyó sentir también el viento introduciéndose descarado por el pasillo. Pero se dio cuenta de que muchos de aquellos sonidos formaban parte de su imaginación, de una mente que había decidido lanzarse desbocada hacia el insomnio. Sobre la mesilla de noche, donde reposaban apilados varios libros aún sin leer, recogió una libreta y apuntó con pulso quebrado: Las historias que no se escriben vuelan hacia otro escritor que se apropia de ellas. Pensó que era un buen comienzo, que una novela que se preciase debía jugar desde el principio con la incertidumbre, con el misterio, y dejarse llevar por las dudas de un lector que se involucraría en la trama esperando lo mejor. Apagó la luz y fue poniendo mentalmente nombres a los personajes, descubriendo entre los pliegues de su almohada el desarrollo de una historia. Cada poco encendía la lámpara y anotaba un apellido, una situación, un diálogo que le resultaba especialmente inspirado. Así estuvo durante más de dos horas hasta que el cansancio acabó llevándole al país de los sueños. Pero cuando el despertador le devolvió a la realidad comprobó con sorpresa que en su libreta no había frases: sólo líneas curvas que se deslizaban por la hoja sin desmadejar ningún argumento.

PALMERAS SOLITARIAS, Ramón Eder

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RAMÓN EDER, Palmeras solitarias, Renacimiento, Sevilla, 2018, 132 páginas.

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En el prólogo Juan Bonilla acierta con las palabras que ilustran la excelente producción aforística de Ramón Eder: "En los aforismos de Eder ve uno a veces esa imagen de niño diciendo una frase que encierra más de lo que parece, y cuendo le presta más atención y hurga en lo que hay debajo de su brillo entiende, en efecto, que hay mucha vida debajo, que ha hecho falta mucha vida enlazada para alcanzar esa cima."

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Entre dos eternidades vivimos unos años y lo llamamos vida.
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De muchas personas hasta nos olvidamos de que las hemos olvidado para siempre.
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Sólo sabe mirar el que ha contemplado mucho.
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Uno de esos que gestionan su fracaso como quien dirige un gran hotel.
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El último verano de nuestra juventud mejora con el tiempo.
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Un aforismo es una jaula de la que se escapa un pájaro.
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Querer entenderlo todo es un error que nos lleva a hacer trampas interpretativas.
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Si huyes de tu pasado te lo encuentras en cualquier esquina.
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Nuestro pasado es una novela a la que cada día añadimos unas páginas.
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CUANTO ABARCAN LOS OJOS, Takahama Kyoshi

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TAKAHAMA KYOSHI, Cuanto abarcan los ojos, Satori, Gijón, 2018, 160 páginas.

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Fernando Rodríguez-Izquierdo traduce y comenta 70 haikus inéditos en español de Takahama Kyoshi, uno de los discípulos de Masaoka Shiki más destacados.
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 taka no me no tatazumu hito ni mukawazaru


Los ojos del halcón
no se fijan en alguien
que quede inmóvil.

LA POÉTICA DE LO COTIDIANO, Yasujiro Ozu

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YASUJIRO OZU, La poética de lo cotidiano, Gallo Nero, Madrid, 2017, 234 páginas.

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Franco Picollo y Yagi Hiromi señalan en la introducción que los escritos del cineasta «están empapados de una sinceridad genuina y de una jocosidad intrínseca que se expresan en su gusto recurrente por la contradicción y la paradoja». 
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ME GUSTARÍA RETRATAR LA FLOR DE LOTO EN MEDIO DEL BARRO

 (Publicado originalmente en Asahi Geino Shínbun, 8 de noviembre de 1949)

   ¿Qué intenciones tengo? Nada de particular. Hago las cosas a mi manera, como acostumbro. En otras palabras: ruedo como me sale, espontáneamente. Pero eso es una cuestión de método... si quiere que le diga algo con más fundamento no sabría qué decirle, la verdad. Tengo que pensarlo un poco. 
   Me gustaría mucho, eso sí, que la gente me juzgara en función de las películas que he hecho después de la guerra, aunque tal vez no sea del todo honesto al decir eso.
   Sea como fuere, lo más importante, lo primero que pienso cada vez que ruedo una película, es que con ella quiero reflexionar a fondo sobre algo y recuperar la humanidad que la gente tiene por naturaleza. Es verdad que, después de la guerra, las costumbres e incluso el modo de sentir de ese periodo llamado après-guerre [tras la Primera Guerra Mundial] ya no serán como antes, pero a mí me gustaría ver cómo se puede expresar en una película, de la mejor manera posible, lo que sucede en el fondo de una sociedad. Tal vez suene abstracto si digo que lo que quiero plasmar es la humanidad, ese calor humano que me conmueve... Siempre lo he tenido en la cabeza, y eso es lo que me gustaría conseguir.
   La flor de loto en medio del barro. Ese barro es una realidad, y la flor de loto, naturalmente, lo es también. El barro es sucio y la flor de loto es bellísima. Pero la flor tiene sus raíces en el barro... Creo que en un caso como este hay una manera de realzar la flor retratando solo sus raíces y el barro en el que se hunden. Pero también se puede hacer lo contrario, y retratar solo la flor sugiriendo la existencia del barro y las raíces.
   Las costumbres de la posguerra son realmente sucias: prevalecen por todas partes el caos y la degradación. Yo las detesto, pero la realidad es eso. En el mundo hay personas que viven con limpieza, de manera sobria y bella, y la realidad también es eso. Es preciso considerar los dos aspectos juntos: si no, uno no puede decir que sea autor de nada. Como he explicado poco antes con la metáfora del barro y el loto, hay dos formas posibles de retratar la realidad.
   En este último caso, sin embargo, si trato de transmitir la esfera de los buenos sentimientos, enseguida me dicen que soy demasiado nostálgico o lírico. El clima de la posguerra, ¿no nos impulsa, precisamente, a tener una única visión de las cosas? No creo que ahí esté toda la verdad. Mis películas, como Primavera tardía o Una gallina en el viento (Kaze no naka no mendori, 1948) y antes aún Historia de un vecindario se basan justamente en esta idea. El guión no funciona, la cámara cinematográfica está destrozada... ¿cómo puede uno expresar la riqueza de los matices en estas condiciones deplorables?... Por esta razón hay que prestar atención a todos y cada uno de los fotogramas. Quizá de ahí me venga esa fama de perfeccionista que me han atribuido...

LOS COLORES DE LA PARADOJA, Pere Saborit

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PERE SABORIT, Los colores de la paradoja, Trea, Gijón, 2018, 136 páginas.

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Después de El plato preferido de los gusanos (Trea, 2016), Saborit se sigue acompañando de X. en su viaje por la naturaleza perpleja y contradictoria del ser humano.

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X. prefería pensar que somos lo que nos separa el mar de lágrimas, y no lo que nos une.
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Es del todo imposible mantenerse equidistante a todas las opciones, según X., y quien lo pretenda lo que demuestra es un compromiso apasionado con la nada.
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A X. le gustaba pasear solo por el campo, no sólo porque allí es difícil encontrar otras personas, sino también porque no hay espejos.
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A X. le habría gustado saber cómo sería la historia de la literatura si los seres humanos pudiesen leer o escribir mientras duermen, nadan, o les sacan una muela.
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A X. le caían peor los poetas de uniforme, que los policías de paisano.
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Dada la progresiva implantación de la cultura de la imagen, X. temía que llegase un momento en el que la lectura fuera considerada, como máximo, una especie de perversión de la mirada.
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X. empezó a desmitificar la infancia el día que se dio cuenta de que los niños son incapaces de jugar a ser niños.
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El ser humano es el princial testigo del devenir del mundo, según X., pero empieza a estropearlo cuando pretende, además, ser su notario.
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El hecho de descubrir que la persona a quien quería proteger en realidad era más fuerte que él, X. lo experimentó como el más dulce de los fracasos.
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Cada acción se inventa sus extremos a fin de aparecer como un término medio sensato, según X.

EN LA BREVEDAD DEL INSTANTE, Matsuo Basho

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MATSUO BASHO, En la brevedad del instante, Interzona, Buenos Aires, 2014, 96 páginas.

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Flores de cerezo en el cielo oscuro
entre ellas
la melancolía florece

DICCIONADARIO, Darío Jaramillo

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DARÍO JARAMILLO, Diccionadario, Pre-Textos, Valencia, 2014, 62 páginas.

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AVÍSPERA: insecto de ayer.
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CASTODONTE: animal extinguido por su apatía sexual.
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COÑOCIMIENTO: saber de ciertas partes íntimas.
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LISBOA: cruce de flor con serpiente.
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MAMIHUANA: la cannabis que fuman las mamás.
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PAVORITO: miedo preferido.
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SÉCRETES: filósofo que guardaba el secreto de lo que sabía. 
Decía “solo sé que nada sé”.
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TALAMIDAD: luna de miel fracasada.

533 DÍAS, Cees Nooteboom

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CEES NOOTEBOOM, 533 días, Siruela, Madrid, 2018, 216 páginas.

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80 secuencias, relativamente cortas, en las que aparecen intercaladas fotografías de Simone Sassen: cápsulas que contienen las reflexiones surgidas a lo largo de esos 533 días vividos en Menorca. 
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   A veces sucede, de pronto, de forma inesperada. Oigo un sonido al fondo del ruido, me detengo y escucho. Entre el exceso del mundo encuentro en la música un refugio donde detenerme y respirar, aunque solo sea brevemente.
   Un violonchelo acompañado de voces, instrumentos. Movimientos cortos, un sonido extático, prolongado, seguido de otras voces, más bajas, que forman un patrón sibilante; el violonchelo cuyos tonos entrecortados desean elevarse; silencio; el mismo violonchelo, profundo, luego de nuevo las voces lejanas. Un inmenso templo de aire envuelve esta música. El coro, infinitamente lejano, dialoga con el violonchelo. No necesito saber qué cantan —todo está en armonía con el paisaje de fuera—. Algo está pasando en donde las palabras no tienen cabida, unos sonidos agudos, como de campana, de un instrumento que no conozco; una música que no se deja calificar, un santuario de sonidos al que apenas tengo acceso o quizá ni eso; una radiación, un mensaje de fuera del tiempo que alguien ha escrito. Una música que quiere desaparecer una y otra vez conmigo, transparente, intocable e imposible de describir. Sofía Gubaidulina, The Canticle of the Sun, interpretado por Pieter Wispelwey.

CINE Y JAZZ, Carlos Aguilar

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CARLOS AGUILAR, Cine y jazz, Cátedra, Madrid, 2014 (2013), 384 páginas.

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En Cine & Jazz: reunión (pp. 7-31) Carlos Aguilar  afirma que, emergiendo al unísono, «no es desorbitado afirmar que desde entonces devienen expresiones artísticas colectivas particularmente representativas de sus décadas de existencia». Las múltiples entradas se detienen en títulos cinematográficos, estéticas y jazzmen´s.
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ALREDEDOR DE LA MEDIANOCHE (Round Midnight, Bertrand Tavernier, 1986).

 

   Uno de los títulos clave de la relación entre cine y jazz, coproducción entre Francia y Estados Unidos, que coincidió en las carteleras con otro de tales hitos, el americano Bird (Clint Eastwood, 1988), no por casualidad ambos distribuidos por Warner Brothers. La base estriba en el libro La danse des infideles (1985) que Francis Paudras, un dibujante industrial apasionado del jazz, escribió sobre la etapa en París del pianista americano Bud Powell en el decenio de los 60, con base en la amistad que surgió entre ambos; empero, la trama agrega asimismo detalles que recuerdan momentos, generales o concretos, de la vida de otras glorias del sector, sobre todo el saxofonista Lester Young. Por añadidura, el protagonismo de otro gran saxofonista, Dexter Gordon, que además había tocado con Powell, comporta que este y su personaje ficticio, Dale Turner, a menudo se confundan y hasta fundan, por supuesto con plena intención; no en vano Gordon también conoció un exilio europeo y arrastró problemas de alcoholismo y drogadicción. La fascinación del director Tavernier por el jazz casa argumentalmente con el tema de la amistad viril intergeneracional, desde siempre asociado al western, lo cual remata el embelesado reconocimiento del autor respecto a cardinales ítems de la cultura estadounidense. Según sus declaraciones: «Aporté mucho de mis recuerdos con determinados cineastas. De hecho, la relación entre el joven aficionado y el músico alcoholizado está inspirada básicamente en las dos semanas que pasé con John Ford. Tras aquello, no me costó nada identificarme con el personaje del joven». No obstante, el desarrollo matiza tal admiración mediante un soterrado chauvinismo, y confiere con frecuencia a los dos personajes centrales una cualidad casi simbólica, de forma que la conclusión sugiera una tesis no por fundada menos tendenciosa: el jazz lo crearon los negros americanos, por instinto, pero lo legitimaron los blancos franceses, por talento. Ahora bien, la sensibilidad mediante la cual Tavernier aúna la perspectiva mítica con el naturalismo dignifica este ingrediente tan discutible del planteamiento, sensibilidad reforzada por una disposición narrativa que juega semánticamente con las propiedades lingüísticas del jazz en lugar de plegarse a una preceptiva cinematográfica ortodoxa, anticipándose así a Bird, acentuada por un tono bien guardado que fluctúa entre la tristeza y la melancolía, embellecida por la primorosa dirección artística del gran Alexandre Trauner (destacable sobre todo la reconstrucción del legendario club parisiense Blue Note) y magnificada por el asombro que produce Dexter Gordon en su actuación cinematográfica, tan sumamente verosímil en su espontaneidad que desaconseja especular sobre los resultados si su rol estuviera personificado por un actor profesional. Dolorosamente peor resulta a su lado François Cluzet, al recordar al repelente Jean-Pierre Léaud, personificando el trasunto del escritor Paudras, y competentes en sus respectivos cameos los cineastas americanos John Berry, en su momento también exiliado en París, y un soberbio Martín Scorsese como el representante de Turner/Gordon. Por lo demás, escoger como título el paradigmático tema Round Midnight de Thelonious Monk (disponible en diversidad de versiones, sea cantadas o instrumentales) representó un acierto desde cualquier punto de vista; para la película lo interpreta, en intimista scat, Bobby McFerrin. Otros standards comparecen (Body and Soul, How Long This Been Going On, etc.) en una banda sonora a cargo del pianista Herbie Hancock, premiada con el Óscar de la modalidad. Chet Baker, que también conoció su correspondiente etapa de jazzman americano en París, comparece en off, cantando Fair Weather. Y en persona, actuando con Gordon/Turner, se reconoce, además del antedicho Hancock, al trompetista Freddie Hubbard, el guitarrista John MCLaughlin, el pianista Cedar Walton, los bajistas Pierre Michelot y Ron Carter y la cantante Lonette McKee, principalmente.

POR CARRETERAS SECUNDARIAS, Alfonso Armada

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ALFONSO ARMADA, Por carreteras secundarias, Malpaso, Barcelona, 2018, 400 páginas.

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Ignacio Martínez de Pisón advierte en el Prólogo  (pp. 7-9): «La España que aquí se retrata ni siquiera despertaría la curiosidad de los profesionales de la modernidad. [...] ese viejo mundo que está desaparecido ante nuestros ojos sin que en su lugar surja ningún mundo nuevo para reemplazarlo». Acompañan a cada una de esta crónicas, sobre esta España borrosa, los fogozanos de luz de Corina Arranz.
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«DEJEMOS HABLAR AL VIENTO, ESE ES EL PARAÍSO»

   Parada do Courel, Lugo.  Si un viaje no te sorprende y no te cambia no vale la pena emprenderlo. El que iniciamos en Puebla de la Sierra ha acabado siendo un viaje de estudios. Hemos constatado un secreto a voces, pero que un poeta tan poco conocido como esencial como Uxío Novoneyra ya vio: «¡Tierras yermas de O Freixeiro! / ¡Montes abruptos! / ¡Pueblos pobres / que se fueron quedando en los huesos!».
   Tantos hemos visto, que sólo atienden pastores, campesinos, viejos que se resisten a morir con una época en la que sabíamos hacer cosas con las manos... Escribe el filósofo Ignacio Castro Rey en el umbral a la primera traducción al castellano de Os eidos. Libro del Courel: «A contrapelo de nuestra velocidad, siempre alta en la línea recta que encauza al existir, alguien se demora en los meandros». Habla de Novoneyra. Y de lo que en este viaje pretendemos. Por eso terminamos yendo a buscar su rastro en la sierra que «al verle» le iluminó. No en vano canta: «Viento de invierno, ¿de qué te soy conocido?». O: «Yo soy esto que veo y que me ve».
   Camino de Quiroga por la N-120, hasta ocho veces pasamos por encima del curso del Lor, como una aguja que ensarta una serpiente, y cuando pensamos que va a ser la novena descubrimos que es el Sil el que nos vuelve a ver. Hacemos así un primer recuento de ríos: Jarama y Jaramilla, Tajo, Cuervo, Guadiela, Ebro, Segre, Pisuerga, Miera, Cares, Nalón, Sil... que nos salen al encuentro y que buscamos, como las montañas y los árboles. Por la LU-651, entre castaños, subimos al Courel.
   Nos recibe su hija Branca (34 años, bailarina y escritora) en la casa de Parada do Courel (13 casas, y no todas habitadas) que van a convertir en fundación dedicada a la obra de Uxío y a su sierra. Un fogar con más de 200 años de antigüedad al que Novoneyra, a quien sus padres habían enviado a estudiar Filosofía y Letras a Madrid, regresó entre 1953 y 1962 enfermo de pleuresía. De esa convalecencia data su obra cumbre: Os eidos. Los campos. No lejos de la casa, que conserva su presencia, se encuentra el Souto da Rubial, un bosque de castaños donde abundan las cantrochas: árboles en los que conviven troncos muertos y ramas vivas, pasado y presente. El propio poeta, que desapareció en 1999, injerto otras razas para hacerlos más resistentes. Pureza es muerte, mestizaje, vida. En medio de la floresta aparecen Manuela, amiga del poeta, «una de las mayores transmisoras de romances», y su yerno. Desde sus mas de 90 años, manda: «Tenéis que limpiar el bosque».
   Cae lenta la tarde, «¡Tierras solas al sol y las nubes!». Antes de regresar, cogemos agua de la fuente donde bebió Novoneyra. Damos las gracias. También a Ignacio Martínez de Pisón. De su novela Carreteras secundarias tomamos parte del título de esta derrota: «¿Qué vamos a hacer? —dijo mi padre— (...) Pues seguir. Seguir. ¿Qué otra cosa podemos hacer?».
   Tras recordar que «la soledad de la montaña» se presenta en la obra de Novoneyra como «escuela de la soledad del hombre»,y su talento para «escuchar», Castro Rey convoca a Ezra Pound, un poeta denostado por sus delirios políticos, pero que  también afloró versos esenciales: 

No os mováis. 
Dejemos hablar al viento,
ése es el paraíso.

HAIKUS DE LAS CUATRO ESTACIONES, Arturo Carrera

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ARTURO CARRERA, Haikus de las cuatro estaciones, Interzona, Buenos Aires, 2013, 125 páginas.

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En la presentación (pp. 7-9) Carrera sostiene: «En Occidente, el haiku parece un objeto kitsch, una miniatura de yeso». Dado que «toda traducción de haikus o el intento de importarlos a Occidente resulta un fracaso», opta en sus versiones por captar el instante atendiendo a la pulsión del momento.
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Brisa ligera
apenas tiembla
la sombra de la glicina

Matsuo Basho

EL JARDÍN DE LAS DELICIAS, Francisco Ayala

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FRANCISCO AYALA, El jardín de las delicias, Alianza Editorial , Madrid, 1999, 240 páginas.

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En la última secuencia del libro, el autor confiesa: «He reunido piezas diversas, de ayer mismo y de hace quién sabe cuántos años; las he combinado como los trozos de un espejo roto, y ahora debo contemplarlo en conjunto».
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EL QUERUBÍN DIFUNTO

   Los muros, las portadas, las columnas de Salamanca abundan en conchas peregrinas; y la repetida imagen del molusco venustino queda, con su mineral consistencia, bien adherida a la piedra. Pero, para contraste con esta inerte condición, también los tiernos querubines proliferan sobre la arquitectura de la ciudad dándole una palpitación alegre. El movimiento prometido por sus alas y la felicidad de las jocundas cabecitas infantiles llenan de vida pórticos y cornisas; pues, al contrario de aquelias quietas veneras, estos querubines quieren desprenderse de la piedra, y volar. ¿Serán ellos acaso los «¡Angelitos al cielo!» con guitarra y aguardiente de los velorios aldeanos? Sostenidos en lo alto por esas alitas suyas de paloma o de golondrina, miran desde arriba con un regocijo inmortal hacia la afligida tierra... 
   También en la galería del palacio Fonseca donde nosotros estamos alojados habitan algunos querubines. Y hoy, cuando subíamos la escalera, hemos observado que la corrosión, al atacar la blanda piedra rosada, ha convertido en agujeros negros la boca, la nariz y los ojos de uno de ellos, prestando al mofletudo angelote la apariencia espectral de una calavera. Tú, entonces, le has sacado una fotografía, que es como el retrato desesperado al niño muerto, antes de su entierro.

ALMAS SENCILLAS, Varios Autores

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VARIOS AUTORES, Almas sencillas, Letras como espada, 2016, 90 páginas.

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BELLEZA EN EL AULA

   Mandaba a sus neuronas a faenar por esos mundos de la memoria; a su regreso, las ataviaba con sus mejores galas y, seguidamente, las hacía desfilar por el aula. En el aprendizaje, la sencillez es la belleza.

Salvador Robles Miras

HAYKU, Keith Patterson & José María Sancho Fortich

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KEITH PATTERSON & JOSÉ MARÍA SANCHO FORTICH, Hayku, Imprenta Expresión Gráfica, Barcelona, 1981, 20 hojas sin numerar.

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Seis grabados originales de Kouji Ochiai ilustran esta carpeta que contiene doce haikus presentados en edición bilingüe.
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  Parto contigo
este guijarro 
dejó su huella a las lluvias


I share with you this pebble
leaving its imprint
to the rains

MOTIVAR EN LENGUA Y LITERATURA: APRENDIZAJE CON MICRORRELATOS, Lorenzo D. Rubio Martínez & Juan A. Vázquez Alcayada

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LORENZO D. RUBIO MARTÍNEZ & JUAN A. VÁZQUEZ ALCAYADA, Motivar en lengua y literatura, Editorial CCS, Madrid, 2016, 180 páginas.

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Los autores de este libro subtitulado Aprendizaje con microrrelatos presentan narraciones de su autoría a las que acompañan de Propuestas, actividades y recursos para Secundaria.
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GATOS PARDOS

   La conocí esa noche. La conocí esa noche. Una extraordinaria casualidad teniendo en cuenta que hacía años que no encendía un pitillo y fue precisamente en ese lugar donde paré el coche para «dejar de dejarlo». ¿Ella? Se había pasado ocho estaciones y despertó en un pequeño apeadero en el que no había estado antes, eso sí, enfrente del sucio bar a pie de vía en el que entré desesperado para volver a fumar. Nos miramos. Me dio fuego y lo demás sucedió con llana naturalidad; ella se ruborizó al mirar su alianza y yo solo necesitó susurrar cuatro palabras: a quién le importa.

AFORISMOS E IDEAS LÍRICAS, Juan Ramón Jiménez

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JUAN RAMÓN JIMÉNEZ, Aforismos e ideas líricas, La Isla de Siltolá, Sevilla, 2018, 236 páginas.

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José Luis Morante selecciona para esta edición más de 800 muestras de entre el basto y exquisito legado aforístico juanramoniano.

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Arte es quitar lo que sobra.
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Siempre preferí y sigo prefiriendo la poesía penetrante a la llamada poesía profunda, la poesía que entra honda y hondo por ser punzante y segura.
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Entiendo que lo natural en el artista es ser poeta en la primera mitad de su vida y crítico, filósofo en la segunda.
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Desconfiad de una poesía que, para gustar, tiene que ser analizada.
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Amo la inactualidad, la inoportunidad, la extrañeza.
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Soy amigo de la síntesis. Por eso prefiero la rosa a la rosaleda, el ruiseñor a la ruiseñora, el aforismo a la monserga ensayística, la lírica a la épica.
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Soñad siempre hacia el espíritu, nunca hacia la realidad, que ya ésta saldrá del corazón.
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Mi obra, como el mundo, que pretendo crear en ella, es una obra de conjunto, una unidad que puede gozarse en sus más mínimos detalles: florecillas, arenas, burbujas.
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Al fantasma se le mata con su nombre.

UNA TAZA DE TÉ, Kobayashi Issa

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KOBAYASHI ISSA, Una taza de té, Interzona, Buenos Aires, 2014, 112 páginas. Traducción de Miguel Angel Flores.

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No os preocupéis
araña doméstica
solo soy huésped de paso

FEMINISMO. UNA GUÍA ILUSTRADA, Cathia Jenainati

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CATHIA JENAINATI, Feminismo. Una guía ilustrada, Tecnos, Madrid, 2018, 192 páginas.

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Judy Groves ilustra esta guía que comienza (y acaba)  con la respuesta a la pregunta ¿Qué es el feminismo? y dedica entradas a figuras como Betty Friedan, Kate Millet o Frances Harper, además de analizar, por ejemplo, la Misoginia en la literatura o el feminismo y la pornografía. Ilustraciones de Judy Groves.
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MISOGINIA EN LA LITERATURA

   Millet estudiaba obras literarias para encontrar ejemplos de misoginia. Seleccionó el trío D. H. Lawrence, Henry Miller y Norman Mailer como los mayores culpables. 
   La literatura actúa como una forma de propaganda para el patriarcado, y estos tres autores en particular han tenido ideas reaccionarias que, de manera explícita, glorificaron el estereotipo y la cosificación de la mujer. 
   Millet observa cómo a pesar de la persistente dominación patriarcal las mujeres siempre han resistido, cuestionando su opresión. Consideraba que las mujeres de 1970 estaban decididas a acabar con el sistema de sexo/género y a crear una nueva sociedad que hombres y mujeres llevasen vidas iguales. 

TEMPO DI SILENCIOS, Fernando Menéndez

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FERNANDO MENÉNDEZ, Tempo di silencios, Trea, Gijón, 2018, 104 páginas.

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José Ramón González destaca una de las grandes virtudes de Tempo di silencios: «fundir poesía, música y pensamiento». Lo hace en las páginas finales del libro en una sección que sólo podría ser titulada Coda (pp. 97-99). Fernando Menéndez ofrece al lector cuartetos, sonatas, bagatelas, conciertos... Las trece secciones del libro suenan al compás de las indicaciones del autor, convertido en Director de pequeños grupos de cámara en los que, por ejemplo, el violín advierte que «quien tolera los rumores es ya un cadáver» (Ceronetti) o  el clarinetista propone que «no siempre es necesario pasar página, a veces hay que rasgarla» (Chavee).
Antes, en el Preludio (pp. 11-13) ya Gino Rouzzi, aludiendo a Schöenberg, había apuntado: «La concentración es [...] fruto de una selección, de un pensamiento, que primero ha sondado las posibilidades del mundo y ahora las devuelve bajo forma de perla». Las perlas tintinean en su caída, mas el collar no se ha roto.                  
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Toda ausencia es un poema de las nostalgia.
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En los intersticios de la memoria, la melancolía disimula el tiempo.
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La amistad es una oscuridad que alumbra.
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Un aforismo, es un esguince de la razón.
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La niebla dedica una breve biografía al conocimiento.
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En el sueño como en la realidad, jamás se sabe la hora con exactitud.
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Vaciarse de palabras para ir a uno mismo.

NINGUNA MUJER HA PISADO LA LUNA, Kike Parra Veïnat

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KIKE PARRA VEÏNAT, Ninguna mujer ha pisado la luna, Relee, Madrid, 2018, 186 páginas.

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LA VIDA DE SIEMPRE DE MARKUS REINMAN

   Era capaz de soportar sin queja, incluso con desdén, las llamadas a horas intempestivas, ni siquiera se convertían en una grieta por la que entrase el frío, el agua a presión. Tras ocho años ya no sientes el peso de la manta, y cuando suena el timbre, cierras los ojos y te niegas a levantarte, entre otras cosas porque nadie va a darte un pequeño golpe con el codo en la espalda, a la altura de los riñones, que te haga abandonar la temperatura confortable de la cama.

BREVIARIO DE ESCOLIOS, Nicolás Gómez Dávila

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NICOLÁS GÓMEZ DÁVILA, Breviario de escolios, AtalantaVilaür, 2018, 296 páginas. 
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Madurar no consiste en renunciar a nuestros anhelos, sino en admitir que el mundo no está obligado a colmarlos.
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Toda civilización es un diálogo con la muerte.
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La única ejecutoria de nobleza, en nuestro tiempo, es la derrota.
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El individualismo degenera en beatificación del antojo.
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La imbecilidad muda de tema en cada época para que no la conozcamos.
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El hombre llama «neutro» lo que quiere imponer sin confesar sus motivos.
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La vida es taller de jerarquías.
Sólo la muerte es demócrata.
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Dudar del progreso es el único progreso.
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El que escucha atento el ruido de su tiempo no escribirá su música. 
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El tránsito de un libro a otro se hace a través de la vida.

LAS MIRADAS MIOPES, Nicolás Jarque Alegre

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NICOLÁS JARQUE ALEGRE, Las miradas miopes, Enkuadres, Valencia, 2018.
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DESENAMORÁNDOSE

   Hoy, se cumplen cinco años, cuatro meses, tres semanas y dos días desde que la olvidé.

CACHORROS DE ORNITORRINCO, Francisco Rodríguez Coloma & Raquel Vázquez

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FRANCISCO RODRÍGUEZ COLOMA & Raquel Vázquez,  Cachorros de ornitorrinco, Zaera Silvar Editor, A Coruña, 2015, 93 páginas.

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Este libro subtitulado Teoría del microrrelato y experiencia docente recoge una antología de textos escritos por 36 alumnos de 3º de ESO, durante las clases de Lengua Castellana y Literatura impartidas por Raquel Vázquez y Francisco Rodríguez Coloma. En el Prólogo (pp. 3-7), Pedro Sánchez Negreira, relata la sorpresa que le produjo escuchar algunos textos de los alumnos que habían accedido al microrrelato leyendo también sus creaciones. Enriquece notablemente el volumen la Unidad Didáctica: El microrrelato (pp. 35-92) escrita por Raquel Vázquez como propuesta docente de su Master de Profesorado.  
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[DES] AMOR

   Pensaron que un hijo ayudaría a terminar con sus discusiones de pareja.
   Ya son familia numerosa.

Isabel López

HÉLICES, Guillermo de Torre

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GUILLERMO DE TORRE, Hélices, Editorial Mundo Latino, Madrid, 1923, 126 páginas.

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El ultraísta Guillermo de Torre es uno de los pioneros del haiku en España. Este deslumbrante compendio de atrevida (y nada efervescente) modernidad, Hélices, contiene una selección de Hai-kais (occidentales).
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Otro árbol, con las manos
en los bolsillos,
se ciñe los collares del viento.

100 PICTOGRAMAS PARA UN SIGLO (XX), Pero Joan

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PERE JOAN, 100 pictogramas para un siglo (XX), Edicions del Ponent, Castalla, 2014, 128 páginas.

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Con cada una de las cien viñetas que componen este libro, Pere Joan disecciona comportamientos que explican patologías sociales de nuestra contemporaneidad. 
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HIPERSEXUALIZACIÓN


HITOS MALDITOS DE LA HISTORIA, Enrique Gallud Jardiel

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ENRIQUE  GALLUD JARDIEL, Hitos malditos de la historiaGlyphos, Valladolid, 180 páginas.

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TORTILLA EN VARENNES

   El día que comenzó efectivamente la Revolución francesa el abúlico Luis XVI escribió en su diario: «Rien» [Nada]. Quería decir que ese día no había conseguido cazar nada.
   Majaderos así, con este grado de inteligencia y perspicacia, son los que muchas veces rigen los países y tienen en sus manos los destinos de miles de prójimos y prójimas.
   Cuando un tiempo después le despertaron para informarle de que los franceses estaban cabreados y se dirigían hacia Versalles con ánimo de armar la marimorena, el monarca, aún obnubilado por los encantos de Morfeo, exclamó:
   —¡Pero eso es una revuelta!
   Y es aquí donde viene la famosa frase que consta en todos los libros de hitos históricos y de cuchufletas. El despertador (vamos, el que le estaba despertando), pronunció por primera vez la palabra fatídica, que luego se popularizaría no poco:
   —No, Sire: es una revolución.
   Todo esto para que se ubiquen. ¿Ya? Bien. Demos un pequeño salto en la historia.
   Tenemos ya a la Asamblea Constituyente al mando del tinglado. La familia real, trasladada por la fuerza a París, se hallaba confinada en las Tullerías y sus miembros no sólo estaban presos, sino que además no tenían permiso para salir. A Luis, aquello le daba más o menos igual: nunca había tenido demasiados deseos de reinar. A él lo que le gustaba era la cerrajería. (Y como su esposa, María Antonieta, se la pegaba con todo bicho viviente, no hay ni que decir la cantidad de chistes alusivos que tuvo que escuchar en los que se hablaba de una cerradura en la que se probaban muchas llaves para ver cuál encajaba mejor).
   La reina era quien llevaba peor el destrona- miento de facto, porque era hija de María Teresa de Austria —una señora de armas tomar— y le gustaba mucho mandar mucho.
   La pareja aguantó mecha durante meses, firmando los decretos de la Asamblea (aunque dejando caer a posta algunas gotas de tinta para manchar el documento y demostrar así su descontento con el gobierno revolucionario). Pero hubo un vaso que colmó la gota y fue la Constitución Civil del Clero, que subordinaba la Iglesia al Estado (al estilo anglicano) y pretendía la inconcebible iniquidad de que los curas pagasen impuestos. Los reyes (ex-reyes más bien, para aquel entonces) no podían aguantar esto sin pataleo.
   Estamos hablando de 1791, el año en que se pusieron de moda los calzoncillos reversibles, que constituían un enorme ahorro en la cuenta de la lavandera.
   Así es que Luis y María Antonia, tras bastantes momentos de incertidumbre y duda, decidieron salirse, como se hace en el cine cuando la película es un tostón. Este episodio borbónico es lo que se conoce en la historia como la Fuga de Varennes, malograda por una tortilla en su tramo final. Pero no adelantemos acontecimientos.
   La idea era que si lograban salir pitando y llegar a la frontera (donde les esperaban los aristócratas que habían conseguido huir de París disfrazados de toda suerte de cosas, a cual más vergonzante), entonces todo iría bien. Una exhibición de fuerza monárquica pagada por los austriacos volvería a poner al pueblo de parte del rey y todos aquellos sans-culottes descamisados se irían por fin a hacer gárgaras.
   El rey quiso consultar su proyecto con Mirabeau, que siempre le daba buenos consejos y caramelos de limón, pero fue imposible hacerlo por varias razones. Una de ellas fue que Mirabeau había muerto un mes antes. Las otras, realmente, eran de menor peso.
   La escapada la organizaron dos amantes oficiales de María Antonieta, dos condes suecos que, según los libros que hemos consultado, se llamaban Axel de Fersen y Axen de Fersel, respectivamente, aunque nos entra la duda de si no habría aquí alguna errata y no fueran dos condes de nombres parecidos sino sólo uno y mal escrito.
   Axel (o Axen), en su deseo de ver cómo su amada María Antonieta se iba corriendo (no hemos pretendido hacer un chiste obsceno: ha salido solo), pagó de su propio bolsillo un carruaje y compró también disfraces para el rey, reina, delfín, delfina, hermana y criados imprescindibles.  La idea era que fingieran ser burgueses que iban de picnic.
   Cuando se habla luego del guillotinamiento de los reyes (¿o es ‘guillotinación’?; nos asalta la duda), no se recuerda que se debió principalmente al exceso de pompa de aquella huida. El carruaje tenía un tamaño desmesurado, rozando lo descomunal. Dentro de él cabía cómodamente toda la familia real y sus criados, con todos sus baúles y pertrechos, un montón de cestas con comida para un regimiento, algún que otro mueble del que les daba mucha pena desprenderse y un clavicordio para no aburrirse por el camino. Esto despertó las sospechas de muchos. Vamos, que los fugitivos es- tuvieron en un tris de hacer pintar las armas reales y la flor de lis en la portezuela del vehículo.
   El 20 de junio, a la hora de los mosquitos, la familia real abandonó las Tullerías por la puerta verde (seguro que todos ustedes saben a cuál nos referimos), disfrazados de personas pobres que estrenaban traje ese día. Al salir, los escapantes pasaron por delante de las narices del marqués de Lafayette quien, por hallarse distraído apretándose la hebilla de su zapato, no les reconoció, cosa que le proporcionó muchos disgustos ya para el resto de su vida.
   El rey había dejado una carta sobre su almohada. En ella se quejaba amargamente de que la Revolución le había dado muy mal de comer y revocaba los decretos que había firmado mientras estuvo prisionero. También decía unas cosas sobre las madres respectivas de Danton y Robespierre que no son lenguaje digno de un monarca bajo ninguna circunstancia y que no es elegante trans- cribir aquí. La tarde del 21 los huidores llegaron a Varen- nes-en-Argonne. La frontera estaba cerca. Bouillé, un general realista de confianza, estaba ya al caer con sus soldados para escoltar al rey a territorio seguro.
   Pero el caso es que, como suele pasar, los soldados realistas se retrasaron un tanto. En el interregno, los habitantes de aquel lugar, que ya se habían olido la tostada, se reunieron y rodearon la posada en la que la familia Capeto (los borbones, vaya) se había detenido. Se le sugirió al rey que, en vez de hacer noche en aquel pueblo infecto de donde no les iban a dejar salir, se marchara de allí pitando en medio de la caballería que le protegería, para alcanzar al territorio austriaco que le garantizaba la libertad. Luis XVI accedió a hacer lo que le de- cían (como había hecho toda su vida, pues era un hombre de muy poco carácter).
   Pero cuando ya se disponía a subirse de nuevo al carruaje y seguir por la noche su viaje (¡anda!: sin pretenderlo en absoluto nos ha salido un pareado), el monarca olió algo.
   En la habitación contigua a aquella en la que se hallaba se estaba cocinando una tortilla.
   Las reales papilas se estremecieron con aquel estímulo. Luis avanzó hacia la puerta y vio a la dueña de la posada atareada junto a su fogón.
   El monarca, entonces, se sentó y dijo que quería comerse una tortilla como aquella, de más de seis huevos por lo menos, antes de ir a ningún sitio.
   Aquellos huevos —proporcionados por «Niní», la gallina más ponedora de aquella casa (y de todo Varennes)— iban a cambiar para siempre la historia de Francia.
   Sí, porque en el tiempo que tardó el soberano en degustar aquel suculento plato, llegaron al lugar los perseguidores enviados por Montmolin,  que era el ministro de Asuntos Exteriores (por si alguien no lo sabía).
   (Si nos entregaremos ahora a la ucronía —ese pasatiempo consistente en imaginar qué hubiese pasado si no hubiese pasado lo que pasó— veríamos lo siguiente: Luis huye, Austria e Inglaterra invaden Francia y se quedan cada una con un tercio de su territorio. Restauran en su trono a Luis (en el tercio que le queda de su país) y esta mini-Francia sigue siendo un reino hasta hoy. No hay Declaración de los Derechos Humanos ni nada parecido. El mundo cambia sustancialmente).
   Todo eso no sucede, porque un rey no puede quedarse sin cenar. El resto de la historia ya la conoce el lector. La familia real es apresada y conducida de nuevo hasta París en medio de burlas, insultos y, ¡ag, qué asco!, bastantes escupitajos. Se juzga a Luis como traidor a Francia, por haber querido huir de ella, y se le corta la cabeza limpiamente. A María Antonieta, también. Se proclama la República, ya sin posibilidad de vuelta atrás. La historia de Francia avanza por otros derroteros.
   Si aquellos huevos no se hubieran llegado a batir, no hubieran existido Napoleón Bonaparte, el mariscal Petain ni tampoco Maurice Chevalier. No sabemos si congratularnos o no de que Luis se comiera aquella tortilla.

LIBERACIÓN, Varios Autores

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VARIOS AUTORES, Liberación, Muro de Letras, Granada, 2016, 96 páginas.

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LIBERÁNDOME

   Sabía que debía apartar de mi vida todo pensamiento que me recordase a ella. Marginaría de mi apartamento sus ropas y abriría las ventanas para que el aire gélido se llevase su olor. Deprimido recorro el puente de Alejandro. El Sena, sigiloso, engarza la ciudad a su paso y yo me empapo en sus aguas grises hundiéndome y aguantando la respiración. Quiero yacer por un lapso en su lecho para experimentar qué siento estando casi muerto. Afortunadamente, no advierto nada, estoy carente de dolor. 

 Victoria Aparicio Garzón