MUNDOS IMAGINADOS, Miriam Chepsy
2
MIRIAM CHEPSY, Mundos imaginados, Araña Editorial, Madrid, 2014, p. 96.
**********
PRIMER MUNDO
1. Son las siete de la tarde. Es un día frío, nublado y gris. La calle, con sus paredes y su suelo de piedra, mimetiza su color con el del ambiente. Las farolas crean sombras que acentúan la volumetría de los edificios. Sobre el pavimento resuenan las pisadas, y los ruidos de la gente, sus conversaciones, reverberan contra los muros y se amplifican escuchándose como dentro de un espacio cerrado.
2. Son las siete de la tarde. Voy caminando por esa calle distraídamente. Veo a un costado, contra la fachada, un enorme ramillete de globos amarillos, enormes, con forma de animales. Sigo con la mirada los hilos que lo sostienen. Llegan hasta una mano flaca, de piel oscura. Recorro con la vista ese brazo, enfundado en una chaqueta demasiado fina, y me encuentro con una cara que expresa sufrimiento y hambre, con ojos muy negros y una trenza que le cae sobre la espalda.
3. Son las siete de la tarde. El cielo está casi negro. Las gentes pasan sin mirarme, apuradas. Con este frío y estas nubes que amenazan lluvia, ¿quién se va a parar a comprar unos globos? Si ni siquiera tiran, al pasar, alguna moneda a mi lado. Mierda de ciudad ésta. ¿Es que no puede haber dos días de sol sin que siempre caiga agua? Y ya es noche, debo volver a casa. En la oscuridad, con mi carga a cuestas, camino llevando mi hambre. Qué será de Gerardo, que ha ido al Sur en busca de trabajo.
4. Son las siete de la tarde, hace calor, estoy cansado de trabajar catorce horas en esta maldita cosecha. Quedan quince días para volver con Amanda, si sobrevivo, que ayer un tren atropelló al ómnibus que llevaba a la gente a las barracas. Jodidas barracas, no se puede dormir así, hacinados, y con ese olor a pis que se mete hasta las entrañas. Qué será de Amanda, que ha quedado sola en casa de los colombianos.
5. Son las doce del mediodía, el sol cae vertical sobre el poblado. Sentada a la puerta de mi casa, miro cómo los niños corretean con los pies descalzos. Oteo la carretera como si por ella pudieran venir, andando, los billetes para llevar a mis nietos, o por lo menos, el cartero, con noticias de Amanda y de Gerardo. Pero sólo veo el polvo que levantan los coches al pasar.
Por allí, nunca llega nadie.
Gracias por haber incluido el relato de Mundos imaginados en Documenta mínima
Miriam Chepsy
(aparece mi firma con y porque es una de mis cuentas que aparece por defecto de Google)