EL ABC DE BYOBU, Ida Vitale
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Las estaciones están hartas de nosotros y resueltas a hacer valer sus caprichos. Traslapándose unas sobre otras, imponen la Libertad de su desorden. Bajo los leves velos del otoño, que va para invierno, comparece de pronto el caprichoso verano, con ráfagas absurdas de bochorno, más intolerable porque atropellan a todos los desprevenidos envueltos en lanas, ahora sin razón. Byobu se siente ridículo con su bufanda y su sombrero riguroso. Pero en el mismo momento lo asalta el fantasma del enfriamiento: cuando un incauto se deja vencer por el sofoco y se despoja de la ropa protectora y ofrece su carne y más abajo su pleura delicadísima, aquél se precipita, el cuchillo invisible enarbolado para la agresión. Byobu se hace el sordo sagaz ante el reclamo ignaro de su cuerpo y sigue adelante como si gozara de una isotermia de la que carece. Al menos ese día no será vulnerable, aunque lo agobie la calígine.
A veces —él mismo se asombra— tiene razón. En su casa, se olvida gustoso del tiempo. Pero a la mañana siguiente, la mirada sometida que lanza desde la ventana sobre el mundo. se lo muestra gris, en su lógica gris, desde el cielo hasta el espíritu de quienes caminan doblados bajo un paraguas y arrebujados, otra vez, en uniformes lanas.
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