HERMANN HESSE, Elogio de la vejez, Muchnik Editores, Barcelona, 2001, 144 páginas.
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Esta antología, traducida por Claudio Gancho, recoge las reflexiones de Hesse en torno a la vejez, barajadas, entre otros géneros, en el poema o el aforismo. Volker Michels observa en su Epílogo (pp. 137-140) el progresivo optimismo del autor con el discurrir de los años: "Cada vez será más consciente de los aspectos amables de la vejez desde que se ha impuesto combatir por ella".
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Se muere en efecto de un modo tan condenadamente lento y a trozos: cada diente, cada músculo y hueso tienen una despedida extra, cual si con ellos nos hubiera ido particularmente bien.
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A menudo me admiro de la gran tenacidad con la que nuestra naturaleza se agarra a la vida. Dócilmente, aunque en modo alguno de buen grado, uno se habitúa a situaciones que sólo anteayer nos habrían parecido totalmente insoportables.
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La vejez y la esclerosis hacen progresos, a veces la sangre no quiere seguir corriendo de forma tan normal a través del cerebro. Pero esos males acaban teniendo también su lado bueno; ya no se acepta todo de forma tan clara y apasionada, se pasa de largo sobre muchas cosas, ya no se acusan muchos golpes o alfilerazos, y una parte del ser que en tiempos se llamaba yo, ya está allí donde pronto se instalará el todo.
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Una agonía es también un proceso vital, no menos que un nacimiento, y a menudo ambos se pueden intercambiar.
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