viernes, febrero 17, 2012

BESOS QUE FUERON Y NO FUERON, Roger Olmos & David Aceituno

ROGER OLMOS & DAVID ACEITUNO, Besos que fueron y no fueron, Lumen, Barcelona, 2011, 96 páginas.

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Las ilustraciones de Roger Olmos y los textos de David Aceituno convierten este magnífico álbum ilustrado en un tratado sobre el beso.

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LECCIONES DE ANATOMÍA DEL BESO

   En el tercer volumen de Lecciones de Anatomía deI beso, el doctor Morgan Kovalski se centra en la tercera tipología de besos según la clasificación griega de besos: la primera es el beso osculum, una mera muestra de cortesía que se da en la mejilla; luego está el basium, que añade un grado de afecto y se da en los labios aunque sin demasiado apasionadamiento; y en tercer lugar el suavium, que es el beso que se dan los enamorados. Advierte Kovalski que “aunque suele fraguarse en la cabeza, no es bueno que este tipo de beso permanezca en el cerebro durante más tiempo del necesario antes de ser dado, pues el humor tiende a tomar, en ese caso, dos vías poco recomendables: la de la melancolía excesiva o la del cálculo mezquino”. Los labios, recuerda Kovalski, además de “generar sonidos más o o menos comprensibles, son los verdaderos agentes ejecutores del beso, el origen de un viaje a través del organismo que pone en tensión cerca de treinta músculos, hace que las pulsaciones del corazón se dupliquen y aumente la presión sanguínea”. Después de recrearse en una explcación antropológica de la evolución del beso, Kovalski continúa con la descripción de las reacciones que el acto de besar provoca en nuestro organismo: el cóctel químico que un beso desencadena (se genera dopamina, se liberan estrógenos y testosterona, en definitiva, que sentimos algo parecido a la alegría) termina por afectar también a las pupilas, que se dilatan, así como a la respiración, que se vuelve profunda. Kovalski se refiere después a “la sensación de hormigueo que invade el estómago y se ramifica a través de las terminaciones nerviosas”, o lo que es lo mismo: piel de gallina. Al escalofrío le sigue un suspiro, al suspiro un rubor, y al rubor un incómodo temblor en las rodillas. “Si el equilibrio se insinúa precario y en ese momento se está de pie, basta con sentarse.” El tercer volumen de las Lecciones de Anatomía de Kovalski se cierra diciendo que los besos suelen terminar en el mismo lugar donde se originaron: en la mente, sólo que no en forma de deseo sino de recuerdo.

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