jueves, enero 19, 2012

LA LUMBRE Y LAS TINIEBLAS, Esteban Padrós de Palacios

ESTEBAN PADRÓS DE PALACIOS, La lumbre y las tinieblas, Plaza & Janés, Barcelona, 1966, 208 páginas.

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EL PECADO

   Todo estaba en convencerse de que lo que había sucedido no había sucedido. Era necesario, totalmente necesario, raspar la realidad, raspar el recuerdo. No, no. No había pasado nada.... Nada.
   Juan no conseguía dormirse. No podría conciliar el sueño sin sentir, de una vez, que las cosas continuaban igual que unas horas antes. Unas horas antes todo era ordenado y simple. Y él era libre. Pero ahora no puede ordenar de nuevo la norma cauta y segura de la vida; porque lo que ha sucedido, ha sucedido. Se ha incrustado en la realidad, y ya no es posible olvidar y liberarse sin ayuda del tiempo. Quiere destruir su estúpida equivocación, pero en sus manos vive todavia el calor de Ramona y el olor ingenuo y humilde de Ramona, que le clavan en la carne el hecho inconmovible de una caída vulgar.
   Se revuelve en la cama, y el lecho se desordena. El malestar de la cama descompuesta, es como su propio malestar. Tiene miedo. Ahora sabe que es posible entrar a hurtadillas en el cuarto de la criada, y verse aceptado por una muchacha que calla. Ahora advierte, acongojado, que la tentación de abrir una puerta puede convertirse en algo vivo, en algo que entra, de pronto, a formar parte de la realidad, y que es tacto y es suspiro y es olor. Es algo macizo que está ahí y que ya no se levanta. Ha tocado, tembloroso, el picaporte y ha abierto la puerta. Todo lo que ha pasado luego, ha sido confuso y quizás trivial. Pero ha pasado. Ha sido capaz de abrir la puerta por primera vez. Y hundirse sin gallardía en el ambiente pesado y estrecho del cuarto de Ramona. Y palpar la oscuridad, pringada de sombras, y oírse llamar, con miedo, de usted y señorito.
   El sueño vence, poco a poco, su inquietud. No, no ha pasado nada. Nada. Mañana todo será igual que antes. Obligará a que lo sucedido se pierda en el sueño, como una inútil pesadilla. Una vez no es nada, no es nada. Todavía le queda miedo para que en otra ocasión su mano se retire del picaporte. No, no volverá a suceder. Hay que evitar que el hecho torpe se haga peligroso, y que el pecado nos llame de tú. Mañana todo será igual que siempre y la extraña realidad de hoy, una borrosa pesadilla.
   Juan despertó y el recuerdo le hirió de súbito con su bofetada. De todos modos, era igual. Ya estaba todo decidido. Todo sería igual que antes. Un poco de seriedad. Indiferencia... ¡Esto es lo más hábil! No, no ha pasado nada.
   Ramona entró con el desayuno. Juan le dirigió una mirada distraída, sin intimidad. Una mirada muy respetable. Todo como antes. Hay que evitar que el pecado nos hable de tú.
   Ramona deposita el desayuno sobre la cama. Sonríe, confidente y cariñosa.
   —Hola, Juan. ¿Has dormido bien?
   Y su mano le reza la rodilla.

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