miércoles, marzo 02, 2016

LA MÁS QUE VIVA, Christian Bobin

CHRISTIAN BOBIN, La más que viva, Libros Canto y Cuento, Jerez, 2015, 138 páginas.

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La más que viva es una narración. Un libro sobre el duelo. Una colección de pequeñas prosas que Bobin va enhebrando con su habitual maestría. Un relato para Ghislaine, la no-fallecida, en el que aparecen el microensayo y el mejor aforismo. 
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   Hay algo de terrible en todas nuestras vidas. Hay, en el fondo de todas nuestras vidas, algo terriblemente pesado, duro y áspero. Como un poso, un peso, una mancha. Un poso de tristeza, un peso de tristeza, una mancha de tristeza. Aparte de los santos y algunos perros vagabundos, todos estamos más o menos contaminados por el mal de la tristeza. Más o menos. Se puede ver en nuestras mismas fiestas. La alegría es la sustancia más rara de este mundo. No tiene nada que ver con la euforia, el optimismo o el entusiasmo. No es un sentimiento. Todos nuestros sentimientos son sospechosos. La alegría no viene de dentro, surge de fuera: una casilla de nada, que circula, que está en el aire, que vuela. Le otorgamos mucho menos crédito que a la tristeza, que, por su parte, hace valer sus antecedentes, su peso, su profundidad. La alegría no tiene antecedente alguno, ni peso, ni profundidad. Está toda en sus inicios, para echar a volar, con temblores de alondra. Es la cosa más preciada y más pobre del mundo. Nadie la ve salvo los niños. Los niños, los santos, los perros vagabundos. Y tú. Tú la coges al vuelo, y la vuelves a dar enseguida, no hay nada más que hacer con ella. Y te ríes, solo sabes reír ante tanta riqueza dada, recibida. Sin embargo, tienes que ocuparte, como todos, de esa cosa terrible en nuestras vidas, esa sombra terriblemente pesada, dura, áspera. Le haces un sitio como a todo lo demás.
   Le abres la puerta a la tristeza con tanta amabilidad que se siente perdida, que pierde sus modales sombríos y se vuelve irreconocible.
   La gracia se paga siempre a un alto precio. Una alegría infinita exige un coraje igualmente infinito. Era tu coraje lo que yo oía en tus risas: un amor por la vida tan poderoso que ni la vida podía ya ensombrecerlo.

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