RAMÓN GÓMEZ DE LA SERNA, Senos, Albino y Asociados, Buenos Aires, 1979, 83 páginas.
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Baste una pincelada de Osiris Chierico en la Aproximación (pp. 10-11): "Ramón y Luis nos dan este libro lleno de respuestas. Un bello libro con el más bello de los temas". Como en las otras entregas, las diez bellas xilografías de Luis Seoane, se insertan entre los microrrelatos.
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LOS SENOS DE LA DOMADORA
Senos valientes, intrépidos.
Los zarpazos del león van buscándolos y aun con eso ella los presenta lo primero de todo por delante de sí misma, aunque se ve que es lo que defiende con el revólver que lleva a la cintura.
Los gestos de las "manos" del león hacia la domadora son gestos bruscos, temerosos, intencionados, de hombre que busca los senos a la mujer y ella tiene la misma táctica que la mujer emplea con el hombre.
Es notable ver más sincera que nunca la violenta y enconada ferocidad del hombre frente a la valiente defensa de la mujer. (Así son las luchas entre la doncella que no quiere que la toque el señorito, y el señorito que lo está intentando siempre.)
¡Cómo son de fuertes los senos de la domadora bajo la recia cazadora, bajo el fuerte pijama de agremanes como cadenas!
La domadora resultará por eso mucho más heroica que el domador, porque da sus senos al peligro, porque da más pecho a la fiera.
Los senos de la domadora son como crótalos, como senos con dos escudos que los defienden, apretados sus poros, dispuesto el pezón como un estilete. Parece la domadora la cazadora de osos con el cuchillo en el pecho.
¡Qué mansa y qué femenina resultará después para su marido la valiente domadora! ¡Qué gran contraste en el hogar con cuadros románticos, frente al tocador vestido de rosa como un bebé!
Los zarpazos del león van buscándolos y aun con eso ella los presenta lo primero de todo por delante de sí misma, aunque se ve que es lo que defiende con el revólver que lleva a la cintura.
Los gestos de las "manos" del león hacia la domadora son gestos bruscos, temerosos, intencionados, de hombre que busca los senos a la mujer y ella tiene la misma táctica que la mujer emplea con el hombre.
Es notable ver más sincera que nunca la violenta y enconada ferocidad del hombre frente a la valiente defensa de la mujer. (Así son las luchas entre la doncella que no quiere que la toque el señorito, y el señorito que lo está intentando siempre.)
¡Cómo son de fuertes los senos de la domadora bajo la recia cazadora, bajo el fuerte pijama de agremanes como cadenas!
La domadora resultará por eso mucho más heroica que el domador, porque da sus senos al peligro, porque da más pecho a la fiera.
Los senos de la domadora son como crótalos, como senos con dos escudos que los defienden, apretados sus poros, dispuesto el pezón como un estilete. Parece la domadora la cazadora de osos con el cuchillo en el pecho.
¡Qué mansa y qué femenina resultará después para su marido la valiente domadora! ¡Qué gran contraste en el hogar con cuadros románticos, frente al tocador vestido de rosa como un bebé!
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