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Giorgio Manganelli apunta en su posfacio Donde resiste lo que no existe: "la hora de los juguetes es tan larga como una era geológica, cuando se está dentro de ella no termina nunca (...). Después termina, tal vez muere". Este Catálogo aspira a que no se pierda lo único que puede conservarse: el recuerdo de aquella ilusión.
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CONSTRUCCIONES
Paralelepípedos, cubos, columnitas, fachadas de colores de casas nórdicas, la torre con el reloj dibujado. Las piezas eran de madera, livianas. Las combinaciones, pocas. Después llegó el Lego, la idea del ladrillo y del encastre. Pero antes se nos adiestraba en el equilibrio de una pieza sobre otra, se pensaban las ciudades todas enteras, no los edificios individuales, mucho menos el detalle de las puertas y ventanas. Ciudades en las que nadie vivía al aire libre, nadie atravesaba las calles. Ciudades invernales donde los niños jugaban en casa y se iban a la cama temprano. Los padres eran presencias domingueras y afectuosas, las madres siempre estaban jadeando, preocupadas por modistas y peluqueros, trituradas entre deberes familiares, trabajos de media jornada, instrucciones a las empleadas domésticas. Afuera estaba la niebla, y había nieve, y un río largo de nombre corto. Y en la niebla los faros inesperados de las bicicletas. Y se esperaba el verano. Y no se veía la hora de crecer.
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