EDUARDO E. VARDÉ, Felicidonia, Micrópolis, Lima, 2017.
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LA LEJANA
Aquella, la lejana, era una pinturita, un hecho artístico. Tenía los labios carmesí, los ojos miel, la cintura delineada, el pelo casi dorado. Podría describirla de pies a cabeza, si no fuera porque, con el tiempo, cuando había pasado años de tenerla cerca, comenzó a desteñirse hasta transformarse en una líneas deformes que también se fueron borrando.
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