CUENTOS, Gianni Rodari

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GIANNI RODARI, Cuentos, Edebé, Barcelona, 2006, 190 páginas.


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LA MUCHACHA DE LA LUNA

   Había una vez, en Yakutia, una pobre niña huérfana de padre y madre. La niña era demasiado pequeña para bastarse a sí misma, así que la adoptó un rico mercader ruso y la llevó a su casa. Allí debía fregar el suelo, lavar los platos, ir a buscar agua, hacer la colada, cocinar, cuidar a los niños y, a cambio de todo este trabajo, sólo recibía techo y comida. Nadie se preocupaba de que la pequeña tuviese que trabajar más que los adultos, sin un momento siquiera de descanso y sin poder jugar nunca con otros niños. El mercader era un malvado y su mujer, peor que él.
   Una noche en que la Luna resplandecía muy clara en el cielo y la helada hacía castañetear los dientes, la mujer del mercader mandó a la niña a buscar agua a una fuente lejana. Aunque la muchacha tenía frío, cogió el cubo de madera y una hachuela y se puso en marcha. Estaba aterida, cuando al fin llegó a la fuente. Con la hachuela hizo un hueco en el hielo, llenó de agua el cubo y se dio prisa en volver. Pero el camino era escabroso y resbaladizo. La niña, ya muy cerca de la casa del mercader, tropezó, cayó y derramó toda el agua.
   ¿Y ahora? No le pasaba por la cabeza desandar el camino hasta la fuente. Se sentía demasiado débil y hacía demasiado frío. ¿Volver a la casa sin agua? No se habría atrevido. Mientras estaba así, triste y tiritando, sin saber qué hacer, alzó los ojos, vio a la Luna que atravesaba el cielo y clamó:
   —Luna, hermosa Luna, eres testigo de mi desdicha y no me agudas. Sácame de aquí, donde es de noche y hace frío, donde viven el malvado mercader y su mujer peor aún, llévame contigo por el cielo azul.
   La Luna la escuchó, bajó a la Tierra y adoptó el aspecto de un bello joven vestido de plata.
   Pero el hermano mayor de la Luna, el Sol, se dio cuenta enseguida de lo que ocurría. Bajó también a la Tierra y adoptó el aspecto de un bello joven vestido de oro. Le dijo entonces a la Luna:
   —He venido a llevarme a la niña que no conoce la felicidad en la Tierra y que quiere subir al cielo. Como soy tu hermano mayor, naturalmente tendrás que dejarme actuar a mí primero.
   Pero la Luna respondió:
   —Es verdad, hermano, eres el mayor. Pero ahora es de noche y de noche mando yo. La niña me ha pedido aguda a mí, no a ti. Por tanto, seré yo la que la lleve al cielo conmigo.
   Dicho esto, cogió a la muchacha y se la llevó consigo. La niña yakutia vive ahora en la Luna. Mirad un momento hacia arriba, observad la Luna llena y quizá también vosotros podréis verla.

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