POR CARRETERAS SECUNDARIAS, Alfonso Armada

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ALFONSO ARMADA, Por carreteras secundarias, Malpaso, Barcelona, 2018, 400 páginas.

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Ignacio Martínez de Pisón advierte en el Prólogo  (pp. 7-9): «La España que aquí se retrata ni siquiera despertaría la curiosidad de los profesionales de la modernidad. [...] ese viejo mundo que está desaparecido ante nuestros ojos sin que en su lugar surja ningún mundo nuevo para reemplazarlo». Acompañan a cada una de esta crónicas, sobre esta España borrosa, los fogozanos de luz de Corina Arranz.
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«DEJEMOS HABLAR AL VIENTO, ESE ES EL PARAÍSO»

   Parada do Courel, Lugo.  Si un viaje no te sorprende y no te cambia no vale la pena emprenderlo. El que iniciamos en Puebla de la Sierra ha acabado siendo un viaje de estudios. Hemos constatado un secreto a voces, pero que un poeta tan poco conocido como esencial como Uxío Novoneyra ya vio: «¡Tierras yermas de O Freixeiro! / ¡Montes abruptos! / ¡Pueblos pobres / que se fueron quedando en los huesos!».
   Tantos hemos visto, que sólo atienden pastores, campesinos, viejos que se resisten a morir con una época en la que sabíamos hacer cosas con las manos... Escribe el filósofo Ignacio Castro Rey en el umbral a la primera traducción al castellano de Os eidos. Libro del Courel: «A contrapelo de nuestra velocidad, siempre alta en la línea recta que encauza al existir, alguien se demora en los meandros». Habla de Novoneyra. Y de lo que en este viaje pretendemos. Por eso terminamos yendo a buscar su rastro en la sierra que «al verle» le iluminó. No en vano canta: «Viento de invierno, ¿de qué te soy conocido?». O: «Yo soy esto que veo y que me ve».
   Camino de Quiroga por la N-120, hasta ocho veces pasamos por encima del curso del Lor, como una aguja que ensarta una serpiente, y cuando pensamos que va a ser la novena descubrimos que es el Sil el que nos vuelve a ver. Hacemos así un primer recuento de ríos: Jarama y Jaramilla, Tajo, Cuervo, Guadiela, Ebro, Segre, Pisuerga, Miera, Cares, Nalón, Sil... que nos salen al encuentro y que buscamos, como las montañas y los árboles. Por la LU-651, entre castaños, subimos al Courel.
   Nos recibe su hija Branca (34 años, bailarina y escritora) en la casa de Parada do Courel (13 casas, y no todas habitadas) que van a convertir en fundación dedicada a la obra de Uxío y a su sierra. Un fogar con más de 200 años de antigüedad al que Novoneyra, a quien sus padres habían enviado a estudiar Filosofía y Letras a Madrid, regresó entre 1953 y 1962 enfermo de pleuresía. De esa convalecencia data su obra cumbre: Os eidos. Los campos. No lejos de la casa, que conserva su presencia, se encuentra el Souto da Rubial, un bosque de castaños donde abundan las cantrochas: árboles en los que conviven troncos muertos y ramas vivas, pasado y presente. El propio poeta, que desapareció en 1999, injerto otras razas para hacerlos más resistentes. Pureza es muerte, mestizaje, vida. En medio de la floresta aparecen Manuela, amiga del poeta, «una de las mayores transmisoras de romances», y su yerno. Desde sus mas de 90 años, manda: «Tenéis que limpiar el bosque».
   Cae lenta la tarde, «¡Tierras solas al sol y las nubes!». Antes de regresar, cogemos agua de la fuente donde bebió Novoneyra. Damos las gracias. También a Ignacio Martínez de Pisón. De su novela Carreteras secundarias tomamos parte del título de esta derrota: «¿Qué vamos a hacer? —dijo mi padre— (...) Pues seguir. Seguir. ¿Qué otra cosa podemos hacer?».
   Tras recordar que «la soledad de la montaña» se presenta en la obra de Novoneyra como «escuela de la soledad del hombre»,y su talento para «escuchar», Castro Rey convoca a Ezra Pound, un poeta denostado por sus delirios políticos, pero que  también afloró versos esenciales: 

No os mováis. 
Dejemos hablar al viento,
ése es el paraíso.

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