MIL AÑOS DE CUENTOS. MITOLOGÍA,

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Mil años de cuentos. Mitología, Edelvives, Zaragoza, 2001, 384 páginas.

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Organizado en seis bloques (la creación del mundo, mitos sobre los orígenes, mitos osbre el amor, astucias y peleas de héroes, tretas y peleas de dioses y el reino de los muertos), contiene relatos de diversas mitologías (adaptados para nuevos lectores) con ilustraciones de Sourine. 
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UN VIENTO ABRASADOR SOBRE El HIELO

   En el principio, todo era un abismo sin fondo que se extendía entre el Norte, el país de los hielos y las tinieblas eternas, y el Sur, el país del fuego. Los ríos que corrían desde el Sur hacia el país de los hielos fueron llenando poco a poco el abismo. Los vientos abrasadores del Sur acabaron por encontrarse con las nieves del Norte y, como consecuencia, el hielo se transformó en gotas de agua que cada vez fueron más abundantes. Estas gotas de agua fría, fecundadas por el calor, produjeron el gigante Ymir. Su parte cálida transpiraba mientras dormía y las gotas de sudor generaron otros gigantes, machos y hembras.
   
   Los gigantes no estuvieron solos durante mucho tiempo, pues otra forma de vida había nacido del hielo fecundado por el viento del Sur: era la vaca Odimla, y de sus ubres brotaron cuatro ríos de leche que nutrieron a los gigantes. Incluso la vaca se alimentó con leche helada que tenía un sabor salado.
   La noche del primer día en que la vaca echó leche al hielo, apareció la cabellera de un ser con forma humana; al día siguiente, la cabeza del hombre emergió del hielo y, el tercer día, salió el cuerpo entero.
   Este ser nacido del hielo no era de la estirpe de los gigantes nacidos del sudor de Ymir. Y sin embargo, tuvo un hijo. Desde su más tierna infancia, este hijo dio muestras de un valor excepcional y de poseer grandes cualidades. Los gigantes le aceptaron y le dieron a una de sus hijas por esposa. De esta unión nacieron los primeros dioses y, concretamente, Odín.
   Pero de todas maneras, pasado un tiempo, la guerra entre los dioses y los gigantes explotó. Odín y sus compañeros mataron a Ymir. La sangre que salió de su inmenso cuerpo se precipitó hacia el abismo original, lo inundó por completo y los gigantes se ahogaron. De este océano de muere sólo consiguió escapar uno con su mujer. Esta pareja engendró otros gigantes que más adelante lucharían de nuevo contra los dioses.
   Mientras tanto, fueron los únicos amos del mundo, ¡pero menudo mundo! Por un lado, frío desolador y, por otro, fuego abrasador... Los dioses, entonces, tomaron el cuerpo de Ymir y lo pusieron en medio del abismo: de su carne surgió la tierra; de su sangre, el mar y los lagos; de sus huesos, las montañas, y de sus dientes, las piedras. Sus cabellos dieron lugar a los bosques. Con su cráneo, los dioses hicieron el cielo en el que colgaron las estrellas que sacaron de las chispas del fuego del Sur y las fijaron en la bóveda celeste para que iluminaran al mundo; la más grande y brillante se convirtió en el sol. Desde entonces existe el día y la noche. Sacaron también el cerebro de Ymir y lo lanzaron al aire y así se formaron las nubes. Con las cejas del gigante hicieron una muralla para proteger su territorio. Por fin, el universo estaba en orden y la casa de los dioses perfectamente delimitada.
   Cuando querían distraerse, los dioses bajaban a darse un paseo por la tierra. Y como estaba debajo de su morada, construyeron el arco iris, un puente gigantesco entre el cielo y la tierra. Pero su trabajo no había terminado todavía: les faltaban los seres humanos. Hasta ahora sólo vivían en la tierra los enanos, una estirpe de seres pequeños que salieron de la carne de Ymir como los gusanos surgen de un cuerpo en descomposición. Criaturas de las sombras, pasan la mayor parte del tiempo construyendo galerías subterráneas y forjando metales.
   Un día, tres dioses estaban paseando por la orilla del mar. Se trataba de Odín, Hoenir y Lodur. Vieron dos tocones de madera y decidieron crear con ellos a los seres humanos. Odín les dio el hálito vital, Hoenir, el movimiento y Lodur, la facultad del hablar, oír y ver. Los vistieron y después les pusieron nombre, al hombre le llamaron Ask y a la mujer, Embla. Y la descendencia de esta pareja pobló completamente la tierra.


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