SESENTA Y CINCO MOMENTOS EN LA VIDA DE UN ESCRITOR DE POSDATAS, Álex Chico

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ÁLEX CHICO, Sesenta y cinco momentos en la vida de un escritor de posdatas, La Isla de Siltolá, Sevilla, 2016, 88 páginas.

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De este volumen, ya sería de gran interés, simplemente, el juego de cajas chinas que en él se encierra: el autor, Álex Chico, como editor que selecciona las posdatas de un escritor-personaje, E.P., que son a su vez fragmentos extraídos anteriormente de entre sus propias obras. Sin embargo, lo realmente destacable, en realidad, son la calidad de estas reflexiones: aforismos, apuntes, registros más o menos breves sobre la creación literaria, la relación con el espacio y la memoria, que dialogan entre sí y con la misma forma del libro con notable e incansable acierto, para componer, en suma, esta brillante propuesta metaliteraria.

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Alguien le preguntó al escritor de posdatas a qué se refería cuando hablaba de crear un personaje que fuera un pirata literario. ¿Un ladrón de historias?, preguntaron. En absoluto, respondió el escritor. Y siguió diciendo: No se trata de un personaje que robe historias ajenas. Como sabéis, un pirata es alguien que ve por un solo ojo, porque uno de ellos lo tiene tapado. Pues bien, ese ojo con parche es el que le permite observar lo que sucede. Su escritura se limita a describir su propia oscuridad.

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La creación literaria supone una particular caída al vacío. La función de la literatura sería trasmitir lo que encuentra en ese descenso.

(Si es que son ajenas las palabras, 1987)
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La poesía sucede en un estado anterior a su escritura. Adquirimos, escribe Seamus Heaney, un conocimiento previo de ciertas cosas y, por ese motivo, tenemos la sensación de recordarlas de antemano. Encontrar el lenguaje adecuado y adaptarlo a esa vieja realidad exige un esfuerzo hercúleo, casi inhumano.

(En préstamo, 1997)
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En una ocasión encontré a E.P. recortando imágenes de una revista. Me dijo que, en realidad, estaba escribiendo. Dos días más tarde volví y pude verlo en su escritorio, con una máquina de escribir Olivetti. Me dijo que estaba mirando viejas fotografías.

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Para eso sirve, si es que sirve para algo, la literatura: para recomponer o para dar sentido a las piezas que previamente hemos roto.

(Libro de las anotaciones, 1984)
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Siempre he sentido una especial predilección por un chiste, el del tipo que cada día se sitúa al lado de su bañera mientras sujeta entre sus manos una caña de pescar. El siquiatra le pregunta si alguna vez ha pescado algo, a lo que el tipo responde: ¿Cómo voy a pescar, si es una bañera?

Como sabemos, todo exceso de lógica puede conducirnos al absurdo.

(Si es que son ajenas las palabras, 1987)
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La literatura es un diálogo con lo que ya no somos, con lo que fuimos.

(Cuaderno de apuntes, 1980)
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Habitamos dos tipos de libros: aquellos que nos gustaría haber escrito y aquellos que desearíamos haber pensado.

(Si es que son ajenas las palabras, 1987)
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Quizás sólo sigamos escribiendo libros por este motivo: para encontrar un verso o una línea a la que parecíamos destinados desde el comienzo. Lo único por lo que verdaderamente mereceríamos ser recordados.

(Confesión en Santa Marta, 1992)

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