APRENDIENDO A VIVIR Y OTRAS CRÓNICAS, Clarice Lispector

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CLARICE LISPECTOR, Aprendiendo a vivir y otras crónicas, Siruela, Madrid, 2007, 240 páginas.

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Elena Losada, traductora, señala en la Nota Previa que estas crónicas fueron publicadas en el Jornal de Brasil entre septiembre de 1967 y diciembre de 1973. 
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EL NACIMIENTO DEL PLACER

(Fragmento)

   El placer, cuando nace, duele tanto en el pecho que pre­ferimos sentir el habitual dolor al insólito placer. La alegría verdadera no tiene explicación posible, no tiene la posibilidad de ser comprendida y se parece al inicio de una pérdi­da irrecuperable. Esa fusión total es insoportablemente buena, como si la muerte fuese nuestro bien mayor y final, pero no es la muerte, es la vida inconmensurable que llega a parecerse a la grandeza de la muerte. Hay que dejarse inundar poco a poco por la alegría, porque es la vida que nace. Y quien no tenga fuerza, que cubra antes cada nervio con una película protectora, como una película de muerte para poder tolerar la vida. Esa película puede consistir en cualquier acto formal protector, en cualquier silencio o en varias palabras sin sentido. Porque con el placer no se jue­ga. Él es nosotros.

SERÉ BRE, Carmen Camacho

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CARMEN CAMACHO, Seré Bre, CICUS, Sevilla, 2015,130 páginas.

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Relata Carmen Camacho en Qué menos (pp. 9-17) el origen de este proyecto subtitulado Aforismos poéticos y otras breverías: el taller Fuegos de palabras organizado por el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla. Los antologados: Beltrán Laguna, Chio, Esther Cillero, Felipe Bollaín, Gabriel Montesinos Alonso, Juanmi Nevado, Sara González Ángel y Tirso Priscilio Vallecillos García. 
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La cobardía de comprar billetes de ida y vuelta.
Beltrán Laguna
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Los cuchillos los prefiero de hoja caduca.
 Chio
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EPITAFIO
Aquí yace una inmadura, incineradme al punto.
Esther Cillero
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Imberberecho
Molusco sin barba.
Felipe Bollaín
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Renunciar a amar: abaratar los costes de la vida.
Gabriel Montesinos Alonso
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Me acuerdo de cosas que quise decir y no dije y que cuando por fin me atrevía a decirlas otro ya las había dicho.
Juanmi Nevado
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Se busca tigre de bengala que no arda. Contactar por señales de humo.
Sara González Ángel
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Innegable, aunque inexplicable desde la física, el poder de los besos para sujetar cuerpos desatados.
 Tirso Priscilio Vallecillos García

UNA MUJER, Péter Esterházy

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PÉTER ESTERHÁZY, Una mujer, Alfaguara, Madrid, 2001, 200 páginas.

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El escritor húngaro compone un catálogo de noventa y siete mujeres que alternan el amor y el odio.
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UNA MUJER [16]

   Hay una mujer. Me odia. Rompe conmigo una y otra vez. Me manda a paseo. Me tira a la basura, como si fuera un limón exprimido. De una manera inteligente, lógica e irrefutable me explica por qué tenemos que dejarlo. Por qué se ha acabado ya. Estamos siempre ocupados, ella y yo, así que estos diálogos, estos actos normalmente se desarrollan en la cama. Por decirlo así, yo me dejo convencer por sus argumentos. Yo, por mi parte, no veo nada terrible en el hecho de que nuestros cuerpos no se encandilen, porque aun a desgana se engastan piezas bonitas. A mí, me gusta incluso estar simplemente acostado a su lado, dejando reposar mi mano en su regazo. Ella no se refiere a eso, se refiere a todo en general, mientras que yo siempre hablo de los detalles, y los detalles, por su naturaleza, siempre están bien, de una forma fragmentada, pero no en su totalidad. «Hemos estado lamentables», así suele empezar. A lo que yo le levanto un poco los muslos. Que por otra parte son largos. «Ha sido tan bonito durante tantos años», me dice. Yo no digo nada, simplemente la vuelvo hacia mí, vuelvo sus pechos hacia mí. «No estaría mal dejar a un lado todos esos pensamientos oscuros sobre la plenitud, y ocuparnos tan sólo de la carne, de los huesos, de los tendones.» Que ella no está hablando de eso, sino de algo inevitable; de que todo parezca absurdo, peor que aburrido, peor que cotidiano, o sea, peor que un cliché.
   «¡No me siento realizada en la cama!»
   A lo que la quito de encima de mí, con sus pechos y con todo, dejo mis órganos al descubierto, entre ellos mi cola: «¡Aquí estoy!, ¡hola!». No dice nada. «Si me abandonas, te mataré», le digo, y aprieto su cabeza contra la almohada. «Esa frase está muy bien, suele funcionar —dice gimiendo—, pero de una manera absurda, aunque me fueras a matar, sería sólo como si lo imaginaras». «A lo mejor te vas a enfadar con lo que te voy a decir: perdóname», le respondo. «No hay por qué», me dice.

UN LIBRO CARGADO DE CUENTOS CORTOS, Etgar Keret

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ETGAR KERET, Un libro cargado de cuentos cortos, Siruela, 2016, Madrid, 560 páginas.

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Feliz edición de Siruela que permite al lector reunir La chica de la nevera..., Pizzería Kamikaze..., Un hombre sin cabeza... y De repente llaman a la puerta. En el Prólogo (pp. 11-12) el autor acepta que ver reunidos todos sus cuentos le hace sentir "viejo de inmediato".
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HEMORROIDE

   Esta es la historia de un hombre que sufrió de una almorrana. No de hemorroides, sino de una sola y triste almorrana. La almorrana empezó siendo pequeña y molesta, enseguida se hizo mediana e irritante, y a los dos meses ya era grande y dolorosa. El hombre siguió viviendo su vida con normalidad: trabajaba todos los días hasta bien tarde, se divertía los fines de semana y, cuando se le terciaba, echaba una canita al aire. Pero la almorrana esa, que tenía colgando de la vena, le recordaba en todas las reuniones largas o cuando estaba estreñido que la vida es un jodido sufrimiento, que la vida es bien molesta y puñetera. Y así, antes de tomar cualquier decisión importante, el hombre escuchaba a su almorrana lo mismo que hay otros que escuchan su conciencia. Y la almorrana, como almorrana que era, le daba unos consejos para el culo. Le aconsejaba despedir a este o al otro, no ceder, enfadarse y quejarse. Y la verdad es que funcionaba, porque el hombre cada día cosechaba más y más éxitos. Las ganancias de la empresa que presidía no hacían más que aumentar, y con ellas la almorrana. Hasta que llegado un momento la almorrana ya era más grande que el hombre. Aunque ni siquiera entonces dejó de crecer. Finalmente, la tal almorrana acabó por encabezar el directorio de la empresa. Y a veces, cuando la almorrana se sentaba en la butaca de la sala de reuniones, el hombre que tenía debajo le molestaba un poco.
   Esta es la historia de una almorrana que sufrió de un hombre. La almorrana siguió viviendo su vida con normalidad: trabajaba todos los días hasta bien tarde, se divertía los fines de semana y, cuando se le terciaba, echaba una canita al aire. Pero el hombre que tenía colgando de la vena le recordaba en todas la reuniones largas o cuando estaba estreñida que la vida es amar, que la vida es dolor, que la vida es un jodido sufrimiento, pero que también se puede ir a mejor. Y la almorrana escuchaba al hombre lo mismo que las personas, muchas veces, escuchan los retortijones del vientre cuando este exige alimento, sin demasiadas ganas pero con resignación. Y gracias a ese hombre la almorrana se esforzó por creer que podía perdonar, y lo intentó. Por mantener su honor y el de los demás. Y si alguna vez todavía maldecía, ponía cuidado en no mentarle la madre a nadie. De manera que gracias a aquel pequeño y molesto hombre que tenía en el trasero, la almorrana se convirtió en una almorrana querida por todos: por las almorranas, las personas y, por supuesto, por los accionistas de su compañía, desperdigados por todos los rincones del mundo.

PENSAMIENTOS DESCABELLADOS, Stanisław Jerzy Lec

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STANISŁAW JERZY LEC, Pensamientos descabellados, Carlos Lohlé, Buenos Aires, 1977, 140 páginas.
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Carlos Lohlé publicó ya en 1977 esta traducción de Ramón Alcalde, A. K. de Colángelo y Roberto Juarroz.
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Hasta su silencio tenía errores de lenguaje.
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“Abandonó este mundo” suena optimista.
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¿Oyes esos balbuceos? Son los coros de las consonantes, después de haber eliminado las vocales.
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De la mayoría de las obras sobreviven únicamente algunas citas. ¿No sería mejor escribir desde el comienzo sólo esas citas?
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Las heridas se convierten en cicatrices, pero las cicatrices crecen con nosotros.
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Muchos de mis amigos se han convertido en mis enemigos. Muchos de mis enemigos se han convertido en mis amigos. Sólo los indiferentes me han sido fieles.
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Me desconcierta el rostro del enemigo porque veo cuánto se me parece.
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Hasta en las encrucijadas de la historia intenta la policía regular el tránsito.
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¡Qué borrascoso es el mar de la indiferencia!
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“Tan sólo lo amenazaremos un poquito con el dedo”, dijo. Y lo puso en el gatillo.

BARBARISMOS, Andrés Neuman

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ANDRÉS NEUMAN, Barbarismos, Páginas de espuma, Madrid, 2014, 134 páginas.


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En Neumanismos (pp. 9-12) José María Merino subraya la feliz aportación que estos Barbarismos añaden "a la planicie de los campos semánticos y los vergeles lexicográficos."
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abismo. Lugar donde el vértigo es más alto que la caída.

conciencia. Equipaje que carga especialmente con todo lo que no se ha hecho.

diccionario. Lectura policiaca donde el personaje que comete el crimen lingüístico es el mismo que lo investiga.

español. Ciudadano de España más o menos a su pesar. || 2. Idioma que le queda grande a España.

feminismo. Liberación de ambos sexos en nombre de la mujer.

genocidio. Aquello que los demás pueblos han hecho con el nuestro, pero no viceversa.

haiku. Eternidad en tres versos.

inodoro. Sinónimo francamente optimista del retrete.

lelo. Pronombres átonos. || 2. Hombre átono.

ñ. Sombrero hispánico.

obscenidad. Observación que ofende a quien ya estaba ofendido.

post. Prefijo que llega tarde a todas las palabras.|| 2. En el diseño de los blogs, texto que se coloca encima de los insultos.

tic. Gesto nervioso del reloj que se agudiza con el tiempo.

ATLAS DE PERPLEJIDAD, Juan Antonio González Fuentes

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JUAN ANTONIO GONZÁLEZ FUENTES, Atlas de perplejidad, Icaria, Madrid, 2004, 62 páginas.

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En el Prólogo (pp. 7-10) a estos poemas en prosa escritos entre los años 1989 y 1995, Juan Antonio González Iglesias señala que lo que caracteriza a la poesía de González Iglesias es el infinito empeño de expresar "lo indecible". 
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Todavía, con el latir acompasado, asisto al paso del fugaz torrente, y le lustro sus zapatos con afeites de espesa inocencia.

511 CÁPSULAS CONTRA EL OLVIDO, Antonio Calderón Reina

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ANTONIO CALDERÓN REINA, 511 cápsulas contra el olvido, La Carbonería, Sevilla, 2009, 120 páginas.
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En una nota el autor confiesa que, a partir de la lectura de Perec, su pretensión es "cultivar la abstracción sintética." En el Prólogo (pp. 13-15) Joan Casas no exagera al decir de este libro que es "imprescindible como el pan".
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Me acuerdo de que los habitantes del pueblo que inundó el pantano, como buzos sonámbulos, cada noche paseaban por sus calles sumergidas.

Me acuerdo de que la mala fama de la mujer que dispensaba cariño sin receta, creció como la espuma de un detergente neurótico.

Me acuerdo del sueño que dejé aparcado y que se llevó la grúa.

Me acuerdo de que aquella señora analfabeta leía a la perfección las ropas tendidas del vecindario.

Me acuerdo de que cuando la alegría estuvo en paradero desconocido, echábamos mano de sucedáneos.

Me acuerdo de que al Tarzan de la taberna lo abandonó la mona chita y se casó con el Anís del Mono.





RUBAIYAT, Omar Jayyam

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OMAR JAYYAM, Rubaiyat, Zeus, Barcelona, 1963, 204 páginas.

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Enrique López Amaya traduce 169 cuartetas y es responsable de la introducción en la que escribe que el sabio Khayyam asume la difícil lección: los límites del conocimiento  le llevan a la nada y "ante el abismo de esa nada insondable" "siente vértigos e intenta vencerlos por los medios más alejados del intelectualismo: la bebida y el amor carnal". Las ilustraciones son de B. Liarte.
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XXXVI

Sueño sobre la tierra. Sueño bajo la tierra. Sobre la tierra y debajo de la tierra, cuerpos tendidos. La nada por todas, partes. Desierto de la nada. Llegan hombres. Otros se van.