BREVIARIO DE LA DIGNIDAD HUMANA, Albert Camus

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ALBERT CAMUS, Breviario de la dignidad humana, Plataforma Editorial, Barcelona, 2013, 88 páginas.

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Elisenda Julibert selecciona y traduce fragmentos significativos de la obra de Camus en esta edición que conmemora el centenario del nacimiento del intelectual francés.
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El error [...] consiste en creer [...] que existen condiciones para la felicidad. Lo único que cuenta es la voluntad de ser feliz.
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Como artistas tal vez no tengamos necesidad de intervenir en los acontecimientos de nuestro siglo. Pero como hombres sí.
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Estamos en alta mar. El artista, como cualquiera, también debe remar, a ser posible sin desfallecer, es decir, viviendo y creando.
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La verdadera generosidad con el porvenir consiste en darlo todo en el presente.
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Envejecer es pasar de la pasión a la compasión.

MUJERES, Andrea Camilleri

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ANDREA CAMILLERI, Mujeres, Salamandra, Madrid, 2015, 208 páginas.

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CARLA

   Era el día de mi vigésimo octavo cumpleaños, y una amable pareja de mi edad había querido invitarme a cenar para celebrarlo juntamente con otros amigos.
   Salí de su casa, un tanto achispado, algo pasadas las dos de la madrugada y me encaminé hacia la parada del tranvía. Pese a ser una noche espléndida de un tibio septiembre romano, las calles estaban desiertas.
   En la parada había una chica sentada en el suelo, con la espalda apoyada en el poste que sostenía el tablón de horarios y las rodillas a la altura del mentón, sujetas entre los brazos cruzados. Tenía la cabeza inclinada hacia abajo y, por lo tanto, no era posible distinguir su rostro, tapado además por su largo cabello rubio. Me pareció que estaba dormida. No se movió ni siquiera cuando el tranvía anunció rechinando su llegada. Entonces me agaché y le toqué un hombro.
   —Despierte, está llegando el tranvía.
   Levantó la cabeza despacio. De sus enormes ojos azules se derramaban gruesas lágrimas silenciosas. No dijo nada ni hizo el menor intento de levantarse. Fui yo el que hincó una rodilla en el suelo.
   —¿Se encuentra mal?
   —No.
   —Entonces, ¿por qué llora?
   —¿Estoy llorando? —preguntó, sinceramente extrañada.
   La muchacha se pasó las manos por la cara, se las miró y se las frotó en los vaqueros.
   —Es verdad —dijo—, no me había dado cuenta.
   A todo esto, el tranvía había llegado, se había parado y había vuelto a irse sin mí.
   Volvió a adoptar la postura en la que estaba al principio. Dado que había perdido el tranvía, no me quedaba otra que caminar hasta la parada de taxis más cercana. No me sentía con fuerzas para esperar otra hora. Me levanté, pero ella me detuvo, dirigiéndose a mí sin moverse.
   —No te vayas.
   Me lo pidió como quien pide un cigarrillo. Sin ningún tono en particular. Me senté en el bordillo, delante de ella. Se quedó un rato en silencio; luego volvió a hablarme, replegada en sí misma como un erizo.
   —Me llamo Carla, ¿y tú?
   Le dije mi nombre. Levantó la cabeza de golpe y esta vez me miró fijamente.
   —Mi primer novio se llamaba como tú. Lo quería mucho. Se murió.
   —Verás, Carla —dije—, estoy un poco cansado y me gustaría irme a dormir. Si quieres, puedo acompañarte a casa.
   —No recuerdo dónde vivo —dijo—, por eso estaba aquí sentada. Esperaba que me viniera a la cabeza.
   —Pero ¿no llevas cartera, documentos, algo que…?
   —No llevo nada encima. Lo he perdido todo, o quizá me lo han robado, no lo sé.
   ¿Lo decía en serio o estaba de guasa? Por su tono de voz, me convencí de que decía la verdad.
   —Y si no consigues recordar dónde vives, ¿qué vas a hacer? ¿Te irás a un hotel?
   —No tengo un céntimo.
   —Entonces, ¿dónde piensas pasar la noche?
   —Ni idea.
   Rápidamente, tomé una decisión. Le propuse que se viniera a mi casa; le dije que vivía con un amigo que no volvería hasta última hora de la mañana, por lo que podía dormir en su cuarto.
   —De acuerdo. Pero no quiero que pienses que… Vamos, que yo no…
   —Ya lo sé —dije—, no te preocupes.
   Se puso en pie y caminamos hacia la parada.
   Era más alta que yo, tenía cuerpo de modelo. Debía de tener mi misma edad. A ratos aflojaba el paso, se detenía, arrugaba la frente y miraba a su alrededor, desorientada, perpleja. Luego echaba de nuevo a andar.
   Aparecimos en una avenida bastante transitada; la parada de taxis estaba al otro lado. Por la derecha se acercaba un coche a gran velocidad. Nos paramos en la acera para dejarlo pasar. De pronto, Carla hizo algo que me extrañó: se puso a contar en voz alta.
   —Uno… dos… ¡y tres!
   Y a la de tres saltó a la calzada y se abalanzó contra el coche. Cerré los ojos, horrorizado. Sin embargo, lo que se oyó no fue un golpe terrible y un frenazo, que era lo que esperaba, sino un desesperado chirrido de neumáticos. Abrí los ojos a tiempo para ver que el conductor había logrado esquivarla por los pelos y proseguía su camino.
   Carla se había quedado inmóvil en medio de la calle y empezaban a llegar más coches. Fui hacia ella, pero para conseguir que se subiera a la isleta tuve que agarrarla de los hombros y llevármela poco menos que a rastras.
   —¿Estás loca?
   —No.
   —Entonces, ¿por qué lo has hecho?
   —Me apetecía.
   Yo temblaba del susto; ella estaba totalmente serena. En el taxi, en un momento dado, me miró como si no me hubiese visto nunca.
   —¿Cómo has dicho que te llamas?
   —Andrea.
   —Eres la primera persona que conozco con ese nombre. Yo me llamo Stefania.
   Pero ¿no había dicho que…? Lo dejé correr.
   Lo primero que me dijo nada más llegar a casa fue:
   —Quiero agua.
   —¿Quieres beber?
   —No, sobre mí.
   —¿Quieres ducharte?
   —Eso, no me salía la palabra.
   Primero le mostré la que sería su habitación y luego el baño. Me fui a mi cuarto. Apareció al cabo de quince minutos, desnuda y chorreante. Quitaba el hipo.
   —No sé cómo parar el agua.
   Cerré los grifos. Ella no se secó, y se fue a la cama sin ni siquiera despedirse. Se había dejado la ropa en el baño. Registré con cuidado sus vaqueros de marca. Todos los bolsillos estaban vacíos, no llevaba más que un pañuelo.
   Dormí profundamente. Cuando me desperté ya eran las diez de la mañana. Me acordé de Carla. ¿O era Stefania? Me levanté y fui a su cuarto. Sólo la cama deshecha. Fui al baño; la ropa no estaba allí. Se había ido.
   Reparé en que mis pantalones, que la noche anterior había dejado colgados detrás de la puerta del lavabo, estaban en el suelo. Al recogerlos vi, debajo, mi billetera. Dentro, lo sabía muy bien, estaban las últimas cuatro mil miserables liras que
me quedaban. Ahora sólo había tres mil.

MUJERES, Isabel Ruiz Ruiz

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ISABEL RUIZ RUIZ, Mujeres, Ilustropos, 2015, 48 páginas.

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En este libro Isabel Ruiz Ruiz homenajea a la mujer a través de las semblanzas de dieciocho mujeres (de Hipatia de Alejandría a Miriam Makeba) que constituyen un ejemplo de lucha contra la subordinación sexista.
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Rosa Parks [1913-2005]

Activista estadounidense luchó contra el racismo y la segregación. Fue considerada la madre de los derechos civiles modernos.
De profesión costurera, Rosa también era secretaria y ayudante en la Asociación para el Avance del Pueblo de Color.
En 1955 se negó a ceder su asiento en el autobús a un hombre de raza blanca y moverse a la parte de atrás. Esta acción supuso su encarcelamiento pero fue el detonante de una lucha social por los Derechos Civiles. Comenzó un boicot liderado por Martin Luther King. que animaba a os afroamericanos a que dejaran de utilizar autobuses para sus desplazamientos.
Duró 382 días y tuvo como consecuencia que se declarara inconstitucional la segregación en los transportes públicos. Su acción supuso un cambio en la historia de Estados Unidos. Nos demostró cómo una persona corriente es capaz de cambiar el mundo con sus acciones.

"Cada persona debe vivir su vida como un modelo para otros."

LA PUERTA DEL AÑO, Jordi Doce

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JORDI DOCE, La puerta del año, Publicaciones de la Antigua Imprenta del Sur, Málaga, 2007, 36 páginas.

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En la Nota aclaratoria (p. 31) de este libro subtitulado Diario (Enero-febrero 2004) el autor señala que "estas notas [...] tienen cierta autonomía y pueden leerse por sí solas".
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Esta mañana, al fondo de la calle, el parque se me aparecía como un umbral fantasmagórico de ramas enflaquecidas y troncos anudados como viejas escobas. Bajo la luz turbia y agrisada del amanecer, ostentaba un aura irreal, dislocada de la modesta rutina de las tiendas y las camionetas de reparto. Tenía algo de decorado teatral o de fondo de dibujos animados, con la levedad casi doméstica del cartón piedra. Lo vi, de pronto, como una metáfora del otro mundo, un plano superior cuya belleza violenta hacía más intensa la realidad inmediata. Me parecieron más encantadoramente groseros, entonces, los coches, la calle, los escaparates, los tenderos, la difícil armonía de un rincón de la ciudad a las once de la mañana.

LA LUNA SABE A COCO, Juan Kruz Igerabide

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JUAN KRUZ IGERABIDE, La luna sabe a coco, Anaya, Madrid, 2008, 96 páginas.

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Ilustra Antonio Santos este delicioso libro en el que predominan los haikus y otros poemas breves.
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El sol se mete
en mi bolsillo
a hurgar entre mis
pañuelos sucios.


PALOMAS Y SERPIENTES, Enrique García-Máiquez

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ENRIQUE GARCÍA-MÁIQUEZ, Palomas y serpientes, Comares, Granada, 2016, 88 páginas.

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Lo más difícil para un maestro no es hacer todo lo posible para que su discípulos sea mejor que él, sino alegrarse de ello.
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Siempre son los que no tienen nada que decir los que piensan que no tienen nada que escuchar.
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Clásico es el libro al que teníamos que haber llegado antes.
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Los grandes premios literarios, esa rama especializada de la geriatría o de los cuidados paliativos.
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Se buscaba la gloria; luego, la fama; luego, el éxito; ahora, los ‘Me gusta’ y los retuits; y todavía hay quien habla de progreso.
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Diagnosticó Bergamín: En la oscura noche de agosto el lucero tiene taquicardia. Le completo el cuadro clínico: Es el síndrome de Stendhal.
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Pensar es no estar de acuerdo con nuestras propias ideas.
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La gracia es la belleza en movimiento: fugándose del tiempo.
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El auténtico reto del aforista: que el lector perciba que, entre uno de sus aforismos y otro, ha pasado el tiempo.

SIN OTRA LUZ, Félix Arce, Manuel Díez Orzas & Mercedes Pérez

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FÉLIX ARCE, MANUEL DÍEZ ORZAS & MERCEDES PÉREZ, Sin otra luz, LápizCero, Guadalajara, 2012, 92 páginas.

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Vicente Haya, responsable de la selección, elogia en su erudito Prólogo (pp. 7-10) la capacidad exhibida por estos autores al renunciar al yo: "únicamente inventa lenguaje el haijin que ha desaparecido de su haiku". Un Índice (pp. 87-89) permite al lector rastrear la autoría de los haikus.
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tarde de invierno;
después del mercado,
el brillo de las escamas

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dehesa entre pinos
a espaldas del ternero
corre una ardilla

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cubierto de rocío
el musgo que anoche hozaron
los jabalíes

MÚSICA PARA NAUFRAGIOS Y OTROS EVENTOS SOCIALES, Alejandro Bentivoglio

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ALEJANDRO BENTIVOGLIO, Música para naufragios y otros eventos sociales, Macedonia, Morón, 2015.

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JUEGO

   El esposo come con lentitud, mirando el plato con precaución. La esposa no puede disimular un temblor en la mano cada vez que la cuchara llega a su boca, acaba de recordar que tal vez durante cinco minutos no ha vigilado a su cónyuge.
   El hijo juega en el sótano, con una caja vacía el veneno para ratas.

UN MAL POEMA ENSUCIA EL MUNDO, Joan Margarit

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JOAN MARGARIT, Un mal poema ensucia el mundo. Ensayos sobre poesía, 1988-2014, Arpa Editores, Barcelona, 2016, 220 páginas.

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Jordi Gracia es el responsable de esta magnífica compilación de ensayos, hasta ahora dispersos —prólogos y epílogos a libros propios y de otros autores, conferencias, notas a sus poemas— del poeta y arquitecto catalán a lo largo de las últimas tres décadas. Todo un acierto que, a través de la joven editorial Arpa, se presenten reunidos en este único volumen: supone un preciso boceto, un detallado plano cenital de la hondura literaria y humana de Margarit, de sus reflexiones a ambos lados del poema, como escritor y como lector; en definitiva, como persona que en las palabras encuentra —sabe tejer, y con generosidad comparte— un abrigo frente a la intemperie del mundo.

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LEER UN BUEN POEMA

   Preguntarse para qué sirve la poesía es formular a la vez dos preguntas: para qué les sirve a los lectores la que el poeta escribe, y de qué le sirve a él escribirla. Sin embargo, pienso que la respuesta es única. El poeta necesita escribir poesía por la misma razón que el lector necesita leerla y el conjunto poeta-poema-lector es lo que la define: si falla uno de los tres, la poesía no existe.
   El poema es una especie de partitura, abierta por tanto a muchas interpretaciones posibles: si es tan cerrada que sólo permite una interpretación, significará que no se leerá más que una vez y se olvidará. El lector no es el equivalente a la persona que escucha un concierto, sino que el lector es el músico que interpreta esa partitura. El instrumento del lector es su sensibilidad, su cultura, sus sentimientos, su estado de ánimo, sus frustraciones, sus miedos, su pasado... Todo esto conforma un instrumento riquísimo de matices y posibilidades con el que el lector o la lectora hace cada vez una interpretación del poema, una lectura diferente, como diferente es la lectura que hacen distintos lectores del mismo poema. 
   De la misma manera que no creo que haya diferencias de valor importantes entre el compositor y el intérprete, tampoco creo que existan entre el buen poeta y el buen lector. No existe el hecho poético sin los dos, irrevocablemente unidos a través del poema. En poesía no se da el equivalente del hecho musical de escuchar una pieza. El poema, o es interpretado por el lector, o no es. Se ha eliminado el intermediario: nadie entre el poema y el lector.
   En este sentido, un recital de poesía no es una verdadera lectura, sino una aproximación que, seguramente por eso, suele reunir pocos asistentes. Puede ser, para quienes conozcan los poemas, la oferta de una interpretación distinta de la suya propia —sobre todo si se trata de la interpretación del propio poeta— y, para quienes no los conozcan, un anticipo, un tráiler. Para personas poco acostumbradas a leer poesía, puede ser, simplemente, una primera aproximación al género. Pero el hecho poético central continúa siendo la interpretación del poema en el más solitario e intenso de los conciertos.
   Esta visión me parece que explica el hecho de que no pueda haber relajamiento de la atención durante la lectura de un poema, como puede pasar con la prosa o con la mera asistencia a un concierto. Y también explica que el número de lectores de poesía sea menor que el de lectores de novelas, porque la tensión al leer un libro de poemas es necesariamente más alta. Incluso en las buenas novelas, el novelista permite deliberadamente un relajamiento de la tensión de la lectura, porque es parte de su técnica literaria, ya que lo hace para que el relato funcione. Pero incluso las buenas novelas tienen lectores que entran en ellas en parte como entretenimiento. La buena poesía no tiene este tipo de lectura posible.
   Puede parecer una paradoja que, por una parte, un libro de poemas exija la máxima tensión a la lectura y, al mismo tiempo, que no exija ningún tipo de preparación especial al lector. Pero no hay contradicción alguna. Lo que hace entenderloasí es la desconfianza en las personas, la creencia de que somos más distintos de lo que en realidad somos. Porque ante la dureza de la vida todos somos muy parecidos. Ante la muerte de alguien a quien se ama, los sentimientos de los poderosos y de los humildes son los mismos. Lo que nos diferencia es tan solo la capacidad de explicar lo que nos sucede. Pero lo que nos sucede, también sucede, o puede sucederle, a todo el mundo. Como se dijo al hablar de la inspiración, precisamente por esto se puede escribir poesía.
   La comparación entre poesía y música revela muchos puntos de contacto y eso facilita todavía más la utilización del símil musical para entender mejor lo que es la poesía. Por ejemplo, en el poema importa la disonancia, aquello que espera ser resuelto más adelante. Es como una alusión que se deja que interprete el lector. Un poema, como una pieza musical, son una serie de efectos dinámicos que convergen hacia un lugar de reposo, porque también en un poema hay centros hacia los cuales tienen que converger los significados. La melodía, en fin, serían las partes del poema que inducen al lector a percibir una cierta intensidad, y es lo más difícil de enseñar a componer si no se tiene un don innato para ser compositor o poeta.
   La persona que lee un poema lo interpreta con un instrumento tan afinado que nadie lo puede manejar mejor que ella misma y, para servirse de él, no le hace falta más preparación que la propia necesidad y decisión de hacerlo. Es un instrumento que cualquier vida ha obligado a dominar a quien la ha vivido. Ni de nadie en condiciones de miseria extrema se puede decir que, en una determinada circunstancia, no sería capaz de sacar partido de un buen poema. Las historias de tiempos difíciles: guerras, revoluciones —pienso en los gulags rusos— han dado un abundante testimonio de ello.

LA NOCHE EN QUE FRANKENSTEIN LEYÓ EL QUIJOTE, Santiago Postegillo

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SANTIAGO POSTEGUILLO, La noche en que Frankestein leyó El Quijote, Planeta, 2012, 230 páginas.

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En el Prólogo (pp. 9-10) el autor anuncia su travesía: este libro es "un pequeño gran viaje que pretende mostrar al lector aquello que se esconde detrás de los libros".

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ESCRITORES ASESINOS

   Que yo sepa, porque en esto, como en todo, hay que ser cauto, sólo he cenado una vez con una asesina confesa, es decir, con una persona que quitó la vida de forma brutal a otro ser humano y ha admitido haberlo hecho. Uno podría concluir con facilidad que mi encuentro con Juliet Hulme, que así se llama esta persona, fue tumultuoso, peligroso y tenso, pero no fue así. Tampoco hay que deducir que fue en una cárcel de máxima seguridad tras someterme a rigurosos controles (más o menos los mismos que padecemos cuando estamos en un aeropuerto). Pero nada puede haber más alejado de la realidad de aquel encuentro. Todo surgió por mis editoras, quienes, por un lado, pensaban, y estaban en lo cierto, que me resultaría interesante conocer a Juliet Hulme; y, por otro, por un motivo quizá menos altruista, pero sin duda muy práctico: buscaban a algún escritor que pudiera departir con ella en inglés, su lengua nativa. Las escritoras inglesas (los escritores ingleses también) y, en general, los ingleses de ambos sexos no suelen ser muy proclives al aprendizaje de otros idiomas, así que un escritor español profesor titular de Filología Inglesa es algo muy socorrido para estas veladas.
   El encuentro tuvo lugar durante la Semana Negra de Gijón, pues Juliet Hulme acababa de publicar una nueva novela de crímenes, una más de una larga serie. La editorial seleccionó, con muy buen gusto, una magnífica sidrería asturiana donde la comida y la sidra, como no podría ser de otra forma, eran excelentes. Nos presentaron y nos sentamos frente a frente.
   —Soy Santiago Posteguillo —dije en un tono cordial—; encantado de conocerla.
   —Anne Perry —respondió ella haciendo uso del nombre con el que es hoy más conocida, y estrechamos las manos.
   A ella le sorprendió mi conocimiento sobre la literatura inglesa, en particular sobre el período victoriano, del que ella es una experta y que recrea en muchas de sus magníficas novelas. Le expliqué que yo impartía clases de literatura inglesa en la universidad. Las opiniones de Juliet Hulme/Anne Perry eran mesuradas, profundas y agudas. Tuve que estar concentrado como pocas veces. No quería quedar mal o dejar en mal lugar a la editorial y que ella se pudiera volver al Reino Unido pensando que los escritores españoles no tenemos una conversación que pueda merecer la pena. Lo más curioso es que durante toda aquella cena me olvidé por completo del tormentoso pasado de mi interlocutora.
   Y es que aquella experta en novela victoriana, novela sobre la primera guerra mundial y novela negra, entre otras muchas cosas más, asesinó, cuando era adolescente, a la madre de una íntima amiga suya, que también participó en el crimen, de forma brutal, asestando a la pobre mujer cuarenta y cinco golpes con un ladrillo. Luego las dos adolescentes arguyeron que la mujer había sufrido un accidente.
   —Se ha caído por la escalera —dijeron.
   Pero al final todo se descubrió. Era imposible que aquellas heridas fueran resultado de un accidente. El móvil parecía estar en que los padres iban a separar a las dos adolescentes y éstas reaccionaron de la peor de las formas posibles, pensando, en su ingenuidad, que al asesinar a la madre de una de ellas todo se detendría.
   Fueron juzgadas, condenadas y encarceladas. Todo esto ocurrió en Nueva Zelanda. Eran menores y no quedó claro nunca si habían actuado bajo los efectos de alguna droga alucinógena (yo prefiero pensar que sí). Por su escasa edad tuvieron una condena de cinco años de cárcel que cumplieron íntegramente. También quedaron sentenciadas a no verse nunca más. Juliet Hulme retornó a su Reino Unido natal. Se cambió el nombre y, al cabo del tiempo, decidió intentar ganarse la vida escribiendo novelas. Lo hacía y lo hace muy bien. Su nombre actual es Anne Perry, muchas de sus novelas están traducidas al español y son fáciles de encontrar en nuestras librerías y centros comerciales. Y son muy recomendables. Hablo de esta historia porque no desvelo nada personal que no sea ya público, aunque muchos aún puedan desconocerlo. Para que se hagan una idea, el director Peter Jackson llevó este terrible suceso al cine contando con la actriz Kate Winslet como protagonista (es decir, como Juliet Hulme/ Anne Perry) en la película Criaturas celestiales.
   Lo cierto es que esto de asesinar y escribir no es tan infrecuente. Cabe recordar, por ejemplo, a Hill Ford, Fallada, Bala, Unterweger y otros muchos. ¿Los escritores tenemos instintos criminales o a los criminales les gusta escribir? Si Oscar Wilde viviera se lo preguntaría. Estoy seguro de que él tendría una respuesta adecuada. Siempre la tenía para las paradojas. Y, hablando de escritores asesinos, no podemos olvidarnos de Henry Abbot. Un homicida que escribió al famoso autor Norman Mailer desde la cárcel, tal y como nos cuenta muy bien José Ovejero en su libro Escritores delincuentes (ya les digo que este tema da para mucho). El asesino Abbot impresionó con su buena prosa al escritor Mailer hasta el punto de que este último inició una campaña para que le excarcelasen. Y lo consiguió. Abbot salió de prisión y publicó un libro con una selección de sus cartas, que recogían sus pensamientos con una notable y poderosa forma de narrar. Lamentablemente, a las seis semanas de su excarcelación, Abbot tuvo una «desavenencia» con un camarero que derivó rápidamente en una discusión airada y Abbot, que se ve que seguía siendo hombre con un mal pronto, mató al camarero de una cuchillada. Y Abbot de vuelta a la cárcel.
   Tampoco era manco Vlado Taneski, que escribía para el periódico la crónica de sucesos y, en su tiempo libre, publicaba novela negra. La lástima es que Taneski empezó a describir con tal grado de detalle algunos asesinatos sobre prostitutas que habían ocurrido en su región que los inspectores pronto comprendieron que ese nivel de conocimiento sobre aquellos horribles sucesos se debía a que Taneski era el autor mismo de los crímenes sobre los que luego escribía. No sé si alguno de estos asesinos quería llevar a término alguno de los postulados del ensayo de Thomas de Quincey titulado Del asesinato considerado como una de las bellas artes, ensayo que influyó notablemente en Edgar Allan Poe y sir Arthur Conan Doyle, sólo que estos maestros de la literatura se limitaron a recrear el asesinato con palabras sin necesidad de herir o matar a nadie. Es verdad que sobre sir Arthur Conan Doyle queda la duda, extendida por el libro que Roger Garrick publicó en 1989 acusando al creador de Sherlock Holmes de haber envenenado a un amigo escritor con el doble fin de ocultar su relación amorosa con la esposa de éste y, además, robarle el manuscrito de El sabueso de los Baskerville. En 2006 se exhumó el cadáver de Fletcher Robinson, que así se llamaba el amigo escritor de Conan Doyle, para intentar confirmar la teoría de Garrick. Nunca se encontraron rastros de veneno y todo parece más una obra de difamación que producto de una investigación seria.
   William Burroughs, sin embargo, sí que es un escritor condenado por asesinato. Ocurrió en México en 1951. En un evidente estado de ebriedad, decidió jugar a Guillermo Tell con su mujer, Joan Vollmer. Si el disparo que mató a Joan fue accidental, como defendió el abogado de Burroughs, o no lo fue es algo difícil de averiguar. Burroughs y su abogado hicieron todo lo posible por sobornar a los investigadores y las autoridades judiciales de México para poder quedar sin condena. Como fuera que al final no estaba claro el desenlace del juicio, Burroughs huyó a Estados Unidos, donde empezó una exitosa carrera como escritor.
   Y hay más ejemplos de asesinos escritores, pero, en la mayoría de los casos, la obra de estas personas no es, por decirlo suavemente, no vaya a ser que alguno de ellos lea este libro y me busque, demasiado buena. Excepto, eso sí, las novelas de Burroughs y, sin duda alguna, las de Anne Perry, que me gustan mucho más. Esta deliciosa dama británica es otra historia, está a otro nivel. Durante aquella cena en Gijón no hablamos de su pasado, por supuesto; ni habría sido oportuno ni mucho menos elegante; ni siquiera hablamos de crímenes ni de novela negra. Hasta ese punto llegaba mi cobardía o mi prudencia.
   Así que ya saben: cuando estén cenando con un escritor, sean comedidos en las críticas. Nunca se sabe cómo podemos reaccionar.

ANUARIO MÍNIMO (1960-2010), Eduardo Chirinos

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EDUARDO CHIRINOS, Anuario mínimo (1960-2010), Luces de Gálibo, Barcelona, 2012, 116 páginas.

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Sueño recurrente. Recibo una carta del Ministerio de Educación. Luego de revisar mis certificados se ha descubierto que nunca aprobé matemáticas en primero de primaria. Ese inconveniente invalida —según la carta— todos los títulos obtenidos, incluyendo los universitarios. Para regularizar la situación debo aprobar ese curso y para eso tengo que matricularme en primero de primaria. De nada vale que les explique que ha pasado mucho tiempo, que vivo en otro país, que trabajo desde hace años en la universidad. Hago maletas, me despido de mi mujer, tomo un avión a Lima y me veo rodeado de mis compañeros de colegio (todos ellos niños), sentado en un incómodo y pequeño pupitre de madera.

JURO NO DECIR NUNCA LA VERDAD, Javier Marías

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JAVIER MARÍAS, Juro no decir nunca la verdad, Alfaguara, Madrid, 2015, 378 páginas.

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Este volumen de sugerente título recoge las 95 colaboraciones publicadas por El País Semanal en el periodo de febrero de 2013 a febrero de 2015.
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EN FAVOR DE LA OCULTACIÓN NATURAL



   Hace dieciocho años me adaptaron al cine una novela, Todas las almas, y la cosa acabó en un pleito que gané. Quedé escaldado durante bastante tiempo, y rechacé otras propuestas (ya nunca españolas: inglesas, italianas de un director que más tarde ha ganado un Oscar, francesas), sobre todo para Mañana en la batalla piensa en mí. Pasados los años, mi desconfianza menguó, o bien empezó a no importarme lo que se pudiera hacer en película a partir de algo escrito por mí: al fin y al cabo, yo sólo soy responsable de lo que he puesto sobre papel, no de su azarosa plasmación en un arte distinto. Pero todo lo cinematográfico es muy lento y etéreo, por lo que veo. En estos momentos un productor europeo va renovando la opción de mi novela Corazón tan blanco desde hace más de un lustro y todavía no existe un guión; una gente muy conocida de Hollywood lleva tres años ampliando la de la larguísima Tu rostro mañana y también sigue sin haber guión. El único que me ha llegado es el de la adaptación de un cuento, “Mientras ellas duermen”, que quiere trasladar a la pantalla un realizador chino-estadounidense. El relato en cuestión tiene ya veinticuatro años, ocupa una treintena de páginas y la verdad es que me da igual lo que hagan con él. Aun así, cuando me enviaron el guión inicial, me tomé la molestia de leérmelo, pese a lo aburrido que resulta ese género. Como es natural, habían alargado la historia; habían llevado la acción de la Menorca del cuento a San Sebastián, bien estaba; los personajes españoles eran ahora americanos e ingleses, tanto daba. La última noticia es que, por cuestión de financiación (más fácil encontrar dinero en Asia, al parecer), la acción tendrá lugar en el Extremo Oriente y una de las dos parejas protagonistas será china probablemente. Hagan lo que se les antoje, he respondido sin pestañear.
   Sólo le pedí una cosa al director, cuando leí aquel primer guión: en él había un diálogo entre el matrimonio principal (americanos cultivados) en el que ella le decía a él algo así como: “Mira, te he visto cagar las suficientes veces para que nada me sorprenda de ti”. Pensé: “Qué grosería, pero di por descontado que se trataba de una expresión figurada. Sin embargo, bastantes páginas después, había una escena en la que no recuerdo si él o ella hacían efectivamente sus menesteres con la puerta del cuarto de baño abierta, mientras hablaban. Me quedé estupefacto. Pero en seguida recordé haber visto escenas similares en varias películas recientes estadounidenses, y no sólo en comedias “gamberras” o descerebradas, que tanto abundan y que son todo menos comedias, sino incluso en las llamadas “románticas”, con Jennifer Aniston y así, y hasta en la Casa Blanca. De modo que cuando escribí al director le acepté sus cambios e invenciones, los de nacionalidad, escenario y argumento, pero: “Mire”, le dije, “no sé cuáles son las actuales costumbres de las parejas norteamericanas, y si me guío por otras películas que he visto a fragmentos, empiezo a temerme que semejante falta de pudor y atentado contra la libido se esté dando en la realidad. Pero en Europa, francamente, sería inimaginable que unos cónyuges educados se prestaran a defecar el uno en presencia del otro, y luego hicieran mención de ello. En todo caso le ruego que suprima esa escena y ese diálogo de algo basado en un texto mío. Imagínese que los espectadores, que no tendrían por qué conocer mi relato, creyeran que esas zafiedades provenían de él. Me moriría de vergüenza, no lo soportaría. Se lo ruego, hágase cargo”.
   El director, al que aprecio, es muy parco en sus mensajes, y a eso no contestó nada. Ignoro cómo se las gastan los matrimonios asiáticos (ahora que por lo visto mis personajes van a ser de ese vasto y variadísimo continente), o si en la nueva versión se mantendrán las defecaciones “públicas”, espero que no. Pero la reincidencia de escenas así me lleva a pensar, como le expuse, si esa inaudita costumbre reflejará algo ya no infrecuente en la vida real. Y, si es así, a qué se puede deber. A lo largo de mi vida mis diferentes parejas y yo –y doy por sentado que casi todo el mundo que conozco– hemos sido extremadamente cuidadosos en ocultarnos todo lo desagradable o poco airoso, por decoro y porque nada puede aniquilar tanto el deseo sexual como la visión de la persona apetecida en tareas embarazosas, incluido orinar (bueno, salvo que se sea coprófilo, supongo, o aficionado a las golden showers). No es raro abrir un grifo o encender la maquinilla de afeitar para amortiguar cualquier ruido delator, o así solía ser. Me temo que si ha cambiado esta actitud pudorosa, de ocultación natural de lo que nadie ha de ver, es por una sandez más de nuestros tiempos imbéciles. Hay parejas que presumen no sólo de no tenerse secretos, sino de aceptar todo lo del otro como prueba de sus absolutos amor o incondicionalidad. “Quiero todo lo tuyo, abrazo cuanto de ti procede”, viene a ser la formulación implícita o explícita. “Nada tuyo me repugna, ni me avergüenza, ni disminuye mi amor”. Y eso incluye, posiblemente, asistir a las deposiciones del ser amado con expresión de arrobo y no de asco o desazón. Confío en que tales escenas sean caprichos de guionistas soeces, pero sospecho lo peor. Sea como sea, si alguna vez aparece una en película que se diga basada en texto mío, sépase, por favor, que eso no figuraba nunca en la obra original. No quiero ver por los suelos mi muy modesta reputación.

PUNTERÍAS, Irene G Punto

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IRENE G PUNTO, Punterías, Torremozas, Madrid, 2014, 94 páginas.

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Olvido brindar.
Mendigo querer.
Dudo de estar.
Disimulo ser.

Ilustración: Jeff Benefit

NOMBRES COMUNES, VISIONES PROPIAS, Ramón Núñez

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RAMÓN NÚÑEZ, Nombres comunes, visiones propias, Celeste, Madrid, 1996, 274 páginas.

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Subtitulado Diccionario heterodoxo contiene (desde Agua hasta Zapatos) los artículos que este divulgador fue publicando para difundir su saber científico y cultural. Acompañan a las entradas citas bien seleccionadas y fotografías de Xurxo Lobato. 
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BUSCANDO EL CENTRO

El dibujo más conocido sobre el canon de las proporciones del cuerpo humano probablemente sea uno de Leonardo, que recoge las ideas del arquitecto romano Vitruvio. Representa a un varón con los brazos abier­tos y extendidos, dirigidos ligeramente hacia arriba; con las piernas tam­bién abiertas, determinando con los dedos de sus extremidades una cir­cunferencia que tiene su centro en el ombligo. Por su parte Durero, en su obra De Symmetria Partium Humnanorum Corporum, hace explícita esta geometría también en el cuerpo femenino, dibujando en ambos casos el radio de ese círculo. El ombligo era el centro.

Delfos, la ciudad sagrada de la Grecia antigua, está situada en la ladera sur del monte Parnaso, cerca del golfo de Corinto. Allí estaba el “Omphalós”, el ombligo del mundo, concretado a su vez en una piedra grande y redondeada. Como se sabe, Delfos estaba sobre todo dedicada a Apolo, que era dios de la profecía y patrón de la filosofía y las artes, pero también a Dioniso, divinidad asociada al vino y las orgías. O sea que Delfos, lugar sagrado y sede del Omphalós, era el lugar donde se encontraban las fuerzas creativas racionales e irracionales, de Apolo y Dioniso. Por cierto que el templo de Apolo contenía dos inscripciones que siguen siendo máximas de la filosofía universal: “Conócete a ti mismo” y “Nada en demasía”. Muy bien, pero no creo que allí estuviera ningún centro. Muy lejos de Grecia, en el siglo XI, las tribus llegadas desde el lago Titicaca fundaron en un valle andino a cerca de 3.500 metros de altitud la ciudad de Cuzco, palabra que en idioma quechua significa “ombligo”. Aquella ciudad era para los incas el centro del mundo.

Si hay un centro, si el ombligo es el centro, allí ha de estar el origen. La idea invita a la marcha atrás que imaginó Hubble para el universo y que llevó a inventar el Big Bang, o también a la que sugiere Joyce en el pri­mer capítulo del Ulises: “Los cordones de todos se eslabonan hacia atrás, cable de trenzados hilos de toda carne”. Mirando el ombligo se puede llegar por esa vía hasta Eva, que no sabemos si lo tenía, O hasta Lucy, que lo tendría oculto entre el pelo. Si enlazásemos todos los cor­dones umbilicales, desde uno de nosotros hacia atrás, madre tras madre, hasta esa Australopithecus afarensis que vivió en África hace tres o cuatro millones de años, formaríamos una cadena humana de sólo cien kilóme­tros. Un cordón demasiado corto como para creernos el centro de nada.

 24 de abril de 1996



Tu ombligo es una copa en la que nunca falta el vino; tu vientre, montón de trigo rodeado de azucenas.

CANTAR DE LOS CANTARES. SALOMÓN (7,3)
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¿Queréis ser como dioses? Contemplaos el ombligo.

JAMES AUCUSTINE JOYCE. ESCRITOR (1882- 1941)

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Mi héroe es aquel griego, que vio cómo el agua del baño le llegaba al ombligo y salió a la calle gritando “lo encontré, lo encontré”, desnu­do en todo su esplendor, olvidando que los demás se fijarían sólo en sus genitales.

DANNIEL ABSE. ESCRITOR (1923-?)

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En cuanto a Alemania, es ésta desde hace años una nación de faqui­res que se pasan la vida contemplando el ombligo imperial germá­nico.

MIGUEL DE UNAMUNO. FILÓSOFO (1864-1936)

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El hombre sin ombligo perdura en mí.

THOMAS BROWNE. MÉDICO (1605-1682).

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Todos los ombligos son redondos.

ÁLVARO DE LA IGLESIA. HUMORISTA (1922-1981)

LA ISLA DE LOS ANTROPÓLOGOS Y OTROS RELATOS, Iban Zaldua

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IBAN ZALDUA, La isla de los antropólogos y otros relatos, Lengua de Trapo, Madrid, 2002, 160 páginas.

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EL EXAMEN DEL SEÑOR DE PAULI

      El tiempo, señores, es muy importante. En un examen, cómo les diría yo, el tiempo es casi lo primero, y no me estoy refiriendo al atmosférico, lo digo por los graciosos que se han puesto a mirar por la ventana. El tiempo, redundo, es casi más importante que el contenido. Hablo, como pueden ustedes suponer, más de su ahorro que del transcurrir de los minutos en sí. La rapidez, la agilidad que ustedes lleguen a desarrollar son, por lo tanto, factores fundamentales. Son el reflejo más neto y exacto de su actividad mental, el barómetro que mide si han aprovechado o no el curso. La sal de la evaluación. Por supuesto, espero que no osen copiar a sus compañeros, ni hacer uso alguno de esos adminículos que el vulgo denomina «chuletas»: les advierto que les estaré vigilando desde la sala contigua, y que el circuito cerrado de televisión me informará de cualquier anomalía. Si les cojo en falta se lo han oído contar a sus compañeros de los cursos anteriores ya saben a lo que se exponen. Sé que me excusarán que alargue esta exposición más de lo habitual: quiero que todo esto quede especialmente nítido. Un examen es, por lo tanto, la gloria del tiempo: en él se conjugan su capacidad de síntesis, su audacia en la búsqueda de la respuesta precisa, su habilidad para escribir velozmente a la vez que exhiben una caligrafía perfecta. Es, efectivamente, la prueba suprema. Mas no le demos vueltas, señores. Para responder a las siete preguntas de que consta el ejercicio que en estos momentos les está entregando el señor ayudante, disponen de media hora. A las once menos cuarto exactamente aun les será posible abandonar, arrastrándose, el aula. A las diez y cuarenta y siete minutos sólo los más delgados usted, Fanjul, y acaso usted, Uribe podrán lograrlo. Recuerden que el techo desciende a razón de ocho centímetros por minuto, y que no hemos previsto la posibilidad de una prórroga. Bien, si no tienen ninguna pregunta, sólo me resta desearles mucha suerte. 

MÍNIMAS MINIFICCIONES MÍNIMAS, Agustín Monsreal

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AGUSTÍN MONSREAL, Mínimas minificciones mínimas, Universidad de Puebla, Puebla, 2016.

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RUBOR AMOROSO

   Sus pechos se sonrojaron nomás de mirarme la boca.

CAMPO DE FUERZA, Carmen Camacho

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CARMEN CAMACHO, Campo de fuerza, Delirio, Salamanca, 2012, 124 páginas.

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Cuánta casa 
dentro de mi casa
tan en casa

cuando llego siendo calle

EN UN SUEÑO PINTADO, Yosa Buson

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YOSA BUSON, En un sueño pintado, Satori, Gijón, 2016.


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asagiri ya e ni kaku yume no hitodoori



Neblina al alba:
gente que pasa, como
en un sueño pintado.

LENGUA DE SOPA, María Eugenia Rapp

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MARÍA EUGENIA RAPP, Lengua de sopa, El Mono Armado, Buenos Aires, 2007, 68 páginas.

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EL PROBADOR

   Comparada con el empleado que le acerca un camisón de seda, ella se siente varón con sus gestos comunes en el espejo, no encuentra dónde colgar la cartera, se choca los codos en el pequeño cubo para despegarse el jean, ahora derrumbado en el piso y tragando la pelusa del rincón. Demasiado flaca, recuerda la burla del gemelo cuando tenían catorce, parece un pibe, una tabla, se quejaba por ella el hermano, dónde estaban sus curvas, quién se las había comido.  
   Te queda divino, la mano mimosa le toma una pinza en la espalda, la cabeza barbuda se asoma por su hombro y repite divino, el color es soñado, la otra mano se desliza por la seda en la cintura, sube hasta la axila y vuelve a bajar por las uvas del pecho imperceptible. Ella se pone de agujas en la nuca, la piel del erizo desde el pelo a los talones ¿Te parece que me queda bien? al fin le sale por la boca, no quiere que la deje sola, que no se vaya la mujer allí encerrada en ese cuerpo. Te queda divino él repite y la acaricia de nuevo le prueba las formas que el espejo no le da. 

OÍD EL RUIDO DE ROTAS METÁFORAS, Caro Fernández

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CARO FERNÁNDEZ, Oíd el ruido de rotas metáforas, Macedonia, Morón, 2015.

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LOS SILENCIOS DEL SONIDO

    Cansada de la inseguridad, decido invertir en una costosa alarma contra robos para proteger mi automóvil. No soy la única, todos han equipado a los coches con sofisticados sistemas sonoros que alertan a sus dueños cuando son vulnerados. En la noche todas suenan, algunas activadas por  vibraciones del suelo, otras por un perro,  gato o algún transeúnte distraído. Así puedo descansar tranquila hasta el trágico instante en que  me despierto de un sobresalto: ha dejado de sonar una alarma ¿Será la de mi auto?

LIBROS AL ALBUR. ÁLBUM CONMEMORATIVO

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Libros al Albur. Álbum conmemorativo, Libros al Albur, Sevilla, 2015, 74 páginas.

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Estas páginas pretenden ser una muestra —a modo de invitación, a modo de recuerdo— de lo que la joven editorial Libros al Albur ha aproximado al público lector en sus primeros doce meses de andadura.

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Así, cuando llega a este mundo, el individuo encuentra objetos y personas. Algunos eligen lo más fácil: amar los objetos.

Emilio López Medina, La ambición
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Las garrapatas parecen enigmas siderales.
Franklin Fernández, Trizas

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AVISO DE ROBO

   Mi silencio ha sido robado.
   La persona que lo encuentre, trátelo con cariño. No le grite, que se asusta. No lo maree con palabras inútiles.
   Una vez que el silencio se haya acostumbrado, favor de clavarle el puñal bien adentro, en el centro de su total indiferencia.
   Deje los restos en la calle. No faltará quien se los lleve.

Lilian Elphick, en la revista Microfilias
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La venganza es un plato que se sirve podrido.
Sergio García, Hacerse el muerto; en El aforista

MARGINALES, Zulma Fraga

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ZULMA FRAGA, Marginales, Piso 12, Buenos Aires, 2004.

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MEDIODÍA

   Era un mediodía caluroso de noviembre y yo dejé que me tocara. El galpón estaba oscuro y olía a polvillo de avena, a cáñamo húmedo, a algo ligeramente ácido, a tiempo detenido. Por los agujeros de la chapa se descolgaba una luz redonda, de una blancura desfachatada que por momentos parecía levantar una neblina apenas azul.
   Estaba sentado contra la pared, sobre un rollo de cuerda. Era un hombre parco, oloroso a humo de leña, con manos sensitivas, delgadas y muy morenas. Yo crucé el galpón como en oleadas, me paré junto a él, de perfil y me saqué el vestido. Estaba transpirada y con una bombacha blanca. Él esperó que el aire me enfriara un poco la piel y luego estiró las manos y me tocó. Una caricia lenta que fue subiendo por las piernas, se sostuvo en mi cintura, me contorneó los pechos y me rozó como un soplido caliente los pezones. Después se metió entre mi bombacha y mi sexo. Se quedó ahí, quieta, sintiéndome latir. Y me tocó. Sabiamente, como si también él tuviera una vagina y supiera con absoluta exactitud dónde hay que rozar, dónde insistir, dónde hurgar. Yo estaba muda y le oía una respiración entrecortada, casi angustiosa.
   Entonces me puse el vestido y salí a la luz del mediodía. En el galpón se escuchaban sollozos, un ahogo, no llegaba a ser llanto.

ORDINARIO, Luz Marina Vergara

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LUZ MARINA VERGARA, Ordinario, Sherezade, Santiago de Chile, 2014, 46 páginas.

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LÁSTIMA-LASTIMA

   La abuela me despierta, cuando todavía no amanece, con mi ropa calentita para que salgamos con el carro. Yo no me quejo, porque me gusta acompañarla y siempre se preocupa de que llegue a las dos en punto a la escuela. A mí no me importa llegar con olor a fritura ni que mis compañeros me molesten.
   El abuelo está en la cárcel y ella me dice que le darán el castigo más feo que hay.
   Y a mí, la tonta, me daba pena, me daba pena porque después de que me lo hacía se ponía a llorar.

MAR DE ARENA, Luis López-Almeida

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LUIS LÓPEZ-ALMEIDA, Mar de arena. Poemas, sonetos y haikus, Universidad Politécnica de Valencia, Valencia, 2007, 112 páginas.

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Gotas de lluvia
de negras nubes nacen
y blancas mueren

HAIKUS DE AMOR, Elena Gallego & Seiko Ota

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ELENA GALLEGO & SEIKO OTA (editores), Haikus de amor, Hiperión, Madrid, 2015, 240 páginas.

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La temática de esta edición bilingüe, explícita desde el mismo título, se encuentra perfectamente arraigada a la tradición de los haiku, como ilustra Elena Gallego en su prólogo: "El haiku es la poesía de la naturaleza por excelencia, fiel reflejo del concepto japonés de esta. Lo cual no quiere decir que sea el tema exclusivo del haiku, más bien, tratándose el amor de un sentimiento natural y el ser humano de una parte o prolongación de la naturaleza, es natural, valga la redundancia, encontrar haikus que expresan este sentimiento aunque no sea lo más habitual".

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Tsuki higashi
kimi wa imagoro
nete iruka




Luna al este.
Durmiendo estarás
a estas horas.



Natsume Sōseki

LETRARIO, José Luis Sandín

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JOSÉ LUIS SANDÍN, Letrario. Tinta y trucos de bisutería, CreateSpace, 2015, 150 páginas.

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LA CREACIÓN

   Colocado el mar en la caracola, todo fue esperar a que la ola rompiera su silencio.

METAS VOLANTES, Felix Trull

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FELIX TRULL, Metas volantes, Libros al Albur, Sevilla, 2015.

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El hombre es un mendigo cuando pide respeto y un dios cuando aprende a respetar.
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Los buenos aforismos siempre se quedan en la punta de, a un paso de.
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Se suele entender el abismo como un espacio vertical en el que uno no deja de caer, cuando lo cierto es que se parece más a una superficie horizontal por lo que uno no deja de arrastrarse.
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Si te empeñas en estrujar el presente como si fuera un limón, no te extrañe si echas la vista atrás y sólo te encuentras cáscaras.
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El milagro del amor, su gran peligro, es que convierte al árbol en bosque, al bosque en paisaje y al paisaje en universo absoluto.
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Si algunos piden humildad a los demás es porque aspiran a detentar el monopolio de la soberbia.
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Hay personas tan generosas que te regalan su ausencia, y tan discretas que lo hacen sin avisar.
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La valentía pasa también por saber cuál es el momento de salir huyendo.
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Vivimos en el mejor de los mundos horribles.

EL DOLOR, Eduardo López Medina

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EMILIO LÓPEZ MEDINA, EL dolor, Universidad de Jaén, Jaén, 2011, 192 páginas.

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Dejar la infancia es empezar a morir, pues es empezar una lucha a muerte con la vida, en la que obviamente, al final saldrás perdiendo.
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El sufrimiento de otro es algo que se aprende. Y para aprenderlo debe, obviamente, ser conocido. Pero solo se puede conocer por nuestro propio sufrimiento. Por eso, los niños y las personas regaladas pro la suerte no suelen tener —no saben tener— piedad.
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No se pueden dar consejos desde la felicidad.
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Los deseos frustrados llegan a olvidarse, se van de nosotros. Las esperanzas truncadas son las que nos hacen, son nosotros. Las alegrías rotas nos entierran.
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Todos estamos heridos. La humanidad no es más que una procesión de heridos.
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La angustia es el estado del hombre cuando no se equivoca ni con la cabeza ni con el corazón sobre la que le espera. Es pues, un producto de la inteligencia.
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Vivir es ir cogiendo rutas alternativas al camino recto de la muerte.
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La vida no es más que una tregua en la aparición de Eso. Si no es dolor, es espera de dolor.
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Incluso en la pequeñas heridas hay que tener la sabiduría del mortalmente herido.
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No es el enamorado el que vive de migajas, pues el amor lo quiere todo. Es el enfermo el que vive de migajas.
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Conociendo los males de la Sociedad, se desea la soledad. Conociendo los males de la Naturaleza, se desea la muerte.

LA VIDA Y OTRAS INQUISICIONES, Norah Scarpa Filsinger

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NORAH SCARPA FILSINGER, La vida y otras inquisiciones, Macedonia, Morón, 2014, 80 páginas.

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MUNDO NUEVO

   Y se levantaron templos sobre templos, para que habitaran hombres sobre hombres.