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ANNA GASOL & TERESA BLANCH, Cuentos japoneses, Edebé, Barcelona, 2009, 152 páginas.

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Anna Gasol y Teresa Blanch ofrecen sus versiones de estos cuentos japoneses ilustrados por Juan M. Moreno.
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EL REYEZUELO ES EL REY DE LOS PÁJAROS

   Hace mucho, muchísimo tiempo, una noche los pájaros de la montaña se reunieron para charlar.
   —¿Quién pensáis que podría ser el rey de todos los pájaros? —pregunto el pájaro carpintero.
   —¿El rey de los pájaros? —repuso el cuervo—. Pues supongo que debería ser el halcón.
   —Seguramente —afirmo el gorrión—. El halcón es el más fuerte.
   —Y el que puede volar más rápido —aseguró el milano real—. Además, cuando caz, no se le escapa ni una presa.
   —Sin duda, el halcón debería ser el rey de los pájaros —afirmaron todos.
   —No me hagáis reír —gritó de golpe el reyezuelo, el más pequeño de los pájaros? —y añadió para meter cizaña—: El rey de los pájaros soy yo.
   Los demás se miraron unos a otros y después miraron al halcón.
   —Ten cuidado, reyezuelo —advirtió el búho—, ¡y deja de decir tonterías!
   —Sólo estoy diciendo la verdad —se empeñó el pajarillo—. Soy el número uno.
   Como no había manera de hacerle entrar en razón, el halcón propuso por fin:
   —¡Ya basta! ¿Por qué no lo comprobamos? El rey de los pájaros debe ser capaz de vencer a cualquier animal de esta montaña. ¿Estás de acuerdo?
   —Sí —se envalentonó el reyezuelo—. Yo puedo hacerlo.
   —Quien venza al jabalí será el rey.
   —Yo lo venceré —dijo el pequeño pájaro.
   —Muy bien —asintió el halcón—. Nos encontraremos mañana a la salida del sol.
   El reyezuelo se fue a dormir convencido de que era el mejor de los pájaros. Sin embargo, por la mañana, cuando despertó, le entró miedo y voló hasta el nido del halcón para pedirle disculpas y evitar enfrentarse al jabalí. Pero el halcón no quiso oír hablar del asunto.
   —Lo siento, reyezuelo, pero cuando alguien adquiere un compromiso, tiene que ser responsable. Ahora ya no puedes echarte atrás. Han venido todos los pájaros de la montaña para comprobar quién merece ser el rey. ¡Mira, ahí viene un jabalí! ¡Ve a por él!
   El reyezuelo pensó que aquello sería lo último que haría en su vida, cerró los ojos y voló directo hacia el jabalí. Volaba tan veloz que, sin darse cuenta, se introdujo en el interior de la oreja del animal.
   El jabalí, al sentir que algo revoloteaba dentro de su oreja, lanzó un gruñido y empezó a correr en círculos, moviendo la cabeza a un lado y a otro y dando fuertes patadas a todo lo que encontraba a su paso. Finalmente, enloquecido, se tiró contra un árbol y cayó inconsciente al suelo.
   Cuando el halcón y el resto de los pájaros volaron hacia allí para ver si el reyezuelo había sobrevivido, se sorprendieron al verlo vivito y coleando sobre el desmayado jabalí.
   —Te toca a ti, halcón —dijo hinchando las plumas lleno de orgullo.
   —Si tú puedes vencer a un jabalí —gritó enojado el halcón—, yo venceré a un par.
   El halcón voló en círculos y divisó a dos jabalís que corrían uno junto al otro por la maleza.
   —¡Sólo yo puedo ser el rey de los pájaros! —exclamó mientras aterrizaba en sus lomos clavando una garra en el cogote de cada uno de ellos.
   Por desgracia, los jabalís escogieron ese momento para separarse. Uno corrió hacía la derecha, y el otro, hacía la izquierda, por lo que el pobre halcón quedó partido en dos mitades.
   Los pájaros no daban crédito a sus ojos y se quedaron mudos durante mucho rato, hasta que uno tras otro empezaron a vitorear:
   —¡El reyezuelo es el rey de los pájaros! ¡Viva el reyezuelo, el rey de los pájaros!
    Y así sigue siendo desde entonces.



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