50 COSAS QUE HAY QUE SABER SOBRE LA HISTORIA DEL MUNDO, Ian Crofton

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IAN CROFTON, 50 cosas que hay que saber sobre la historia del mundo, Ariel, Barcelona, 2011, 226 páginas.

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En la Introducción (p. 7) Crofton subraya una obviedad necesaria: conocer el pasado es imprescindible para aproximarnos a entender "la forma en que vivimos en la actualidad". Éste es su paseo desde Los inicios de la agricultura a El 11 de septiembre y sus consecuencias
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EL CONFLICTO ÁRABE-ISRAELÍ

   La disputa entre el estado judío de Israel, los palestinos y otros pueblos árabes ha resultado ser uno de los conflictos más largos e intratables de la historia moderna. También es un conflicto que ha demostrado tener un impacto poderoso más allá de Oriente Medio, ya sea en el precio del petróleo o en el crecimiento del terrorismo global.
   Los asentamientos judíos en Palestina —por entonces parte del imperio turco otomano— se iniciaron a principios del siglo XX. Los colonos estaban inspirados por los ideales del sionismo, un movimiento fundado a finales del siglo XIX por Theodor Herzi, que sostenía que el pueblo judío —repartido por todo el mundo durante un milenio— debía crear un estado judío en su patria bíblica.
   La creación de Israel La causa sionista  recibió un gran impulso en 1917, cuando el secretario de Exteriores británico, A.J. Balfour, declaró que su gobierno «vería favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío». El objetivo de Balfour era conseguir el apoyo de la población judía en Gran Bretaña para la causa británica en la primera guerra mundial, que estaba entonces en marcha. Tras la derrota de Turquía en 1918, el viejo imperio otomano se rompió en pedazos, y Palestina se convirtió en un mandato de la Liga de las Naciones, administrado por Gran Bretaña.
   Los asentamientos judíos en Palestina aumentaron durante la década de 1920, provocando enfrentamientos violentos con la población árabe que ya vivía allí. Estos últimos no sólo estaban preocupados por la pérdida de sus tierras, sino que también estaban influidos por el nuevo espíritu del nacionalismo árabe. En la primera guerra mundial, los árabes habían ayudado a los Aliados al organizar revueltas contra los turcos y, en recompensa, esperaban conseguir la independencia. En su lugar, la mayor parte del antiguo imperio otomano se dividió entre británicos y franceses.
   La violencia continuó en la década de 1930, y los planes para dividir Palestina entre judíos y árabes se archivaron con el estallido de la segunda guerra mundial. La experiencia del Holocausto impulsó a muchos judíos europeos supervivientes a buscar refugio en Palestina, pero los británicos mantuviera su política de antes de la guerra de restringir la inmigración. En Palestina, los grupos guerrilleros sionistas como Irgun y el Stern Gang desarrollaron una campaña de violencia contra las fuerzas británicas, de manera que Gran Bretaña anunció en 1947 que entregaría su mandato a las Naciones Unidas, sucesora de la Liga de las Naciones. Las NU votaron por la partición de Palestina entre judíos y árabes, pero esto sólo sirvió para intensificar la lucha entre ambas partes. El 14 de mayo de 1948, un día antes de finalizar el mandato británico, los judíos en Palestina proclamaron el estado de Israel.
   Las guerras árabe-israelíes Los vecinos árabes de Israel —Egipto, Jordania, Siria y Líbano— atacaron inmediatamente al nuevo estado. La lucha fue feroz, pero tras el acuerdo de un cese el fuego en 1949, Israel se encontró en posesión de más territorios de los que le habían concedido las NU: alrededor del 80 por ciento de la tierra de Palestina. La creación de Israel tuvo un coste humano terrible: la violencia de los extremistas judíos contra los civiles árabes obligó a 500.000 árabes palestino a huir del país en lo que se conoce como la nakba (la palabra árabe para «catástrofe»), quedando sólo 200.000 en el país. Estos refugiados fueron alojados en campos en Gaza y Cisjordania, con la esperanza de que podrían regresar pronto. Su causa se convirtió en la causa del nacionalismo panárabe, un movimiento que se fue fortaleciendo por toda la región, en especial después de la segunda guerra árabe-israelí: la crisis de Suez de 1956.
   La tercera guerra árabe-israelí tuvo lugar en junio de 1967. Alarmado por los movimientos de tropas egipcias en el Sinaí, y por sus demandas de una retirada de las fuerzas de las NU desplegadas durante la crisis de Suez, Israel organizó un ataque preventivo contra sus vecinos. En seis días, las fuerzas israelíes arrebataron el Sinaí a Egipto, los Altos del Golán a Siria y Cisjordania a Jordania. Israel decidió conservar estos territorios capturados, porque así tenía unas fronteras más defendibles, pero esto sólo sirvió para generar más refugiados árabes y más rencor.
   La cuarta guerra árabe-israelí se produjo en 1973, durante la fiesta judía del Yom Kippur, cuando Egipto y Siria lanzaron un ataque contra Israel en los dos frentes. Le siguieron combates feroces y EE.UU. aumentó su alerta nuclear cuando creyó que la URSS estaba a punto de enviar fuerzas en apoyo de Egipto y Siria. Sin embargo, se acordó un alto el fuego, dejando a Israel en posesión de los «Territorios Ocupados». Para castigar el apoyo de Occidente a Israel, las naciones árabes productoras de petróleo impusieron un gran aumento de los precios del crudo, que provocó una grave recesión económica mundial. EE.UU., al darse cuenta de lo cerca del desastre que había estado el mundo, presionó a Israel y a Egipto para que firmasen la paz, dando como resultado el acuerdo de Camp David en 1978, por el cual Israel devolvía el Sinaí y Egipto reconocía el derecho a existir de Israel.
   Esto no significó el fin del conflicto. En 1982 Israel invadió el Líbano con el objetivo de aplastar a la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), que seguía organizando ataques contra Israel. La complicidad israelí en la masacre de civiles palestinos en el Líbano no hizo más que reforzar la hostilidad árabe, al igual que su política de construir asentamientos judíos en los Territorios Ocupados, desafiando a las NU. Mientras los palestinos se levantaron en una intifada (revuelta) en los Territorios Ocupados, el líder de la OLP Yasser Arafat empezó a buscar una solución diplomática, aunque se le oponían grupos palestinos islamistas radicales como Hamas y Hezbollah, apoyados por Siria e Irán. Una opinión política más moderada en Israel también favoreció la negociación, y en 1993 el primer ministro israelí, Yitzhak Rabin, llegó a un acuerdo con Arafat para establecer un autogobierno palestino en los Territorios Ocupados, y para una retirada gradual de Israel. Elementos en Israel se opusieron radicalmente y Rabin fue asesinado por un extremista judío.
   Desde entonces, el progreso hacia una paz duradera en la región se ha visto dificultado por una serie de factores. Israel no se ha retirado de Cisjordania y sigue construyendo asentamientos, mientras que Harnas y Hezbollah siguen atacando a civiles en Israel, lo que provoca con frecuencia una feroz respuesta militar israelí. Todo esto sirve para aumentar el odio a Israel —y a EE.UU., que se ve como el principal apoyo de Israel— por todo el Oriente Medio, alimentando las ambiciones asesinas de grupos como al-Qaeda.

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