AIRE DE COMEDIA, Ramón Eder

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RAMÓN EDER, Aire de comedia, Renacimiento, Sevilla, 2015, 124 páginas.

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La vida, de vez en cuando, nos soborna con milagros.
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Sólo el verano nos cura de la nostalgia del verano.
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Hay días en los que salimos líricos de casa y la calle está épica.
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Salir triunfante de ciertas situaciones es un error.
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El arrepentimiento nos convierte en salmones que nadan contracorriente.
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Hay días en los que uno está como japonés.
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Suave es la noche para los enamorados y para nadie más.
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A veces hay que decir que 2 y 2 son 5 para no tener una guerra civil en la cocina.
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Qué difícil es perdonar al que hemos ofendido.

HAIKU, Manuela Calderón Marín

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MANUELA CALDERÓN MARÍN, Haiku: momentos, Ayuntamiento de Priego, Priego de Córdoba, 2014, 36 páginas.

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En la penumbra
quejíos de trompeta.
Noche quebrada.

EL OSCURO RELIEVE DEL TIEMPO, Iván Teruel

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IVÁN TERUEL, El oscuro relieve del tiempoEdicions Cal·lígraf, Figueres, 2014, 182 páginas.

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Microrrelatos contundentes, sinceros en su falta de artificio, que con la meticulosidad del mejor reloj conducen al lector a un engranaje amargo, que en realidad no es más que la vida cuando no se niega la opresión de sus manecillas; cuando, como sucede en estas páginas, se sabe contarla. Las ilustraciones de Mercè Riba, con su simbolismo, subrayan la atmósfera turbadora de unas narraciones que, ya sea con la adecuada distancia irónica, ya sea con la crudeza más limpia, aciertan a acariciar, con la palabra justa, el lado más profundo de la naturaleza humana.



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UNA APACIBLE TARDE DE VERANO

   Piensen en un frenazo agudo, de esos que taladran la conciencia de cualquiera. Interioricen, a continuación, el sonido que produce un saco de piedras contra el suelo. Recuerden, también, cómo se encoge un gusano cuando siente una amenaza, pero sustitúyanlo por tres corazones. Ahora viene lo más duro: imaginen a tres madres que hablaban distraídas en el parque y que ahora corren, con un llanto espeso en la garganta, hacia la carretera que hay tras los setos. La escena es terrible, sí. Sobre todo, porque, cuando lleguen al lugar del atropello, dos de ellas no podrán evitar sentir una dolorosa sensación de alivio.

LIBRO DEL FRÍO, Antonio Gamoneda

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ANTONIO GAMONEDA, Libro del frío, Siruela, Madrid, 2009, 192 páginas.

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Hay una hierba cuyo nombre no se sabe; así ha sido mi vida.

Vuelvo a casa atravesando el invierno: olvido y luz sobre las ro­pas húmedas. Los espejos están vacíos y en los platos ciega la soledad.

Ah la pureza de los cuchillos abandonados.

EL LIBRO DE ORO LAS FÁBULAS, Verónica Uribe

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VERÓNICA URIBE, El libro de oro de las fábulas, Ekaré, Caracas, 2004, 126 páginas.

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En Acerca de Esopo y las fábulas (pp. 121-126) Verónica Uribe traza el origen y evolución de estas narraciones de las ofrece su versión. Constanza Bravo ilustra con sutileza y elegancia.
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EL HOMBRE, SU HIJO Y EL BURRO

   Iba un hombre de viaje con su hijo y su burro. El niño iba montado en el burro y el padre caminaba a su lado.
   Pasaron por un pueblo. La gente miraba y decía:
   —Pero ¿han visto? El hijo, que es joven y fuerte va montado en el burro y su padre, ya viejo, debe caminar.
   Al escuchar esto el hombre, bajó a su hijo, se montó él en el burro y siguieron camino. Pasaron por otro pueblo. La gente los miraba y decía:
   —¡No puede ser! El hombre va montado en el burro como si fuera un rey y deja que su hijo pequeño corra y se canse a su lado.
   Al escuchar esto, el hombre se bajó del burro y siguieron caminando ambos a pie y llevando al burro de las riendas.
   Pasaron por otro pueblo. La gente los miraba y decía:
   —¡Qué necios! Tienen un burro y van a pie.
   Al escuchar esto, el hombre se montó en el burro junto con su hijo.
   Pasaron por otro pueblo. La gente los miraba y decía con indignación:
   —¡Qué abuso! ¡Pobre animal que debe cargar con el peso de dos personas!
   Al escuchar esto, el hombre desmontó del burro y bajó también a su hijo. Buscaron unas cuerdas y una gruesa van. Amarraron las patas del burro, lo colgaron de la vara y siguieron caminando cargando con el burro.
   Pasaron por otro pueblo y la gente se reía:
   —¿Han visto? ¡Qué locura! Un hombre y un niño cargando a un burro.
   Entonces, el hombre, muy fastidiado, bajó el burro al suelo, le desató las patas y montó a su hijo.
   —Así salí de mi casa y así sigo viaje.

DADÁ DEMODÉ, Rafael Sarmentero

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RAFAEL SARMENTERO, Dadá demodé, Amargord, Madrid, 2011, 108 páginas.

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La sección La inspiración (pp. 31-50) la componen catorce haikus. El libro está ilustrado por Bárbara Butrageño.
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Tantos países
y tu sitio en el mundo
era mi hombro.


EL MONSTRUO AMA SU LABERINTO, Charles Simic

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CHARLES SIMIC, El monstruo ama su laberinto. Cuadernos, Vaso Roto, Madrid, 2015, 168 páginas.

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En Abreviando, que es Simic (pp. 147-163) el atinado y literario epílogo de estos Cuadernos, Seamus Heaney cocncluye: "Todo lo que Simic escribe a modo de comentario sobre literatura o arte termina siendo una defensa de la poesía".
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La muerte pasando junto a mi puerta, haciendo tintinear sus llaves maestras.
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Una confesión genuina: creo en los peces solubles.
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La conciencia: esta cerilla a punto de apagarse que ve y sabe el nombre de aquello que alumbra con su breve luz.
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El poeta ve lo que el filósofo piensa.
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Una vida de vicio arranca en la cuna. Le encantaba gatear bajo las faldas de las amigas de su hermana mayor. Una de ellas le dejó quedarse allí hasta que se hizo viejo.

LIBRO DE LOS MONSTRUOS ESPAÑOLES, Ana Cristina Herreros

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ANA CRISTINA HERREROS, Libro de los monstruos españoles, Siruela, Madrid, 2008, 248 páginas.

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   En Nuestros monstruos... (pp. 11-17), Ana Cristina Herreros recuerda la necesidad de evitar la desaparición del hombre del saco, el Nubeiro o el lobishome, "sustituidos por los monstruos fabricados por multinacionales del ocio y del consumo". El autor de las ilustraciones es Jesús Gabán.
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EL PESCADOR Y LA SERENA

Asturias

   Érase que se era un pescador de caña que todos los días iba a pescar a la mar. Y un día pescó a la Serena. Y le dijo ella:
   —Ya que me pescaste, voy a decirte lo que has de hacer conmigo: córtame en ocho cachos iguales, dos cachos se los das a comer a la tu mujer; dos, a la yegua; dos, a la perra, y los otros dos plántalos en la huerta, debajo del naranju.
   El pescador hizo lo que le mandó la Serena. Y a su tiempo, la perra parió dos perros; la mujer, dos niños, y la yegua, dos potros. Y debajo del naran­jal aparecieron dos lanzas.
   Los niños eran completamente iguales; no se distinguían uno de otro, y lo mismo ocurrió con los perros, los potros y las lanzas.
   A un niño lo bautizaron con el nombre de Juan, y al otro, con el de An­tonio. Y cuando cumplieron veinte años dijo Juan a su padre:
   —Si usted me da permiso, me voy a correr tierras; quiero salir de este pue­blo para ver mundo.
   Y el padre le dijo:
   —Aquí tienes tu caballo, tu lanza y tu perro; ve a correr tierras, y que Dios te ayude.
   Y con esto marchó. Y llegó a una ciudad, y se puso a pasear por las calles. Y le vio una princesa desde el balcón de su palacio y se enamoró de él. Y enton­ces mandó a un criado que fuera a averiguar quién era aquel joven que se pa­seaba por las calles, montado a caballo, armado de lanza y seguido de un perro.
   El criado de la princesa fue al mesón donde se hospedaba Juan y pidió in­formes al mesonero. Y el mesonero le dijo que no le conocía.
   A los pocos días celebráronse fiestas en aquella ciudad, y Juan tomó par­te en ellas y venció a todos los caballeros. Entonces la princesa averiguó quién era aquel joven tan valiente y se casó con él.
   Y un día, Juan y la princesa, su mujer, fueron a cazar; y desde lo alto de un monte divisaron un palacio muy grande. Y dijo Juan:
   —¿Qué palacio es aquél?
   Y dijo la princesa:
   —Es el palacio de los encantos; el que entra allí no sale nunca.
   Al día siguiente montó Juan a caballo y, sin decir nada a nadie, fue al palacio de los encantos, y salió a recibirle una señorita muy guapa, y le mandó entrar, y en cuanto entró quedó encantado, con su caballo, su lanza y su perro.
   Y en ese instante la lanza de su hermano Antonio se cubrió de herrum­bre. Y cuando la lanza de uno de los hermanos se oxidaba era señal de que el otro estaba en peligro. Y así que Antonio vio la señal de su lanza, pidió permiso a su padre para ir a ver lo que le había sucedido a su hermano.
   Y su padre le dijo:
   —Toma tu caballo, tu lanza y tu perro y corre en auxilio de tu hermano Juan.
   Antonio llegó a casa de su hermano, y como no se distinguían uno de otro, la princesa creyó que era su marido, y le dijo:
   —¿Cómo te marchaste de casa sin decirme nada? ¿Dónde has estado estos días?
  —Fui a correr tierra; pero ahora no me preguntes más, porque tengo que volver a marchar; mañana hablaremos.
   Y Antonio llegó al palacio de los encantos y salió a recibirle la señorita que había recibido a su hermano, y la cogió por un brazo y le dijo:
   —Si no me dices cómo se rompe este encanto, ahora mismo te mato.
   Y le dijo la señorita:
   —Ties que ir a la cueva de los encantos a matar una paloma blanca que hay allí. Y después de muerta, le sacas un huevu del cuerpo y lo traes. Y las puertas de este palaciu se abrirán solas. Entonces entra sin miedo y sigue adelante. En un salón encontrarás un gigante durmiendo; le tiras el huevu a la frente, y entonces rómpese el encantu. Pero ten cuidado, porque allí corre peligro la tu vida.
   Antonio fue a la cueva de los encantos y le salieron al encuentro dos gi­gantes.
   A uno lo mató con su lanza y al otro lo despedazó su perro. En seguida mató la paloma blanca y le sacó el huevo del cuerpo. Después fue al palacio y lo estrelló contra la frente del gigante.
   Y en aquel momento rompiose el encanto y apareció Juan con su caba­llo, su lanza y su perro. Y detrás de Juan venían los príncipes y las princesas que habían salido de su encantamiento. Allí no quedó ningún encantado.
   Y Antonio se casó con una de aquellas princesas. Y yo víneme y dejelos allá a todos.


LA OBRA DE ORTEGA Y GASSET, José Ortega y Gaseet

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JOSÉ ORTEGA Y GASSET, La obra de Ortega y Gasset, Júcar, Madrid, 2000, 256 páginas.

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En el Prólogo (pp.VII-XVI), Gregorio Burgueño Álvarez, responsable de la selección de las 1614 Frases y acotaciones de su pensamiento, advierte: en la obra de Ortega "no hay hojarasca ni paja". 
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El hombre se ha acostumbrado a encerrar su vida erótica en una cárcel secreta del alma.
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Todo cuadro, toda escultura es una imagen, y en toda imagen se compenetran dos objetos: uno presente, los pigmentos y las líneas o el volumen de mármol; otro ausente, a saber, lo que el pigmento y el mármol representan.Y ni uno ni otro aislados son la obra bella, sino el uno con el otro, en esencial mutación y pareja indisoluble.
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La adolescencia es cohesiva. El hombre, durante ella, ni puede ni debe estar solo. Le domina lo que he llamado «instinto de coetaneidad» y vive disuelto en el tropel juvenil, en su «clase de edad». Pero en esta jornada del curso vital el individuo parte hacia su exclusivo destino, que es, en su raíz, solitario. Cada cual va a cumplir a su modo la misión histórica de su generación.
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El sentido de la vida no es otro que aceptar cada cual su inexorable circunstancia y, al aceptarla, convertirla en una creación nuestra. El hombre es el ser condenado a traducir la necesidad en libertad.
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El pasado es astuto y sutil, mucho más de lo que podemos imaginar. Cuando queremos herirle, fogosos, su cuerpo espectral queda indemne y luego vuelve a insinuarse en nosotros y vuelve a ahogarnos con sus múltiples lazos invisibles.

INFIELES Y ADULTERADOS, Juan José MIllás

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JUAN JOSÉ MILLÁS, Infieles y adulterados, Nórdica, Madrid, 2014, 96 páginas.

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Subtitulado Cuentos de adulterio, los microrrelatos cuentan con las ilustraciones de Pablo Auladell, Javier Olivares, Emilio Urberuaga... y hasta otros once artistas de igual prestigio que colaboraron en la exposición exhibida en el Museo ABC.
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LA MUELA DE HOLGADO

   Vicente Holgado coincidió al entrar en un prostíbulo de la calle de Die­go de León con un cuñado suyo que salía en ese momento, e hizo como que iba al dentista.
   —Me está matando esta muela —dijo—. A ver si me la quitan de una vez. ¿Y a ti qué te pasa?
   Su cuñado pareció aceptar el juego y dijo que se acababa de hacer una endodoncia. Vicente notó que la chica de la puerta los miraba de forma rara, pero sin duda estaba acostumbrada a toda clase de perversiones y no intervino.
   —Que no te hagan daño —dijo el cuñado bajando precipitadamente las escaleras.
   El domingo siguiente los dos matrimonios se encontraron en casa de Vicente para comer una paella. Las dos mujeres eran hermanas gemelas y habían impuesto esta tradición desde que se casaran. Ninguno de los hom­bres mencionó el asunto del dentista y la comida discurrió por los cauces habituales hasta que la mujer de Vicente comentó que el jueves anterior (el mismo en el que ellos se habían cruzado en el prostíbulo) ella y su hermana habían coincidido casualmente en el ginecólogo.
   El asunto habría carecido de importancia de no ser porque las ge­melas intercambiaron sonrisas de complicidad y sobrentendidos en torno a la consulta, Vicente empezó a molestarse, y en un aparte preguntó a su cuñado qué significaban aquellas risitas.
   —No sé. Será un ginecólogo guapo o algo así.
   —Eso no da risa —respondió Vicente—. Debe de tratarse de otra cosa. A lo mejor coincidieron en un prostíbulo y quedaron de acuerdo en decir que había sido en el ginecólogo.
   —¿Y a ti qué más te da, hombre?
   A otra persona le habría dado lo mismo, pero Vicente era un hombre muy obsesivo y empezó a martirizarse. La idea de que su mujer acudiera a un prostíbulo de hombres le ponía enfermo y no estaba dispuesto a acabar la comida sin aclarar las cosas.
   —¿Y ese ginecólogo del que habláis no será un prostituto? —pregun­tó a los postres, animado por el vino.
   Las gemelas se rieron de la ocurrencia y se pusieron a recoger los pla­tos, lo que a Vicente le pareció muy sospechoso.
   «Las he pillado», pensó, y fue detrás de ellas hasta la cocina insistiendo en el asunto sin sacar nada en claro.
   Tras el café, pusieron sobre la mesa el tapete verde y comenzaron una partida de cartas. Vicente jugaba de pareja con su cuñado, pero no daba pie con bola. Madrid era una ciudad llena de perversiones, lo sabía por ex­periencia, y no sería raro que su mujer llevara una vida secreta. Resultaba muy fácil llevar una vida secreta, sobre todo teniendo una hermana gemela; de hecho, él llevaba tres o cuatro vidas secretas, pese a ser hijo único.
   —¿Qué te pasa? —preguntó al fin su cuñada—. Te encuentro muy distraído hoy.
   —Es que estaba dándole vueltas a la coincidencia de que el mismo día que vosotras os encontrasteis en el ginecólogo, éste y yo también tropeza­mos en la consulta de un médico.
   El cuñado hizo una mueca extraña, aunque, como estaban jugando al mus, podría tratarse de una seña.
   —¿De qué médico? —preguntó la cuñada.
   —Del dentista. A tu marido le hicieron una endodoncia y a mí me sacaron una muela.
   Las hermanas se rieron de la gracia de Vicente y siguieron jugando.
   Vicente esperó unos minutos a que sucediera algo, pero sólo se suce­dían las cartas sobre el tapete verde y las ideas obsesivas por el interior de su cabeza. Jugaban con unos garbanzos que empezaron a parecerle verrugas. Perdió tres manos seguidas, y a la cuarta, mientras barajaba, dijo:
   —En realidad, no era el dentista. Era un prostíbulo. El salía y yo entraba.
   Su cuñado solió una carcajada que las hermanas acompañaron con grandes aspavientos, como si hubiera dicho algo graciosísimo. Nunca nadie se había reído de sus ocurrencias de ese modo, por lo que Vicente pensó que las mejores ocurrencias eran las que ocurrían y repartió las cartas.
Kike de la Rubia

CUENTOS Y LEYENDAS DE LOS ARMENIOS, Reine Cioulachtjian

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REINE CIOULACHTJIAN, Cuentos y leyendas de los armenios, un pueblo del Cáucaso, Kókinos, Madrid, 2010, 72 páginas. Ilustraciones de Catherine Chardonnay.

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Reine Cioulachtjian, tras haber recogido centenares de historias de los ancianos que escaparon del genocidio de 1915, pretende "embellecer más aún esa materia intemporal, en la frontera de lo real y lo imaginario, perpetuando así la tradición de nuestros viejos narradores".
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EL LADRÓN DE ALBARICOQUES

   En las afueras de Van vivía una pobre viuda que tenía un solo hijo. Ella le había educado en el respeto a los ancianos y a las costumbres de su pueblo. Madre e hijo vivían de lo que producía un pequeño huerto, que cultivaban con sus propias manos con mucho cariño.
   En medio de aquel huerto había un hermosísimo albaricoquero muy viejo. Sus frutos tenían un sabor exquisito, con aromas de sol, de miel y de almizcle, y su tierna carne se deshacía al contacto con los dientes, liberando un delicado y fragante jugo que llenaba la boca de dulzor. Madre e hijo vendían dichos albaricoques, llamados «los senos de Semíramis», a clientes ricos que pagaba por ellos sus buenos dineros. Un vecino, envidioso, había propuesto en varias ocasiones a la viuda comprarle el huerto, pero ella siempre había rehusado.
   Despechado, el hombre se propuso obligarla al venderlo. Cada noche saltaba la tapia que les separaba, se subía al árbol y cogía gran cantidad de albaricoques, de tal manera que, al día siguiente, madre hijo eran incapaces de cumplir con los pedidos de sus ricos clientes. Así, poco a poco, éstos fueron desinteresándose y terminaron por comprarle a otro vendedor.
   En tan precaria situación económica quedaron que la madre fue a suplicar a su malvado vecino que no les arrebatase aquello que les daba de comer. La única respuesta que recibió fue:
   —Bueno, si lo que necesitáis es dinero, aceptad mi oferta y vendedme el huerto. Por momentos el hijo tuvo la terrible tentación de acabar con él, pero afortunadamente su buen juicio le ayudó a entrar en razón y se contuvo: «Bah, no quiero matar a nadie por un puñado de albaricoques», se dijo. «Es verdad que mi madre y yo vivimos gracias a ellos, pero, en fin, trabajaré en otra cosa. Mañana mismo iré a la ciudad a ofrecer mis servicios como porteador».
   Aquella misma noche, después de que madre e hijo hubiesen cenado muy frugalmente, cuando ya se disponían de acostarse, llamaron a la puerta. Fue a abrir el hijo y se encontró ante un joven de porte majestuoso, nimbado de luz.
   —Soy un viajero que se ha perdido —dijo el desconocido—. Tengo hambre y frío. ¿Podéis darme hospitalidad por esta noche? Partiré mañana por la mañana a primera hora.
   El hijo hizo entrar al misterioso desconocido con todos los honores. La madre, obedeciendo a las sagradas leyes de hospitalidad, le ofreció lo mejor que tenía y abrió para él su última botella de vino, único vestigio de un pasado más próspero.
   El hombre comió con apetito y después hizo saber a sus anfitriones que le agradaría comer alguna fruta, en especial albaricoques.
   —¡Ay! —respondió el hijo—, no podemos satisfacer vuestro deseo. Un malvado vecino nos ha privado del placer de complaceros. Y le contó el robo diario de los albaricoques, añadiendo:
   —Sólo conozco una forma de deshacerme de ese malvado: sorprenderle robándonos y acabar con él. Pero cuando reflexiono y tomo conciencia de que la vida es un bien sagrado, rehusó poner fin a la vida de un semejante por un simple cesto de albaricoques.
   —Tales sentimientos os honran —dijo el desconocido—. Pero, sin que tenga que pagar con su vida, yo castigaré a ese ladrón.
   Y el ángel —pues era un ángel— hizo que le llevaran junto al albaricoquero centenario, lo tocó con la mano y aseguró al muchacho que aquél que se subiera a aquel árbol sin autorización permanecería allí hasta el día del juicio final, a menos que el legítimo propietario accediese a dejarle bajar. Una vez dicho esto, el ángel desapareció.
   A la noche siguiente, como siempre, el ladrón se subió al albaricoquero y comenzó a coger los frutos más hermosos... Pero cuando quiso bajar, todos sus esfuerzos resultaron inútiles. Quedó atrapado en el árbol sin poder cambiar de posición. A la mañana siguiente, madre e hijo oyeron grandes ruidos en el huerto, corrieron hacia él y ¿qué es lo que vieron? Las gentes de las casas vecinas rodeaban el albaricoquero y, allá arriba, el vecino ladrón, inmovilizado en el lugar del delito, permanecía en una postura totalmente ridícula. Cuanto más se agitaba más atrapado quedaba en el árbol, que lo retenía como una amante. Mientras todos reían y se mofaban de él mandaron a buscar al juez. El ladrón reconoció públicamente el delito y se ofreció a pagar el monto de los albaricoques robados. Madre e hijo escucharon sus ruegos y le permitieron, por fin, bajar del árbol.
   Tres flores blancas se han abierto: una para el que lee, la segunda para el que escribe, y la tercera para el que respeta las sagradas leyes de la hospitalidad.

RETÓLICAS DEL VALLICO, Diego Zurdo & Miguel Arias

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DIEGO ZURDO & MIGUEL ARIAS, Retólicas del Vallico, Manuscritos, Madrid, 2009, 96 páginas.

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En el Prólogo (pp. 5-12), Ángel Luis Benito Rodero ofrece una amena y documentada disquisición sobre la naturaleza del microrrelato. Además, propone un inventario temático de las narraciones que Zurdo y Arias entregan en "este repositorio de esta minimalista forma".
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CORPUS CHRISTI

   Ni siquiera la sombra del eucarístico dosel conseguía refrescar al joven cura párroco en el segundo de los jueves más relucientes que el sol.
   Ataviado de alba y casulla, la transpiración no era fácil. La lenta pro­cesión de noveles comulgantes y Comitiva Municipal, Guardia Civil incluida, estaba haciéndole sufrir grandes escozores.
   Brillaba la plateresca custodia ante los coloridos altares de las beatas que visten santos. Bendiciendo con un hisopo de bola ancha y robusta forma no podía evadir el recuerdo de aquel bello seminarista. Juntos habían bruñido anteanoche las varas del palio.

CAMPO DE RETAMAS, Rafael Sánchez Ferlosio

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RAFAEL SÁNCHEZ FERLOSIO, Campo de retamas. Pecios reunidos, Penguin Random House, Barcelona, 224 páginas.

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Articulado en cuatro secciones, este libro reúne, en palabras de los editores, "la práctica totalidad de los pecios publicados por Rafael Sánchez Ferlosio —ya sea solamente en la prensa o recogidos en libro—, a los que se añade un buen puñado de otros espigados de sus cuadernos y rigurosamente inéditos".

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(Ortegajos: ‘El proyecto vital’) Mundo feliz aquel en que los niños no entendiesen ni aun remotamente la pregunta capital del verdadero corruptor de menores: “Y tú, ¿qué quieres ser de mayor?”
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El presente se pone en manos del futuro lo mismo que una viuda ignorante y confiada se pone en manos de un astuto y deshonesto agente de seguros.
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(Never more) Decir que el tiempo todo lo cura vale tanto como decir que todo lo traiciona. ¿Sabré sobrevivir sin traicionar?
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(¿Causalidad o casualidad?) Contra más cachivaches vienen juntando los hombres para comunicarse, menos parece que tengan que decirse los unos a los otros. Aunque también es posible que nunca hayan tenido mucho que decirse y sólo ahora la sobra de medios los pone en evidencia. 
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(Ya no) ¿Que dónde se ha ocultado la esperanza? En la etimología de "desesperación".
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El fascismo consiste sobre todo en no limitarse a hacer política y pretender hacer historia.
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Al fin resulta que no hay victoria que pueda alejarse mucho de la escatología; todas, al cabo, aun desde los lugares más remotos, convergen hacia ella. Por eso todas las armas, en el silencio de sus panoplias y arsenales, contienen un presagio.

PENSAMIENTOS DESMANDADOS, Manuel Neila

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MANUEL NEILA, Pensamientos desmandados, La Isla de Siltolá, Sevilla, 2015.

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Resulta cada día más complicado hacer del caos un mundo, mientras hay tantos empeñados en hacer del mundo un auténtico caos.
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Hay aspectos de la condición humana a los que sólo se llega con humor; lo que, bien mirado, no deja de tener su gracia.
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La muerte es, más que cruel, insidiosa y devastadora; pues aniquila, con cada uno de nosotros, al resto del mundo.
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Hay un tipo de acciones que delatan de inmediato a quienes las ejecutan: por ejemplo, imponer la libertad a la fuerza.
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En el violín de algunos aforistas solo suena la cuerda lírica; en el contrabajo de otros; el bordón “sarcasmático”.
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Primero, los filósofos se ocuparon del mundo; después, los profesores se ocuparon de los filósofos… Y ahora, los economistas se ocupan de todo.
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Durante la juventud, se ansía la madurez; durante la madurez se añora la juventud. Ambas cosas se corrigen con el tiempo.
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(Triunfo del fracaso.) En nuestras sociedades fracasadas, el triunfo de los bufones es el único posible. O eso parece.

NO HAY TRES SIN DOS, Alejandra Díaz-Ortiz

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ALEJANDRA DÍAZ-ORTIZ, No hay tres sin dos, Trama, Madrid, 2014, 128 páginas.

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CARRUSEL

   Al amor no hay que darle muchas vueltas.
   Tan solo admite dos.
   Sí o no.

TAXIDERMIA, Francisco Antonio Carrasco

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FRANCISCO ANTONIO CARRASCO, Taxidermia, Editorial El Páramo, Córdoba, 2011, 194 páginas.

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CELOS

   Amaba a mi padre. Era su hija predilecta. En las recepciones a los reyes y embajadores de otros países, me exhibía orgulloso sobre sus piernas mientras mi hermana permanecía sentada en el suelo a nuestro lado como una perrita. Todo eran mimos, carantoñas y regalos. Amaba a mi padre, sí. Sobre todas las cosas. Y él me correspondía. Fueron unos años verdaderamente maravillosos.La muerte de mamá lo trastocó todo. Al principio se salía a pasear atormentado a la muralla y se recreaba en la contemplación de los astros. Hay quien dice que aullaba a la Luna. No había modo alguno de apaciguar su dolor. Por más que lo intentáramos. Luego, fatalmente trastornado, se dedicaba a perseguir como un sátiro a cualquier mujer que se cruzaba en su camino por las galerías del castillo. Hasta que, en el colmo de la ignominia, penetró en la alcoba de mi hermana –¡mi hermana!– y la violó brutalmente. Lo descubrí por casualidad, y luego, desde una rendija de la puerta, que no se preocupó de cerrar, observé con horror y vergüenza cómo la poseía. Desde entonces, cada noche acude puntual a su cita. Y, ajenos al escándalo que provocan entre los súbditos, se aman, ríen y beben como animales.
   Ahora lo odio. Sin mesura. Porque todas las noches, a pesar de que le dejo la puerta entreabierta y lo espero desnuda sobre el lecho, pasa de largo ante mi alcoba.

SENDERO DE INSTANTES, Luis Pineda V.

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LUIS PINEDA V., Sendero de instantes, Felou, México D.F., 2010, 220 páginas.

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larga llovizna
a cuenta gotas siembra
papel mojado

UNIVERSOS MÍNIMOS, Victoria Mera

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VICTORIA MERA, Universos mínimos, Norbanova, Cáceres, 2015, 68 páginas.

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MUDANZAS

   Voy a mudarme a Júpiter o a aquel pequeño planeta que ya ni siquiera se estudia en las escuelas. Voy a ponerme un anillo de Saturno en el dedo anular y andaré luciéndolo radiante por toda la vía láctea. Que no, Marilyn, que los diamantes no son el mejor amigo de la mujer: lo que se lleva ahora es de otro planeta.
   Pasaré las vacaciones de verano en Neptuno, en un chalet con vistas a Mercurio. Evitaré la arena pegada en los pies a toda costa. Los cubitos, las palas y el viento de levante. Cuando comience a morir la tarde, cogeré una estrella del cielo, la lanzaré a la tierra y sonreiré cuando algún niño la encuentre transformada en la orilla. ¿O qué  os pensabais?
   En invierno iré flotando hasta Venus. Allí no voy a necesitar estufa. Organizaré expediciones a Urano, tomaré el sol en Marte.
   De vez en cuando una llamada a la tierra: “Hola, ¿qué tal? I’m floating in a most a peculiar way”, como diría David Bowie. Y colgar rápido porque las llamadas de interplanetarias salen realmente caras.
   Quizás me compre una nave de segunda mano con combustión de polvo de estrellas para visitar Tritón o Andrómeda. Si tengo frío por las noches me acurrucaré en un cráter de la luna. Dibujaré alguna constelación que me recuerde a la posición de tus lunares y si me da por echar de menos, suspiraré para que las estrellas se vuelvan fugaces.
   No creo que allí arriba necesite pasaporte. Si vienen a abducirme para llevarme de nuevo a la tierra formaré un ejército de alienígenas. Que no, que voy a quedarme un rato flotando por el universo. Lo mismo vuelvo encima de un cometa.  

THE BEAT GOES ON

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The Beat goes on, Debolsillo, Barcelona, 2014, 504 páginas.

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En el Prólogo de este Almanaque de los músicos muertos se señala su naturaleza de agenda diaria que recopila sintéticas entradas dedicadas a los músicos, preferentemente populares, fallecidos después de 1945.
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13 de mayo


2014 Ernie Chataway (n. 1962). Guitarrista británico, que en 1969-1970 perteneció a la formación original de Judas Priest. Cáncer.

2014 Alfredo Calonge (n. 3.9.1961). El viejo líder de Los Negativos era un tipo conocidísimo dentro del underground barcelonés versión mod. Lo podías encontrar repartiendo flyers a la salida de cualquier sarao y muchos de los carteles que han decorado Barcelona fueron colgados por él. Paro cardiorrespiratorio.

2012 Donald «Duck» Dunn (n. 24.11.1941 como Donald Dunn). Legendario bajista de los Blues Brothers y de Booker T. S: the M.G.'s. Murió mientras dormía en Tokio.

1988 Chet Baker (n. 23.12.1929 como Chesney Henry Baker, ]r.). Trompetista de jazz («Let Get Lost»). Empezó su carrera en la banda de Charlie Parker, con el que compartía su afición por la heroína. Cayó por una ventana en Amsterdam.

1986 Doug Caldwell (n. 7.9.1959). Miembro de los punks de D.C. Lethal Intente. Suicidio.

1975 Bob Wills (n. 6.3.1905 como James Robert Wills). Alias The King of Western Swing; peluquero y músico country; ganó popularidad con sus Texas Playboys- Cuenta la leyenda que cabalgó unos 80 kilómetros a caballo para poder ver cantar a Bessie Smith tras tras repetidos infartos y apoplejías.

SIEMPRE PASAN COSAS, Kike Parra Veïnat

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KIKE PARRA VEÏNAT, Siempre pasan cosas, Enkuadres, Valencia, 2015, 126 páginas.

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UN DÍA EN LA FERIA

   El niño ha ido con su padre a la feria. Sabe que cualquier cosa que le pida tendrá un sí por respuesta (lo mismo ocurre cuando está con su madre, entre semana). Aunque el hombre piensa que no es la mejor manera de educarlo, el hijo acaba subiendo a un montón de atracciones. Luego, accede a comprarle una manzana caramelizada, y se enfada cuando, al segundo bocado, le dice que no tiene hambre. Cuando pasan cerca del puesto de algodones de azúcar, le insiste para que le compre una de aquellas madejas de color rosa y comienza a patalear hasta conseguir su propósito. A punto de marcharse, el niño le tira de la manga de la chaqueta para que le compre un globo. Hay una veintena ondeando sobre la cabeza del vendedor, atados a una silla de forja oxidada. El hijo pide por esa boca. El hombre paga y se lleva uno con el dibujo de Bob Esponja. Se aleja, pero aún vuelve la vista atrás. Quiere asegurarse de que su hijo se eleva, atado, junto al resto de globos que le ha comprado al vendedor de globos de helio.

LA CORRIENTE DE GROENLANDIA, José Luis Gärtner

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JOSÉ LUIS GÄRTNER, La corriente de Groenlandia, Nazarí, Granada, 2014, 148 páginas.

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LOS VÉRTICES DEL ALMA
A un viejo y carísimo amigo

   Está bien; lo confesaré todo. Fui yo. Fui yo. Fui yo, maldita sea, el que disparó a Kennedy. Yo apuñalé a César. Traicioné a Viriato. Esparcí la masa encefálica de Lincoln por las cortinas de su palco. Vendía al Mesías por treinta monedas de plata. Simpaticé con los insurrectos. Escribí anatemas. Fui el bufón que hizo mofa, befa y escarnio del rey. Me declaro culpable. No negaré nada. Y de mil amores estaría dispuesto a cantar la panilodia si tuviera usted a bien sacarme el cañón de su revolver de la boca.

EPIFANÍAS, William Grigsby Guevara

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WILLIAM GRIGSBY GUEVARA, Epifanías, Parafernalia, Managua, 2014, 506 páginas.

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La muerte es más paciente que cualquier cazador en espera de su presa.
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La libertad vive enjaulada en las constituciones de cada país.
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Yo no quiero arrancarte una sonrisa, quiero que se quede en tu rostro.
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Iré muriendo poco a poco igual que una oración que empieza con mayúscula y termina con un punto final.
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Con el pañuelo de las banderas se ponen a llorar las geografías.
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La muerte es una idea imposible de recordar.
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Entre un hola y un adiós hay dos vidas de por medio.
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El hombre alcanza un sistema individual de vida para luego proyectar un sistema colectivo de muerte. Capitalismo.
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El universo es tan famoso que siempre usa gafas oscuras.
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Dichoso el viejo que ya no tiene espacio en el cuerpo para que le nazcan nuevas cicatrices.
***
Cada gota de silencio llena con tedio el cristal de una lágrima.

MITOS DE MEMORIA DEL FUEGO, Eduardo Galeano

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EDUARDO GALEANO, Mitos de Memoria del fuego, Anaya, Madrid, 2002, 80 páginas.

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Elisa Arguilé ilustra esta selección de textos pensada para lectores jóvenes.
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EL GUAYACÁN

   Andaba en busca de agua una muchacha del pueblo de los nivakle, cuando se encontró con un árbol fornido, Nasuk, el guayacán, y se sintió llamada. Se abrazó a su firme tronco, apretándose con todo el cuerpo, y clavó sus uñas en la corteza. El árbol sangró. Al despedirse, ella dijo:
   —¡Cómo quisiera, Nasuk, que fueras hombre!
   Y el guayacán se hizo hombre y fue a buscarla. Cuando la encontró, le mostró la espalda arañada y se tendió a su lado.


MIESTRAS EL LOBO ESTÁ, Eduardo Chirinos

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EDUARDO CHIRINOS, Mientras el lobo está, Visor, Madrid, 2010, 68 páginas.

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Los poemas de este libro merecedor del XII Premio de Poesía Generación del 27 se caracterizan por la brevedad y un carácter evidentemente narrativo.
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ESCENA PARA UNA PELÍCULA

¿Cómo maneja uno los recuerdos? Yo tengo
varios que se alternan y, para colmo, varían
con el tiempo. No son organizados. Un buen
día aparecen y ¡zas! se instalan sin permiso
reclamando alguna música, si es posible
alguna explicación. Ayer, por ejemplo, tenía
siete años y entré sin llamar al dormitorio
de mi madre. La ventana daba a un amplio
jardín donde jugaba el collie, al fondo
renacía una palmera, un floreciente árbol
de papayas. Mamá se pintaba las uñas
de los pies. Parecía estar muy concentrada
y apenas me hizo caso. «¿Por qué te pintas?»,
pregunté. «Porque hoy llega tu papá», me
dijo. Y eso fue todo. No. Eso no fue todo.
Su vestido colgaba impaciente de una silla
y una cámara filmaba sus piernas (la
izquierda recogida, la derecha ligeramente
levantada). ¿Qué quería de mí ese recuerdo?
No lo sé. Si le pregunto dirá que no había
ningún collie. Que tal vez había soñado.


100 PELIS DE ADULTOS PARA VER CON NIÑOS, Noelia Terrer & Carlos Rubio

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NOELIA TERRER & CARLOS RUBIO, 100 pelis de adultos para ver con niños, Litera, Albuixech, 2012, 224 páginas.

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Siendo fieles a la máxima de la editorial Litera, Noelia Terrer y carlos Rubio  elaboran un catálogo de experiencias alrededor de cien películas de adultos que han sabido captar la atención de niños.
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La rosa púrpura de El Cairo, Woody Allen, 1985
Comedia, 85 mm, EEUU

Mia Farrow, Jeff Daniels, Danny Aiello, Dianne Wiest, Van Johnson, Irving Metzman, Stephane Farrow, Zoe Caldwelt, John Wood, Mito O'Shea, Edward Herrmann


   Una mujer, con un triste matrimonio y une triste vida, se evade de la rea­lidad yendo al cine una y otra vez. Sueña que un día vivirá las escenas de la película. Y llega el día. El protagonista de La rosa púrpura de El Cairo se enamora de ella y, a mitad de proyección, sale de la pantalla para conocerla.


   Seguramente todos hemos soñado alguna vez que atravesábamos la pantalla y nos metíamos en una película. La cara de Olivia se iluminó cuando Mia Farrow se mete en la pantalla del cine y dijo emocionada: «tiene que quedarse ahí, le queda mejor el blanco y negro». Comprobado: el humor y las situaciones surrealistas de esta película son tan sorprendentes con siete años como con... bueno, eso es otro tema.


EL VIENTO Y LA HOJA, Abbas Kiarostami

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ABBAS KIAROSTAMI, El viento y la hoja, Salto de Página, Madrid, 2015, 148 páginas.

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Santos Zunzunegui en Todo (es) mirada (pp. 5-9) señala que Kiarostami, tanto en su cine como en estos josravaní (poemas breves de tradición iraní), pretende "desanestesiar nuestra percepción del mundo, limpiar de telarañas la realidad". Firman la traducción Ahmad Taherí y Clara Janés. 
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Un esqueje recién plantado
crecía y se dirigía
al cielo
inconsciente del hacha.

NO PUEDO NI QUIERO, Lydia Davis

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LYDIA DAVIS, Ni quiero ni puedo, Eterna cadencia, Buenos Aires, 2014, 320 páginas.

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EL PELO DEL PERRO

   El perro no está más. Lo extrañamos. Cuando suena el timbre, nadie ladra. Cuando volvemos tarde, no hay nadie esperándonos. Todavía encontramos sus pelos blancos aquí y allí por toda la casa y en nuestra ropa. Los recogemos. Deberíamos tirarlos. Pero es lo único que nos queda de él. No los tiramos. Tenemos una esperanza loca: si recogemos suficientes, vamos a poder armar el perro otra vez.

EL FANTÁSTICO HOMBRE BALA, Antonio Luis Ginés

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ANTONIO LUIS GINÉS, El fantástico hombre bala, Editorial El Páramo, Córdoba, 2010, 124 páginas.

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DOMADOR

   Saben que vive sólo. Es un tipo mayor y no podrá defenderse. Un botín fácil. No habrá mucho, pero suficiente para pasar la noche y el trago del mono que empieza a darles patadas en el pecho. Bajan del coche y suben el escalón del portal. Encuentran la puerta abierta. Todo va bien. Lo dos se miran y sonríen ligeramente. Nadie los ha visto. Por las escaleras, nada de ascensor. Llevan toda la tarde y parte de la noche observando y apenas queda nadie en todo el edificio. Es viernes: casi todos salieron. Llegan a la primera planta. Puerta A. Saben qué tipo de cerradura, qué pestillo suelen tener estos viejos pisos. Sacan la palanca, pero antes de que puedan usarla, comprueban que la puerta sólo está encajada. Empujan suave y entran. Se vuelven a mirar y sonríen aún más complacidos. Avanzan por el pasillo, y al final se ve una luz. El que va detrás observa un gran látigo colgado a lo largo de toda la pared. Dios, qué látigo, piensa. Al otro lado del mismo pasillo fotos y fotos. Muy poca luz. Sólo distingue, en una muy grande, la carpa de un circo. Ya llegan al final del pasillo. Allí hay alguien. Seguro. Las navajas en la mano. Notan el sudor en el mango. El de detrás piensa: todo va demasiado bien, esto me escama. Ven a un hombre sentado en una mesa. Juega a las cartas sólo. Actúan rápido y se lanzan sobre él, las navajas en el cuello: danos la pasta ya, o no lo cuentas. Apenas puede hablar. Cuando lo dejan, reacciona:
   —No tengo dinero, apenas puedo pagar el alquiler…
   Los tipos se enfadan.
   ­—Mira, viejales, vamos a rajarte de todas maneras, así que mejor nos lo pones fácil.
   El hombre no se arruga. Queda pensativo, quizás intuye que cada segundo, cada movimiento ahora puede ser clave. En ese instante se oye un ligero ruido en la habitación de mitad del pasillo.
   —¿Qué ha sido eso?, ¿no está solo? —dice el primer tipo.
   —No, vivo con mi gato. Andará por ahí haciendo de las suyas.
   —¡Ve a ver! —le dice el primer tipo al segundo—. Y tú saca el dinero…
   El segundo tipo va despacio, más tembloroso de la cuenta. Será el mono, piensa. Enciende la luz del pasillo y, al llegar a la puerta susodicha, nota un olor fuerte, un olor a serrín que le recuerda a la infancia. Tensa la navaja en el aire y entra.
   Se oye un grito estremecedor, uno solo, y al momento un hilo de sangre sale de la habitación al pasillo. Los dos contemplan la escena desde el fondo.
   —¡Charli, Charli, pero qué cojones pasa aquí, qué demonios hay ahí! —grita el otro tipo fuera de sí y tensando la navaja sobre la barriga del hombre mayor.
   —Ya se lo he dicho, mi gato.
   El tipo suda, y el hilo de sangre se convierte en un pequeño reguero que va hacia ellos. No sabe si salir corriendo o terminar la faena de cualquier manera.
   —¡Joder, contesta, di algo!— repite desesperado, pero no se oye nada.
   —¡Esto es absurdo, un mal rollo, quédese quieto!. El Charli, que me quiere gastar una de sus bromas pesadas, que lo conozco! —y él avanza por el pasillo con decisión hasta la puerta de la que sale la sangre. Va a entrar. En ese momento le pregunta al dueño del piso:
   —¿En que trabaja usted?
   —Trabajaba, estoy jubilado. Domador.
   Y de la habitación un enorme gato-felino salta sobre el tipo. En menos de dos minutos lo despedaza ante unos gritos que nadie parece oír en todo el edificio.
   Tras destrozarlo en un santiamén y aún con el hocico ensangrentado, el león se acerca manso a su dueño y le lame las manos, el rostro, mientras el domador, acariciándole la vieja y despoblada cabellera, se sonríe y dice:
   —Ya tienes comida para unos días. Me viene de perlas. Cada vez me cuesta más salir a buscarte alimento.

CRIATURAS DE LA TINTA ALADA, Enrique González Rojo Arthur

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ENRIQUE GONZÁLEZ ROJO ARTHUR, Criaturas de la tinta alada. Cuentos, minicuentos y cuentemas, Instituto Sinaloense de Cultura, Culiacán, 2012, 116 páginas.

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UN MAGO

   Sé de un mago que tenía un maravilloso sombrero, del que no sólo extraía el consabido conejo, la paloma, las mascadas de colores, sino la posible solución de aquellos problemas que, como le constaban al mismo sombrero, eran un perpetuo quebradero de cabezas. Su fama le pisó los talones al don de ubicuidad. Por eso fue llamado por el rey, que lo nombró su primer ministro, con la esperanza de que hiciera de su reino una réplica del paraíso. El ministro-mago, después de unas semanas de venturoso ejercicio de su profesión, sacó de su sombrero, sin poderlo evitar, la ocurrencia de sustituir la monarquía por la república. El rey, encolerizado, quiso destruir a su primer ministro con ayuda del sable depurador de su verdugo; pero el mago huyó del palacio y se perdió entre el pueblo. Dicen los que saben que entonces se dedicó a enseñar al pueblo a cantar la marsellesa. Y, tras de entablar amistad con cierto Monsieur Guillotin, tornó a sus actuaciones de teatro, y fue ruidosamente aplaudido cuando, en la primera función, sacó de su sombrero, tras de las cintas de colores, la paloma y el consabido conejo, la cabeza del rey.

MEDIODÍA EN KENSINGTON PARK, Javier Sánchez Menéndez

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JAVIER SÁNCHEZ MENÉNDEZ, Mediodía en Kensington Park, La Isla de Siltolá, Sevilla, 2015, 72 páginas.

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Una colección de prosas, con algunos poemas mínimos engarzados, componen un libro que descansa en el hallazgo: cada pieza y su tempo lento subrayan la plenitud de una voz que, buscando acariciar la raíz de la palabra poética, ya la ha vuelto luz en su mirada.

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 LA FRENTE

 He pasado la noche mirándote la frente.

 No creo en los milagros pero ha amanecido.

COCINA POP, Mario Suárez & Ricardo Cavolo

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MARIO SUÁREZ & RICARDO CAVOLO, Cocina pop, Lunwerg, Barcelona, 2013, 224 páginas.


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Un año después de Cocina indie el tándem Ricardo Cavolo y Mario Suárez repiten éxito con este libro subtitulado Recetas y discos de toda una vida.
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MAGDALENAS DE PLÁTANO POP  [The Velvet Underground The Velvet Underground & Nico]

INGREDIENTES

60 gramos de mantequilla 
azúcar blanco
1 huevo
2 plátanos
300 gramos de harina
100 gramos de nueces
100 gramos de pepitas de chocolate
1 vaso de leche
levadura


DALE AL PLAY

   Era guapa, alta, modelo, actriz y alemana. Nico sabía hacer muchas cosas, también magdalenas, las preparaba en la Factory para Andy Warhol y el resto de la banda. El plátano era el ingrediente estrella, como no podía ser de otra manera. En la nave industrial de Midtown, donde ensayaban, preparaba este postre. Precalentaba el horno a unos 180 grados y disponía los moldes uno a uno. Le gustaba azucararlos en el exterior, pero era algo que molestaba enormemente a Lou Reed, que no quería ensuciarse las manos al coger uno de estos pastelitos.
   Batía la mantequilla, precalentada anteriormente, con un vaso de azúcar e incorporaba el huevo y los plátanos triturados. Removía y removía, semejando el movimiento que solía hacer con la pandereta. En otro cuenco mezclaba la harina, un sobre de levadura, las nueces machacadas y las pepitas de chocolate, después lo mezclaba con la masa anterior de plátano y el vaso de leche. Aquí era cuando llegaba Paul Morrissey y metía el dedo con alevosía, porque entre ellos había tensión sexual y gustaban de ese coqueteo adolescente. Entonces, cuando tenía toda la mezcla dispuesta, rellenaba los moldes y los metía en el horno unos 20 minutos, para que las magdalenas cogieran cuerpo con el calor, con el truco habitual de pincharlas con una aguja hasta que esta saliera limpia. Después, si John Cale se lo permitía, las espolvoreaba con azúcar glas teñida de dulces colores.

CARA B
   Un postre colorista como este se merece acompañarlo de ricos batidos de frutas. Que la estética pop no falte en el mantel y en las servilletas. Juega con los moldes y sus colores, y si te atreves incluso con la fruta, a mezclar. Este postre se conserva varios días y de ti depende que no se haga monótono en las meriendas.