LAS MUJERES QUE ESCRIBEN TAMBIÉN SON PELIGROSAS, Stefan Bollmann

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STEFAN BOLLMANN, Las mujeres que escriben también son peligrosas, Maeva, Madrid, 2007, 152 páginas.

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En Las mujeres, la literatura y la peligrosidad (pp. 8-15), Esther Tusquets dice que "si una alemana o una americana decide hoy ser escritora independiente, vive peligrosamente, pero esta peligrosidad consiste en un problema de subsistencia y de una experiencia que podríamos llamar el abismo existencial de la escritura, mientras que, por el contrario, cuando una iraní o una paquistaní decide escribir, pone en peligro su cuerpo, su alma y su vida".
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INGEBORG BACHMANN [1926-1973]

   Con la distancia que permite el paso del tiempo, uno tien­de a establecer aproximaciones entre autores cuyas afini­dades no fueron bien percibidas por sus contemporáneos. Para Ingeborg Bachmann, Sylvia Plath figuraba entre las escritoras «que estaban en el infierno» y que estarían entre las primeras porque estaban entre las últimas. Esto es también una autodes­cripción. Muchas cosas separan sin duda a Ingeborg Bachmann y Sylvia Plath —la lengua materna, el país—, pero las une lo esencial, particularmente su autoconciencia como escritoras.
   Si quisiéramos describirlo, es difícil evitar el término «már­tir». Su religión era el arte, y su búsqueda de lo absoluto les im­ponía una ley que se llamaba sufrimiento. Ni la alegría ni el pla­cer, ni la tristeza ni la confianza, sólo el miedo, el sufrimiento y el dolor que hacen de nosotros los elegidos, a poco que reivindi­quemos ser poetas.
   Escribir es «un acto religioso» y «la más pesada responsabili­dad del mundo», anotó Sylvia Plath en sus diarios. Se podría igualmente decir que significa llevar la cruz, emblema del ser sufriente, en pos de la posible resurrección en la poesía. Cuando Sylvia Plath dice en una poesía que morir es «un arte», como todo, y que ella lo hace «excepcionalmente bien», no anticipa so­lamente su suicidio, que se produjo el año siguiente: está tam­bién haciendo una declaración sobre la escritura, acto de auto­destrucción que sólo puede ser vivido en el camino de la alteridad.
   «Pero yo yazgo sola/en la barrera de hielo, llena de heridas», escribió Ingeborg Bachmann en sus Lieder auf der Flucht (Canciones en fuga) y expresó el ansia de redención del yo su­friente, que no quiere estar más condenada por el mundo a mo­rir de frío: «¡Libérame! No puedo seguir muriendo.» En su poe­ma Exilio, ella había ya descrito al poeta como un muerto que no puede vivir más entre los humanos. Es el mismo pensa­miento que se encuentra en Sylvia Plath: hacer poesía es la «forma de morir» más exquisita, porque la poesía es un fuego que no sólo nos consume sino que nos pone también en presen­cia de lo sagrado.


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