MENUDAS HISTORIAS DE LA HISTORIA, Nieves Concostrina

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NIEVES CONCOSTRINA, Menudas historias de la Historia, La Esfera de los Libros, Madrid, 2009, 454 páginas.

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Subtitulado Anécdotas, despropósitos, algaradas y mamarrachadas de la humanidad, está dividido en diversas secciones (Señor, Señor...qué cruz, A vueltas con el arte, Algaradas, Amor, amoríos y chanchullos...). En todas, el lector agradecerá el refrescante enfoque humorístico.

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EL REGRESO DE VICTORIA KENT

   A Victoria Kent se le pueden reprochar algunas cosas, pero hay muchas más que reconocerle. Fue la primera mujer que ejerció la abogacía en España, la primera que puso las cárceles en orden desde su puesto de directora general de Prisiones y también la primera en meter la pata en contra de que las mujeres pudieran ejercer el derecho al voto en la Segunda República. Fue el 11 de octubre de 1977 cuando Victoria Kent regresó a España tras un exilio de cuarenta años. Si hubiera llegado sólo cuatro meses antes, hubiera podido votar en las elecciones parlamen­tarias donde los españoles, y las españolas, dieron el triunfo a la ahora extinta y enterrada UCD. Victoria Kent estuvo sólo un rato en España antes de regresar a Estados Unidos; pero tuvo suficiente tiempo de ver que a este país, como dijo Alfonso Guerra, ya no lo conocía ni la ma­dre que lo parió.
   Ya se han cumplido siete décadas desde que las Cortes aprobaran el sufragio universal en España, un derecho que salió adelante gracias al demoledor discurso de Clara Campoamor, diputada por el Partido Radical, en la réplica a su compañera del Partido Radical Socialista Victoria Kent, empeñada en que las mujeres no tenían suficiente cabeza para saber qué votar. Pero esto no se lo creía ni ella. Su verdadero pánico estaba en que las españolas, engullidas por el espíritu católico, si se les daba el derecho a votar lo hicieran a la derecha.Victoria Kent prefirió renunciar a su ideal feminista y tragar bilis antes que ver gobernando a los conservadores.
   Sería injusto recordar a Victoria Kent sólo por su empecinamiento contra el voto femenino, porque tuvo que ser ella, una mujer, la que aplicara con mano de hierro la reforma carcelaria española. Cerró ciento quince centros penitenciarios que mantenían condiciones infrahuma­nas; suprimió las celdas de castigo; mejoró la alimentación de los pre­sos y asumió el famoso axioma expresado por la reformadora social Concepción Arenal: «Odia el delito y compadece al deincuente».Vic­toria Kent lo hizo tan bien, que desde que ella ocupó el cargo sólo en dos ocasiones más los gobernantes se han atrevido a nombrar a otra mujer responsable de Instituciones penitenciarias. Por si las arreglaban del todo. Son Paz Fernández Felgueroso y Mercedes Gallizo.
   Victoria Kent acabó muriendo en Nueva York en 1987, con noventa años, y ahora sus restos incinerados descansan en la ciudad de Redding, en Connecticut (Estados Unidos). Entre sus cenizas seguro que hay una espinita que se llevó clavada por haber rechazado, en con­tra de sus ideales, el sufragio universal.

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