CONJUROS, Felipe Garrido

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FELIPE GARRIDO, Conjuros, Malpaso, Barcelona, 2014, 258 páginas.

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Malpaso edita en España este hermoso volumen que contiene 292 microrrelatos.  
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INSOMNIO

   —Tengo miedo —dijo la niña con una vocecita de algodón de azúcar, y alzó la mano para tocar al hombre que la veía, pero la bajó enseguida, arrepentida de su atrevimiento.
   El hombre estaba sentado en una mecedora, al lado de la lámpara. Era una madrugada fría y se había cobijado bien. Tenía una bufanda tejida y una boina gastada y un jorongo doblado en cuatro sobre las piernas.
   —¿Crees que venga? —preguntó la niña, sentada en la orilla de la cama, fuera ya de la luz, en la penumbra que borraba los muros de la habitación.
   El hombre volvió a dejar en las rodillas el libro que estaba leyendo, se frotó las narices ateridas y pensó que sería bueno prepararse un te, pero la idea de bajar a la cocina lo desanimó. Echó atrás la cabeza y de la cajetilla que tenía en el bolsillo de la camisa sacó un cigarro, con las uñas. Lo encendió, fumó sin ganas —pero eso le procuraba una sensación de calor— y miró de reojo a la niña.
   —¿Crees que venga? —insistió balanceándose, en medio del desorden de sábanas y almohadas, con un tono apremiante.
   —¿Quién va a venir? —murmuró, cansado.
   —El de todas las noches —contestó la niña en un susurro, con un estremecimiento que no era de frío. Ella no sentía frío jamás. Por eso andaba con los brazos desnudos, con una sombra de lirio que le velaba el rostro. "¿El de todas las noches?", preguntó el hombre sin decir palabra, haciendo más alto el arco de las cejas, metiendo las manos bajo el jorongo porque verla así, descalza, con la faldita corta, le daba más frío.
   —El fantasma —susurró la niña encorvándose,  sorprendida de haberlo dicho.
   El hombre soltó una carcajada. Se sacudió tan violentamente que estuvo a punto de perder la boina y los ojos se le llenaron de lágrimas. Cuando alzó de nuevo la vista, la niña se veía borrosa. El hombre adelantó la cabeza para buscarla.
   — ¿Ya lo olvidaste? «dijo —. El fantasma eres tú.

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