ATRÉVETE A PENSAR, Denise Despeyroux & Francesc Miralles

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DENISE DESPEYROUX & FRANCESC MIRALLES, ¡Atrévete a pensar!, Ceac, Barcelona, 2008, 94 páginas.

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Subtitulado Breve recorrido ilustrado por la historia de las ideas y sus protagonistas, contiene un ameno y divulgativo paseo por la historia de los pensadores, de los presocráticos hasta Stephen Hawking. Cada sección la cierra una antología de sentencias. Las ilustraciones son obra de Purificación Hernández.
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La felicidad no es un efecto del azar; es a la vez un don de los dioses y el resultado de nuestros esfuerzos.
Aristóteles
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La medida del amor es amar sin medida.
San Agustín
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Daría todo lo que sé, por la mitad de lo que ignoro.
Descartes
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El sabio puede cambiar de opinión. El necio, nunca.
Kant
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Los seres humanos hacen su propia historia, auqnue bajo circunstancias influidas por el pasado.
Marx
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La historia se repite. Es uno de los errores de la historia.
Darwin
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Allí donde vaya la ciencia siempre descubro que un poeta ha llegado antes.
Freud
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La palabra progreso no tiene ningún sentido mientras haya niños infelices.
Einstein
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El mundo basta para satisfacer nuestras necesidades, pero no nuestra codicia.
Mahatma Gandi
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Si la civilización logró superar la Edad de Piedra, también ha de poder superar la Edad de la Basura.
Jacquez Barzun

EN MICRO: ANTOLOGÍA DEL MICRORRELATO VENEZOLANO, Gabriel Jiménez Emán

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GABRIEL JIMÉNEZ EMÁN, En micro: Antología del microrrelato venezolano, Alfaguara, Caracas, 2011, 246 páginas.

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Gabriel Jiménez Emán es el responsable de la selección de sus veintiocho narradores: de pioneros como José Antonio Ramos Sucre y Julio Garmendia a los continuadores: Juan Carlos Méndez Guédez o Wilfredo Machado.
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MI ESQUIZOFRENIA

   Mi esquizofrenia va de mal en peor: mi segunda personalidad dice que, como no se lleva bien con la primera, se aliará con la tercera para mitigar su soledad. La primera, entretanto, alega que, por más esfuerzos que hace, no logra congeniar con la segunda, razón por la cual formará alianza con la cuarta, habida cuenta de que si la tercera se lleva bien con la segunda, es imposible que se lleve bien con ella. Afortunadamente, me he podido mantener al margen de esta absurda disputa y no he sido involucrado en lo que, a todas luces, es una malsana maraña de incomprensiones.

Armando José Sequera

ENCICLOPEDIA DE LA INMADUREZ, Los editores de Klutz

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LOS EDITORES DE KLUTZ, Enciclopedia de la Inmadurez, Catapulta, Buenos Aires, 2013, 248 páginas.

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"Madurar es una decisión muy importante y uno no debería precipitarse a tomar esa decisión sin antes detenerse a considerar, por un momento, sus consecuencias". Así abre la Introducción, John Cassidy, autor de estas nostálgicas propuestas con las que ser un inmaduro para siempre.
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LA CUSTEIÓN DE LA MALA OTORGRAFÍA

De aceurdo con ivnestigacions de la Univrsidad de Cambidge, no iomprta si en una pabrala sorban o fatlan lertas o si están ubiacadas en el luagr incrrecto. Lo únco improtante es que la priemra y la útlima letra estén en el stio aedcuado. Lo demás peude ser un lío pero igaulmente pordás leerlo. Eso se debe a que el cerbero hunmano no lee cda lerta invidualmente sino que lee la pabrala como una uinidad. Es soprendnte, ¿no?




EL TRIGO Y LA CIZAÑA, Matteo Rampin

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MATTEO RAMPIN, El trigo y la cizaña, Alianza, Madrid, 2010,112 páginas.


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Rampin recoge ejemplos “para modificar la clave de lectura de la realidad y de ese modo actuar en la realidad con la finalidad de reducir o eliminar el sufrimiento.”
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EL LEGADO DE CAÍN O «LE ODIO»

   La existencia de gente odiosa, que se hace odiar, o que todos odiarían, es una verdad científica.
   Pero la posibilidad de que uno enferme roído por el odio no deja de ser otra verdad tanto o más cierta que no suele tenerse en cuenta.
   Quienes dicen: «No consigo evitar odiar a X» están diciendo al mismo tiempo «me estoy haciendo mala sangre», pero a menudo no se dan cuenta. Conviene pues enseñarles la otra cara de la moneda: basta sugerirles que al odiar a alguien le damos también la capacidad de volver odiosa nuestra propia vida. La frase apropiada podría ser:

Odiar a alguien equivale a permitirle hacernos vivir mal.
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OTRA VEZ CAÍN O (DE NUEVO) «LE ODIO»

   Otra forma de sugerir que odiar es una tontería es mostrar toda la ambigüedad y ambivalencia que hay en esta perniciosa emoción.
   Odiar tiene consecuencias malas también (o sólo) para quien odia. Con todo, quien odia se encariña extrañamente de ese sentimiento, que se convierte en una droga, y por la misma razón en una esclavitud. En efecto, quien odia no es libre: su cabeza no está libre de tensiones, su voluntad está llena de obstáculos, su salud se ve afligida por continuos tormentos.
   Odiar es ridículo, pero quien odia no lo sabe. Para que le entre esa duda a veces basta decirle:

¿Te gusta odiarle?
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SIMETRÍA Y RECIPROCIDAD O «TE DAN MIEDO LOS OTROS»

   A veces nos olvidamos que «los otros» son «otros» con respecto a «nosotros». Es decir,
que para alguien yo también soy «otro»: todos somos otros con respecto a otros.
   Preguntarse quién tiene miedo de nosotros en lugar de preguntarse de quién tenemos que tener miedo puede ser útil para descubrir situaciones, momentos y relaciones en los que podemos disfrutar mejor de los demás. Ésa es la utilidad de la siguiente observación:
Todos somos «los otros» con respecto a alguien.

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PESIMISMO O «TODO SIGUE IGUAL»

   La tendencia al pesimismo puede insinuarse de varias formas en el camino de quien está tratando de cambiar en situaciones críticas; una de las más frecuentes es la que lleva a decir que a pesar de todos los esfuerzos aún no se ven los resultados.
   Esa afirmación se puede completar fácilmente, haciéndole adquirir un significado mucho más positivo:
Si no cambias no empeoras. Eso ya es un cambio.

NI TUYO NI MÍO, Andrés Trapiello

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ANDRÉS TRAPIELLO, Ni tuyo ni mío, La Veleta, Granada, 2009, 120 páginas.

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Se recogen en este volumen los artículos publicados por Trapiello en el Magazine del periódico La vanguardia a lo largo de 2005.
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EL VADEMÉCUM PRODIGIOSO

   La medida de lector compulsivo, voraz, irredento nos la dio Cervantes al confesarnos que era tanta su afición a la lectura que se detenía incluso en mitad de la calle para leer los papeles que se encontraba tirados. Hay en catalán una palabra feliz para designar a quienes, incurables y románticos, no pueden vencer esa patología: se les llama lletraferits, o letraheridos. Vale tanto para quien escribe los papeles como para quien los lee, tanto para Cervantes como para don Quijote.
   Hace dos meses le preguntaban a uno, desde las páginas de cierta revista, una razón para leer. Ahí sigue la requisitoria estancada, pese a haber pensado a diario desde entonces en contestarla. No se me ocurre una sola razón para leer. Se me ocurren cien, doscientas razones, pero una sola no. He pensado sucesivamente en ellas: para adormecer mi conciencia y distraerme y para avivarla y sacudirla; para dormirme y para estar despierto; para soñar y para seguir con los pies en la tierra; para olvidar y para recordar; para ser feliz y porque soy desdichado; por estar solo y para poder acompañar a alguien, cuando estoy sano, para celebrar la salud, y cuando ha caído uno enfermo, por aliviarme la penuria... A menudo estas razones se combinan entre sí y surgen otras, complejas y sutiles. Todos los padres se han enfrentado alguna vez a la pregunta de sus hijos pequeños cuando exigen saber por qué es bueno leer libros. Yo a los míos les decía: cada libro te hace medio centímetro más alto de lo que eres, y eso te permitirá ver más de lo que veías. ¿Y qué veremos?, preguntaban indefectiblemente; y uno, indefectiblemente, les respondía: algo que nadie podrá ver por vosotros, único y maravillosos tesoros que sólo a cada uno le están reservados.
   Mirad ese niño. Apenas ha aprendido a deletrear y ya va leyendo en voz alta con alborozo los rótulos de las tiendas. Se zambulle luego en los periódicos de los mayores, como el barco ebrio. Acaso se encierre poco después en el cuarto de bario con un tebeo, por hallar un poco de sosiego, o perseguirá con una linterna debajo de las mantas, cuando todos duerman, islas maravillosas de la mano de los piratas. Seguirá la búsqueda de poesías románticas, necesitado de palabras de amor, tanto por el placer de decirlas como por la fantasía de escucharlas. Nada le detendrá, movido quizá por ese deseo de hallarse al fin, centímetro a centímetro, "a seis mil pies de altura", como se sentía Nietzsche en Sils Maria, y no por el prurito de estar solo, sino para sentirse como las cumbres, a la vista de todos.
   El primer libro de viejo que compré con mi dinero, una peseta, fue el vademécum de unos laboratorios farmacéuticos. Tenía yo siete años y lo encontré en una chatarrería. Cuajado como estaba de ilustraciones, me pareció preciosísimo, y no me separé de él durante años. No sabía entonces que esa palabra latina significaba "viene conmigo", pero hoy, hace más de cuarenta años de entonces, me parece que fue esa la puerta que le tenía reservada a uno la literatura. Cada cual tiene la suya. Y si todos los libros nos hacen medio centímetro más altos, algunos, leídos con atención, jamás se irán de nuestro lado, vademécums prodigiosos, llevándonos de la mano a lo más hondo de nosotros mismos.

MANUAL DE ZOOLOGÍA FANTÁSTICA, Jorge Luis Borges

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JORGE LUIS BORGES, Manual de Zoología fantástica, FCE, México, 1984, 166 páginas.

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 Reedita Fondo de Cultura Económica la edición de 1957 embellecida con las ilustraciones de Francisco Toledo.
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EL DEVORADOR DE SOMBRAS

   Hay un curioso género literario que independientemente se ha dado en diversas épocas y naciones: la guía del muerto en las regiones ultraterrenas. El cielo y el infierno de Swedenborg, las escrituras gnósticas, el Bardo Thödol de los tibetanos (titulo que, según Evans-Wentz, debe traducirse Liberación por audición en el plano de la posmuerte) y el Libro egipcio de los muertos no agotan los ejemplos posibles. Las «simpatías y diferencias» de los dos últimos han merecido la atención de los eruditos; bástenos aquí repetir que para el manual tibetano el otro mundo es tan ilusorio como éste y para el egipcio es real y objetivo.
   En los dos textos hay un tribunal de divinidades, algunas con cabeza de mono; en los dos, una ponderación de las virtudes y de las culpas. En el Libro de los muertos, una pluma y un corazón ocupan los platillos de la balanza; en el Bardo Thödol, piedritas de color blanco y de color negro. Los tibetanos tienen demonios que ofician de furiosos verdugos; los egipcios, el Devorador de las sombras.
El muerto jura no haber sido causa de hambre o causa de llanto, no haber matado y no haber hecho matar, no haber robado los alimentos funerarios, no haber falseado las medidas, no haber apartado la leche de la boca del niño, no haber alejado del pasto a los animales, no haber apresado los pájaros de los dioses.
Si miente, los cuarenta y dos jueces lo entregan al Devorador «que por delante es cocodrilo, por el medio, león y, por detrás, hipopótamo». Lo ayuda otro animal, Babaí, del que sólo sabemos que es espantoso y que Plutarco identifica con un titán, padre de la Quimera.



LAS ALAS SON PARA VOLAR, Milia Gayoso

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MILIA GAYOSO, Las alas son para volar, Servilibro, Asunción, 2004, 74 páginas.

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TODO IRÁ MEJORANDO

   Cuando vi a las palomas picotear las migajas frente a la catedral, me vino a la memoria aquella mañana fría de Buenos Aires, en esa plaza atestada de palomas y los jubilados dándoles de comer migajas de facturas.
   Seguramente tendría algo así como cinco años, o seis a lo sumo y me embelesé observando a esos pájaros hermosos e inofensivos que poblaban los paseos de ese espacio cuyo nombre no recuerdo, como muchas cosas que se han perdido en mi memoria luego del accidente.
   Todo irá mejorando, Jorgito, solía decir mamá cuando me quejaba de lo poco que me daba para el recreo o de tener que ir a los cumpleaños de mis amigos con ese vaquerito remendado con un género a cuadros, en las rodillas. Todo irá mejorando, repitió cuando juntamos nuestras cosas, desocupamos la casita de la villa miseria donde estábamos viviendo y nos preparamos para volver a Paraguay.
   Hay que reconocer que era una mujer muy positiva y con una voluntad de hierro. Su determinación la alejó de Santa Elena y la llevó a la gran ciudad. Trabajó mucho para enviarles dinero a sus padres y trabajó aún más para ayudar a mi papá cuando éste apareció en su vida, enfermo y sin conchabo alguno. Me llegó a contar que sólo dejó de trabajar una semana en la casa de la familia Pelayo, cuando nací yo.
   Estuvo allí hasta dos horas antes de que naciera y apenas días después, me lió en una manta y nos fuimos de nuevo a cumplir con sus obligaciones. Sus patrones la apreciaban mucho y la dejaron tenerme a su lado hasta que cumplí cuatro años y mamá consiguió que una vecina me cuide a cambio de algo de dinero. Solía contar con orgullo lo bien que me portaba en la casa ajena, mientras ella terminaba su trabajo diario.
   Casi no recuerdo a papá. Era paraguayo como ella, pero de otra ciudad. Llegó a Buenos Aires también buscando empleo, trabajó como albañil durante mucho tiempo, pero el cigarrillo, la cerveza y el polvillo del cemento terminaron fulminando sus pulmones. Murió a los tres años de conocerse. Creo que la quiso mucho a pesar de no haberle traído más que problemas.
   Ella vendió lo poco que teníamos, regaló las chapas de la casita y volvimos en un colectivo cuyo pasaje era mucho más barato que otras empresas, lo cual representaría llegar como seis horas después de lo que normalmente se tarda hasta Asunción. No traíamos demasiados bultos. Mamá prefirió deshacerse de las ropas más feas y traer las más presentables. Me permitió cargar mis discos, mis libros y mis camisetas y mis dos pelotas de Boca Junior.
   La vi lagrimear cuando dejamos Buenos Aires. Yo sabía que esa despedida representaba dejar allá no sólo la tumba de papá, en el cementerio de Lomas de Zamora, sino sus sueños juveniles y sus ilusiones. A mí me daba también cierta tristeza dejar a mis amigos, mi barrio y a Florencia, a quien estaba empezando a querer. Pero no podía dejar que ella viniera sola, ¿qué iba a hacer yo solo allá?
   Todo irá mejorando, me volvió a decir cuando partimos de la terminal rumbo hacia su tierra. Me gustaba la idea de conocer a mi abuela, a mis primos, a su pueblo del que tanto me habló.
   Estábamos durmiendo cuando sentimos la sacudida. Recién cuando escuché los gritos desesperados de la gente me di cuenta de que habiamos chocado. Me desperté al día siguiente, en el hospital de Resistencia; tenía los brazos enyesados y no sentía una de mis piernas, que se entumeció por los golpes. Pregunté por mamá, pero nadie supo decirme nada. Estuve allí una semana hasta que apareció una persona quien dijo ser Gabriel Pineda, un primo de Santa Elena. El supo del accidente y de la lista de heridos, entonces vino a buscarnos.
   Pero ella no sobrevivió. Lloré días enteros y ni siquiera pude enjugarme las lágrimas porque tenía los brazos y las manos endurecidos por la escayola y el yeso. Gabriel me llevó a casa de mi abuela, una anciana que no paraba de abrazarme y llorar. Me quedé allí como tres meses, hasta que me puse mejor y me vine para acá. Yo creo que en Asunción, un muchacho como yo tiene más posibilidades de encontrar trabajo. Mientras tanto, cuido y lavo los autos aquí frente a la Catedral. Al principio los otros adolescentes me miraban mal, especialmente por mi acento, pero ahora ya nos hicimos amigos y compartimos los clientes.
   Cada vez que suenan las campanas, y las palomas salen volando hacia el cielo, me repito su frase de que todo irá mejorando, alguna vez. 

LÉÉRERE, Dante Medina

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DANTE MEDINA, Léérere, UNAM, México D.F., 1992, 66 páginas.

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HISTORIA DE Z
A Dolce allegro candoroso

   A mí eso siempre me dio mala esquina claro que de ti se puede esperar eso y más para él era casi igual aunque con ella no se cuenta jamás ante nosotros es declarable pero mejor no olvidar que desde nosotras se perdió la confianza en ustedes porque según ellos eso fue hecho por ellas.
   Falta que me lo aclaren a mí: de ti es vano esperar respuesta: para él es lo mismo: con ella es poder más: ante nosotros está confuso: en ustedes hay el mismo problema: según ellos quién sabe: por ellas es como si nada.V
   Espero que salga de ti eso que según ellos me pasó a mí, no quiero encararme con ella porque eso me obligaría a confiar en ustedes, lo que sería fatal y me harta recomenzar desde nosotras; eso nos llevaría ante nosotros y es verdad que en lo hondo se es capaz de todo por ellas. 

CUENTOS BREVES Y MARAVILLOSOS, Álvaro Menén Desleal

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ÁLVARO MENÉN DESLEAL, Cuentos breves y maravillosos, Ministerio de Educación, San Salvador, 1962, 184 páginas.

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EL ARGUMENTO

   Se había escapado de la escuela. Era la primera vez, y le pareció que la mejor manera de pasar el tiempo sería viendo una película. Depositó su bolso escolar en un tenducho, llegó al cine y compró una localidad barata, listo para sumergirse por noventa minutos en un mundo apasionante. Ya estaban apagadas las luces de la sala, y a tientas buscó un sitio vacío. Los mágicos letreros de la pantalla daban el título de la cinta, la que comenzó de inmediato.
   En la película, un pequeño actor hacía el papel de un escolar que, por primera vez, se escapaba de la escuela. Pareciéndole que la mejor manera de llenar el tiempo era en un cine, compra una localidad barata y entra a la sala cuando en la pantalla un actor de pocos años hacía el papel de un escolar que, por primera vez, se fuga de la escuela, y decide ir al cine para pasar el tiempo. El actorcito tomaba asiento en el instante en que, en el film, un niño escolar, fugado de la escuela, entra a un cine para pasar el tiempo. Al frente se proyectaba la imagen de un niño que, por primera vez, faltaba a su escuela y llenaba su tiempo viendo una cinta, cuyo argumento consistía en que un chico, por primera vez...

DENTRO DE UN EMBUDO, Antonio Fernández Molina

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ANTONIO FERNÁNDEZ MOLINA, Dentro de un embudo, Lumen, Barcelona, 1973, 78 páginas.

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EL HUEVO CASCADO

   En la miseria, un huevo es cena frugal y sueño tranquilo. Lo cogí en mis manos y lo casqué para depositarlo en la sartén. 
   En lugar de la clara y la yema, salió un hombrecillo en todo semejante a mí. Cascaba un huevo sobre la sartén y salía otro personaje, aún más pequeño, que también se me parecía, con un huevo en la mano. 
   Y así indefinidamente…

MONTERROSAURIO, Jaime Muñoz Vargas

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JAIME MUÑOZ VARGAS, Monterrosaurio, Arteletra, Torreón, 2008, 64 páginas.

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A modo de homenaje a Augusto Monterroso, este volumen recoge múltiples reescrituras de "El dinosaurio".
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EL CORRECTOR

   Cuando enmendó, la herrata todavía estaba allí.

AQUÍ PASAN COSAS RARAS, Luisa Valenzuela

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LUISA VALENZUELA, Aquí pasan cosas raras, Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 1991 (1975), 126 páginas.

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PAVADA DE SUICIDIO

   Ismael agarró el revolver y se lo pasó por la cara despacito. Después, oprimió el gatillo y se oyó un disparo. Pam. Un muerto más en la ciudad; la cosa ya es un vicio. Primero agarró el revólver que estaba en un cajón del escritorio; después se lo pasó suavemente por la cara. Después, se lo plantó sobre la sien y disparó. Sin decir palabra. Pam. Muerto.
   Recapitulemos: el escritorio es bien solemne, de veras ministerial (nos referimos a la estancia-escritorio). El mueble escritorio también, muy ministerial y cubierto con un vidrio que debe haber reflejado la escena y el asombro. Ismael sabía donde se encontraba el revólver; él mismo lo había escondido allí. Así que no perdió tiempo en eso, le bastó con abrir el cajón correspondiente y meter la mano hasta el fondo. Después, lo sujeto bien, se lo pasó por la cara con una cierta voluptuosidad antes de apoyárselo contra la sien y oprimir el gatillo. Fue algo casi sensual y bastante inesperado.
   Hasta para él mismo pero ni tuvo tiempo de pensarlo. Un gesto sin importancia y la bala ya había sido disparada.
   Falta algo: Ismael en el bar con un vaso en la mano, reflexionando sobre un futura acción y las posibles consecuencias.
   Hay que retroceder más aun si se quiere llegar a la verdad: Ismael en la cuna llorando porque está sucio y no lo cambian. No tanto.
   Ismael en la primaria peleándose con un compañerito que mucho más tarde llegaría a ser ministro, seria su amigo, seria traidor.
   No. Ismael en el ministerio, sin poder denunciar lo que sabía, amordazado. Ismael en el bar, con el vaso en la mano y la decisión irrevocable: mejor la muerte.
   Ismael empujando la puerta giratoria de entrada al edificio, empujando la puerta vaivén de entrada al cuerpo de oficinas, saludando a la guardia, empujando la puerta de entrada a su despacho. Una vez en su despacho, siete pasos hasta su escritorio. Asombro. La acción de abrir el cajón, retirar el revólver y pasárselo por la cara, casi única y muy rápida. La acción de apoyárselo contra la sien y oprimir el gatillo. Pam. Muerto. E Ismael, saliendo aliviado de su despacho aun previendo lo que le esperaría fuera.

CUENTOS POR TELÉFONO, Gianni Rodari

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GIANNI RODARI, Cuentos por teléfono, Editorial Juventud, Barcelona, 1973, 146 páginas.

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Editorial Juventud suma a esta reedición de los Cuentos por teléfono las ilustraciones de Emilio Urberuaga.

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A TOCAR LA NARIZ DEL REY

   Una vez, Juanito Pierdedía decidió ir a Roma para tocarle lanariz al rey. Sus amigos se lo desaconsejaban, diciendo:
   —Mira que es algo peligroso. Si el rey se enfada, vas a perder tu nariz con toda la cabeza.
   Pero Juanito era tozudo. Mientras preparaba la maleta, para entrenarse un poco fue a visitar al cura, al alcalde y al mariscal, y les tocó la nariz con tanta prudencia y habilidad que ni si quiera se enteraron.
   «No es demasiado difícil», pensó Juanito.
   Al llegar a la ciudad vecina preguntó dónde vivían el gobernador, el presidente y el juez, y fue a visitar a tan ilustres personalidades, tocándoles también a ellos la nariz, con un de do o dos. Los personajes se quedaban un poco asombrados por­ que Juanito parecía ser una persona educada y sabía hablar de casi todos los temas. El presidente se enfadó un poquitín, y exclamó:
   —Pero ¿es que quiere tomarme el pelo?
   —¡Por favor —dijo Juanito—, tenía usted una mosca en la nariz!
   El presidente miró a su alrededor y no vio ni moscas ni mosquitos, pero mientras, Juanito hizo una reverencia y se marchó, sin olvidarse de cerrar la puerta.
   Juanito tenía un bloc donde anotaba el número de narices que lograba tocar. Todas eran narices importantes.
   Al llegar a Roma, sin embargo, la cuenta de narices aumentó tan rápidamente que Juanito se tuvo que comprar una libre­ ta más grande. Bastaba con caminar un poquito y se tenía la seguridad de encontrarse con un par de excelencias, algún viceministro y una decena de grandes secretarios.
   No vale la pena hablar de los presidentes: había más presidentes que mendigos. Todas aquellas narices de lujo estaban al alcance de la mano. Además, sus propietarios consideraban el toquecito de Juanito Pierdedía como un homenaje a su autoridad, y alguno llegó incluso a sugerir a sus subordinados que hicieran otro tanto, diciendo:
   —Desde hoy en adelante, en lugar de hacer una reverencia, podrían tocarme la nariz. Es una costumbre más moderna y más refinada.
   Al principio los subordinados no osaban alargar la mano hasta la nariz de sus superiores. Éstos, no obstante, les animaban a hacerlo con unas sonrisas así de grandes, y entonces, venga tocaditas, frotaditas, golpecitos: las eminentes narices se volvían brillantes y rojas de satisfacción. Juanito no había olvidado el objetivo principal de su viaje, que era el de tocar la nariz del rey, y sólo aguardaba la ocasión propicia para hacerlo. Ésta se presentó durante un desfile. Juanito observó que de vez en cuando alguno de los presentes surgía de entre la muchedumbre, saltaba a la carroza real y entregaba un sobre al rey —seguramente alguna petición—, quien a su vez lo entregaba sonriendo a su primer ministro.
   Cuando la carroza estuvo lo bastante cerca, Juanito subió a ella y, mientras el rey le dirigía una amable sonrisa, le dijo:
   —Con permiso —alargó el brazo y frotó con la punta de su dedo índice la punta de la nariz de Su Majestad.
   El rey se tocó la nariz estupefacto y abrió la boca para decir algo, pero Juanito, dando un salto hacia atrás, ya había desa­parecido entre la muchedumbre. Estalló un gran aplauso e inmediatamente otros ciudadanos se apresuraron entusiasmados a seguir el ejemplo de Juanito: subían a la carroza, agarraban al rey por la nariz y le daban una buena sacudidita.
   —Es una nueva señal de respeto, Majestad —murmuraba sonriendo el primer ministro al oído del rey.
   Pero el rey no tenía ganas de reírse: la nariz le dolía y em­pezaba a gotearle, y ni siquiera tenía tiempo de sonarse, por­que sus fieles súbditos no le daban tregua y seguían agarrándolo alegremente por la nariz. Juanito regresó a su pueblo muy satisfecho.


EL SABOR DEL TIEMPO, Nana Rodríguez Romero

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NANA RODRÍGUEZ ROMERO, El sabor del tiempo, Colibrí Ediciones, Lima, 2000, 58 páginas. 

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POESÍA Y CIENCIA

   Mientras el emperador Adriano mira con dolor cómo su favorito Antínoo, fulgura como una estrella en el firmamento, en otro lugar, un astrónomo observa la misma estrella como el pasado remoto de una supernova. 

CIRCO DE TRES PISTAS Y OTROS MUNDOS MÍNIMOS, Luis Felipe Hernández

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LUIS FELIPE HERNÁNDEZ, Circo de tres pistas y otros mundos mínimos, Ficticia, México D.F., 2002, 120 páginas.

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VICTORIA

   Disputadísima, sólo uno disfrutará jactancioso la última cerveza del estadio.

LOS DEMONIOS DEL LUGAR, Ángel Olgoso

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ÁNGEL OLGOSO, Los demonios del lugar, Almuzara, Córdoba, 2007, 192 páginas.

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EL ESPANTO

   Acodado en una mesita exterior del café Madagascar, sorbo el contenido de mi taza y contemplo a los transeúntes, estudiándolos como quien pesca con chispa y mosca ahogada. El aire remolca muy despacio las nubes. Me fijo en un hombre agradable con sombrero y maletín que lleva de la mano a una niña de no más de seis años, tironeando un poco de su bracito, lo suficiente como para impedir que avance con naturalidad. Parece asustada. El contacto de aquellas dos manos desparejas no es el idóneo, ni responde a la bendición del amor, remite por el contrario a la vorágine de peligros que se extiende más allá de uno mismo. Esos detalles triviales me sobrecogen. Y su efecto hace que, de pronto, tenga del hombre la percepción —repugnante en el más genuino sentido de la palabra— de algo como una langosta, una más entre las langostas de una plaga que bulle sobre un mar de sangre negra. Los observo mientras se alejan: la niña con pasitos descompasados y él emitiendo sonidos de masticación. Finalmente, ambos se pierden entre los huevos de oscuridad que están siendo incubados bajo los farallones de nuestros edificios.

MICRONDO, Pedro Crenes Castro

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PEDRO CRENES CASTRO, Microndo, Casa D Cartón, Madrid, 2014, 76 páginas.


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CONFESIÓN

Para Enrique Vila-Matas.

   Después de muchos años de investigación, el escritor Ignacio Reler me confesó que había descubierto que Gregorio Samsa se había curado y que finalmente Alonso Quijano había dicho el nombre de aquel lugar de La Mancha. Me dijo también que aunque podía decírmelo era incapaz de escribirlo: algo en su interior le decía que prefería no hacerlo.

LA HISTORIA DEL MUNDO EN 100 OBJETOS, Neil MacGregor

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NEIL MACGREGOR, La historia del mundo en 100 objetos, Debate, Barcelona, 2012, 800 páginas.

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Debate acierta al publicar en libro el resultado de los programas emitidos en la BBC. 100 objetos expuestos en British Museum de Londres fueron interpretados por Neil MacGregor como señales del pasado para explicar una historia del mundo.

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ASTROLABIO JUDÍO

Astrolabio de latón, probablemente de España  [1345-1355 d.C.]

   Esta maqueta portátil del firmamento tiene forma de un exquisito ins­trumento de latón circular y se asemeja un poco a un reloj de bolsillo de gran tamaño. Se trata de un astrolabio, y con él en las manos puedo sa­ber la hora, medir distancias topográficas o calcular mi posición en el planeta mediante el Sol o las estrellas; y, si tengo suficiente información, incluso hacer mi horóscopo.
   Aunque los antiguos griegos ya lo conocían, el astrolabio fue un instrumento particularmente importante para el mundo islámico, ya que permitía al creyente averiguar la dirección de La Meca; así pues, no re­sulta sorprendente que el astrolabio más antiguo que se conserva sea uno islámico del siglo X. Pero el astrolabio aquí fotografiado es judío y se fabricó hace unos 750 años en España. Lleva grabados caracteres he­breos, pero también contiene palabras árabes y españolas, y combina elementos decorativos islámicos y europeos. No es solo un avanzado instrumento científico, sino también un emblema de un momento muy particular en la historia religiosa y política de Europa.
   No sabemos exactamente quién era el dueño de este astrolabio, pero sin duda nos dice mucho acerca de cómo los eruditos judíos e islámicos revitalizaron la ciencia y la astronomía desarrollando el legado de la Grecia y la Roma clásicas. El instrumento nos habla de una gran síntesis intelectual, y de un tiempo en el que las tres religiones —el cristianismo, el judaísmo y el islam— coexistieron pacíficamente. No hubo una sín­tesis religiosa, sino que las tres confesiones convivieron en provechosa fricción, y entre las tres hicieron de la España medieval el motor intelectual de Europa.
   Un astrolabio hace accesible, de manera compacta, la suma total del saber astronómico medieval. Como ocurre con los últimos avances ac­tuales, representaba una tecnología de vanguardia, y su posesión consti­tuía una demostración de que uno estaba a la última. Hay una carta maravillosamente divertida y conmovedora escrita por Chaucer a su hijo de diez años, Lewis, que obviamente era tan espabilado como sue­len serlo los chicos de su edad de cualquier generación, y que ardía en deseos de saber manejar un astrolabio. Además de escribirle una carta, Chaucer también le redactó un pequeño manual de instrucciones, ex­plicándole al muchacho cómo usar el instrumento y advirtiéndole de lo difícil que iba a resultarle, aunque sospecho que, como la mayoría de los chicos de hoy, seguramente Lewis no tardó en aventajar a su padre.
  
   Pequeño Lewis, he percibido bien tu habilidad para aprender las cien­cias relativas a números y proporciones, y también he considerado tu fer­viente petición de aprender muy en especial el Tratado del astrolabio. He aquí un astrolabio de nuestro horizonte y un pequeño tratado para apren­der cierto número de conclusiones relativas a ese mismo instrumento.
   Créeme que todas las conclusiones que cabe encontrar, o que posible­mente podrían encontrarse en un instrumento tan noble como un astrola­bio, no son perfectamente inteligibles para cualquier hombre mortal de esta región, y he visto que hay algunas instrucciones que no darán los re­sultados previstos en todos los aspectos; y algunas de ellas resultan demasia­do difíciles de entender para tu tierna edad de diez años...

   A primera vista, este astrolabio parece un reloj de bolsillo a la anti­gua usanza y de gran tamaño, con una cara íntegramente de latón. Es un brillante montaje de piezas de latón bien engranadas, con cinco discos finísimos, uno sobre otro, unidos por una clavija central. Encima de ellos hay varias agujas que pueden alinearse con diversos símbolos gra­bados en los discos para obtener lecturas astronómicas o ayudar a deter­minar nuestra posición. Este tipo de astrolabio está diseñado para la lati­tud concreta en la que se va a utilizar; aquí, los cinco discos permiten obtener una lectura precisa de cualquier posición entre las latitudes de los Pirineos y África del Norte, y dentro de ese rango se incluyen las latitudes de las ciudades españolas de Sevilla y Toledo.
   Eso nos indica que este astrolabio fue fabricado casi con total certe­za para alguien establecido en España, que podría desplazarse entre Áfri­ca del Norte y Francia, mientras que los textos grabados en el astrolabio nos señalan claramente qué tipo de persona debió de haberlo utilizado: el dueño era judío y culto.
   La doctora Silke Ackermann, conservadora de instrumentos científicos del Museo Británico, ha pasado mucho tiempo estudiando este astrolabio:

   Las inscripciones están todas en hebreo, se pueden ver las letras hebreas finamente grabadas con bastante claridad. Pero lo intrigante de la pieza es que no todas las palabras son hebreas. Algunas de ellas son de origen árabe, y otras son del español medieval. Así, por ejemplo, junto a una estrella de la constelación que llamamos Aquila —el Águila— podemos ver escrito en hebreo nesher me’offel  «el águila voladora». Pero otros nombres de estre­llas se dan en su forma árabe; así, Aldebarán, en Tauro, tiene su nombre árabe al-dabaran escrito en letras hebreas. Asimismo, cuando se leen las letras hebreas de los nombres de los meses, estas ofrecen los nombres en español medieval como «octubre», «noviembre» o «diciembre» De modo que lo que tenemos aquí es el conocimiento de los astrónomos clásicos griegos que cartografiaron el firmamento combinado con las Contribuciones de los eruditos musulmanes, judíos y cristianos y todo ello en la palma de la mano.

   La España en la que se fabricó este astrolabio era el único lugar en la Europa de dominio cristiano donde había poblaciones significativas de musulmanes, y albergaba asimismo a una extensa población judía. Entre los siglos VIII y XV, la mezcla de gentes de estas tres religiones fue uno de los rasgos más distintivos de la sociedad hispana medieval. Obviamente, por entonces España aún no existía como país, ya que en el siglo XIV todavía era un mosaico de reinos. El mayor de ellos era Castilla, que compartía frontera con el último Estado musulmán independiente de la península, el reino de Granada. En muchas partes de la España cristiana había un gran número de judíos y musulmanes y los tres grupos coexis­tían juntos pero manteniendo sus tradiciones separadas, en lo que podría calificarse como un temprano ejemplo de multiculturalismo. Esta coexistencia extremadamente rara en ese periodo de la historia europea, re­sulta mucho mejor definida con el término convivencia.
   El distinguido historiador e hispanista sir John Elliott nos explica cómo surgió esta sociedad mixta:
   
   Tal como yo lo veo, la esencia del multiculturalismo es la preservación de la peculiar identidad de las diferentes comunidades religiosas y étnicas en una sociedad. Durante una gran parte del período de dominación islá­mica, la Política de los gobernantes fue la de aceptar esa diversidad, por más que consideraran a los Cristianos y judíos adeptos de una religión inferior. Cuando el poder pasó a manos de los gobernantes cristianos estos hicieron casi lo mismo, dado que en realidad no tenían otra opción, aunque al mis­mo tiempo, desde luego, se prohibieran los matrimonios mixtos en el seno de estas comunidades de modo que había un multiculturalismo limitado. Ello no impidió una gran interacción mutua, particularmente en el ámbito cultural. De modo que el resultado fue una civilización que era vibrante creadora y original debido a ese contacto entre las tres razas.
   
   Un par de siglos antes, esa interacción mutua había situado a la Es­paña medieval en la vanguardia de la expansión del conocimiento en Europa. No solo hubo un creciente conocimiento científico en torno a instrumentos astronómicos como nuestro astrolabio, sino que fue tam­bién en España donde los trabajos de los antiguos filósofos griegos, sobre todo de Aristóteles se tradujeron al latín y se incorporaron a la corriente intelectual de la Europa medieval. Este trabajo pionero se basó en un constante intercambio de ideas entre los estudiosos musulmanes, judíos y cristianos y en el siglo XIV ese legado de erudición se incardinó en el pensamiento europeo, tanto en la ciencia y la medicina como en la filosofía y la teología. El astrolabio se convirtió en el instrumento in­dispensable para astrónomos, astrólogos, doctores, geógrafos o, de hecho, cualquiera con aspiraciones intelectuales, y hasta para un niño inglés de diez años como el hijo de Chaucer. Con el paso del tiempo, este intrin­cado objeto capaz de hacer tantas cosas se vería desplazado por toda una serie de instrumentos distintos: el globo terráqueo, el mapa impreso, el sextante, el cronómetro y la brújula, cada uno de los cuales desempeñaría una de las numerosas tareas que el astrolabio podía hacer por sí solo.
   La herencia compartida de los pensadores islámicos, cristianos y judíos sobreviviría durante siglos, pero no así la convivencia de las tres confesiones. Aunque hoy la España medieval sea frecuentemente invo­cada por los políticos como modelo de tolerancia y de coexistencia multiconfesional la verdad histórica resulta claramente más incómoda. Nos lo explica de nuevo sir John Elliott:
   
   En cuanto a la verdadera tolerancia rellgiosa, esta resulta bastante me­nos clara que la coexistencia ... La cristiandad en general constituía una sociedad bastante intolerante, muy opuesta a toda clase de heterodoxos, y esa intolerancia se dirigía particularmente contra los judíos. Así, por ejem­plo, Inglaterra expulsó a sus judíos en 1290 y Francia poco más de una década después, y por lo que se refiere a las relaciones cristiano—musulma­nas, a partir del siglo XII hubo un endurecimiento de las actitudes religio­sas. Cuando los cristianos predicaron las Cruzadas y los almohades que habían penetrado en España desde África del Norte predicaron la yihad, se produjo una creciente agresividad por ambas partes.
   
   En ese contexto, la España cristiana todavía podría parecer relativa­mente tolerante. Pero se atisbaban ya los primeros indicios de proble­mas, y la supervivencia de la Granada musulmana era un constante re­cordatorio de un asunto pendiente. La alianza intelectual entre cristianos, judíos y musulmanes pronto se vería barrida del mapa por una belige­rante monarquía española, que aspiraba a seguir el ejemplo del resto de Europa y afirmar el predominio cristiano. En torno al año 1500, los judíos y musulmanes serían perseguidos y expulsados de España. La convivencia había terminado.


HISTORIAS DE OTRAS, Isidora Chacón

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ISIDORA CHACÓN, Historias de otras, Alianza Editorial, Madrid, 2013, 104 páginas.

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INTENCIONES

   A ver, ¡dame un beso y cállate! Dejemos un momento de entretener el tiempo con trabajo. Pensó que diría eso. Pero no, no se puede, no se debe. Tenía que esperar disimulando que, al igual que él, tenía una piel que reclamaba y un apremio, pero, a diferencia de él, un frío tremendo en las manos y en los pies.

DAR QUE PENSAR, Sergio García Clemente

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SERGIO GARCÍA CLEMENTE, Dar que pensar, Cuadernos del Vigía, Granada, 2014, 60 páginas.

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Evolucionar consiste en arrancarnos la cadena que nos ata a una frase.
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Hay que evitar vivir en la lúgubre esquina de lo que pudo haber sido.
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Bajo las faldas de la utopía se envalentonan muchos hipócritas.
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Perder la capacidad de admirar es un síntoma claro de envejecimiento.
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Se creía muy especial por seguir la corriente de la contracorriente.
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Evolucionar consiste en arrancarnos la cadena que nos ata a una frase.
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Lo que le angustia no es saber quién es, sino descubrir un día lo que ha sido.
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A los amantes les encanta releer el folletín de su propia seducción.
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Hay muy pocas personas con las que podamos compartir un confortable silencio.
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Cuando alguien teme una pregunta sobran las respuestas.

VOLANDERAS, Víctor García Antón

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VÍCTOR GARCÍA ANTÓN, Volanderas, Tres Rosas Amarillas, Madrid, 2014.

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   CAMPANADAS

   En la asamblea interbarrios de ayer, la comisión de campaneros hizo las siguientes propuestas: 
   1. Mantener los avisos de campana que cada barrio tenga establecidos (de fuego, de difuntos, de incursión de la autoridad, de llamada a la junta vecinal). 
   2. Unificar el huso horario de los distritos.
   La segunda propuesta no tuvo consenso por lo que, como viene siendo costumbre, cada barrio amanecerá a su hora. 
   Ante la queja de algunos representantes de que las campanas de los barrios limítrofes confunden a sus vecinos, se ha decidido asignar un repique exclusivo a cada campanero. Todos los avisos se iniciarán con dicho repique. De esta manera tendremos localizadas las incursiones de la autoridad y cada barrio podrá tañer sus campanas cuando le venga en gana. 

ANTOLOGÍA DEL INGENIO, Luis T. Melgar

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LUIS T. MELGAR, Antología del ingenio, Libsa, Madrid, 2002, 314 páginas.

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Dividido en siete bloques temáticos (Ingenio clásico. Filósofos, cónsules y senadores; Ingenio Medieval y Moderno. Monjes, soldados, privados y reyes; Ingenio político y Parlamentario. Ministros. Diplomáticos y Diputados; Ingenio en el mundo del espectáculo. teatros. Cines y Plazas de toros; Ingenio artístico. Músicos. Pintores y escritores; Ingenio en la Literatura. Comedias, artículos y epigramas; Ingenio popular. Chistes, coplillas y burlas modernas), constituye un completísimo catálogo de anécdotas. 
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BALZAC

   El genial naturalista alemán del siglo XIX, von Humboldt, sentía una pro­funda curiosidad por el fenómeno de la locura, de modo que en una ocasión en que viajaba a París le rogó a su amigo el doctor Blanche, que era psiquiatra, que le organizara una cena con un loco.
   El médico aceptó encantado y, cuando llegó el momento de la reu­nión, avisó a su invitado:
   —Comerá también con nosotros un invitado muy especial.
   Comenzó la cena. Aparte de Blanche y von Humboldt había otros dos comensales Uno de ellos era un caballero impecablemente vestido con traje negro y corbata blanca. De mediana edad, era extremadamente silencioso, comía con mucha educación y hacía ademán de brindar cada vez que se llevaba la copa a los labios. El otro tenía un aspecto desaliñado, iba mal peinado y no hacía más que hablar, contando un sinfín de anécdo­tas mientras se llevaba atropelladamente la comida a la boca.
   En un momento en que Blanche y von Humboldt se habían levan­tado de la mesa, el naturalista alemán le preguntó al psiquiatra si aquel hombre que hablaba tanto era el loco, ya que estaba fascinado con su con­ducta totalmente anormal.
   —¡Pero hombre, qué dice usted! Ese señor es el famoso escritor Ho­noré de Balzac; el loco es el otro, el que no habla.

RITMOS, Eliseo Borrás & Antoni Albalat

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ELISEO BORRÁS, Ritmos, Nivola, Madrid, 2002, 330 páginas.


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Este sigular proyecto subtitulado Matemáticas e imágenes parte de una fotografía a propósito de la cual Antoni Albalat escribirá un haiku. Posteriormente a los matemáticos les corresponde deducir el modelo matemático que explicaría la repetición: simetrías, proyecciones, enrollamientos y fractales. 
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¡Ah las espigas!
¿duerme el sol enrollado
en las esteras?



DIÁLOGOS DE CORTESANAS SEGUIDO DE MANUAL DE URBANIDAD PARA JOVENCITAS, Pierre Louÿs

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PIERRE LOUŸS, Diálogos de cortesanas, Dilema, Madrid, 2006, 150 páginas.

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   —Entra, entra, querida. Y desnúdate, por favor. —Tú también, querida. —Oh. Yo no llevo más que una bata, mira, estoy en cueros. Pero ya está, ¿ves...?. -Oh, qué costurero más suave; deja, deja que lo bese, que lo mire...

FÁBULAS Y LEYENDAS DEL MAR, Álvaro Cunqueiro

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ÁLVARO CUNQUEIRO, Fábulas y leyendas de la Mar, Tusquets, Barcelona, 1988, 288 páginas.
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Néstor Luján, encargado de la recopilación de estos textos, elogia de Cunqueiro "su gusto de fabular, de convertir el artículo en un microcosmos de novela". 
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LA SIRENA DE GÉNOVA

   En 1548, nuestro don Felipe, viudo de doña María de Portugal y tan gentil mozo, dorado el pelo, corno lo pintó el Tiziano, llegó a Génova, pasando por el camino más largo hacia los Países Bajos, adonde iba, para que lo conociesen los flamencos, amén de ver al sienés Bártolo, vio una sirena. La sirena estaba muerta de pocas horas, y decía yo que «tranquilamente muerta, y no podía cantar», como en el verso del poeta inglés Walter de la Mare. La noche de bodas de Felipe y María, la dulce niña portuguesa, fue en un palacio salmantino don­de ahora está la central telefónica. Creo recordar que se conserva una alta ventana, la ventana de la cámara nupcial. No me extrañaría nada que, en las noches de Salamanca, en mayo, tan surtidas de rui­señores nostálgicos, se cortasen todas las conferen­cias porque los ecos de las palabras amantes de Felipe y los suspiro de la tímida lusitana buscasen los hilos del teléfono como el alma busca cuer­po. Y, aunque parezca mentira, Felipe sabía ha­blar a las mujeres, y era muy dado a tener con­versaciones con la femenina juventud. En Italia mis­mo, en aquel viaje, el español gustó mucho, cor­tés y letrado, príncipe renacentista. María murió en Valladolid pocos días después de haber dado a luz, y a causa, según certificó el protomedicato vallisoletano, de que sus ayas, teniendo la portugue­sinha sed, le dieron una limonada, cosa que estaba vedada a paridas y se tenía como pócima mortal en el caso. ¿Cuándo Felipe vio en Génova la sirénica muerte, «como si estuviese nevando debajo de su fina piel, tan pálida estaba», dijo Eugenio Montes; cuando la vio Felipe, recordaría a su rosa de Lis­boa, blanca y difunta? ¡Quién lo sabe!
    La sirena, según ha contado Farinelli en un de­licioso artículo llevó un agua de socorro, que pese a la oposición del señor arzobispo le echó un fran­ciscano poco antes de las últimas boqueadas. Esa agua de socorro dio mucho que hacer, porque pa­sando la sirena de Génova a cristiana, lo pedido era darle tierra sagrada. Vino a solucionar la espi­nosa cuestión el que unos, que nunca fueron habi­dos, robaron el cuerpo de la sirena. Yo tenía la se­parata de no sé qué revista con el trabajo de Fari­nelli y un grabado de la doncella marina, que me había regalado Rafael Sánchez Mazas. El ilustre autor de La vida nueva de Pedrito de Andía me ampliaba el texto del gran hispanista, contándome que, poco tiempo después de muerta, la sirena ge­novisca, comenzaron a venderse manojos de sus cabellos en las ricas ciudades de Italia, y eran muy apreciados porque eran insecticidas, no dejaban sa­lir las canas y prevenían la calvicie, frotando con ellos el pelo humano. Sánchez Mazas afirmaba que alguna que otra vez, en inventarios italianos de ilus­tres casas toscanas o lombardas, aparecen, entre las joyas, los manjillos del suave, perfumado, rubio pelo de la sirena del mar ligur.
   En fin, estaba muerta y no podía cantar. Repi­tamos que, al contrario de la de Walter de la Mare—«una débil aventurera en un mundo tan am­plio»—, la sirena de Génova no se deshizo en are­na, y acaso el ladrón no lo fue sólo por el cabe­llo prodigioso. Quizás un loco enamorado quiso con­templarla una hora más, en secreto. Mayores locu­ras se vieron, y ya dijo Don Quijote que nadie sabe nada del alma de nadie.

LLORAR EN LA SOPA, Elena Poniatowska

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ELENA PONIATOWSKA, Llorar en la sopa, FCE, Madrid, 2014, México, 194 páginas.

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Siete de estos veinte Cuentos son narraciones breves. 
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ESTADO DE SITIO

   Camino por las grandes avenidas, las anchas superficies negras, las aceras en las que caben todos y nadie me ve: nadie voltea, nadie me mira, ni uno solo de ellos. Ninguno da la menor señal de reconocimiento. Insisto. Ámenme. Ayúdenme. Sí, todos. Us­tedes. Los veo. Trato de mirarlos; nada los retiene, su mirada resbala encima de mí, me borra, soy invisible. Sus ojos evitan detenerse en algo, en cualquier cosa, y yo los miro a todos tan in­tensamente, los estampo en mi alma, en mi frente; sus rostros me horadan, me acompañan; los imagino, los recreo, los acaricio. Nosotras las mujeres atesoramos los rostros; de hecho, en un momento dado, la vida se convierte en un solo rostro al que podemos tocar con los labios. Ámenme, véanme, aquí estoy. Alerto todas las fuerzas de la vida; quiero traspasar los vidrios de la ventanilla, decir: “Señor, señora, soy yo”, pero nadie, nadie vuelve la cabeza, soy tan lisa como esta pared de enfrente. De­bería gritarles: “Su sociedad sin mí sería incompleta, nadie ca­mina como yo, nadie tiene mi risa, mi manera de fruncir la nariz al sonreír, jamás verán a una mujer acodarse en la mesa como lo hago, nadie esconde su rostro dentro de su hombro... señores, señoras, niños, perros, gatos, pobladores del mundo entero, créanme, es la verdad, les hago falta”.
   Me gustaría pensar que me oyen, pero sé que no es cierto.



UKIGUMO, Ángel Olgoso

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ÁNGEL OLGOSO, Ukigumo, Editorial Nazarí, Granada, 2014, 146 páginas.

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En esta edición hispanoitaliana (traducción de Paolo Remorini) se recogen por primera vez los haikus que Ángel Olgoso concibió hace más de dos décadas. Las tres partes en que se organiza el volumen demuestran distintos modos de idear con maestría piezas de este género breve: en "Kaoru" (aroma) predomina la expresividad de la palabra que fluye; en "Akashi" (gema), la contención y serenidad del tradición molde poético del haiku, y en "Utsusemi" (caparazón de cigarra), el lirismo de enigmas filosóficos que se entrelazan con la tradición zen de los kōan. 

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Tordo.
Disparo de un cazador:
átomo de plumas.

CRIATURAS DE LOS BOSQUES DE PAPEL, Eugenio Mandrini

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EUGENIO MANDRINI, Criaturas de los bosques de papel, Ediciones Culturales Argentinas, Buenos Aires, 1987, 186 páginas.

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LA SAL DEL HOGAR 

   Vio la sirena en la playa, semiasfixiada por falta de agua, y la llevó a su casa, llenó la bañera, la introdujo suavemente y le hizo compañía.
   A su mujer no le pareció extraño verlo ahogado: había sido tan adicto a los baños de inmersión, y éstos eran tan traicioneros, que tarde o temprano tenía que suceder.
   Lo extraño era ese profundo aroma a mar que inundaba toda la casa.

HAI-KAIS ESPIRITUALES, Ernestina de Champourcin

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ERNESTINA DE CHAMPOURCIN, Hai-kais espirituales, Finisterre, México D.F., 1968, 70 páginas.

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Amanecer a oscuras...
Bien está que despiertes mientras tantos descansan.
Dentro de ti hará sol, a pesar de la noche.

LOS CUADERNOS DE LETRA PEQUEÑA, José Jiménez Lozano

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JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO, Los cuadernos de letra pequeña, Pre-Textos, Valencia, 2003, 252 páginas.
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Esta entrega, que compone el cuarto tomo de "lo que podrían denominarse mis Diarios", incluye lo escrito entre 1993 y 1998.
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   Un niño de trece años, en Madrid, confiesa tranquilamente que ha matado a otro niño de diez. También es un niño de la calle, y la noticia sobre este horror no deja de bucear sus profundidades, y explica que al muchacho asesino —no le gustaba el colegio y prefería ir a buscar pájaros—. Es puro cretinismo esta explicación pero el caso es no hablar del mal, porque no debe existir. Ni hay tampoco criminales, naturalmente. El horror sería ahora el mero hecho de hacer novillos o faltar a la escuela, que siempre fue la mayor de las delicias, por cierto, y que nadie que no la haya gozado podrá ni imaginar; pero queda negada a los niños de hoy, porque, como se ve, hasta es un signo de perversidad que lleva al asesinato, y, desde luego, encierra algún desequilibrio mental y trastorno de la personalidad.
   El caso es no mentar la bicha; vivir de estereotipos y con explicaciones perfectamente idiotas, pero tranquilizadoras.