NO HAY ESCAPATORIA Y OTROS CUENTOS MARAVILLOSOS, Tim Bowley

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TIM BOWLEY, No hay escapatoria y otros cuentos maravillosos, Kalandraka, Sevilla, 2009, 82 páginas.


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Diez relatos de Tim Bowley bellamente ilustrados por Óscar Villán.
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NO HAY ESCAPATORIA

   Un famoso criador de caballos envió a su sirviente al mercado a comprar frutas. El sirviente estaba terminando sus compras, cuando un terrible escalofrío le recorrió la espalda. Se dio media vuelta y vio una figura encapuchada, alta y delgada, ­vestida de negro. Supo a ciencia cierta que esa figura era la Muerte y que había litado su hora. El sirviente se quedó petrificado un momento al ver la expresión de enorme sorpresa que cruzaba la cara de la Muerte. Entonces, soltó la compra y salió corriendo del mercado.
   Aterrorizado, corrió hasta llegar a la casa de su amo,  a quien le habló de su encuentro, de la expresión que vio en la cara de la Muerte  y de su certeza de que pronto moriría. Cayó de rodillas ante su amo y le pidió que le ayudase a escapar de las garras de la Muerte. El amo reflexionó un momento y le dijo:
   —Es obvio que la Muerte espera encontrarte aquí. Llévate el más veloz de mis caballos.  Deberías poder llegar a casas de mi hermano al anochecer;  allí estarás a salvo.
   El sirviente ensilló el caballo y se alejó galopando lo más rápido que pudo. Cuando vio que su sirviente se alejaba, tranquilizado se fue a su despacho. De repente sintió un dolor agudo en el pecho y cayó de rodillas. Levantó la cabeza y vio la inconfundible figura de la Muerte de pie ante él.
   —Ah, Muerte —le dijo—, así que era yo el que venías a buscar y no mi sirviente. Bueno, estoy listo para irme contigo, pero antes ¿podrías decirme una cosa?
   —Lo que quieras —contestó amablemente la Muerte.
   —¿Por qué te sorprendiste tanto al ver a mi sirviente en el mercado esta tarde si era a mí a quien habías venido a buscar?
   La Muerte se rió.
   —Porque tengo cita con él esta noche en casa de tu hermano. Cuando lo vi en el mercado pensé que era imposible que lle­gase allí a la hora y eso me dejó confuso un rato. Pero luego recordé que tú tienes el caballo más rápido de todo el país, el único capaz de llegar allí a tiempo para la cita.


JAZZ EN EL DESPACHO DE HITLER, Plàcid García-Planas

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PLÀCID GARCIA-PLANAS, Jazz en el despacho de Hitler, Península, Barcelona, 2010, 278 páginas.

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Este volumen subtitulado Otra forma de ver las guerras recoge las crónicas enviadas para el periódico La Vanguardia. García-Planas obtuvo el Premio Godó de Periodismo de Investigación y Reporterismo. Sorprende cómo algunas veces la mejor literatura nace de la urgencia.
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MADRID, BARÇA, YIHAD

   Azhar Hanani jugó al fútbol con la peña. Después del partido, se ajustó un pesado cinturón debajo de su camiseta del ReaI Madrid y se fue colina arriba. A explotar su cuerpo en el asentamiento judío de Elon Moreh.
   Quiso morir así. A los diecisiete años. Tras un partido de fútbol. Matando al enemigo con su camiseta blanca.
   —Fue el 29 de mayo de 2002. El viernes hizo siete años. Mató a tres o cuatro judíos —comenta Yusuf Abu Amar en su farmacia, llamada The Antidote Pharmacy. 
   Yusuf se graduó en Farmacia por la Universidad Católica de Lovaina, es imán y se sabe el Corán de memoria.
   —Aquí —dice— nunca habrá paz.
   Azhar fue el primer shahid de Bet Furik, el primer mártir del islam en este pueblo palestino de una Samaria con monumentos a Sadam en unas colinas e iluminados colonos hebreos en las de enfrente. Todos en Bet Furik admiran profundamente su acción: tres o cuatro colonos menos. Y el equipo local lleva hoy su nombre: Fútbol Club Azhar.
   Un año después se explotó Habash Hanani, primo de Azhar y alma culé. Porque todos en Bet Furik —ayer territorio Al Fatah y hoy punta de lanza de Hamas en Cisjordania— son del Barça o del Madrid. De los trece shabides que ha dado el pueblo, siete eran fanáticos del balón: cuatro culés y tres merengues.
   —No somos terroristas. Esto no nos gusta. Sólo defendemos nuestros derechos. No odiamos a los judíos porque sean judíos —asegura el madridista Omar Abed al Rauf, jeque de la mezquita.
   —¿Qué le diría a su hijo si un día le expresa el deseo de matar y matarse con una bomba? —le pregunto al jeque.
   —No lo apoyaría. Pero tampoco se lo impediría —contesta. Es la misma respuesta que el jeque da a la pregunta de qué le diría a su hijo si se hiciera del Barça: que elija su propio camino.
   En la cancha de fútbol, con los asentamientos judíos donde murió Azhar recortando el perfil de las colinas, los culés y los merengues del pueblo —algunos unidos por estudiadas barbas— le dan esta tarde al balón. Y, sorprendentemente, uno de los culés escoge una palabra hebrea para reflejar lo que sienten cada vez que el Barça —el de verdad— salta al campo: bemetaj, algo así como el corazón en un puño.
   —¿Qué pone ahí? —le pregunto a un chico con un escrito en árabe estampado en su camiseta de fútbol.
   No me lo dice: un adulto le indica que no me lo diga.
   —Cuatro shabides de Bet Furik eran del Barça y tres del Madrid... ¿Es una competición? —le pregunto a un jugador culé llamado Mohamed.
   —No... salió así... —Y todos los jugadores sonríen.
   —¿Cuál es tu sueño? —le pregunto para ir más allá del fútbol, para que me hable de un futuro quizá de paz...
   —¿Mi sueño?... Jugar un día en el Barça —responde.
   —El primer shahid era del Madrid y se fue con la camiseta puesta —le comento a un merengue que también se llama Mohamed.
   —Sí. Madridista hasta el final. Estamos muy orgullosos.
   —¿Harías tú lo mismo?
   —No. Porque tengo familia y porque no somos mártires por ser mártires. Amamos la vida.
   Nadie sabe si Habash Hanani, el segundo mártir del pueblo, se explotó entre civiles con la camiseta azulgrana puesta. En la casa familiar, su hermano Maizan enumera las estrellas del Barcelona que más fascinaban al shahid...
   —¿Qué crees que piensan los jugadores del Barça de la inmolación de tu hermano?
  —Tienen que entender que estamos bajo una ocupación. No podemos mirar sólo al Barça y olvidarnos de nuestra gente.
   Maizan muestra una foto de Habash con dos amigos, todos en plan pose con gafas de sol y una playa tropical photoshop detrás.
   —¿Dónde está ahora Habash?
   —En el Paraíso. Eso seguro —contesta Maizan con sus hermanos pequeños dando vueltas por el sillón disparándose con pistolas de juguete.
   Yusuf describe cómo —según el islam— Azhar vive ahora en el Paraíso: su cuerpo tiene quince metros de altura, potencia eterna y, «para empezar», decenas de vírgenes a su disposición.
   En Bet Furik se saben de memoria cada alineación del Barça y del Madrid. Con más exactitud que otras alineaciones. Porque, en contra de lo que recuerdan el imán y el jeque, Azhar no murió en el año 2002: murió en 2003. No murió el 29 de mayo: murió el 30 de abril. Y, en contra de lo que todos creen en el pueblo, no murió matando a ningún judío. Ni siquiera llegó a apretar el interruptor de su cinturón: fue acribillado por el ejército israelí antes de traspasar la valla de Elon Moreh.
   Lo que sí saben con certeza es que Azhar se fue con la camiseta blanca. Que cuatro shahides eran superculés y tres supermerengues. Y que, en las inciertas colinas de Samaria, los culés han ganado esta tarde por esa misma proporción —cuatro a tres— en el clásico de Bet Furik.
  —Aquí todo esto es normal —dice el imán-farmacéutico en The Antidote, explicando satisfecho que se ha echado una novia marroquí por Internet.

CUENTOS Y LEYENDAS DE LOS TRUMAI, Claire Merleau & Aurore Monod

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CLAIRE MERLEAU & AURORE MONOD, Cuentos y leyendas de los trumai, un pueblo del Amazonas, Kókinos, Madrid, 2009, 68 páginas. Ilustraciones de Hélène Georges.


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En 1966 la etnolingüista Aurore Monod contactó con estos indios que vivían en un poblado semioculto en las riberas del Xingú.
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UN JAGUAR MÁGICO Y SANGUINARIO


   Érase una vez una joven que no podía salir, porque estaba enclaustrada. Era hija del jefe y se llamaba Mahutsi. Era muy, muy bonita.
   Un día su padre talló para ella una pequeña hacha de piedra en forma de jaguar. Parecía realmente un jaguar.
   Mahutsi se hizo con ella un colgante, que llevaba siempre al cuello.
   Una noche le preguntó a su padre:
   —Padre, ¿por qué el jaguar de piedra ruge todas las noches?
   —¡Quítate ese diablo, deshazte de él! —le respondió el padre.
   Ella se lo quitó y lo dejó sobre una repisa que había hecho con arcilla del río. La talla cada vez parecía más un auténtico jaguar. Ya no parecía una escultura.
   ¡Y se convirtió en un jaguar de verdad! La joven lo crió, y el jaguar creció, creció y creció. Se hizo enorme.
   Mahutsi y el jaguar siempre estaban juntos.
   Ella le hacía cosquillas, él le lamía el Cuello...
   —¡Cuidado, hija mía! ¡Es un jaguar mágico!—le decía siempre su padre.
   Un día, muy de mañana, SUS padres se fueron a recolectar mandiocas.
   —Hija, barre la casa —le recomendó su madre.
   Ella barrió, fue a lavarse y luego se tumbó en la hamaca a comer algo de pescado asado. No le dio nada al jaguar, ni una simple espina. Este entonces comenzó a gruñir y a enseñar los dientes. La joven estaba sola en la casa. Terminó de comer y el jaguar gruñía Cada vez más. De repente, dio un Salto, cayó sobre ella, se lanzó a su cuello y la devoró. Después escapó corriendo y se Subió al tejado de la casa. La gente acudió y comenzó a lanzarle flechas.
   Devoró a Otras niñas, mujeres y jóvenes Las flechas no le hacían nada, pues era un jaguar mágico. Creció, siguió creciendo y se hizo mucho más grande.
   En el Poblado vecino se Supo la noticia.
   —¡El jaguar nos va a comer a todos! —se lamentó un joven.
   Todos estaban aterrorizados.
   El Joven y su compañero se dispusieron a Cazarlo pero, como era un jaguar mágico, tuvieron que tomar ciertos bebedizos y permanecer descansando durante todo un día. Se recluyeron en la cabaña del chamán para purificarse.
   Sus padres fueron a visitarles:
   —Hemos oído los rugidos del jaguar: no debe estar lejos—les advirtieron.
   —¿Has soñado algo? —le preguntó uno de los padres a su hijo.
   —Sí, algo muy extraño y que no comprendo: había una gran figura, un niño le lanzaba flechas y la derribaba —le contó el hijo.
   —Muy bien, magnífico —lo celebró el padre, pues le parecía un buen presagio.
   —¿Y tú qué has soñado? —preguntó otro padre a su hijo.
   —Algo raro e incomprensible: yo lanzaba una flecha a una puerta y ésta se derrumbaba—respondió el joven.
   —Muy bien —dijo su padre, pues era otro buen presagio.
   Uno de los padres fue a buscar una raíz, con la que les preparó la pócima del águila para que tuvieran muy buena vista.
   Al dia siguiente los hombres fabricaron numerosas flechas con espinas de pez raya. Después prepararon una trampa para el jaguar: cavaron un hoyo y en el fondo colocaron una parrilla de madera con el fin de poder sacarlo cuando el jaguar cayera dentro. Camuflaron el hoyo con ramajes. Atrancaron bien las puertas de las casas e hicieron un agujero en la pared para poder orinar fuera. Todo estaba preparado. Se encerraron en sus casas.
   Los valerosos jóvenes se sentaron sobre la rama de un árbol a esperar.
   —¡Atención! ¡Ya viene!
   Los cazadores le vieron llegar. El jaguar se sentó y encendió un puro. Luego echó a correr, pero enseguida se detuvo. Los jóvenes le lanzaron flechas. La primera le impactó debajo de una oreja. El monstruo se revolvió y una segunda flecha se le clavó debajo de la otra oreja. La tercera le perforó el bazo. Se debatió, rodó por el suelo y terminó cayendo en el agujero de la trampa.
   El orgullo de los jóvenes era enorme: habían demostrado tener una magnífica puntería.
   Las casas volvieron a abrirse y se organizó una fiesta. Los pájaros acudieron también para participar en la gran celebración: gavilanes, águilas, palomas, faisanes negros de cresta rizada, etc...
   El jaguar fue sacado del hoyo con pértigas y transportado al poblado. Los niños se fueron al río pues tenían prohibido escuchar los cantos de los porteadores. Le quitaron la piel al jaguar y la enterraron.
   Todos estaban felices. Jugaron al juego del murciélago, al del gusano, al de la abeja, al del sapo y al de los intercambios. Cantaron y bailaron durante todo el día.
   Así fue como los valientes jóvenes lograron matar al jaguar. Al ser un jaguar mágico, acabar con él era difícil y arriesgado.



PINTURA RÁPIDA, José Manuel Benítez Ariza

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JOSÉ MANUEL BENÍTEZ ARIZA, Pintura rápida, La Isla de Siltolá, Sevilla, 2011, 128 páginas.

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Subtitulado [Entradas del blog COLUMNA DE HUMO], contiene una selección de lo publicado entre septiembre y diciembre de 2008.
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CARCOMA

   Este amigo mío dice que tiene tortícolis de mirar las nubes.

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   La llegada del camión de la leña resulta siempre alentadora: significa que este invierno no pasaremos frío, y que esa leña alimentará muchas veladas tran­quilas frente al fuego. Pero, como todo lo que es pre­visión o anticipo, incluye un elemento turbador: ese montón de troncos junto a la puerta da una idea muy exacta del carácter informe del tiempo por venir. A estas alturas, no queremos ni pensar que no llegáse­mos a quemarlos todos. Pero también resulta inquie­tante la idea de que, a la vuelta de seis meses, esta montaña de troncos macizos será, como el tiempo que hemos tardado en consumirla, puro humo.

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   Si esto, después de todo, ha de ser un diario íntimo, no tengo más remedio que consignar aquí el dato: este fin de semana, por primera vez en mi vida, he usado un taladro eléctrico, aparato que hasta ahora me había infundido un respeto rayano en el pavor. Y he de decir que no ha sucedido nada y que la tarea doméstica que me proponía resolver, la instalación (le unos radiadores, ha sido satisfactoriamente ejecu­tada. Tanto, que hasta me he animado, como remate, a colgar un cuadrito que llevaba meses apoyado en una cornisa. Y estoy deseando que surjan nuevas oportunidades de hacer agujeros en la pared: me he convertido en carcoma.
   Pero también hay que constatar la pérdida: ese miedo vencido, o esa coquetería definitivamente arrumbada, que antes era pretexto para llamar a parientes y amigos, ha desaparecido de mi imaginario sentimental. Conforme vamos superando nuestras dependencias nos vamos quedando más solos.

MADRE SOLO HAY UNA Y AQUÍ ESTÁN TODAS, Raquel Díaz Reguera

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RAQUEL DÍAZ REGUERA, Madre no hay más que una y aquí están todas, Lumen, Barcelona, 2013, 42 páginas.

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Otra vez lo ha vuelto a conseguir: estos textos ingeniosísimos que catalogan hasta treinta modelos de madre (desde la Madre Nadasetira hasta la Madresuegra), están acompañados por las bellísmas ilustraciones a las que nos ha acostumbrado Raquel Díaz Reguera. Además completan el álbum nueve Páginas especiales que, por ejemplo, permiten inventariar el tipo de bolso de cada madre o las frases a las que más frecuentemente recurren. Para lectores inteligentes de todas las edades. ¡Ah! Que nadie espere encontrar aquí ninguna ñoñería. 
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MADRE DOMADORA DE PENAS

   Todas las madres, o como mínimo el cien por cien de ellas y cada una a su manera, hacen lo indecible por ver felices a los miem­bros de su prole. Pero los niños no pueden estar alegres las ocho mil se­tecientas sesenta horas del año, porque sería agotador incluso para ellos. Los hijos también tienen días en los que se levantan con el pie izquierdo o se sienten como si llevaran aburridos «tooooooda» su vida, o tienen una pena insondable que se materializa en un llanto constante insufrible para los padres, que ni imitando todas las voces de animales parlantes de los dibujos animados consiguen que cese la llorera.
   En esos días no hay nada mejor que tener en casa una Madre Domadora de penas. Y es que estas madres tienen una sabiduría natural para ponerle un final feliz a los «momentos dramáticos» Es un don que las hace capaces de domesticar las penas más salvajes. A modo de estrellas circenses, consiguen que las lágrimas hagan toda suerte de acrobacias y equilibrios hasta que se convierten en risas desternillantes. Saben cómo meter en cintura a la tristeza y son expertas en darle la vuelta a la tortilla. Ellas ponen en práctica la estrategia «no hay mejor defensa que un buen ataque», así que para defenderse de un llanto lastimero contraatacan con una sobredosis de cosquillas, con una ristra de chistes o con un discurso que en otras madres podría sonar como aleccionador y, sin embargo, en sus palabras y a su modo, calma todas las congojas. Transforman los pu­cheros en caras con sonrisas de oreja a oreja. Las Madres Domadoras de Penas son dueñas de la carcajada más contagiosa del mundo, la única capaz de amendrentar a una tristeza leonina, haciendo que esta huya por donde llegó con el rabo entre las piernas.


EL ORIGEN DEL MONO, Juan Pedro Aparicio

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JUAN APARICIO FERNÁNDEZ, El origen del mono, Akal, Madrid, 1975, 166 páginas.

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EL PRESENTIMIENTO

   La familia rodeaba al moribundo.
   El moribundo habló con lentitud:
   —Siempre creí que yo no viviría mucho.
   Los niños clavaban en él sus conmovidos ojos.
   El moribundo continuó tras un suspiro:
   —Siempre tuve el presentimiento de que me iba a morir muy pronto.
   El reloj del comedor tocó la media y el moribundo tragó saliva.
   —Luego, a medida que he ido viviendo, llegué a creer que mi presentimiento era falso.
   El moribundo concluyó juntando las manos:
   —Ahora, ya veis: con ochenta y seis años bien cumplidos comprendo que ese presentimiento ha sido la mayor verdad de mi vida.

LA VIDA EN DIMINUTIVO, Alberto Sánchez Argüello

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LA CARTA DE SCHRÖDINGER

   Mi padre se fue a la guerra cuando éramos muy niños. Pasaron los años sin saber nada de su suerte, hasta que un día nos llegó una carta que ponía el nombre de mi madre con su letra. Ella la miró en silencio y la puso encima del mueble donde se guardaba la vajilla de porcelana. Mi hermanita intentó tomarla pero mi madre le sujeto fuertemente la mano y con su mirada le hizo entender —y a nosotros también— que la carta jamás sería abierta.
   Aquello se convirtió en nuestro silencio compartido. Por las noches jugábamos a imaginar su contenido: nuestro padre había liderado la batalla final y el enemigo, abatido y humillado —pero admirado por su heroísmo— le había convertido en su rey y ya no podría volver jamás. En otras ocasiones una bala de cañón había atravesado su estómago y con su sangre lograba escribir aquella nota; también lo imaginamos desertor, oculto en alguna isla del pacífico, viviendo a base de agua de coco y peces dorados. O bien secuestrado por un barco pirata que pedía como recompensa cuarenta lingotes de oro.
   Nuestra madre murió después de una larga lucha contra la tuberculosis. Decidimos enterrarla con el sobre en su regazo; así la carta dejó de ser un objeto y se convirtió en la herencia que pasamos a nuestros hijos y nietos: todas las historias posibles de nuestro padre.

PURO PUEBLO, Jairo Aníbal Niño

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JAIRO ANÍBAL NIÑO, Puro Pueblo,  Editorial Panamericana, Bogotá, 2003, 108 páginas.

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LA IMAGEN

   El tirano aulló cuando vio los cuadros pintados por el artista Ramón Colorado. Se dio cuenta de que esas figuras eran peligrosas, que esas imágenes contribuirían a fomentar el desorden público y a soliviantar a obreros y campesinos. Ordenó a su policía secreta que lo eliminara. Ramón Colorado, avisado a tiempo por un trabajador infiltrado en el palacio, pintó con diligencia y sabiduría en las paredes exteriores de su casa, decenas de puertas y ventanas.
   Cuando llegaron los asesinos no supieron cuál era la puerta verdadera y jamás pudieron entrar. 

100 RELATOS FANTÁSTICOS, Pablo Nicoli Segura

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PABLO NICOLI SEGURA, 100 relatos fantásticos, Arequipa, 2013.

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VENGANZA

   A pesar de los airados reclamos de mi mujer, he leído desde siempre y a toda hora. Con los años mi biblioteca ha crecido hasta alcanzar los 77.000 libros y mi tiempo, mi enorme tiempo ha sido invertido básicamente en la lectura.
   Hoy, por la tarde, he muerto y lo que más extraño son mis posesiones literarias. Observo a mi esposa pensativa, sentada en medio del salón, junto a mi preciada biblioteca y a mi cuerpo inerte. El timbre suena, un hombre desaliñado aparece en la puerta, es el que compra de segunda mano. Mi mujer sonríe.

EN POCAS PALABRAS, María Eugenia Godoy

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MARÍA EUGENIA GODOY, En pocas palabras (microrrelatos), Lucio Piérola Ediciones, Tucumán, 2008, 78 páginas.

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INTERCAMBIO

   Cambió un ala por un tridente y hubo diversión en cielo e infierno.

SI TE COMES UN LIMÓN SIN HACER MUECAS, Sergi Pàmies

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SERGI PÀMIES, Si te comes un limón sin hacer muecas, Anagrama, Barcelona, 2007, 136 páginas.

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PRECISAMENTE HABLÁBAMOS DE TI 

   El 13 de marzo de 2000, a las tres y media de la tarde, mi mujer me dijo: «Siéntate». No me miró a los ojos y, como si lo hubiera ensayado, me soltó que quería que nos separásemos, que ya no me quería y que tan pronto como me fuera posible, me buscara un piso. Quizá porque ya lo veía venir, no intenté defenderme.

   Tardé pocos días en encontrar un piso y, no sé por qué, le dije a mi mujer si le apetecía verlo. La portera que nos lo enseñó nos preguntó si era para nosotros y yo respondí que era sólo para mí. Mi mujer me miró con una expresión que ya no arrastraba ni desesperación ni cansancio.

   Formalicé el contracto con el administrador y, a continuación, busqué un albañil, un electricista y un pintor. Mientras duraros las obras dormí en el sofá en el que ella me había comunicado que ya no me quería. Fueron días extraños. Procurábamos mostrarnos considerados y, al mismo tiempo, no demasiado afectuosos.

   Un día me pidió que fuéramos a comer fuera y acepté. Me preguntó cuándo tenía previsto instalarme en mi nuevo piso. Le respondí que muy pronto y le propuse visitarlo. Fuimos. Elogió el color de la pintura de las paredes y los cuadros colgados y, aunque no me lo dijo, me dio la impresión de que se alegró de que la cama del dormitorio no fuera de matrimonio.

   Cuando llegó el momento de despedirnos, se pellizcó el labio entre los dientes y se alisó la camisa con movimientos nerviosos. Recuerdo que, en el piso de al lado, se oyó una canción de cumpleaños y unos aplausos. Ni nos abrazamos ni nos dimos un beso. Le devolví las llaves y le dije que, si necesitaba cualquier cosa, no dudara en llamarme.

   Pasaron dos semanas. Yo intentaba acostumbrarme a mi nueva vida. Mis amigos me ofrecían salidas de fin de semanas, juergas noctámbulas, ir al cine. Yo me excusaba diciendo que tenía mucho trabajo y no me movía de mi nuevo sofá, más pequeño y de un color más alegre que el de su casa.  No veía mucha televisión. Leía los periódicos, me afeitaba muy lentamente y escuchaba la radio.

   Un día, en el supermercado, me la encontré. Ella iba con una amiga. «Precisamente hablábamos de ti», me dijo. Parecía más feliz. No sé qué dije pero la hice reír. Quedamos en llamarnos, aunque sin que pareciera un compromiso. Durante unos días, esperé su llamada intentando no ilusionarme demasiado.

   No he vuelto a saber nada de ella y me parece que no debo llamarla, porque podría interpretar que la estoy presionando. A veces, me dejo convencer para salir y hablo con gente que no conozco y que me trata con una afectuosidad extraordinaria, como si fuera un náufrago que ha sobrevivido a una dolorosa experiencia.

   Hace una semana me compré una camisa y, una vez en casa, en el momento de probármela, se me cayó un botón. «Es una señal», pensé. No me afeito. No cojo el teléfono. Por la manera como suena, pienso que debe de ser ella. Pero, si lo cogiera y fuera otra persona, ¿cómo me sentiría? He escuchado en la radio que si te comes un limón sin hacer muecas, todo lo que desees se cumplirá, pero me da miedo probarlo, hacer muecas y que ningún deseo se haga nunca realidad.

BREVES AUTOPSIAS, Benjamín Barajas

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BENJAMÍN BARAJAS, Breves autopsias, Cuadrivio, México D.F., 2013.

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Durante siglos, el número de la Bestia 666 ha concentrado el miedo histórico de los devotos del Apocalipsis, pero en esta posmodernidad también habría que poner cuidado en la WWW (World Wide Web), la Gran Telaraña del Mundo.
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Elegancia, claridad, originalidad y refinamiento, ¿se trata de algún estilo literario? Claro que no, es el lenguaje sublime del catador de vinos, ese borracho frustrado.
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La felicidad del hombre no radica en el amor, la amistad, la lectura de un libro o Dios. La felicidad del hombre consiste en no pensar en esas cosas.
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Por lo que hasta hoy sabemos, el hombre es el único animal que cree en una vida después de la muerte…, entonces que no nos extrañe la burla permanente de las hienas.
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Para mantener en alto la bandera de un país, más que del viento se requiere de la pólvora.
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La amistad supone un intercambio de sentimientos, cuando lo es de humores el asunto se complica.
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Me imagino la sociedad del futuro inclinada sobre un tablero de ajedrez, ignorante de la historia y obsesionada por las reglas del juego.

UN DEDO EN LOS LABIOS, José Jiménez Lozano

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JOSÉ JIMÉNEZ LOZANO, Un dedo en los labios, Espasa Calpe, Madrid, 1996, 156 páginas.

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LA RECORDADORA

   Cuando fueron avisados de que un fuego de lo alto caería sobre la ciudad donde vivían, para destruirla, se les advirtió también de que en su huida no deberían volver la vista atrás, así que ella, Lot, su marido, sus hijos, los criados y las criadas y las esclavillas, miraban solamente el camino y hacia el horizonte que tenían delante, aunque sentían curiosidad porque las nubes que veían quedaban iluminadas por resplandores, y se oía como un trueno lejano o el rodar de muchas carrozas a sus espaldas.
   Entonces ella comenzó a hablar de su infancia, y contó que había tenido una vez un pájaro maravilloso que había muerto, y todavía no estaba consolada; que había tenido luego, ya más adelante, un anillo de oro con una piedra de lapislázuli y se perdió, y aún lo echaba de menos. Y luego quiso decir algo más, como si hubiera perdido también quizás, a lo mejor, un antiguo amor porque sus ojos se oscurecieron y se hicieron de la forma de la almendra, pero calló. Sólo que entonces fue cuando volvió la vista atrás, y sonrió. Pero quedó inmóvil, y vieron todos que se volvía como de una piedra traslúcida como el alabastro, y cuando trataron de despertarla se percataron de que parecía compuesta como de cristalitos de sal. Aunque ella no parecía triste, sino que seguía sonriendo y seguramente recordando, y ya se quedaría allí para siempre así, con esa memoria.

EL LIBRO DE LOS POR QUÉ, Gianni Rodari

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GIANNI RODARI, El libro de los por qué, Círculo Lectores, Barcelona, 1990, 150 páginas. Ilustraciones de Teresa Durán.
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Marcelo Argilli señala una evidencia en su presentación del libro: "El libro de los por qué constituye un espléndido ejemplo de la innegable capacidad de Rodari para ver y representar el mundo con ojos infantiles y para hablar a los niños de una forma realista y a la vez poética". 
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¿POR QUÉ LOS PANTALONES SE LLAMAN PANTALONES

   La historia de la palabra «pantalones» es la historia de un billete de vida y vuelta. Ida: las máscaras italianas (y entre ellas del veneciano Pantalone) van a Francia. Del traje de Pantalone formaban parte los calzones largos, y los franceses, para nombrar esa importante pieza del vestuario masculino, empezaron a llamarla pantalon. Vuelta: de Francia, la palabra Pantalone volvió sin la e (los franceses dicen pantalon). Los pantalones largos no bastan, también hay que ponerles pantalones largos a los pensamientos, a las ideas que están en la cabeza. Sin embargo, hay muchos hombres que llevan pantalones larguísimos, barba, bigotes y patillas, pero en la cabeza sólo tienen pensamientos con pantalones cortísimos.



POP PORN, María Paz Ruiz Gil

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MARÍA PAZ RUIZ GIL, Pop Porn, Ediciones del Lirio, México, 2013, 64 páginas. Ilustraciones de Darío Meléndez.
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TU CUERPO ES UN BED AND BREAKFAST

   Salto hacia tu ombligo, me hundo y navego entre pliegues de piel y nervios duros.
   Me pierdo en tus venas tibias, visito tus partes frías.
   Camino por tus pies redondos, subo por tus pantorrillas, me resbalo por tu trasero.
   Salto, me divierto pisando un colchón esponjoso que podría fotografiar.
   Me reciben furiosas tus caderas, puntiagudas pero bellas.
   Tiro de tu pecho, dulce como un balón de sangre caliente.
   Eres rojo por dentro con vetas blancas, como el jamón de jabugo.
   Sabes a herrumbre y más arriba hueles a vino.
   Te taladro la nuca y te hago cosquillas en el cerebro, o eso parece porque tiemblas con impulsos.
   Sigues durmiendo, sin percatarte que he tendido tus neuronas con pinzas para la ropa, y he revisado tus coloridos recuerdos. Hablé con tu abuela tartamuda y vi cómo me soñabas revolcándome en un calor maldito. Relamí tu boca, dormí envuelta en tu lengua de gato rasposa con sabor a miel. Te levantaste para hacer pis, no me encontraste, y me buscaste con desespero. Pensaste que te había dejado por otro más bello. Te serviste un whisky y casi me ahogas. Navegué borracha como glóbulo envenenado por tus canales sanguíneos. Brinqué por tu riñón y me precipité hacia tu uretra. Encantando sonreíste cuando me measte entera.



COMO UN BOTÓN, Juan Kruz Igerabide

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JUAN KRUZ IGERABIDE, Como un botón, Bilbao, Anaya-Haritza, 1999, 88 páginas.

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Elena Odriozola ilustra este libro de haikus bilingüe.
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AITONAK

Irratia piztu:
Denboraren hotsa
itzali nahi du.
 EL ABUELO

Pone la radio
para no oír
el paso del tiempo.
 


25 CUENTOS PARA LEER EN 5 MINUTOS, Martín Roca & Esther Burgueño

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MARTÍN ROCA, 25 cuentos para leer en 5 minutos, Beascoa, 2012, 142 páginas. Ilustraciones de Esther Burgueño.


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EL RATONCITO SÁNCHEZ

   ¿Quién de vosotros no conoce al ratoricjto Pérez, el ratón más famoso del mundo? Pero si le preguntáis a un ratón, os dirá que estamos muy equivocados, que el ratón más famoso de todos los tiempos se llamó Sánchez y no Pérez.
   Sánchez no solo fue un ratón famosísimo en su época, sino que además fue el ratón más ligero y diminuto de todos los tiempos. Era tan pequeño que dormía en un dedal y bastaba una sola gota de lluvia para que Sánchez quedase empapado de pies a cabeza. Por eso, siempre ponía atención al tiempo que hacía antes de salir a la calle. Bueno, siempre... salvo una vez que comió tanto queso que le entró sueño y se quedó dormido.
   —iQué desastre! Me he quedado dormido —exclamó nada más despertarse—. Justo hoy que hay reunión de ratones.
   Y a toda velocidad, se acicaló los bigotes, se enderezó las orejas y se puso la gabardina más elegante que encontró en la caja de cerillas que le servía de armario. Como no podía perder ni un minuto, salió por la grieta más cercana, y en un abrir y cerrar de ojos se encontró en la calle.
   —Por suerte, no llueve —se dijo aliviado—. Solo me habría faltado eso...
   Pero cuando se es un ratón diminuto como Sánchez, no conviene cantar victoria tan deprisa. El cielo apenas le dejó avanzar dos pasos antes de mandarle una ventolera que le infló la gabardina como un globo.
   —Oooooh... —exclamó el ratoncito mientras se elevaba por los aires—. ¡Esto sí que no me lo esperaba!
   En menos que canta un gallo, Sánchez se encontró volando por encima de los tejados y las azoteas de la ciudad.
   —Es todo un contratiempo pero no hay que negar que la vista es preciosa —pensó mientras contemplaba las calles y las casas. De repente, el viento se detuvo y el ratón Sánchez empezó a descender. ¡Menos mal que la gabardina le hacía de paracaídas!
   —A ver dónde caigo... —murmuró con curiosidad.
   Pero su curiosidad se convirtió en sobresalto cuando identificó su destino.
   —Es la esquina de los gatos —se dijo preocupado.
   —Vaya, vaya —maulló Felini, el gato más pícaro de aquella esquina, mirando hacia el cielo—. Mirad quién está aquí... ¡es el ratón Sánchez!
   —¡Bah! —contestó Bigotón, el gato más rollizo—. Con él no tengo ni para empezar...
   Petrificado de miedo, Sánchez veía como iba perdiendo altura, cayendo sin remedio en la zona más peligrosa de la ciudad. Sobre todo si eres un ratón.
   —¡Yo lo cazaré! —gritó entonces Zarpas, el gato más joven. Y ya se abalanzaba sobre el pequeño ratón cuando una nueva ráfaga de viento levantó a Sánchez del suelo.
   ¡Cómo molestó aquello a los gatos! ¡Y qué alto saltaban para atrapar al pobre ratón! Pero el viento no dejaba de soplar, y poco a poco, Sánchez se fue alejando de aquel lugar.
   —¡Adiós Felini! ¡Bigotón, Zarpas, hasta nunca! —se reía.
   Lo que no sabía Sánchez era que el viento se detendría en el momento menos oportuno, haciendo que se precipitara de nuevo hacia el suelo.
   —¿Dónde iré a parar ahora? ¿Habrá algún lugar peor que la esquina de los gatos? —pensaba Sánchez, mientras descendía a toda velocidad.
   La respuesta la descubrió en seguida. No lejos de allí había un circo y Sánchez iba sin remedio hacia la jaula de los elefantes. ¡Qué revuelo se organizó nada más caer! Y es que nada asusta más a un elefante, que un ratón. ¡Pues imagínate si encima cae del cielo!
   —~Brrrrriiiuuu! —gritaban los elefantes, mientras Sánchez trataba por todos los medios de que no lo pisaran. La jungla de patas se hacía cada vez más espesa hasta que...
   ¡Fiuuu!!! Otra ráfaga de viento se llevó al ratón cielo arriba.
   —¡Por los pelos! —exclamó.
   Sánchez ya empezaba a estar un poco harto de volar de aquí para allí. Y deseó con todas sus fuerzas que esa vez el viento lo hiciese aterrizar en su casa. Entonces el viento se detuvo de nuevo y Sánchez miró hacia abajo.
   —¡La fábrica de ratoneras! ¡Cómo puedo tener tan mala suerte! —exclamó mientras se deslizaba lentamente por la chimenea. Al llegar al suelo, Sánchez estaba tan negro como el carbón. Y si tuviera que contaros todos los saltos, brincos y carreras que Sánchez necesitó para huir de aquel lugar repleto de ratoneras, esta historia no tendría fin.
   Los que más tarde lo vieron llegar a la reunión, se sorprendieron de dos cosas: su aspecto, parecía como si le hubiese pasado una apisonadora por encima; y lo pesado que parecía.
   —¿Qué te ha pasado? ¿Y qué llevas ahí, escondido en los bolsillos de la gabardina? —le preguntaron.
   —¡Dos piedras, para no salir volando nunca más! —respondió Sánchez—. Hacedme caso, yo que vosotros haría lo mismo. Y, tras conocer las desventuras de Sánchez, a todos los ratones les gusta tener algo pesado a mano para estar más tranquilos. Quizá por eso al ratoncito Pérez le gusta coleccionar dientes.


CARTOGRAFÍAS DEL CUENTO Y LA MINIFICCIÓN, Lauro Zavala

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LAURO ZAVALA, Cartografías del cuento y la minificción, Renacimiento, Sevilla, 2004, 372 páginas.

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PRÓLOGO   [7]

ESTUDIOS SOBRE FICCIÓN

Los paradigmas de la ficción contemporánea   [15]
Un modelo semiótico para el estudio del cuento   [27]
Elementos para el análisis y la enseñanza del cuento   [39]
Características del cuento clásico, el moderno y el posmoderno   [50]
ESTUDIOS SOBRE MINIFICCIÓN

Seis propuestas para un género del tercer milenio   [69]
La minificción bajo el microscopio   [86]
Relatos vertiginosos: cuentos mínimos   [107]
De bestiarios y otros géneros breves   [111]
Crónicas de viaje y escritura mínima   [131]
Diez razones para olvidar «El dinosaurio»   [143]

ESTUDIOS SOBRE METAFICCIÓN
La literatura contemporánea y la metaficción posmoderna   [155]
Una aproximación conjetural a la metaficción   [165]
Una tipología para el estudio de la metaficción   [184]
Los puentes de la palabra en «Las babas del diablo» de J. Cortázar   [203]
Las elipsis narrativas en «Del rigor en la ciencia» de J. L. Borges   [215]
Continuaciones para «Continuidad de los parques» de J. Cortázar   [223]

FRONTERAS DE LA FICCIÓN

Para nombrar las formas de la ironía narrativa   [237]
Género y lectura en la narrativa serial   [264]
Las fronteras genéricas de la minificción   [289]
El arte y la técnica de elaborar antologías   [297]
Impartir una clase es puro cuento   [306]

GLOSARIO

Cuento clásico y moderno   [317]
Cuento posmoderno   [330]
Minificción   [350]
Ironía literaria

BIBLIOGRAFÍA

Teoría del cuento [359]
Antologías y estudios sobre minificción   [367]

EL ESTUPIDIARIO DE LOS FILÓSOFOS, Jean-Jacques Barrère & Christian Roche

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JEAN-JACQUES BARRÈRE & CHRISTIAN ROCHE, El estupidiario de los filósofos, Cátedra, Madrid, 1999, 272 páginas.

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En el Prólogo (p. 9) queda dibujada la mecánica del proyecto que antologan Barrère y Roche: "Un filósofo no es siempre un espíritu profundo".
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El filósofo no sabe realmente más que su cocinera; y no desde luego en materia de cocina, en la que ella se entiende (realmente) mejore que él. Pero la cocinera (en general) no se plantea cuestiones universales. Más éstas son las cuestiones que hacen al filósofo. En cuanto a las respuestas... Por desgracia, hay en cada filósofo un genio maligno que responde, y responde a todo.
Paul Valéry
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El hombre, en su impaciencia por nacer y nutrirse él mismo, ha cortado el cordón umbilical lo más lejos de sí después de coser en él sus pies.
Maurice Clavel
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El más famoso de los idealistas, Berkeley, y uno de los más locos, era un obispo, a quien la cena le venía servida.
Alain
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Yo creo que la perra de Erostrato, habiendo encontrado al perro de Diógenes, le hizo perritos, de los que Juan-Jacobo ha descendido en línea directa.
Voltaire
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Las otras partes del mundo tienen los monos, Europa tiene a los franceses.
Schopenhauer
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Los planetas, que son andróginos igual que las plantas, copulan consigo mismos y los otros planetas. Así, la Tierra, por copulación consigo misma, por fusión de sus aromas típicos, el masculino que vierte el polo Norte y el femenino que vierte el polo Sur, engendrará el cerezo, fruto subpivotal de los frutos rojos.
Charles Fourier
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La vaca tiene cuatro ubres, aunque no porte más que un becerro y bien raramente dos, porque las dos ubres suprefluas estaban destinadas a ser nodrizas del género humano.
Bernardin de Saint-Pierre
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Un día, en el mercado, Diógenes se masturbaba diciendo: "¡Ah, si uno pudiera apagar su hambre frotándose así el estómago".
Diógenes Laercio
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Amor: sentimiento que ha sobrevivido al romanticismo y al bidé.
Cioran

BREVÍSIMA RELACIÓN DEL CUENTO BREVE DE CHILE, Juan Armando Epple

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JUAN EPPLE, Brevísima relación del cuento breve de Chile, Ediciones Lar, 1989, 106 páginas.
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En el Prólogo (pp. 7-9) Epple recuerda que “en Chile la ficción breve tiene una clara elaboración precursora, y de incisiva tesitura vanguardista, en esos “cuentos diminutos”
 escritos por Vicente Huidobro en 1927” . 
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ANTROPOFAGIA

   Tanto se amaron Juan Luis y Luisa María que decidieron quitarse la vida.
   Pero querían que el mismo amor, el deseo, la voracidad erótica fuera su cuchillo y su verdugo.
   Y decidieron irse a un motel.
   Allí estuvieron tres días y dos noches.
   Después, nadie pudo explicarse jamás el misterio: dos esqueletos intactos sobre una cama, cubiertos aún por una delgada película de baba, corno si una lengua ávida y morosa hubiese recorrido cada uno de los huesos dejándolos suaves y transparentes.

Jaime Valdivieso


LIBRO DE LAS HORAS, Nélida Piñón

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NÉLIDA PIÑÓN, Libro de las horas, Alfaguara, Madrid, 2013, 200 páginas.

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   Para contar una historia, dependo de la creencia en la mortalidad. Del tiempo de que dispongo y del ímpetu para transgredir los impulsos que me atan a la silla mece­dora, mientras bebo el refresco de uva hecho por los her­manos adventistas.
   Dependo también de la vanidad de juzgarme capaz de volar. De creer que la alfombra de mi propiedad vence el espacio sin esfuerzo hacia los escenarios de mi narrativa. Siempre y cuando los personajes confíen en mi habilidad para describirlos, ya que estoy encargada de darles alma.
   ¿Y de qué más dependo? Ah, del erotismo refinado, de la comida rústica, del vino pagano, de las materias que fijan en la página en blanco la voluptuosidad recóndita.
   El libro que ahora escribo exige mi defensa de la narrativa, y me advierte sobre los misterios que debo consi­derar mientras invento. Pues, enfrentada a fuerzas contrarias que dudan de mi escritura, me salvo creyendo que la invención está a mi alcance. Y que la escritura me devuelve a mí misma.
   Antes de que me acusen de fraude, me defiendo con la imaginación. Ella me socorre, trayendo  la lupa capaz de examinar la esencia humana y decir dónde se localiza el sentimiento Así pues, ¿qué esperan de mí, además de aus­cultar el corazón y sobrevivir? ¿Acaso renunciar a la escri­tura?

PRINCESAS OLVIDADAS Y DESCONOCIDAS, Phillipe Lechermeier & Rébecca Dautremer

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PHILLIPE LECHERMEIER & RÉBECCA DAUTREMER, Princesas olvidadas y desconocidas, Edelvives, Zaragoza, 2005, 96 páginas.

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Phillipe Lechermeir escribe, Rébecca Dautremer, ilustra. El resultado: un bello álbum ilustrado para lectores incipientes y adultos lectores sutiles.
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AMNESIA, PRINCESA

Cuando olvido algo, es que una idea juega al escondite dentro de mí.

   Falta a sus citas, pierde siempre los trenes y llega a los espectáculos con una semana de adelanto o con tres días de retraso.
   Rasgo característico, olvida todo: quién es ella, quiénes son los demás, lo que iba a hacer y por qué está donde está. En lugar de memoria tiene un enorme agujero negro.

EN LA MISMA FAMILIA

CENICIENTA:
   
   Tan aturdida que ni oyó las doce campanadas de medianoche, y su carroza se convirtió en calabaza y su vestido, en harapos.

MAJARA, PRINCESA

   Completamente atontada, hace cosas sin sentido.
   Su reino está hecho a su imagen: trastornado, poblado de ingenuos chiflados y de lunáticos chalados.
   Nada funciona como es debido, todo está descolocado o invertido.
   Los padres hacen los deberes y los niños ven la tele hasta muy tarde.
   Los chicos llevan vestidos de niña, a las niñas les sale barba y los perros sacan de paseo a sus amos atados con una correa.
   Los guapos son feos y los feos son guapos.
   Ser horroroso es una ventaja y mentir está bien visto. Casada por casualidad con el rey Calamidad.

INCOMPLETA, PRINCESA

   La princesa Incompleta, como su nombre indica está en pedazos, unos boca arriba, unos boca arriba, otros boca abajo, en muchos trocitos.





15 FICCIONES EN VILO, Felipe Benítez Reyes

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FELIPE BENÍTEZ REYES, 15 ficciones en vilo, Interrogante Editorial, 2013, 30 páginas.

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EL DEFRAUDADO

   Minutos antes de morir, el contralmirante confesó:
   “He navegado por los siete mares y apenas habré visto un mular de sirenas”.

HABLANDO EN PLATA, Ramón Eder

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RAMÓN EDER, Hablando en plata, El Híbrido, Zaragoza, 2001, 80 páginas.

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Lo importante de un epigrama no es que enuncie una verdad, sino que rompa el cristal de una mentira.
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Se encontraron después de muchos años de no verse y los dos fingieron que se conocían.
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Sólo se puede escribir bien sobre la herida.
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La belleza no desaparecerá nunca de este mundo porque su caldo de cultivo es el horror.
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El pasado que no se olvida es el futuro que nos espera. Mala memoria es la que recuerda lo que habría que olvidar.

AZTIRAM, UN MUNDO DE BREVEDADES, Maritza Iriarte

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MARITZA IRIARTE, Aztiram, un mundo de brevedades, Micrópolis, Lima, 2013.

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CIGÜEÑA

   Es medianoche. La ciudad descansa. Una sombra de mujer se desliza por las calles del barrio central con pasos sigilosos, cubriéndose el rostro con un manto y protegiendo del frío el bulto que lleva entre sus brazos. Sin testigos, la mujer llega al umbral de la casa escogida, acuna al bulto por última vez y lo deja en la puerta. Mientras tanto, en la ventana del dormitorio principal, otra mujer, esbelta y sensual, toma una píldora y sonríe.

EL SILENCIO ROTO, Manuel Neila

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MANUEL NEILA, El silencio roto, Llibros del Pexe, Gijón, 2008, 96 páginas.

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Es un héroe de nuestro tiempo: cultiva con entusiasmo el cuerpo, la estupidez y la impostura.
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Las respuestas cambian con el tiempo, sólo las preguntas permanecen. Lo difícil es dar con esas preguntas.
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Anémico: sólo vive de ilusiones perdidas.
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En materia de pensamientos, todos somos autodidactas.
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No hay manera de comprender la necesidad del arte si no es como compensación de la precariedad de la vida.
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Escribir como se hable; es decir, aproximar el tiempo de la escritura al tiempo de los latidos.
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La obra principal de un escritor es su vida. Escriba de lo que escriba, siempre termina por trazar el perfil de su rostro.
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Es fácil juzgar a alguien por lo que hace: lo difícil es juzgarle por lo que voluntariamente deja de hacer.

EL GRAN LIBRO DE LOS CUENTOS DE LOS VALORES, Esteve Pujol y Pons

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ESTEVE PUJOL, El gran libro de los cuentos con valores, Parramón, Barcelona, 2009, 112 páginas. Ilustraciones de Adrià Fruitós.

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Esteve Pujol ofrece veintiséis versiones de cuentos populares y de autores cultos (Samaniego, Kipling, Perrault u Oscar Wilde), que tematizan valores como el respeto, la honradez, la amistad, la libertad, la constancia... Una idea feliz que multiplica su interés con la belleza de las ilustracions de Adrià Fruitós.

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EL PLATO DE MADERA

   Érase una vez una familia formada por un matrimonio, su hijo de nueve años y el abuelo. Había una buena armonía entre ellos. El padre y la madre trabajaban para sacar adelante la casa y ambos atendían a las tareas del hogar. El chico iba a la escuela, era buen estudiante e ingenioso; cuando no estaba en clase, se divertía jugando con sus amigos como todos los muchachos del mundo.
   El abuelo era ya anciano; había pasado la vida trabajando de sol a sol con sus manos,aunque la fatiga nunca había vencido su esfuerzo para proveer de comida y bienestar a su familia. El padre comprendió que, si no respetaba al abuelo, tampoco su hijo le mostraría respeto a él. No exijas a los demás lo que tú no cumples.
   Pero tanto y tan prolongado afán se había cobrado un doloroso tributo: sus manos  temblaban como las hojas de un árbol viejo bajo el viento de otoño. A pesar de sus esfuerzos, a menudo los objetos se le caían de las manos y a veces se hacían añicos al dar contra el suelo.
   Durante las comidas, no acertaba a llevar la cuchara a la boca y su contenido se derramaba sobre el mantel. Para evitarlo, procuraba acercarse al plato, pero éste solía terminar roto en pedazos sobre las baldosas del comedor. Y así un día tras otro. Le sabía muy mal y pedía disculpas cuando le ocurrían estos contratiempos; hubiera querido conservar el vigor que tenía cuando era joven. La madre que era su hija, disimulaba tanto como le era posible para no avergonzarlo.
   —No te preocupes, abuelo; esto le puede ocurrir a cualquiera— le decía mientras le acariciaba suavemente las manos. Y recogía los pedazos del suelo tan discretamente como podía.
   Pero el padre, su yerno, no tenía los mismos sentimientos. Estaba muy molesto por los temblores del abuelo. Por fin tomó una decisión que sorprendió y contrarió al resto de la familia: desde aquel día, el abuelo comería apartado de la mesa familiar y usaría un plato de madera; así, ni mancharía los manteles ni rompería la vajilla.
   Desde entonces el abuelo comía y cenaba en un rincón del comedor con su plato de madera. Movía suavemente la cabeza con resignación y de  vez en cuando enjugaba unas lágrimas que le resbalaban por las mejillas; era muy duro aceptar aquella humillación. Durante las comidas había un silencio frío, incómodo; habían desaparecido las conversaciones tranquilas y las sonrisas.
   Pasaron unas cuantas semanas. Y una tarde, cuando el yerno volvió a su casa, encontró a su hijo  enfrascado en una misteriosa tarea: el chico trabajaba afanosamente un pedazo de madera con un cuchillo de cocina. El padre lo observó unos instantes y, lleno de curiosidad, le dijo:
   —¿Qué estás haciendo, hijo, tan concentrado? ¿Es una manualidad que te han mandado hacer en la escuela?
   —No, papá— respondió el niño.
   —¿Quizá es un regalo para mamá?—insistió el padre.
   —Tampoco es un regalo— contestó el chico sin levantar los ojos.
   —Entonces, ¿de qué se trata? ¿No me lo puedes explicar?
   —Claro que sí, papá. Estoy haciendo un plato de madera para cuando tú seas viejo y las manos te tiemblen.
   Y así fue como el hombre aprendió la lección y, desde entonces, el anciano volvió a sentarse a la mesa como toda la familia.
   El padre comprendió que, si no respetaba al abuelo, tampoco su hijo le mostraría respeto a él. No exijas a los demás lo que tú no cumples.


A LAS 3 SON LAS 2, Rodrigo Cortés

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RODRIGO CORTÉS, A las 3 son las 2, Delirio, Salamanca, 2013, 142 páginas.

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Fabio de la Flor edita textos previamente publicados por Rodrigo Cortés en su cuenta de Twitter. Cortés sentencia: cuando a las tres son las dos, "las agujas regresan para enmendar sus errores".
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Algún día, hijo mío, todo esto lo deberás tú.
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“Tengo manos de pianista” dijo el asesino, sacándolas, recién cortadas, de su mochila de lona.
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Cogió una cuchara y le asestó siete cucharadas.
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Cuando se acabe el mundo, ya verás para recogerlo todo.
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“La dignidad humana no tiene precio” le dijo el encargado al reponedor para que lo solucionara cuanto antes.
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La causa principal del suicidio es la impaciencia.