KOJIKI. CRÓNICAS DE ANTIGUOS HECHOS DE JAPÓN

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Kojiki. Crónicas de antiguos hechos de Japón, Trotta, Madrid, 2008, 288 páginas.

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Carlos Rubio y Rumi Tani Moratalla son los encargados de la traducción e introducción (pp. 13-40) de la que no sólo es "la obra conservada más antigua de Japón", sino también "el primer exponente de [su] conciencia histórica (..), de su despertar como pueblo". En sus páginas se narran "las tradiciones nacionales desde la edad mítica de los dioses hasta el reinado de la emperatriz Suiko (593-628)".

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EN EL PAÍS DE LAS TINIEBLAS

   El dios Izanagi añoraba tanto a su fallecida esposa que decidió partir en su busca. Se dirigió, por tanto, al País de las Tinieblas llamado Yomi. Cuando llegó, al ver que su esposa le abría las puertas del palacio de ese país, le dijo:
   —¡Ah, mi bella y amada esposa! El país que construimos juntos todavía no está del todo terminado. Vamos, regresa conmigo al mundo de los vivos.
   Su esposa, Izanami, le respondió:
   —¡Qué pena que no hubieras podido venir antes...! Pero ya he probado la comida de esta regió tenebrosa. Aun así, me siento agradecida de que mi amado esposo haya venido a visitarme hasta aquí. Por eso, aunque mi deseo es regresar contigo, voy a consultar a los dioses de este mundo de las tinieblas. Mientras vuelvo, no se te ocurra mirarme.
   Con estas palabras, la diosa desapareció tras las puertas. Pero tardaba tanto en volver que el dios Izanagi no pudo esperar más. Rompió un diente grueso de la peineta con que se sujetaba su augusta coleta izquierda y le prendió fuego para alumbrarse. Cuando entró en el palacio, vio el cuerpo putrefacto de la diosa que rezumaba gusanos y despedía truenos.
   De su cabeza había nacido el Gran Trueno.
   De sus pechos, el Trueno del Fuego.
   De su vientre, el Trueno Negro.
   De sus genitales, el Trueno Hendidor.
   De su mano izquierda, el Trueno Joven.
   De su mano derecha, el Trueno de Tierra.
   De su pie izquierdo, el Trueno Retumbante.
   De su pie derecho, el Trueno Doblegador.
   En total, pues, habían nacido, ocho deidades de truenos.
   Cuando Izanagi vio a su esposa en tal estado, tuvo mucho miedo y emprendió la huida. Por su parte, Izanami le dijo:
   —¿Cómo te has atrevido a avergonzarme?
   E, inmediatamente, ordenó a las furias del País de las Tinieblas que lo persiguieran. Al verse perseguido, Izanagi se quitó la cinta negra, hecha de sarmientos, con que se sujetaba su augusto cabello, y la tiró. La cinta se transformó en racimos de uvas silvestres ante las cuales las furias se detuvieron para devorarlas. Así, el dios pudo seguir huyendo. Pero no tardaron sus perseguidoras en continuar tras él. Entonces, el dios rompió un diente de la pequeña peineta que llevaba en la coleta derecha de su augusto cabello, y lo tiró. El diente se transformó en un tallo de raíz de brotes de bambú ante los cuales las furias se detuvieron para devorarlos. Así, el dios pudo seguir huyendo.
   Tras eso, la diosa Izanami ordenó también a las Ocho Deidades de los Truenos y a los Mil Quinientos Guerreros del País de las Tinieblas que persiguieran a Izanagi. Éste, entonces, desenvainó la espada de diez palmos de larga que llevaba y siguió huyendo mientras la blandía con el brazo extendido hacia atrás. Pero como los seres tenebrosos no cejaban en la persecución, al llegar a la cuesta de Yomo-tsu-hira, situada en la frontera entre el mundo de los vivos y el País de las Tinieblas, tomó tres melocotones que había por allí y, cuando se acercaron sus perseguidores, se los lanzó. El ejército del País de las Tinieblas se retiró y huyó.
   Izanagi dijo entonces a los melocotones:
   —Así como vosotros me habéis salvado la vida, así yo os pido que cuando los mortales moradores del País Central de Ashihara sufran adversidades y conozcan momentos de dolor, los ayudéis del mismo modo.
   Y concedió a los melocotones el nombre de Oo-kamu-zu-mi-no-mikoto.
   Finalmente, la misma diosa Izanami en persona emprendió la persecución de Izanagi. El dios, al ver cómo se le acercaba, colocó una enorme roca, que sólo podían mover mil hombres, en medio de la cuesta de Yomo-tsu-hira, tapando así la entrada al País de las Tinieblas. Los dos dioses se quedaron, por lo tanto, uno a cada lado de la roca. Ahí intercambiaron las palabras de disolución del vínculo matrimonial. La diosa dijo:
   —¡Mi amado esposo! Si tú me haces esto, yo me encargaré de acabar cada día con mil personas del mundo de los vivos.
   —¡Mi amada esposa! Si tú me haces esto, yo me encargaré de construir cada día mil quinientas cabañas de parto.
   Fue así como por cada mil personas que mueren a diario, nacen el mismo día mil quinientas más.
   A Izanami se la llama también diosa Yomo-tsu. Es, además, conocida como [la diosa] Chi-shiki-no-o-kami, por haber perseguido al dios Izanagi. En cuanto a la gran roca que tapaba la entrada al País de las Tinieblas, recibió el nombre de [dios] Chi-gahesi-no-o-kami o también el de [dios] Yomi-do-no-o-kami. En cuanto a la cuesta de Yomo-tsu-hira, es la actual cuesta Ifuya situada en el país de Izumo.

LUNA HALCÓN, Sam Shepard

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SAM SHEPARD, Luna Halcón, Anagrama, Barcelona, 1981, 115 páginas.

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Subtitulado Relatos, poemas y monólogos, contiene numerosos microrrelatos.
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EL SEXO DE LOS PECES
        
   Estaban hablando de lo cachonda que es la palabra «lonja». Luego ella dijo que todavía era más cachonda la palabra «porción». ¿Qué clase de gente utiliza la palabra «porción»? Entonces estuvieron un buen rato riéndose de eso. Esperaban visita. Entre tanto él cargó el rifle de calibre 22 y salió a hacer puntería con los cuervos. Falló cinco veces, pero de todos modos no. quedó ninguno en el jardín. A la cabra no le gustaron mucho los disparos y empezó a bailar sobre las patas traseras, y las ubres se le bamboleaban de un lado para otro. Cuando le sacó el cerrojo al arma y lo dejó en el armario estaba pensando en su madre. Estaba a punto de llegar y seguo que el pelo del crío le parecería demasiado largo.«Chico o chica? ¿Chico o chica?» Mientras cargaba cinco cartuchos más, estuvo mirando a su mujer. Estaba lavando platos y parecía un muchacho. Las manos de él eran alargadas y delgadas como las de una mujer. El rifle parecía  completamente macho. Los ciervos eran hembras, incluidos los machos. Los puercoespines eran niños gordos. Los patos, tías. Los alces, hombres. Las zorras, hembras. Los lobos, mitad y mitad. Los conejos, chochitos. ¿Los peces? No supo clasificarlos. No hay nada tan difícil de clasificar como un pez. Los peces son verdaderamente misteriosos. Y con esto lo dejó por aquella noche.

VEINTINUEVE HISTORIAS DISPARATADAS, Ursula Wölfel

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URSULA WÖLFEL, Veintinueve historias disparatadas, Miñón, Valladolid, 1980, 63 páginas.

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   Arturo Ruiz traduce y Bettina Anrich-Wölfel ilustra.

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LA HISTORIA DE LA MUJER PLANTADA

   Una mujer se encontraba a sí misma tan hermosa y delicada como una flor. Cada día su marido tenía que decírselo, y nunca podía jurar o contar chistes verdes o eructar cuando la mujer estaba delante. Debía sólo admirarla y cuidarla y tratarla siempre como a una hermosa flor delicada.
   Por eso el hombre plantó un día a su mujer en un tiesto grande.

RELATOS ABSURDOS, Fernando Trías de Bes

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FERNANDO TRÍAS DE BES, Relatos absurdos, Urano, Barcelona, 2006, 104 páginas.

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En el Prólogo (pp. 9-11) el propio autor define sus narraciones como "una serie de relatos cortos que, mediante la técnica de la inversión, llevan a la reflexión que produce la alineación de opuestos". Las ilustraciones son de Jacobo Bagué.

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LO BUENO, SI BREVE...
        
   Érase una vez un escritor que sabía aquello de que lo bueno, si breve, dos veces bueno. Y que los buenos escritores logran con siete palabras explicar lo mismo que los mediocres con veinte. Por eso, revisaba y rescribía hasta la saciedad, eliminando palabras, reduciendo renglones, encogiendo párrafos enteros.
   Y así procedió con un relato de cien paginas que había escrito. Trabajó día y noche durante meses y meses eliminando lo superfluo y dejando lo fundamental. Primero resumió su historia en cinco páginas; después, en una; más tarde, en dos párrafos; al cabo de un tiempo, en una línea y, finalmente, redujo su relato a una sola palabra.
   Era el cuento perfecto, la máxima economía del lenguaje, la reducción absoluta, la esencia de una historia, la perfección de la simplicidad.

   Mostró, orgulloso, su obra a los demás. Pero solamente obtuvo desdén, burla y disgusto, y todos le recriminaron con ferocidad que qué era eso de escribir únicamente una sola palabra, pues no tenía mérito alguno.

ACCIDENTES, LA RATA FRITA Y LA CANGURO HIPPIE, Jan Harold Brunvand

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JAN HAROLD BRUNVAND, Accidentes, la rata frita y la canguro hippie, Alba Editorial, Barcelona, 2009, 143 páginas.
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MEAS PILLADO

   Un catedrático les dice a sus alumnos de medicina durante una clase que es posible detectar la presencia de un exceso de azúcar en la orina degustándola. Para demostrarlo, moja un dedo en una muestra de orina y luego se lo mete en la boca. Declara que la muestra es demasiado dulce y les pide a los alumnos que lo comprueben ellos mismos.
   Todos los estudiantes repiten la prueba, algunos se muestran de acuerdo con el diagnóstico y otros no acaban de percibirlo. Pero ninguno descubre, hasta que se lo explica el profesor, que él ha metido el dedo corazón en la muestra y el índice en la boca. Lo que quería probar era la atención de sus alumnos, no la capacidad de estos para descubrir el azúcar en la orina.

VEINTISIETE HISTORIAS PARA TOMAR LA SOPA, Ursula Wölfel

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URSULA WÖLFEL, Veintisiete historias para tomar la sopa, Interduc/Scchroedel, Madrid, 1978, 60 páginas.

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   Un relato marco ("...la madre comenzó a contarle al niño una historia para que se tomase la sopa.") hilvana estas 27 historias traducidas al español por Carmen Bravo-Villasante e ilustradas por Bettina Anrich-Wölfel.

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LA HISTORIA DEL COCHE Y EL TOPO

   Una vez un chico tenía un coche de juguete y lo llevó al parque. Dejó que su coche corriese de un lado para otro, pero ¡de pronto desapareció! El chico lo busco por todas partes, pero no pudo encontrarlo. Lo que pasó es que el coche se había caído en el agujero de un topo, y por allí siguió corriendo todo a lo largo de la galería de la topera. Los ratoncillos se asustaron mucho y echaron a correr. Todos daban grititos de miedo. El topo les oyó. Fue por la galería y se acercó al coche. Lo olfateó empezó a roerlo. Pero no le supo bien. Y con el hocico fue empujándolo a lo largo de toda la galería, hasta que lo echó fuera. Fue un trabajo tremendo el que hizo el topo. Los ratoncitos se pusieron muy contento y ya no tuvieron más miedo. Al día siguiente se encontraron un montoncito de tierra junto al camino, y encima del montoncito estaba el coche de juguete. El chico cuando llegó al parque de juegos, vio enseguida su coche, y se alegró mucho.

TODO DICHO QUE CAMINA, Rogelio Ramos Signes

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ROGELIO RAMOS SIGNES, Todo dicho que camina, Edunt, San Miguel de Tucumán, 2009, 84 páginas.

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DE CUERPO PRESENTE

   Cuando en su modesta habitación murió aquel escritor desconocido, en medio de montañas de manuscritos ilegibles, nadie pudo decir a ciencia cierta de quién se trataba. Así fue durante todo el día, hasta que a la noche llegó un estudiante de Letras que vivía en el vecindario y pidió mirar la biblioteca. Sólo había tres libros: La biblia, Don Quijote de La Mancha y Las mil y una noches.
   Para él, el enigma era fácil de resolver y se lo hizo saber al juez de paz con total convencimiento.
   —No sé cómo se llamaba el escritor fallecido —le dijo—, pero estoy seguro de que era un microrrelatista.

FANTASMAS DE LA CHINA Y DEL JAPÓN, Lafcadio Hearn

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LAFCADIO HEARN, Fantasmas de la China y el Japón, Espuela de Plata, Sevilla, 2011, 208 páginas.

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El prólogo de Luis Alberto de Cuenca (pp. 7-9) repasa sucintamente la trayectoria del antólogo y redactor de estos cuentos tradicionales, Lafcadio Hearn, "un greco-irlandés que tomó el nombre de Koizumi Yakumo cuando, en 1985, obtuvo la ciudadanía japonesa y que tantas alegrías lectoras ha deparado a los amantes de la literatura fantástica a lo largo de los últimos cien años".

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EL PADRE Y EL HIJO...

   En un pueblo de la provincia de Izumo vivía un campesino tan pobre, que tenía miedo de dejar embarazada a su esposa... cada vez que esta alumbraba un niño, el campesino lo arrojaba al río...
   Seis veces renovó el sacrificio. Al séptimo alumbramiento, se consideró ya suficientemente rico como para conservar al niño y educarlo.
   Poco a poco, con gran sorpresa suya, fue encariñándose con el pequeñuelo.
   Una noche de verano, se encaminó a su jardín con el niño en brazos, este tenía cinco meses.
   La noche, iluminada por una luna inmensa, era tan resplandeciente, que el campesino exclamó:
   —¡Ah!, ¡qué noche más maravillosamente bella!
   Entonces el niño —mirándolo fijamente y expresándose como un hombre— dijo:
   —¡Oh padre! ¡La última vez que tú me arrojaste al agua, la noche era idéntica a esta y la Luna nos miraba como ahora!...

LOS OTROS MUNDOS, Rosana Alonso

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ROSANA ALONSO, Los otros mundos, Talentura, Madrid, 2012, 140 páginas.

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CARRUSEL

   Jefe decidió un día que Gordo debía bajarse, lo consideraba una carga no útil porque apenas se movía y no se ganaba el sustento, así lo dijo.
   Todos asentimos porque Jefe ya estaba en el autobús cuando llegamos. Conductor, como siempre, no opinó sobre el asunto, simplemente mantuvo la vista fija en la carretera y se puso a silbar esa melodía que se nos prende en el alma y la llena de nostalgia. Abandonamos a Gordo a pesar de sus protestas y continuamos la ruta. Hemos recorrido muchos lugares desde entonces, y sin embargo aún no llegamos a Destino.
   Hoy se ha subido un hombre flaco. En realidad era Gordo, pero no he dicho nada. Ahora sé con certeza que estamos dando vueltas en círculos desde hace años.

CÓMO DECIRLE ADIÓS, Cécile Slanka

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CÉCILE SLANKA, Cómo decirle adiós, El Aleph, Barcelona, 2008, 112 páginas.

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A modo de los Ejercicios de estilo de Raymond Queneau, Slanka propone 100 breves cartas en las que desde el humor mordaz se pone fin a una relación amorosa.

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HIPOCORÍSTICO

   Bichito mío,
   Mi canelita en rama, mi pastelito de miel, mi cariñito, mi bomboncito, mi único amorcito, mi pulguita, mi gordito tierno, mi tesorito, mi pelusita, mi nenito, mi preciosidad, mi cosita bella, mi hermosura, mi gatito lindo, mi osito de peluche, mi angelito, ¡mi Pablito lindo!
   ¡Gisèle! Por todos esos sobrenombres estúpidos que me endosas desde hace años, ¡¡¡te dejo!!!
   Adiós, dulce bromuro de mi corazón.
Pablo

INSOMNIA, Katarina Sokolova

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KATARINA SOKOLOVA, Insomnia, Norma Editorial, Barcelona, 2008, 48 páginas.

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PÉTALOS ROJOS DE ROSA

   El día de mi cumpleaños me regalaron rosas, unas maravillosas rosas de un ligero tono rojizo. Llevo un kimono de seda roja, y los dragones dorados observan con indiferencia desde la tela, tejida a mano por una anciana japonesa en una máquina de madera. A ellos, eternos, no les interesan nuestras preocupaciones. Ni siquiera las del nacimiento y la muerte. Con un pintalabios rojo con un tono dorado me dibujo una sonrisa. Ahí está, una espada enorme en el interior, en mi corazón, y no veis sangre solo porque la seda es del mismo color y porque mis labios esbozan una sonrisa. Os diré "yo morí ayer", y pensaréis que es una broma elegante.
   Al salir, lanzo las flores a la bañera. Cuando vuelva las encontraré ya sin hojas. Me araño las manos con las espinas al romper los tallos y arrancar los pétalos. Me miro las manos, las tengo ensangrentadas. Estoy de pie en el suelo, cubierto de pétalos y hojas arrugadas, y me doy cuenta de que sonrío. Por algún motivo me resulta agradable saber que mi sangre es de color rojo, como siempre.

CÓMO SE SALVÓ EL MUNDO Y OTROS CUENTOS INDIOS, Edward S. Curtis (editor)

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EDWARD S. CURTIS (editor), Cómo se salvó el mundo y otros cuentos indios, José J. de Olañeta, Palma de Mallorca, 1992, 112 páginas.

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Edward K. Flagler advierte en su prólogo cómo "a través de esta selección el lector podrá penetrar en el mundo del indio americano y apreciar su enorme belleza y poesía".

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ZORRO Y LOS OSOS

   Había dos osos que eran hermanos y vivían en un lugar no lejos de aquí. Uno de ellos estaba enfermo, y el otro hacía todo cuanto podía para salvarlo. Cantaba, hacía medicina, pero su pobre hermano, en vez de mejorar, estaba cada vez peor. Aullaba de dolor. Pues bien, Zorro se enteró del hecho y se presentó para ver qué podía hacer. Dio tratamiento tras tratamiento al enfermo, pero, a pesar de todo, Oso murió.
   Cuando se disponían a enterrar el cuerpo, Zorro dijo: «No lo enterréis en el suelo. Sería mejor... arrojarlo simplemente al agua.»
   Después Zorro se fue a su casa y dijo a sus hijos que fueran río abajo y que, cuando vieran a Oso flotando, lo sacaran del agua y lo llevaran a casa. Así lo hicieron, y no pasó mucho tiempo antes de que Zorro y su familia celebraran un magnífico banquete.
   Mientras comían, un pajarito se posó y pidió un poco de comida. Pero no quisieron darle nada. El pájaro dijo: «Sé a quién os estáis comiendo. Y, si no me me dais un poco, iré a decir al otro oso lo que habéis hecho con el cuerpo de su hermano.»
   «Vete de aquí. Di lo que quieras.»
   El pájaro se alejó volando, y Zorro empezó a tener miedo. Escondió toda la carne. Luego miró a sus hijos y reflexionó unos minutos. Pues bien, esto es lo que hizo: les cortó todo el pelo, se cubrió a sí mismo de cenizas, y todos empezaron a lamentarse.
   Pronto apareció el otro oso. Se detuvo y observó. Estuvo mirando durante mucho, mucho tiempo. Luego se dijo a sí mismo: «Su corazón es leal. Están llorando la muerte de mi pobre hermano.»
   Y el oso se fue. Tan pronto como desapareció de su vista, Zorro y sus hijos se dirigieron al lugar donde habían enterrado la carne y la desenterraron. Tenía muy buen aspecto, y siguieron comiendo hasta que se terminó por completo.

CAÍDA LIBRE, Rogelio Guedea

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ROGELIO GUEDEA, Caída libre, Colibrí, México D.F., 2005, 164 páginas.

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PASEO DE IDA Y VUELTA

   He llegado a casa después de un paseo en bicicleta con mi hijo. Como cada tarde, anduvimos por las calles empedradas de la colonia, saludando aquí y allá a los árboles, los jardines, los perros y los niños que encontrábamos en el camino. Mi hijo goza como nadie los paseos en bicicleta, y más cuando subimos cuestas empinadas o entramos en terrenos escarpados. Mientras mi ser no resiste la tentación de pensar en el porvenir, las deudas de casa, los amigos perdidos, mis compromisos de trabajo, los pendientes de mañana, el suyo va colvado en el paisaje que va descubriendo a cada momento. Es curioso ver cómo nuestros pasos, tan distintos, tan distantes, se unen por un segundo en la misma senda, y cómo en un descuido el alma de mi hijo se funde y se confunde con la mía como si el destino no quisiera negarme la oportunidad irrepetible de vivir dos veces.

CUENTOS FANTÁSTICOS CHINOS

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YAO MING & GABRIEL GARCÍA-NOBLEJAS (editores), Cuentos fantásticos chinos, Seix Barral, Barcelona, 2000, 192 páginas.

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   Estando un mandarín de poco mando en la prefectura de Yangxian llamado Wu a la orilla de un arroyo, vio flotando en él unas cuantas piedras fu de muchos colores. Las cogió. Las dejó en la cabecera de la cama y, por la noche, se habían transformado en una mujer.


Liu Jingshu, dinastía Nan Chao (420-589)

COSAS QUE PASAN CADA DÍA, Kestutis Kasparavicius

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KESTUTIS KASPARAVICIUS, Cosas que pasan cada día, Thule Ediciones, Barcelona, 2005, 80 páginas.

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LA VACA DE BIBLIOTECA

   La Vaca de Biblioteca no se alimentaba de pasto, como el resto de las vacas, sino de letras. Durante un día era capaz de comerse un poema y a veces hasta un cuento entero. Cada mañana su dueño la ataba junto a una página nueva. Era una vaca bien educada, de modo que antes de zamparse las letras leía lo que decían. Algunos libros le parecía que debían de ser importantes, ya que estaban cerrados bajo llave y la Vaca no podía entrar en ellos y darles un apetitoso bocado.
   Una vez encontró uno de estos libros sin cerrar y se puso manos a la obra. ¡Nunca había probado un libro más delicioso! Tragaba palabra tras palabra, frase tras frase y de repente se asustó. Al final de la página ponía:"¡No te atragantes!"
   La Vaquita se lo pensó y decidió que sería mejor mordisquear un geranio que crecía en el alféizar de la ventana.

EL FABULOSO LIBRO DE LAS LEYENDAS URBANAS, Jan Harold Brunvand

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JAN HAROLD BRUNVAND, El fabuloso libro de las leyendas urbanas, Alba Editorial, Barcelona, 2002, 344 páginas.
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   A los doce bloques temáticos del volumen II (Negocios raros, El trabajo dignifica, Analfabetos tecnológicos, Inteligencia criminal, Naturaleza humana, Vagabundos del reino animal, Malditas mascotas, Comedia disparatada, Falsas alarmas, Identificación errónea, Píldoras universitarias y Leyendas urbanas verdaderas) les sucede Epílogo: parodias de leyendas urbanas.
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MEAS PILLADO

   Un catedrático les dice a sus alumnos de medicina durante una clase que es posible detectar la presencia de un exceso de azúcar en la orina degustándola. Para demostrarlo, moja un dedo en una muestra de orina y luego se lo mete en la boca. Declara que la muestra es demasiado dulce y les pide a los alumnos que lo comprueben ellos mismos.
   Todos los estudiantes repiten la prueba, algunos se muestran de acuerdo con el diagnóstico y otros no acaban de percibirlo. Pero ninguno descubre, hasta que se lo explica el profesor, que él ha metido el dedo corazón en la muestra y el índice en la boca. Lo que quería probar era la atención de sus alumnos, no la capacidad de estos para descubrir el azúcar en la orina.

LAS IDEAS LIEBRES, José Bergamín

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JOSÉ BERGAMÍN, Las ideas liebres, Destino, Barcelona, 1998, 127 páginas.

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Escribe Nigel Dennis en José Bergamín, aforista (pp. 9-24): "El presente libro, recopilación de una serie de aforismos y apuntes críticos olvidados y desconocidos de José Bergamín, tiene como propósito conmemorar el centenario del escritos, ofreciendo al "curioso lector" un "bello cofrecillo de sorpresas", de ideas liebres, en que se manifiesta lo más ágil y sugerente de su pensamiento"
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Al que se le mete una idea en la cabeza se vuelve loco. Las ideas no deben meterse en la cabeza, sino salir de ella. Salir corriendo, fugitivas. La cabeza no es una madriguera.
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Dijo la banderola al espanta-pájaros: yo tampoco sirvo para espantar a los pájaros.
Y el espanta-pájaros le contesto: pero yo siquiera les divierto.
Una bandera vieja puede parecer un espanta-pajaros nuevo.
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La novela nace del desengaño. La poesía, de la deseperación.
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Viajar como una maleta siempre me pareció perfecto. Lo malo es viajar como el que lleva su maleta o como aquél a quien su maleta le lleva.
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Las sombras de las nubes, pasajeras, no dejan más huella sobre la Tierra que las palabras en el pensamiento. Pero solamente ellas nos saben decir, silenciosamente sutiles y fugaces, las verdades eternas.
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Ganar tiempo, ¿no es siempre perder la vida?
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Cuando no hay nada que temer, es cuando hay que temerlo todo.
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La desesperación nos hospeda en el desengaño y nos aposenta en el desengaño. 

POEMAS PARA LA PUPILA, Juan Cruz Iguerabide

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JUAN CRUZ IGUERABIDE, Poemas para la pupila, Hiperión, Madrid, 1995, 72 páginas.

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Esta versión corregida y aumentada de Beni-niniaren poemak (Erein, Donostia, 1992) cuenta con las ilustraciones de Asun Balzola.

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PINTANDO ESPEJOS

Alguien pintó
nubes en el lago:
pronto lloverá.
 
ARTISTA

Hodeiak pintatu ditu
norbaitek errekan:
euria dator hurrean.

LAS MEJORES FRASES DE TODOS LOS TIEMPOS, Des MacHale

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DES MAcHALE, Las mejores frases de todos los tiempos, Amat Editorial, Barcelona, 2012, 222 páginas.

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Subtitulada De Séneca a Woody Allen pasando por Voltaire y Orcar Wilde, es, como explica Des MacHale  en la Introducción (pp. 11-12) una colección de "citas graciosas procedentes de libros, revistas, periódicos, radio, televisión, películas, discos, comunicaciones verbales y cualquier otra fuente que pueda imaginarse". El autor las organiza en 20 bloques temáticos: Arte, Educación, Literatura, Comportamiento social y modales...

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¿Qué cuadro de la National Gallery salvaría si se declarara un incendio? El que estuviera más cerca de la puerta, por supuesto.
George Bernard  Shaw
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La luz que se ve al final del túnel es únicamente la luz de un tren que se acerca.
Robert Lowell
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No he denunciado a la policía el robo de mi tarjeta de crédito porque quienquiera que la haya robado está gastando menos que mi esposa.
Ilie Nastase
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Uno de los misterios del comportamiento humano es el motivo por el que hombre y mujeres estén dispuestos a firmar documentos que no leen, a instancias de vendedores a los que no conocen y que les obligan a pagar unos artículos que no quieren con dinero que no tienen.
Gerald Hurst
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La realidad es una ilusión creada por la falta de alcohol.
N.F. Simpson
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La cocaína es la manera que tiene Dios de decirte que estás ganando demasiado dinero.
Robin Williams
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La violencia es la respuesta de los ignorantes.
Alan Brien
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Pasamos los primeros doce meses de las vidas de nuestros hijos enseñándoles a andar y a hablar y los doce años siguientes, diciéndoles que se sienten y se callen.
Phyllis Diller
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Cuando los dioses odian a un hombre con un aborrecimiento completamente fuera de toda medida, le empujan a adoptar la profesión de maestro de escuela.
Séneca
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La apertura de MacDonald's en Tokio es una terrible venganza por el ataque a Pearl Harbour.
S.I. Hayakawa
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Sólo hay una cosa imposible para Dios: encontrar algún sentido en cualquier ley de propiedad intelectual y derechos de autor en todo el planeta.
Mark Twain
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Los poetas inmaduros imitan, los maduros roban.
T.S. Eliot
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Los niños iluminan, de verdad, un hogar. Jamás apagan las luces.
Ralph Bus
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Yo era el amigo imaginario del chico de la casa de al lado.
Emo Phillips
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La televisión es para aparecer en ella, no para mirarla.
Noel Coward
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Si yo hiciera La Cenicienta el público estaría esperando a que en la carroza apareciera un cadáver.
Alfred Hitchcock

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Un paranoico es un hombre que sabe algo de lo que está pasando.
William Burroughs
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Buenas noticias. De todas las facultades, la memoria, oído, etc, la última que nos abandona es el deseo sexual y la capacidad para hacer el amor. Eso significa que mucho después de que llevemos bifocales o audífonos, estaremos haciendo el amor. Pero no sabremos con quién o por qué.
Jack Paar
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Un experto es uno que sabe tanto sobre tan poco que ni puede ser contradicho ni vale la pena contradecirle.
Henry Ward

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¡Odio las tareas del hogar! Haces las camas, lavas los platos y seis meses más tarde tienes que volver a empezar otra vez. 
Joan Rivers
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Amo a la humanidad, lo que no puedo soportar es a la gente.
Charles Schultz
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No tengo ningún prejuicio. Odio a todo el mundo por igual.
W.C. Fields

21 FÁBULAS DE ESOPO PARA LEER EN 5 MINUTOS, Michael Morpurgo & Emma Chichester Clark

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MICHAEL MORPURGO & EMMA CHICHESTER CLARK, 21 fábulas de Esopo para leer en 5 minutos, Beascoa, Barcelona, 2005, 96 páginas.

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EL ROBLE Y LAS CAÑAS DEL RÍO

   Había una vez un roble espléndido, que con sus ramas enormes daba sombra a un río de plata. Junto a la orilla había también unas hileras de cañas. Cuando soplaba el viento, las cañas agachaban la cabeza y cantaban una melodía triste. Al roble le daban pena.
   —Tengo tanta suerte—comentó—. Cuando sopla el viento, yo sólo susurro con las hojas y canto una canción alegre. Sé que no hay ninguna tormenta capaz de torcerme, como os pasa a vosotras.
   En aquel momento, las cañas se pusieron a temblar. Se acercaba una tormenta del norte. Al anochecer, la tormenta se había convertido en un huracán. El gran roble no tenía miedo. Se mantuvo bien firme contra el viento. Debajo, las cañas se mantenían agachadas casi hasta el suelo. Pronto la tierra quedó inundada por la lluvia, y las raíces del árbol se empezaron a agitar. El roble tenía las hojas empapadas y pesaban mucho. Pero él no se agachaba. Vino entonces una racha tan fuerte que arrancó el árbol de cuajo, lo levantó del todo y lo lanzó al río.
   Cuando amainó la tormenta, las cañas seguían, cantando su triste canción, un lamento por el roble espléndido, que descansaba como un guerrero caído que ha perdido la batalla.

LA TESTARUDEZ PUEDE PARECER FUERZA, PERO CASI NUNCA LO ES.

TRES MONJES BUDISTAS, Ozaki Hôsai, Taneda Santôka & Tamaguchi Seichi

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OZAKI HÔSAI, TANEDA SANTÔKA & TAMAGUCHI SEICHI, Tres monjes budistas (110 haikus), CEDMA, Málaga, 2008, 136 páginas.

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El traductor Vicente Haya firma también un instructivo prólogo (pp. 9-22) en el que estudia en profundidad los distintos subgéneros del haiku, un "modo poético de hacerse con los instantes" que "sólo pretende plasmar la existencia tal como es para transmitir así su misterio sin tener que explicarlo".

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風音ばかりのなかの水汲む

Kazeoto bakari no naka no mizu kumu


Sólo el sonido del viento
que me envuelve
Recojo el agua


Ozaki Hôsai

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それはわたくしの顔だったかがみ冷たく

Sore wa watakushi no kao datta kagami tsumetaku


Eso
era mi cara
El espejo cada vez más frío


Taneda Santôka
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幾十年使ひ来し身の露に濡れ

Ikujûnen tsukai kishi mi no tsuyu ni nure


Empapado de rocío,
este cuerpo que he venido usando
durante tanto tiempo


Yamaguchi Seichi

CUENTOS LARGOS COMO UNA SONRISA , Gianni Rodari

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GIANNI RODARI, Cuentos largos como una sonrisa, La Galera, Barcelona, 1988, 185 páginas.

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HISTORIA DEL TÍO BARBA

   Esta es la historia de un hombre que tenía la barba larga. ¿Conocéis al tío Barba? Vosotros no y yo sí. Es viejo, más viejo que nadie, más viejo incluso que él mismo. Su barba se ha ido haciendo cada año más larga y nunca se la ha cortado.
   Se ha hecho tan larga que el tío Barba, cuando va de paseo, tropieza siempre con su barba y se cae. ¿Y qué creési que hace? Compra un maletín y mete denro la barba, la parte de la barba que no le deja caminar. Va de paseo con el maletín y parece un viajante de comercio que vende chocolate y caramelos. Sin embargo, dentro del maletín sólo está su barba.
   Es una barba tan larga que el tío barba cuando tiene sueño y se encuentra en campo abierto, donde no hay nada para protegerse del sol, hace una cabaña con su barba. ¿Cómo lo hace? Planta dos palos y sujeta arriba la punta de la barba. Se tumba a la sombra de su propia barba y duerme.
   Es una cabaña toda blanca. al verla de lejos parece una cabaña de nieve, como las de los esquimales. Sin embargo es la cabaña hecha con la barba del tío Barba.

EL MONJE DESNUDO, Taneda Santôka

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TANEDA SANTÔKA, El monje desnudo (100 haikus), Miraguano, Madrid, 2006, 224 páginas.

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Vicente Haya y Akiko Yamada son los traductores de una colección de haikus aderezada con exquisitas especias que invitan a su lectura: a la inclusión de los poemas en su original japonés se añaden las líricas introducciones de José Manuel Martín Portales a cada bloque temático y Orinar en la nieve, un prólogo de Chantal Maillard que con acierto advierte, o tal vez recuerda, que "sólo una mirada inocente es capaz de admirarse y contemplar las cosas cotidianas como si las viera por primera vez y, viceversa, sólo un corazón cansado, un oído deteriorado, un ojo oscurecido pueden pasar de largo sin admirarse a cada paso".

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枯れゆく草のうつくしさにすわる

Kareyuku kusa no
utsukushisa ni suwaru



Me siento en la belleza
de la hierba
que va marchitándose

FÁBULAS Y LEYENDAS, Leonardo da Vinci

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LEONARDO DA VINCI, Fábulas y leyendas, Nauta, Barcelona, 1973, 126 páginas.

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Fielmente traducidos por Rafael Alberti y María Teresa León, estos breves textos se presentan acompañados por las bellas ilustraciones de Adriana Saviozzi Mazza.

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EL LEÓN Y EL CORDERO

   Un día, a un león enjaulado le llevaron como comida un corderito.
   Era tan inocente y humilde aquel cordero que no tuvo miedo al león, sino que se le acercó como si fuese su madre y lo miró con ojos llenos de devoción y asombro.
   El león, desarmado ante tanta confianza inocente, no tuvo valor para matarlo y, refunfuñando, se quedó con el hambre en el cuerpo.

ATLAS, Jorge Luis Borges

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JORGE LUIS BORGES, Atlas, Lumen, Barcelona, 1999, 103 páginas.

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En el Prólogo (p. 5) escribe Borges: "María Kodama y yo hemos compartido con alegría y con asombro el hallazgo de sonidos, de idiomas, de crepúsculos, de ciudades, de jardines y de personas, siempre distintas y únicas. Estas páginas querrían ser monumentos de esa larga aventura que prosigue".
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UNA PESADILLA
  
   Cerré la puerta de mi departamento y me dirigí al ascensor. Iba a llamarlo cuando un personaje rarísimo ocupó toda mi atención. Era tan alto que yo debí haber comprendido que lo soñaba. Aumentaba su estatura un bonete cónico. Su rostro (que nunca vi de perfil) tenía algo de tártaro o de lo que yo imagino que es tártaro y terminaba en una barba negra, que también era cónica. Los ojos me miraban burlonamente. Usaba un largo sobretodo negro y lustroso, lleno de grandes discos blancos. Casi tocaba el suelo. Acaso sospechando que soñaba, me atreví a preguntarle no sé en que idioma por qué vestía de esa manera. Me sonrió con sorna y se desabrochó el sobretodo. Vi que debajo había un largo traje enterizo del mismo material y con los mismos discos blancos, y supe (como se saben las cosas en los sueños) que debajo había otro.
   En aquel preciso momento sentí el inconfundible sabor de la pesadilla y me desperté.

CUENTOS POR TELÉFONO, Gianni Rodari

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GIANNI RODARI, Cuentos por teléfono, Editorial Juventud, Barcelona, 1973, 143 páginas.

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 El PAÍS SIN PUNTA

   Juanito Pierdedía era un gran viajero. Viaja que te viaja, llegó una vez a un pueblo en que las esquinas de las casas eran redondas y los techos no terminaban en punta, sino en una suave curva. A lo largo de la calle corría un seto de rosas, y a Juanito se le ocurrió ponerse una en el ojal. Mientras cortaba la rosa estaba muy atento para no pincharse con las espinas, pero en seguida se dio cuenta de que las espinas no pinchaban; no tenían punta y parecían de goma, y hacían cosquillas en la mano.
   —Vaya, vaya —dijo Juanito en voz alta.
   De detrás del seto apareció sonriente un guardia municipal.
   —¿No sabe que está prohibido cortar rosas?
   —Lo siento, no había pensado en ello.
   —Entonces pagará sólo media multa — dijo el guardia, que con aquella sonrisa bien habría podido ser el hombrecillo de mantequilla que condujo a Pinocho al País de los Tontos.
   Juanito observó que el guardia escribía la multa con un lápiz sin punta, y le dijo sin querer:
   —Disculpe, ¿me deja ver su espada?
   —¡Cómo no! —dijo el guardia.
   Y, naturalmente, tampoco la espada tenía punta.
   —¿Pero qué clase de país es éste? — preguntó Juanito.
   —Es el País sin punta — respondió el guardia, con tanta amabilidad que sus palabras deberían escribirse todas en letra mayúscula.
   —¿Y cómo hacen los clavos?
   —Los suprimimos hace tiempo; sólo utilizamos goma de pegar. Y ahora, por favor, déme dos bofetadas. Juanito abrió la boca asombrado, como si hubiera tenido que tragarse un pastel entero.
   —Por favor, no quiero terminar en la cárcel por ultraje a la autoridad. Si acaso, las dos bofetadas tendría que recibirlas yo, no darlas.
   —Pero aquí se hace de esta manera — le explicó amablemente el guardia—. Por una multa entera, cuatro bofetadas, por media multa, sólo dos.
   —¿Al guardia?
   — Al guardia. — Pero esto no es justo; es terrible.
   — Claro que no es justo, claro que es terrible — dijo el guardia —. Es algo tan odioso que la gente, para no verse obligada a abofetear a unos pobrecillos inocentes, se mira muy mucho antes de hacer algo contra la ley. Vamos, déme las dos bofetadas, y otra vez vaya con más cuidado.
   — Pero yo no le quiero dar ni siquiera un soplido en la mejilla; en lugar de las bofetadas le haré una caricia.
   — Siendo así — concluyó el guardia—, tendré que acompañarle hasta la frontera.
   Y Juanito, humilladísimo fue obligado a abandonar el País sin punta. Pero todavía hoy sueña con poder regresar allí algún día, para vivir del modo más cortés, en una bonita casa con un techo sin punta.

CUENTOS POPULARES DEL SÁHARA, Fernando Pinto Cebrián & Antonio Jiménez Trigueros (editores)

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FERNANDO PINTO CEBRIÁN & ANTONIO JIMÉNEZ TRIGUEROS (editores), Bajo la jaima. Cuentos populares del Sáhara, Miraguano, Madrid, 1996, 192 páginas.

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EL NUEVO MAESTRO

   El nuevo maestro parecía muy severo y no ser muy querido por muchos de sus pequeños alumnos, porque, a menudo, hacía preguntas sorprendentes y pedía, sobre todo, que presentaran sus deberes cada mañana.
   Un día ordenó a la clase dibujar un pájaro sobre un árbol en dos minutos solamente. Hizo bien entender, con amenazas muy claras, que castigaría a estar arrodillados contra la pizarra, durante una hora, a aquellos que no finalizaran la tarea a tiempo.
   Los dos minutos acabaron. El maestro golpeó violentamente la mesa para que los alumnos levantaran sus pizarritas. Todo el mundo dibujó o intentó dibujar el árbol y el pájaro salvo el pequeño alumno del rincón. El maestro se dirigió a él y le preguntó:
   —¿Por qué no has dibujado el pájaro también?
   Y el pequeño respondió:
   —Maestro, yo lo he dibujado pero cuando usted golpeó la mesa se asustó tanto que salió volando.

EL FABULOSO LIBRO DE LAS LEYENDAS URBANAS, Jan Harold Brunvand

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JAN HAROLD BRUNVAND, El fabuloso libro de las leyendas urbanas, Alba Editorial, Barcelona, 2002, 352 páginas.
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   Subtitulado Demasiado bueno para ser cierto, este es el tomo primero de la completa obra del folklorista Jan Harold Brunvand. En Nota sobre el texto y las fuentes (pp. 13-14) explica el origen de las cartas de los lectores de las "cinco recopilaciones anteriores de leyendas urbanas (entre 1981 y 1993) [...] en respuesta a la invitación que formulé [...] para que me contaran historias que hubieran oído en una u otra parte". En la Introducción (pp.15-21) explica cómo siguió la propuesta de García Márquez: compilar "estas historias que se repiten por todo el mundo y que, según los que las cuentan, fueron verificadas por testigos". Once son los bloques temáticos que las agrupan: Conclusiones precipitadas, Cuentos clásicos caninos, Su merecido, Automanía, Aventuras sexuales, ¡Qué bochorno!, Cuidado con los accidentes, Contaminaciones repugnantes, Humor malsano, La fiera de mi niña y Pasan cosas extrañas. A cada leyenda le sucede un comentario en el que, muchas veces, el autor rastrea los orígenes y las variantes.
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EL PEDO EN LA OSCURIDAD

   Había una vez un hombre que sentía una pasión desmedida por las alubias estofadas. Le encantaban, pero siempre le producían unas enormes flatulencias inmediatas. Un día, conoció a una chica y se enamoró de ella. Cuando estuvo claro que pronto se casarían, pensó: “Es una chica tan dulce y delicada que nunca soportaría este comportamiento.” Así que hizo un supremo sacrificio y dejó de comer alubias. Poco después se casaron.
   Unos meses más tarde se le estropeó el auto mientras volvía del trabajo y, como vivían en el campo, llamó a su mujer y le dijo que llegaría un poco tarde, ya que tendría que ir caminando. Por el camino pasó cerca de un café y le llegó un abrumador aroma a alubias estofadas, pensó que podría liberarse de sus tremendos efectos antes de llegar a casa y se detuvo en el café. Antes de volver a la carretera se comió tres raciones dobles de alubias estofadas.
   Durante todo el camino a casa fue tirándose pedos y, al llegar, se sintió razonablemente seguro de que había soltado hasta el último gas. Su mujer parecía agitada y nerviosa y exclamó, encantada: “Cariño, esta noche te he preparado una deliciosa sorpresa para cenar.” Entonces le vendó los ojos y lo condujo a su silla en la cabecera de la mesa. Se sentó y, justo cuando iba a quitarle la venda de los ojos, sonó el teléfono. Ella le hizo prometer que no se quitaría la venda hasta que volviera y se fue a contestar la llamada.
   Aprovechando la oportunidad, basculó sobre una pierna y se tiró un pedo. No solo fue sonoro, sino apestoso como huevos podridos. Cogió la servilleta de su regazo y abanicó vigorosamente el aire de su alrededor. Las cosas ya se habían normalizado cuando sintió que una nueva urgencia le acuciaba, así que se ahuecó en la otra dirección y soltó otro pedo. Éste fue de campeonato. Siguió así otros diez minutos, mientras escuchaba la conversación que tenía lugar en el vestíbulo, hasta que las despedidas al teléfono le señalaron el final de su libertad. Se colocó la servilleta en el regazo y cruzó los brazos, sonriendo satisfecho, y cuando su mujer regreso disculpándose por haber tardado tanto, era la viva imagen de la inocencia.
   Le preguntó si había espiado y él, naturalmente, le aseguró que no. En ese momento ella le quitó la venda de los ojos y vio su sorpresa: sentados a la esa estaban los doce invitados a su cena de cumpleaños.
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Esta versión es obra anónima de xeroxlore basada en antiguos relatos zafios, con un lenguaje y una estructura parecidos a los de los cuentos de hadas. La leyenda ganó cierta respetabilidad cuando Carson McCullers la incluyó en su novela de 1940 El corazón es un cazador solitario. Versiones más recientes de esta historia sitúan la acción en un coche oscuro en el que la pareja sentada en el asiento de atrás es testigo de las flatulencias de la chica, variante que inspiró un cortometraje exhibido en 1997 que se titulaba The Date [La cita].

COMPAÑÍA K, William March

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WILLIAM MARCH, Compañía K, Libros del Silencio, Barcelona, 2012, 312 páginas.

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La introducción de Philip D. Beidler (pp. 9-34) explica de forma concisa en qué consiste este libro, un tesoro oculto al español hasta la presente traducción de Bianca Southwood: "(...) unos soldados se presentan por separado sin tregua, uno detrás de otro, confundiéndose los vivos con los muertos, para ofrecer sus testimonios espantosos en primera persona, y, narración tras narración, estos testimonios exponen fundamentalmente un único hecho de las guerras modernas: el hecho de la muerte violenta, repugnante y obscena".

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EL SOLDADO LESLIE JOURDAN

   Al término de la guerra me mudé a Birmingham, Alabama, y compré una fábrica de pintura con el dinero que me había dejado mi padre para que pudiera completar mi formación musical. Conocí a Grace Ellis y nos casamos. Tenemos una casa y tres hijos apuestos y sanos. Hemos ahorrado suficiente dinero en bonos de inversión para poder vivir con desahogo durante el resto de nuestras vidas. En general, he prosperado más que la media y Grace, que me ama de verdad, ha sido feliz.
   Apenas recordaba que alguna vez hubiera tocado el piano hasta el día en que me topé con Henry Olsen en el vestíbulo del Hotel Tutweiler. Me dijo que estaba de gira por las principales ciudades del sur del país, haciendo una serie de conciertos, y que allá donde había ido las reseñas de los críticos habían sido buenas. Olsen y yo habíamos estudiado juntos en París bajo la enseñanza de Olivarria en 1916, cuando éramos unos críos.
   A Henry no le cabía en la cabeza que hubiera dejado de tocar el piano. Traté de desviar la conversación, pero él insistía en hablar del tema y no dejaba de recordarme que Olivarria (ya fallecido) solía decir que yo tenía más talento que todos sus alumnos juntos y que preveía que iba a convertirme en el gran virtuoso de mi época.
   Me reí e intenté una vez más cambiar de tema. Empecé a hablar de cómo había prosperado en el negocio de la pintura, pero Olsen se empeñó en interrogarme y en reprenderme por haber dejado la música. Entonces me vi obligado a hacerlo. Saqué las manos del bolsillo y las apoyé suavemente en su rodilla. Mi mano derecha seguía siendo tan buena como siempre, pero la metralla me había dejado la otra destrozada. No queda nada de mi mano izquierda, salvo un dedo gordo alargado y dos jirones de piel sin hueso.
   Después, Henry y yo hablamos del negocio de pintura y de lo bien que me había ido hasta que llegó la hora de despedirnos para que fuera a dar el concierto.

EL LIBRO DE LOS LIBROS, Quint Buchholtz

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QUINT BUCHHOLTZ, El libro de los libros, Lumen, Barcelona, 1998, 120 páginas.

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46 autores de distintos países aceptaron inspirarse en las obras de Quint Buchholtz: Herta Müller, W.G. Sebald, Cees Nooteboom, Carmen Martín Gaite, George Steiner, Milan Kundera, Javier Marías, John Berger...

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   Mister Smaller se sentía verdaderamente muy incómodo entre la página 43 y la 44. Sabía que alimentaba grandes sentimientos. Había hecho lo posible por hablar con el Escritor, incluso le había dicho que estaba dispuesto a hacer de Protagonista Comprometido. Y se lo había dicho en francés, «engagé», porque le parecía más chic. El Escritor lo había mirado con desconfianza y le había preguntado: «¿Engagé en qué sentido?». Mister Smaller había respondido con sencillez: «Políticamente engagé, y no es nada fácil». El Escritor había torcido el gesto. «Eso ya no se usa», le había dicho. «Confórmese con estar en la página 43 y darle un cigarrillo al Gran Protagonista, que es un hombre metafísicamente desesperado, un verdadero neo-neo-neorromántico.»
   Y así fue como Mister Smaller acabó encerrado en la página 43. El tipógrafo acababa de componer su nombre: S-m-a-l-e--r, y se fue a beber una cerveza.. Mister Smaller aprovechó la ocasión: retiró la letra S como si fuera una nariz, la letra M como si fuera una frente, la A como si fuera una boca, las dos L como si fueran los brazos, la E y la R como si fueran las piernas. Y con sus dos piernecitas se largó. Dejó un mensaje para el Escritor: «Me voy a buscar otra novela. Adiós y que tenga usted suerte con la metafísica».
   Y Mister Smaller no volvió a aparecer. Todavía lo andan buscando.
      
                                  ANTONIO TABUCCHI