ELECTRONES, Carlos Marzal

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CARLOS MARZAL, Electrones, Cuadernos del Vigía, Granada, 2007, 56 páginas.

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Escritor no es quien escribe para luego marcharse a vivir, sino quien no puede entender el hecho de vivir sin estar escribiendo.
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Obra como si tus actos fueran a convertirse en objetos de anticuario, aunque después el tiempo los vuelva simples cachivaches.
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Creía que la Historia lo absolvería por profundo, y ni siquiera la actualidad lo condenó por superficial.
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Formular lo consabido bajo una forma nueva es formular lo que no se sabía.
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Cuando la vida me pesa más de la cuenta, me la quito de encima y la dejo en el suelo. Es un ejercicio de halterofilia mental.
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No se puede ser moralista sin ser algo soberbio, pero no se puede ser profundo sin ser algo moralista.
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La parte más curiosa del animal nuestro es aquella que se cree que no lo es.
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Escribir no es la respuesta ni tampoco la pregunta. Es la respuesta que no se da a la pregunta que no se ha formulado.
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La vejez le da miedo por lo que es, en lugar de inspirarle confianza por lo que ha llegado a ser.
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Paré en una estación desconocida de un país ajeno, en un andén vacío en mitad de la noche. Y todo aquel desamparo era mi casa.

TAM TAM, Tomás Borrás

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TOMÁS BORRÁS, Tam Tam, Compañía Iberoamericana de Publicaciones, Madrid, 1931, 146 páginas. Ilustraciones de Rafael Barradas.

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Irene Andrés-Suárez incluye en la bibliografía de El microrrelato español. Una estética de la elipsis este libro de Tomás Borrás cuyo título completo es Tam Tam. Pantomimas. Bailetes. Cuentos coreográficos. Mimodramas. Ya advierte la autora que no estamos ante un libro compuesto en su totalidad por microrrelatos. El ejemplar del que extraemos esta deliciosa narración procede de la biblioteca personal de Wenceslao Fernández Flórez. Esta rareza de Tomás Borrás, a quien podemos considerar un precursor del microrrelato, está magníficamente conservada en la sede de la Fundación Wenceslao Fernández Flórez: Villa Florentina.
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EL PINTOR CUBISTA

El estudio del pintor cubista. Lienzos de tamaños irregulares, nunca rectángulos, ni óvalos, ni cuadrados, ni círculos como los lienzos de los pintores anticuados, sino pedazos de tela en su bastidor, cortados de modo ageométrico y caprichoso. Todos los lienzos ostentan pinturas cubistas indescifrables para el vulgo profano y son de colores enteros y brillantes. El laberinto de la línea no sigue más regla que la genial arbitrariedad. Ningún atisbo de forma humana, desde luego, ni de paisaje, ni de naturaleza inerte. Triángulos, eses, diagonales, vientres de curvas azul cobalto, punteados de blanco plata y de carmín, ziszás ocres y violetas. Una vibración lumínica indefinida, un maremagno calidoscópico y debajo letreros bien visibles: «Retrato de la Señora de Pérez», «El rebaño», «Puesta de sol».
En primer término se ve una escultura cubista. Es una masa de yeso de gran tamaño, formada por infinitos conos, esferas, cilindros, planos. Al pie, dice: «El sembrador».
Las sillas del estudio son cubos perfectos. Por la claraboya, medio oculta por una tela roja con rayas azules, entra el sol. Un plato de dodecaedros y pentaedros sobre una «silla». Un cartel de cierta Exposición de pintura en la técnica simultaneísta. La luz eléctrica está encerrada en lámparas de colorines y volúmenes absurdos. Un piano eléctrico de cola, echa al aire su faldón de frac, dejando el cordaje al descubierto.
La mujer del pintor comenta a solas la pintura de su marido. Está estupefacta. Es una mujer muy joven y muy bella. Viste sencillamente una túnica, a la griega. Los cabellos los lleva recogidos en moño sobre la nuca y partidos en dos alas. El gusto simple y depurado de su figura recuerda a madama Recamier. Descorre la cortina de la claraboya para que entre más sol. Coge algunos lienzos del esposo y los va examinando uno a uno con gestos de incomprensión y de tristeza desesperada. Suena en otro piano que no se ve, una canción emotiva, clara, con olor a aire libre, como La alegría del labrador, de Schumann.
Levántase para danzar, impulsada por un arrebato de su inspiración lírica, y lo hace ingrávida y suave como un soplo de aire en acción de caricia. Siguen sonando las tranquilas armonías campestres. Se abre violentamente la puerta y entra el pintor cubista, que arriba de la calle. Su traje es una exageración de norteamericanismo desde los zapatones hasta el hongo. Reprende a su mujer, violento, porque  escucha y baila aquella música insubstancial y vieja. Despójase de abrigo y sombrero y, utilizando objetos del estudio, ejecuta un jazz-band estruendoso, burlándose antes de la cursilería de su mujer, que prefiere la melodía al ruido. Ahuyenta al músico vecino, cesando de sonar el piano. Corre la cortina de la claraboya y enciende la luz artificial, huyendo de la del sol. Admira la estatua con ademanes expresivos y desdeña a su mujer, que quiere abrazarle. Se abisma en la contemplación de «El sembrador». Su mujer llora afligida. Entra en las habitaciones interiores. El pintor cubista se pone a trabajar aplicando la pintura con los tubos.
Mientras trabaja acude la Musa a inspirarle. Es una rueda giratoria, quieta hasta entonces, que se mueve animada por ondas eléctricas. La rueda ilumina y obscurece segmentos de colores encendidos y enciende y apaga letras que no forman palabras. Todo lo cual procura reproducir el artista en su lienzo.
Entran Esnob y Esnobinilla. Son dos figuras rígidas. Tienen el rostro como los muñecos de madera, y con sólo dos expresiones: la de asombro, abriendo mucho los ojos y la boca, y la de indiferencia inmóvil. Las ejecutan como si para ello les tirasen de una cuerda. Esto y su rigidez les da una fuerte apariencia de mecanismos vivientes. Se paran delante de todos los cuadros, haciendo su admirativo ¡Ooooh! facial. Compran un lienzo, y él se lo pone debajo del brazo. La mujer del pintor, que ve la escena entre las cortinas, sin comprender cómo pueden comprar aquello, sale a tiempo de impedir al marido que bese la mano de Esnobinilla. Entre marido y mujer se desarrolla una escenita: celos por parte de ella, hastío por la de él. Es inútil que le muestre sus brazos desnudos. Y su ligero escote, que mueva con gracia la cabeza delicada, que exhiba el encanto de su cuerpo en movimientos de plástica lentitud. El pintor cubista, obsesionado por su estética intelectualizada, sólo hace gestos de estupor admirativo ante la escultura. Esnob y Esnobinilla aprueban y desdeñan a la rechazada esposa, que tiene el atrevimiento de ofrecer a su marido unas rosas que se ha puesto a la cintura, cuando él —como lo hace notar— sólo gusta de los dodecaedros, los cubos y las pirámides que sustituyen en el plato a las flores y a las frutas. La esposa se aflige nuevamente; luego se queda pensativa un instante, mientras se despiden del pintor Esnob y Esnobinilla. Por fin ella, con repentino júbilo, éntrase. Se le ha ocurrido una idea.
El pintor, idos Esnob y Esnobinilla, cuenta con fruición los billetes de Banco que le han dado. Llaman a la puerta y, guardándose el dinero, corre a abrir. Entra el sastre. Su vestimenta es de telas de diversos colores unidos en la forma corriente del traje de americana. Ostenta en el cogote un letrero: «Sastrería futurista». Como el sastre le trae la ropa recién hecha, se pone el chaquetón inaudito. Enchufa el contacto y el piano eléctrico expele horripilante composición que eriza los nervios. Sastre y pintor, después de sabotear, admirativos, los primeros compases, se ponen a bailar de cabeza, enlazados por los pies: coreografía gimnástica y apayasada.
Después del baile el pintor, para obsequiar a su visita, éntrase y vuelve con bandejas de mermeladadas, quesos, galletitas, frutas, té... El sastre se le ríe, se le mofa. Aquel género de alimentos está proscrito por los avanzados. Mientras el pintor, deposita su carga de golosinas en la mesa cúbica, el sastre saca a la superficie del bolsillo que luce en una de las mangas, sendas jeringuillas. Las carga tomando el líquido de una ampolla carmesí, y ofrece al pintor, como quien ofrece un pitillo, el paraíso artificial encerrado  en la columnilla cristalina. Con cierto temor el artista se aplica la dosis, después de vacilar y pensarlo mucho. El sastre también se clava el aguijón y hace gestos de relamerse de gusto. Por el contrario, el pintor sufre, se aprieta el lugar del pinchazo, se estremece, tirita, pero disimula y finge soñar con sublimidades y exquisiteces, como el sastre, que para ello se ha encaramado en un bastidor y desde allí pone los ojos en blanco.
Molesto el pintor, inclina el trebejo de madera y el sastre se da un grande porrazo que le espabila. Después de las excusas, se despide afectuosamente y tomando su caja de entregas —«Sastrería futurista»— sale del estudio.
El pintor no puede resistir más la comedia. Se quita la chaqueta de colorines en escuadras y paralelas y, arrojándola al suelo, la pisotea. Vístese la prenda que llevaba antes. Descorre la cortina que tapaba el sol. Apaga la luz eléctrica y arrincona la escultura cubista. De debajo de un lienzo saca una fotografía de su mujer y la contempla extasiado haciendo demostraciones de amor. Pónese gabán y sombrero y, abriendo la ventana, invita al músico que tocaba antes a repetir la canción de sabor a campo: vuelve a oírse, pura, noble, serena. Saborea el pintor las frutas, sorbe una taza de té, se deleita con un trozo de queso a caballo en un trocito de pan. Arroja por la ventana la jeringuilla tomándola con dos dedos, con infinito asco. Llama a su esposa, alegre al pensar en el día de placer que les espera. Detiene el girar de la Musa.
Y entra su mujer. Pero no es la joven perfecta y abrileña que tenía en su aspecto sencillo una seducción de morbideces y de finas sensualidades, sino un elevado montón de masas trabajadas geométricamente como la escultura cubista del estudio. Es un conjunto de rombos, planos oblicuos y verticales, conos y elipses que anda, llevando los guantes y la sombrilla al extremo de dos estrechos cilindros y el sombrero sobre un poliedro. El pintor cubista retrocede aterrado, huye cuando se le aproxima el irregular conjunto de volúmenes y al intentar éste abrazarle, cae al suelo desmayado.
Entonces la mujer que se disfrazó pensando que tal era el gusto de su marido, rompe a bailar encima de éste —triunfo de lo natural—  el jazz band que tocó él, aún más ruidoso y desenfrenado.

SABOREAR EL AGUA, Taneda Santôka

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TANEDA SANTÔKA, Saborear el agua, Hiperión, Madrid, 2004, 168 páginas. Traducción de Hiroko Tsuji y Vicente Haya.

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Organizado en bloques temáticos (La puerta, Camino, Aldea natal, Lluvia...), el volumen recoge, como su subtítulo ya apunta, Cien haikus de un monje zen, acompañados por los poemas originales y abundantes notas explicativas a pie de página. En su Introducción (pp. 9-28), Vicente Haya estudia los temas más frecuentes del poeta y su papel dentro de la tradición del género, destacando finalmente la trascendencia vital que destilan sus versos: "Si hubiera que encontrar a alguien para recordarlo todo, muchos de nosotros desearíamos volver a ser humanos a partir de Santôka" (p. 28). 

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何を求める風の中ゆく

Nani o motomeru
kaze no naka yuku

¿Qué pretendo encontrar
internándome en el viento?

EL CORAZÓN SECRETO DEL RELOJ, Elias Canetti

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ELIAS CANETTI, El corazón secreto del reloj, Muchnik, Barcelona, 1987, 224 páginas.

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En orden cronológico, se dispone esta colección de apuntes escritos entre 1973 y 1985, que a menudo irrumpen envueltos en trajes aforísticos.

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Uno sólo es libre cuando no quiere nada. ¿Para qué querrá uno ser libre?
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Los días se han convertido en gotas, una por cada uno, ya nada vuelve a fundirse, un año como un vaso a medio llenar.
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La distancia, por entonces una cinta sin fin entre ellos dos, es ahora una desesperación entrecortada.
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Las horas se reducen. Cada una es más breve.
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Ya no aprende nada. Sólo aprende a olvidar mejor.
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Dice lo mismo, pero el vaho de su respiración es diferente.
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La belleza de lo olvidado, antes de que se manifieste.
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El elogio destruye las normas de la respiración.
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Cada día hay otro que trata de morder su nombre y arrancarle un trozo.
¿No sabe nadie lo amargo que es?

SI LA NATURALEZA ES LA RESPUESTA, ¿CUÁL ES LA PREGUNTA?, Jorge Wagensberg

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JORGE WAGENSBERG, Si la Naturaleza es la respuesta, ¿cuál es la pregunta?, Tusquets, Barcelona, 2002, 126 páginas.
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Subtitulado Y otros quinientos pensamientos sobre la incertidumbre, en Presentación (pp. 11-14) el propio autor (que define "un aforismo como una elegante conserva de una idea") define dos modos de exploración del conocimiento: cuando "la mente se pone a sí misma en el centro del universo y se pregunta el porqué o el para qué de las cosas" y cuando "la mente intenta excluirse a sí misma del centro del universo y se preocupa más sobre el cómo de las cosas". Del primero surgen el conocimiento revelado y las creencias; del segundo, el conocimiento científico y la investigación. En otros aforismos: "La historia de las creencias es la historia de las buenas respuestas"; "La historia de la ciencia es la historia de las buenas preguntas".

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Autoestima: lamentar ser la única persona del mundo a la que uno no puede besar en la frente.
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La utopía es una liebre de trapo.
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La verdad en ciencia se escribe con doble uve de verdad vigente.
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El atruismo es una forma benigna de egoísmo.
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La vida después de la muerte no puede ser mucho peor que la vida antes de nacer.
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Creer es genética, comprender en cultura.
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Cultura es información transmisible por vía no genética.
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La perfección existe, porque es imaginable, pero no es perfecta, porque es inalcanzable.
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Modernidad: volver a caer en la cuenta de que todo es reprensable.
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Modernez: ¿y ahora qué hacemos?
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Una cebra no necesita correr más que una leona, sino más que las otras cebras.
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Para comer y no ser comido puede uno ayudarse de la cripsis —el arte de desaparecer— o de la aposematosis —el arte de destacar.

ME ACUERDO, Georges Perec

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GEORGES PEREC, Me acuerdo, Berenice, Córdoba, 2006 (1978), 176 páginas. Edición de Yolanda Morató.

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Inspirados en I remember de Joe Brainard, los 480 recuerdos que contiene este libro le permiten a Perec construir "una biografía que asciende a la categoría de enciclopedia cultural de Francia" (p. 10). Aparte de un prólogo (Je me souviens: Viaje a la memoria colectiva de un país, pp. 7-13) que permite una primera aproximación del lector a este proyecto literario, la edición incluye un índice temático y dos apéndices: unas útiles Notas aclaratorias (pp. 159-170) y una Breve bibliografía (pp. 171-172) de las obras de Perec traducidas al castellano, así como de estudios sobre Je me souviens. Además, como en la obra original, "se han dejado en blanco las últimas páginas de esta edición para que sea el lector quien siga teniendo la última palabra" (p. 13).

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Me acuerdo de un amigo de mi primo Henri que se pasaba todo el día en pijama cuando estaba preparando los exámenes.
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Me acuerdo de que, antes de la guerra, Jean Gabin tenía que morir, por contrato, al final de todas sus películas.
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Me acuerdo de cuando volvíamos de vacaciones, el 1 de septiembre, y de que todavía quedaba por delante un mes entero sin colegio.
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Me acuerdo de que me sorprendió mucho saber que mi nombre quería decir «labrador».
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Me acuerdo de los agujeros de los billetes de metro.
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Me acuerdo del tenis-barba: contábamos los barbudos que pasaban por la calle. 15 para el primero, 30 para el segundo, 40 para el tercero y juego para el cuarto.
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Me acuerdo de lo que me costó comprender lo que significaba la expresión «sin solución de continuidad».
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Me acuerdo de cuando me rompí el brazo e hice que toda la clase me escribiera dedicatorias en la escayola.
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Me acuerdo de que los autobuses estaban clasificados por letras y no por números (de ahí el célebre S de los Ejercicios de estilo, que se convirtió en el 84).

EL IMPERIO DE CHU, Manuel Moyano

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MANUEL MOYANO, El Imperio de Chu, Tres Fronteras, Murcia, 2008, 66 páginas.

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PRECAUCIÓN

"Reconocerás al diablo porque no tiene sombra." Eso le había dicho su madre. Pero ahora era noche cerrada, ni siquiera brillaba la luna, y no tenía modo de saber si aquel hombre con el que estaba a punto de cruzarse en la oscuridad del parque era o no era el diablo. Para no correr riesgos innecesarios, le hundió su navaja en el corazón.

DEL INCONVENIENTE DE HABER NACIDO, E. M. Cioran

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E. M. CIORAN, Del inconveniente de haber nacido, Taurus, Madrid, 1981, 192 páginas.

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Se puede soportar cualquier verdad, por muy destructiva que sea, a condición de que sea total, que lleve en sí tanta vitalidad como la esperanza a la que ha sustituido.
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Las obras mueren; los fragmentos, como no han vivido, no pueden morir.
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A medida que los años pasan, decrece el número de seres con quienes puede uno entenderse. Cuando no haya ya nadie a quien dirigirse, seremos al fin tal y como se era antes de sucumbir en un nombre.
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La única confesión sincera es aquella que hacemos, indirectamente, al hablar de los otros.
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Cuando, furiosos por habernos habituado a nosotros mismos, empezamos a destetarnos, pronto nos damos cuenta que es peor, que odiarse refuerza aún más los lazos con uno mismo.
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Ser objetivo es tratar al prójimo como se trata a un objeto, a un muerto, es comportarse con él como un sepulturero.
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Hubo un tiempo en el que el tiempo no existía... El rechazo del nacimiento no es otra cosa que la nostalgia de ese tiempo anterior al tiempo.

ME ACUERDO, Joe Brainard

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JOE BRAINARD, Me acuerdo, Sexto piso, Madrid, 2009 (1975), 148 páginas.

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Me acuerdo de ver feos a mi padre y mi madre cuando estaban desnudos.
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Me acuerdo de cuando me encontré una foto de una mujer desnuda de cintura para arriba con unas tetas enormes y se la enseñé a un niño en el colegio y se lo dijo a la profesora y la profesora preguntó si podía verla y se la enseñé y me preguntó de dónde la había sacado y le dije que me la había encontrado por la calle. Después de eso no pasó nada más.
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Me acuerdo de los sándwiches de mantequilla de cacahuete y plátano.
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Me acuerdo de los jerséis de pedrería con el cuello de piel y abiertos hasta la cintura.
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Me acuerdo de la pareja de seis en el pase inglés.
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 Me acuerdo de evitar mirar a los lisiados.
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Me acuerdo de Mantovani y sus (¿100 cuerdas?).
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Me acuerdo de una mujer que casi no tenía cuello. Siempre se ponía llamativos zapatos de plataforma de ante en sus grandes pies. Mi madre decía que eran muy caros.
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Me acuerdo de las cintas para los regalos que si las pasabas por la hoja de unas tijeras se hacían tirabuzones.
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Me acuerdo de que nunca lloraba delante de gente.
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Me acuerdo de la vergüenza que me daba ver a otros niños llorar.
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Me acuerdo del primer premio de dibujo que gané. En el colegio. Era un dibujo de un nacimiento.
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Me acuerdo de una estrella muy grande en el cielo. Gané la cinta azul del primer premio.

UN HAIKU EN EL ARCO IRIS, Fernando Rodríguez-Izquierdo Gavala & Jesús Montero Marchena

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FERNANDO RODRÍGUEZ-IZQUIERDO GAVALA & JESÚS MONTERO MARCHENA, Un haiku en el arco iris, Universidad de Sevilla, Sevilla, 2007 (2006), 152 páginas.

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Los haikus de estos dos escritores se presentan ilustrados por pinturas de su propia autoría, y acompañados por traducciones a varias lenguas: latín, inglés, italiano y japonés, "como signo de la universidad de sus mensajes", apunta Rogelio Reyes Cano en el prólogo (pp. 11-13). No es éste el único texto que complementa la recepción de los poemas: figura también una doble introducción (pp. 15-18) que recoge las palabras de ambos autores, además de una serie de comentarios (pp. 131-143) de algunos de los traductores y otros estudiosos (Begoña López Bueno, Keiko Kawabe, Vicente Haya, Juan Gil, Miguel Ángel Cuevas, Juan Antonio Carrillo Salcedo, Juan R. Zaragoza y Jacobo Cortines) y unas páginas que dan cabida a los agradecimientos (pp. 145-147).

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Sumisa y calma,
la que fue ola gigante
lame la arena.

Jesús Montero
Mitis iam et serenus
fluctus decumanus
arenam lambit.


Meek and calm,
what was once a huge wave
gaps at the sand.

Sommessa e calma
chi fu onda gigante
sfiora la sabbia.






oonami ya / sunao ni narite / suna nameru


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Blanca ruleta
de amor y desamor,
la margarita.

Fernando Rodríguez-Izquierdo

Alba alea
amoris et odii,
flos margarita.

While roulette wheel
of love and indifference,
the daisy.

Bianca girandola
d'amore e disamore,
la margherita.







ai kubaru / odoroki no hana / hinagiku ya

PROVERBIOS MORALES, Sem Tob de Carrión

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SEM TOB DE CARRIÓN, Proverbios morales, Cátedra, Madrid, 1998, 312 páginas. Edición de Paloma Díaz-Mas y Carlos Mota.

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Edición crítica anotada del conjunto de sentencias que, engarzadas en un extenso poema en cuaderna vía, Sem Tob dedicó en el siglo XIV al rey don Pedro, hijo de Alfonso XI. El contenido moral y sapencial de estos versos, no obstante, no limita su validez a este destinatario, sino que cuenta con la capacidad de trascender en todo tipo de lectores de cualquier lugar y época.

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Si noche non obiésemos,   ninguna mejoría
conoçer non sabriemos    a la lumre del día.

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Non pued cosa ninguna   sin fin siempre creçer:
desque hinche la luna,   torna a falleçer.

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Non puede omre tomar   en la cobdiçia tiento:
es porfundada mar   sin orilla nin puerto.

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De peligro e mengua   si quieres seer quito,
guárdate de tu lengua   e más de tu escribto.

***
Non ha mejor riqueza   que buena ermandat
nin tan mala pobreza   como la soledat.

REVELACIONES Y MAGIAS, Miguel Ángel Zapata

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MIGUEL A. ZAPATA, Revelaciones y magias, Traspiés, Granada, 2009, 124 páginas.

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Dividido en dos secciones narrativas, Magias contiene LVII microrrelatos.

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XI

A veces ocurre. Las cosas se duplican, surgen copias iguales. Sellos, gemelos, gotas de agua... También madres.
A veces, sí, miraba yo desde el salón a la cocina y veía a Mamá afanándose con la crema de verduras, mientras la otra Mami (la impostora, o la original, o ambas primigenias, quién puede saberlo) leía el periódico junto a mí en el sofá, en ese preciso instante. Misma ropa ellas,  mismo peinado, idénticos rasgos, gestos, voz, manías, virtudes.
Zozobra del hijo al principio. Preguntarse después acerca de la titularidad del sentimiento que se desdobla, dudas sobre la autenticidad y su remedo, sobre la posibilidad de dos verdades calcadas. Resignarse al fin.
Jamás pregunté y jamás supe. Innumerables veces se cruzaron ambas, compartieron sofá o respiró una el aire cercano exhalado por la otra. Ni una palabra entre ellas, ni un reproche, ni siquiera el primer aaahhh espantado cayendo desde sus bocas igualísimas. Nunca una disputa de supremacía materna.
Entonces, acostumbrarse a duplicar los afectos. Elegir en cada momento la madre conveniente o multitud de tres cuando es preciso.
(Papá no debió marcharse)

25 HISTORIAS DE AMOR, Luciano G. Egido & Rafa Izuzquiza

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LUCIANO G. EGIDO, 25 historias de amor, Taller del libro, Madrid, 2004, 145 páginas.
 
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25 historias de amor y alguna más contiene, en estructura de libro menguante, 33 microrrelatos antecedidos por las ilustraciones de Rafa Izuzquiza.


AMOR ADOLESCENTE

Ella dejó de mirarlo y él se enrabietó hasta las lágrimas de la ceguera. Perdió el apetito y dejó de dormir, enflaquecíó y suspendió todo el curso. Estuvo a punto del suicidio. Sólo la previsora ruptura de la soga al cuello le evitó la muerte. Cuando, después del verano de sol, playa y nuevas amístades, la volvió a ver le pareció un callo matutino y el súbito amor de un compañero de pupitre le salvó de la tentación del cinismo y del remordimiento y le devolvió la paz a su espíritu conturbado.


EL PERFUME DEL CARDAMOMO, Andrés Ibáñez

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ANDRÉS IBÁÑEZ El perfume del cardamomo, Impedimenta, Madrid, 2008, 160 páginas.

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En Amar al zorro (pp. 7-12) Félix Romeo destaca que "El conflicto entre razón y misterio está muy presente en El perfume del cardamomo", versión completa del libro de cuentos que ganó en el 2003 el Premio NH de relatos inéditos. En Unas palabras para después de la lectura (pp.147-152) es el propio Ibáñez el que traza los vínculos de sus cuentos con la literatura china.

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EL ARTE DEL DISIMULO

Un hombre llega a un hotel en una pequeña localidad de montaña y pide una habitación para pasar la noche. Está muy cansado, ya que lleva todo el día viajando, de modo que sube, se tumba en la cama y se queda dormido. De pronto, en mitad de la noche, se despierta y descubre que hay alguien en la habitación, una figura oscura e informe que está fisgoneando en su equipaje. ¿Será un ladrón?, se dice muerto de miedo. Como en su hatillo no lleva nada de valor, prefiere hacerse el dormido a arriesgarse a que el otro le corte el cuello. De modo que permanece allí inmóvil y temblando, y ve cómo el otro finalmente se carga su hatillo al hombro y sale de la habitación.
El hombre suspira y vuelve a dormirse. Ha perdido un hatillo en el que solo había unas pocas ropas viejas, pero ha salvado la vida. Su dinero, su pipa y sus gafas las tiene con él, bien metidas debajo de la almohada. La vida a cambio de un hatillo, se dice, no parece tan mal negocio. Luego se dice que lo que pasa en realidad es que es un cobarde.
Este hombre se parece a una muchacha está recogiendo ciruelas en un huerto. Se trata de un huerto construido en la ladera de una montaña y formado por una serie sucesiva de escalones. En cada escalón crece una única y larga hilera de árboles, y la muchacha va llenando la cesta que lleva en el regazo con las ciruelas de las ramas más bajas. Cuando ve ciruelas maduras en las ramas más altas, se dice: «Están demasiado pasadas y picadas de insectos, ésas ya no se pueden comer».
Esta muchacha se parece a la zorra, que ve el reflejo de la luna en el agua y se abalanza al lago en mitad de la noche. Y cuando se encuentra con que lo que había tomado por una gran sandía pálida no era más que un poco de luz y de agua fría, se dice a sí misma: «Bueno, de todas formas no tengo hambre».
Este hombre, esta muchacha y esta zorra se parecen al grillo, que canta de forma incesante en las noches de estío y que calla temeroso en cuanto siente la proximidad de alguien que se acerca.

EL ARTE DE EDUCAR, Javier Urra

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JAVIER URRA, El arte de educar, La Esfera de los Libros, Madrid, 2006, 224 páginas.

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Entre una introducción, ¿Quién nos devuelve la infancia?, (pp. 17-20) y un epílogo, Vivir soñando (pp. 217-218), el autor condensa en fórmulas aforísticas sus ideas acerca de la educación y del hombre en sociedad. Concebido en bloques temáticos (Educar no es una ciencia, es un arte; Intentamos ser creadores de nosotros mismos; Vivir es encontrarnos; De generación en generación: el motor implacable y callado de la vida; Vida que hay que cuidar y compartir con los otros, e Historias de vida, sueños y realidades), el libro invitaría, en palabras del prólogo, a "un diálogo entre la escritura y el silencio, a percibir el temblor de la palabra que se refugia en la ingravidez soñada de la infancia" (p. 18).

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La amistad sincera se nutre de recuerdos, la interesada de esperanzas.
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Los sentimientos son un material inflamable.
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El espejo se ha convertido en el gran dictador.
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Una sociedad es sana si es capaz de reírse de sí misma.
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La utopía cual horizonte inalcanzable está allí, sí, allí, pero lejos; caminamos para alcanzarla y se aleja y avanzamos pero se aleja. Sí, pero avanzamos.
***
Las sombras sirven para distinguir la luz.

SELECCIÓN DE PERLAS, Selomó ibn Gabirol

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SELOMÓ IBN GABIROL, Selección de perlas, Ameller Editor, Barcelona, 1977, 172 páginas. Edición de David Gonzalo Maeso.

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Una completa Introducción (pp. 9-53), en la que se incluye un estudio sobre contenido, estructura, fuentes y recepción crítica de la obra, se presenta como antesala a un conjunto de 652 sentencias de carácter didáctico. Escritas en el siglo XI, estas enseñanzas morales acerca de la sabiduría, la fe, la templanza o la amistad, según la percepción del editor, no sólo siguen conservando su vigencia, sino que "su sincera aplicación a los individuos, sociedades y naciones sería la benéfica panacea de tantos males que hoy deploramos" (p. 41).

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Dijo el sabio: Aguanta la verdad, aunque amargue.
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La pasión es la hermana gemela de la ceguera.
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No confíes en la amistad de quien te carga con sus penas y te excluye de sus alegrías.
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Dijo el sabio: Da por terminado el malentendido, aunque la excusa sea sólo aparente.
***
El verdadero amigo te sirve con sus bienes en el tiempo de la necesidad, y con su alma en el de la desgracia.
***
El hombre es como el fruto del árbol: salvo accidente, al madurar es cuando cae.

HIPERBREVES S.A., Raúl Sánchez Quiles

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RAÚL SÁNCHEZ QUILES, Hiperbreves, S.A. (Sólo 175 microrrelatos), Baile del sol, Tenerife, 2010, 195 páginas.

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CUNA, CAMA, CAJA

Llanto, familia, amigos, globos, flores, risas, brindis, pañales, azul, rosa, cuna.
Anillos, flores, llanto, risas, familia, amigos, brindis, blanco, oro, puros, cama.
Llanto, familia, amigos, pañuelos, flores, abrazos, penas, gris, negro, caja.
Cuna, cama, caja. Llanto, risas, llanto.

AFORISMOS, Georg Christoph Lichtenberg

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GEORG CHRISTOPH LICHTENBERG, Aforismos, Edhasa, Barcelona, 1990, 326 páginas. Edición de Juan del Solar.
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Ordenado en bloques cronológicos, este volumen ofrecen una selección de la amplia producción aforística del físico alemán. El mismo editor, en su Introducción (pp. 7-13), reconoce lo desorientador de un título que se ha mantenido desde la primera edición crítica del siglo XX: en sus cuadernos, "ese sorprendente cajón de sastre", los pensamientos de carácter más aforístico conviven con anécdotas, citas, greguerías, sueños, y otras formas de literatura encapsulada.

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Los relojes de arena no sólo recuerdan la veloz huida del tiempo, sino también el polvo en el que alguna vez nos convertiremos.
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Estoy convencido de que todo empezará a ir bien el día en que la historia cierre sus libros, pero, ¿quién podrá tomarme a mal el que también yo haga gruñir a veces mi contrabajo en este concierto? 
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Con la cinta que debía atar sus corazones han estrangulado su paz. 
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Del primer poeta del mundo al fabricante de versos.
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Le expresaron un agradecimiento muy ardiente, algo quemado.
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Ningún invento le ha costado menos trabajo al hombre que el del Cielo. 
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La gente que nunca tiene tiempo es la que menos cosas hace.
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De qué sirven todas las salidas del Sol si no nos levantamos.

POR FAVOR SEA BREVE, Clara Obligado

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Por favor, sea breve. Antología de microrrelatos, Páginas de espuma, Madrid, 2009, 256 páginas. Edición de Clara Obligado.
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En Prólogo Bonsái (pp. 9-10), Clara Obligado agradece a las microformas la "rebelión contra la literatuta convencional": "Estas inflamaciones de lo breve son asalto poético, efecto instantáneo, golpe al mentón". Complementa el tomo una bibliografía. Los relatos, por sugerencia de Hipólito G. Navarro, se adelgazan: es éste un libro menguante.

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ODIO

Quiero entenebrecer la alegría de alguien.
Quiero turbar la paz del que esté tranquilo.
Quiero deslizarme calladamente en lo tuyo para que no tengas sosiego; justamente como el parásito ha tenido el acierto de localizarse en tu cerebro y que te congestionará uno de estos días, sin anuncio ni remordimiento.


PABLO PALACIO

EL OYENTE INFINITO, Ramón Andrés

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RAMÓN ANDRÉS, El oyente infinito, DVD, Barcelona, 2007, 270 páginas.

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Subtitulado El oyente infinito. Reflexiones y sentencias sobre música (De Nietzsche a nuestros días), "es en realidad una especie de cuaderno, de azaroso orden, en el que se han anotado las inquietudes y certidumbres expresadas por su protagonistas". Ramón Andrés recopila en catorce bloques temáticos (De música; El origen; Tiempo; Inmaterial materia: el sonido; El ser y la disolución; Emoción, “Affetto”; La forma audible; Orfeo, confinado a poeta: música y palabra; La voz, el oído, el ojo; La filosofía escuchada; Arte, artes, música; J.S.Bach; … Y otros compositores; y Componer, interpretar) las reflexiones de una nómina de sesenta autores, bien referenciadas en En el anaquel (pp. 257-269).

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La música es la oración del no creyente o del no practicante. [G. Steiner]
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La otra voz, la que el silencio nos deja oír, se llama música. [V.Jankélévitch]
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¿Qué utilidad tiene la música? Puede considerarse, sin duda, una forma de comunicación entre las personas; sin embargo, no sabemos qué comunica. [A. Storr]
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La música debe, con toda humildad, intentar producir un placer, y en esta limitación tal vez resida una gran belleza. [C. Debussy]
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La música, lengua del mundo entero, se diferencia en dialectos. [C. Levi-Strauss]
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La música es tiempo sonoro. [E.M.L Cioran]
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La música sólo respira en el oxígeno del silencio. [V.Jankélévitch]
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Después del silencio, aquello que más se aproxima a la expresión de lo inefable es la música.  [A. Huxley]

ANDY WATSON, CONTADOR DE HISTORIAS, Marcial Fernández

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MARCIAL FERNÁNDEZ, Andy Watson, contador de historias, Ficticia, México, 2005, 144 páginas.
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En Dizque prólogo (pp.9-11) José de la Colina, además de señalar a Marcial Fernández como instigador de la Biblioteca de Cuento "Anís del Mono", propone al lector un decálogo del escritor de minicuentos. Vaya el décimo: "Dios, si existiera, sería un cuento corto... aunque eterno".


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NINFOMANÍA

Siempre sucedía: noche tras noche, en un bar, en una calle o en un sitio cualquiera encontraba a su príncipe azul. Sin embargo, también siempre, luego de hacerle el amor, al romperse el hechizo, el encanto, el príncipe se convertía en sapo.

PALABRAS EN LA NIEVE [UN FILANDÓN], Juan Pedro Aparicio, Luis Mateo Díez & José Maria Merino

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JUAN PEDRO APARICIO, LUIS MATEO DÍEZ & JOSÉ MARÍA MERINO, Palabras en la nieve [Un filandón], Rey Lear, Madrid, 2007, 128 páginas.
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Sabino Ordás en el Prólogo (pp. 13-18) presenta, atinadamente, el "filandón" (de filum: "reuniones nocturnas en que las mujeres hilaban, mientras los asistentes contaban historias") como un feliz antecedente de las veladas literarias.

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CARTA SIN RESPUESTA

Una amiga había comentado ante el espejo: “Nadie me llama guapa, así que yo me lo digo muchas veces a mí misma para animarme”. A Sofía, que nunca había recibido una carta de amor, se le ocurrió enviarse una, escrita por ella misma, pero firmada por un inventado Roberto Sastre que vivía en Villalba. Para más verismo, tomó el tren de cercanías y echó la carta en un buzón de esa localidad. Y de esa manera recibió muchas cartas, casi una a la semana. Había que ver con qué ilusión abría el sobre y leía las dos o tres cuartillas manuscritas, con una letra recta, firme, que no se doblegaba a derecha ni a izquierda.
A veces, Roberto y ella tenían discusiones y hasta pequeños enfados, como pasa con todas las parejas de enamorados. Roberto se empeñaba en que fueran a Marbella una semana y ella le ponía excusas, por más que lo estuviera deseando. Le decía que no estaba segura de que compartir habitación durante siete días fuese una buena idea. Procuraba no obstante ser muy suave y persuasiva porque no quería perderle ni que se enfadara, pero Roberto tenía que comprender que llevaban muy poco tiempo de relaciones como para convivir así una semana.
En esas estaban cuando la última carta de Roberto no llegó. Esperó una semana, diez días, un mes, reclamó a Correos pero definitivamente la carta no llegó. Se sintió muy ofendida por el silencio. “¿Qué se habrá creído este?” –le llegó a decir a una amiga.
Y nunca más le volvió a escribir, que ella no se iba a rebajar.

JUAN PEDRO APARICIO

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LA MOSCA

Bajo la luz del flexo la mosca se quedó quieta.
Alargué con cuidado el dedo índice de la mano derecha.
Poco antes de aplastarla se oyó un grito, después el golpe del cuerpo que caía.
En seguida llamaron a la puerta de mi habitación.
—La he matado—dijo mi vecino.
—Yo también—musité para mí sin comprenderle.

LUIS MATEO DÍEZ

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AGUJERO NEGRO

El hombre pasea por la playa solitaria y encuentra, depositada en la orilla por las olas, una botella de cristal negro, con una señal muy extraña impresa en su tapón. Mientras lo desenrosca, el hombre piensa en sus lecturas de niño: el genio cautivo, los mensajes de náufragos. Abierta, la botella inicia una violentísima inhalación que aspira todo lo que la rodea, el hombre, la playa, las montañas, los pueblos, el mar, los veleros, las islas, el cielo, las nubes, el planeta, el sistema solar, la Vía Láctea, las galaxias. En pocos instantes, el universo entero ha quedado encerrado dentro de la botella. El movimiento ha sido tan brusco que se me ha caído la pluma de la mano y han quedado descolocados todos mis papeles. Recupero la pluma, ordeno los folios, empiezo a escribir otra vez la historia del hombre que pasea por la playa solitaria.

JOSÉ MARÍA MERINO

CINCUENTA HAIKUS, Issa Kobayashi

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ISSA KOBAYASHI, Cincuenta haikus, Hiperión, Madrid, 1986, 96 páginas. Traducción de Ricardo de la Fuente y Shinjiro Hirosaki. Introducción y notas de Ricardo de la Fuente.

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La Introducción (pp. 5-15) recoge algunas claves de la vida de Issa y su relación con el haiku, además de reflejar brevemente la repercusión de esta forma poética en Occidente y los criterios seguidos para su traducción. El medio centenar de haikus se presentan en bloques correspondientes a las cuatro estaciones, con el poema original transcrito en rômaji y, en ocasiones, acompañados por detalladas notas a pie de página que facilitan su interpretación.

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Oboro oboro
fumeba mizu nari
mayoimichi

Penumbra primaveral.
Pisar agua es
camino equivocado.

LOS HERMANOS MENORES DE LOS PIGMEOS, Agustín Monsreal

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AGUSTÍN MONSREAL, Los hermanos menores de los pigmeos, Ficticia, México, 2004, 256 páginas.

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ENTRE FANTASMAS
Me da igual: tú tampoco existes.
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EL LAGO DICE A NARCISO
Yo soy lo mejor que te ha ocurrido.
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SEGUNDO AMOR
Creí que contigo corregiría mi primer error.
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SEPARACIÓN DE ENERGÍAS
Antes de irme, tengo que recoger todas las miradas que he puesto en ti.
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MUJER FATAL
Sólo me miró; sólo eso. Fervorosamente, comprendí que estaba atrapado.
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PALABRA DE PROFETA
La cuestión es saber elegir a las musas, porque también las hay de mala calidad.
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SABOR AMARGO
Hay días en que, aun antes de pisar el suelo, ya me siento una moneda en el aire.
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DEL AMOR Y COSAS ASÍ
Todas las mujeres son una bomba de reloj a largo plazo que estalla antes de tiempo.
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SUEÑO ROTO
Con razón nuestras vidas nunca se encontraron: los dos íbamos en sentido contrario.
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EL SENDERO DE SEDA
Cada día, uno se aleja más de lo que fue. Cada día se acerca más a lo que ya no será.
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ALMANAQUE
El último día de la vida es también el primer día de la muerte. De ahí en adelante la cuenta es infinita.
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MATAR A LA SERPIENTE
No, al paraíso no se vuelve. Más bien es al revés. En alguna oportunidad conoce uno
el paraíso, y adonde regresa es a lo cotidiano, a lo de siempre.

DESPISTES Y FRANQUEZAS, Mario Benedetti

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MARIO BENEDETTI, Despistes y franquezas, Alfaguara, Madrid, 1990, 256 páginas.

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En este volumen, Benedetti exhibe su destreza en el cultivo de diferentes géneros, combinando entre sus páginas poemas, cuentos de variada extensión y Graffiti sin muros (pp. 77-78), un breve muestrario aforístico.

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Las modas pasan, los escombros quedan.

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De todos los ismos sólo queda el abismo.

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Lo grave no es el pecado original sino las fotocopias.

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Aggiornamento: Sésamo instaló portero eléctrico.

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PERSECUTA

Como en tantas y tantas de sus pesadillas, empezó a huir, despavorido. Las botas de sus perseguidores sonaban y resonaban sobre las hojas secas. Las omnipotentes zancadas se acercaban a un ritmo enloquecido y enloquecedor. 
Hasta no hace mucho, siempre que entraba en una pesadilla, su salvación había consistido en despertar, pero a esta altura los perseguidores habían aprendido esa estratagema y ya no se dejaban sorprender.
Sin embargo esta vez volvió a sorprenderlos. Precisamente en el instante en que los sabuesos creyeron que iba a despertar, él, sencillamente, soñó que se dormía.

LAS HUELLAS DEL EQUILIBRISTA, Antonio Fernández Molina

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ANTONIO FERNÁNDEZ MOLINA, Las huellas del equilibrista, Menoscuarto, Palencia, 2005, 227 páginas.
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En Pour délicatesse j'ai perdu ma vie (pp. 7-40), José Luis Calvo Carilla analiza pormenorizadamente la poética (proyección de todas las vanguardias) y la retórica de los relatos de Antonio Fernández Molina, experimentalista iconoclasta que contempla a Ramón Gómez de la Serna como el "fundador de la tradición española del microrrelato". La procedencia de los textos y una bibliografía preceden a la antología.

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EL TÚNEL DEL TIEMPO

Más que cualquier otro honor, aquel maduro escritor ambicionaba que le dedicaran una calle en el pueblo de su mujer, el gran amor de su vida. En aquel pueblo donde había pasado también la orfandad de su niñez con otros tristes correteaban muchos de sus más gozosos recuerdos.
Nadie en aquel lugar tenía la menor idea de la real importancia de su obra y sólo cuando, ya muy anciano la evidencia se impuso, le dedicaron una calle.
En aquel momento el escritor estaba lejos, invitado en el hogar de un amigo científico. Y este amigo consiguió crearle un túnel del tiempo individual y que sólo servía para una vez. Le invitó a que lo usara para trasladarse a la época deseada. Entró el escritor y, convertido en niño, recorría las calles de su infancia en el pueblo de su mujer y allí apedreaba la placa de la calle que le dedicarían pasado el tiempo.

AMADOR, Rafael Courtoisie

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RAFAEL COURTOISIE, Amador, Thule Ediciones, Barcelona, 2005, 65 páginas.

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LA DESTERRADA

In memoriam Delmira Agustini.
In memoriam Juana de Ibarbourou.

La patria es el pubis.
El Monte de Venus.
La pradera entre las piernas.
No tengo patria.
¿Qué patria tendría en esta vida, qué lugar frente al Páter, huérfana desde siempre en un abismo sin voz?
Ni siquiera soy quien escribe. Vivo fuera del lenguaje.
El bocado que engullen los obesos, los bulímicos y poderosos del mundo, no me nutre. Como ausencia. Vivo sola en la república del silencio, sobre la falda de un dios que no existe, de un dios hembra, de una divinidad mujer parecida a la luna y al golpe del mar sobre las rocas. No el mar: la mar sobre las rocas.
Mater maris. Mater et magister.
La mar sobre la Tierra. Desterrada.
Vivo en el aire, sobre lo que existe y no.
Y es tarde.

EL LIBRO DE LOS ABRAZOS, Eduardo Galeano

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EDUARDO GALEANO, El libro de los abrazos, Siglo XXI, Madrid, 2001 (1989), 272 páginas.

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Adornadas por ilustraciones del propio autor, estas pequeñas piezas narrativas no dudan en estrechar en un emotivo a la vez que reflexivo abrazo a quien se asome al interior de sus páginas.

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EL ADIÓS DE LOS SUEÑOS

Los sueños se marchaban de viaje. Helena iba hasta la estación del ferrocarril. Desde el andén, les decía adiós con un pañuelo.


EL AMIGO DE LAS MUJERES, Gustavo Martín Garzo

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GUSTAVO MARTÍN GARZO, El amigo de las mujeres, Plaza & Janés-DeBols!llo, 2002 (1992), 144 páginas.

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El transparente título incide en el carácter temático de un libro en el que las mujeres son retratadas con los trazos que el narrador masculino dibuja a través de su conjunto de microrrelatos.

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EL BAÑO DE DIANA

La falda se hincha, se eleva, y la chica trata divertida de impedirlo. Es una chica muy joven, y va acompañada de un amigo. Su falda es plisada, cortísima, de tela muy leve, y el viento se la levanta como si estuviera jugando con un papel. La chica se ríe nerviosa, y finalmente tiene que detenerse, que apoyarse contra la pared, junto al escaparate de la confitería. Sus ojos brillan de vergüenza y malicia, y el chico, que se ha detenido con ella, la mira maravillado. No se atreve a moverse, a hacer o a decir nada; asiste a la escena con el temor y la fascinación con que lo habría hecho al baño de la diosa en lo más escondido del bosque, a la visita del ángel a la más reservada de las doncellas.

APUNTES, Elías Canetti

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ELIAS CANETTI, Apuntes. 1973-1984, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2000, 151 páginas.

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Nubes de palabras usadas, ¿qué lluvia van a dar?
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La muerte es mi plomada, y me afano desesperadamente por no perderla.
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La historia de la propia vida le parece a uno tan aburrida porque no ha sido realmente inventada.
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No es sentimental pensar en un muerto, mientras no se haya reconocido su muerte.
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Hay que defenderse de todo lo que somos, pero de tal manera que no lo destruyamos.
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¿Podríamos tener aún esperanzas para el pasado?
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Olvidó morir, tan satisfecho estaba de sí mismo. Procuró que los demás no lo olvidaran.
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"¿Compasión? No existe", dijo el millonario, y volvió de nuevo a la India a fotografiar a sus santos.
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Una experiencia de la que uno no se ha defendido, no es una experiencia. Una consideración que no se quiere admitir, no es una consideración. Un dolor que se olvida, no es un dolor.
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Estar sentado junto a la cama de los enfermos y creerlos salvados: lo máximo que un hombre puede alcanzar.
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Vivir sin merecerlo. -Sentimiento inevitable para el que ama la vida. Sólo el amigo de la muerte que odia la vida se comporta como si le correspondiera.

ESPEJOS, Eduardo Galeano

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EDUARDO GALEANO, Espejos, Siglo XXI, Madrid, 2008, 368 páginas.

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Subtitulado Una historia casi universal, Espejos reconstruye, a través de breves textos a modo de pinceladas, un lienzo en que "se unen el pasado y el presente" reflejando vidas, sueños e instantes invisibles a los ojos ortodoxos de la historia.

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PELIGRO EN LA SELVA

Savitri se fue.
Se la llevó el salvaje que escuchó su llamado y la vino a buscar, atropelló la valla, derribó a los guardias y se metió en la carpa. Ella rompió sus cadenas y los dos desaparecieron, juntos, selva adentro.
El dueño del circo Olympic calculó la pérdida en unos nueve mil dólares y dijo que, para peor, la amiga de Savitri, Gayatri, había quedado muy deprimida y se negaba a trabajar.
A fines de agosto del año 2007, la pareja fugada fue localizada a la orilla de un lago, a unos doscientos kilómetros de Calcuta.
Los perseguidores no se atrevieron a acercarse. El elefante y la elefanta habían anudado sus trompas.